S?bado, 09 de septiembre de 2006
Art?culo publicado en La Prensa", Revista Semanal de EL D?A, el s?bado 9 de Septiembre de 2006, escrito por Jos? Mar?a Mesa Mart?n.

Nuestra Se?ora de Gu?a: su vera efigie


JOS? MAR?A MESA MART?N



POR vera efigie se entiende una representaci?n pict?rica de una escultura o imagen religiosa, tildada de milagrosa y de mucha devoci?n, por lo general pintadas con tal lujo de detalles, que suger?an estar delante de la misma efigie. Esto favorec?a y propiciaba un culto cercano, intimista y dom?stico, que propici? que este g?nero pict?rico se prodigara a lo largo del siglo XVII y XVIII, siguiendo pautas similares, donde las im?genes aparecen entronizadas o, m?s com?nmente, sobre un fondo de damasco encarnado, siendo las m?s conocidas las de la antigua imagen de la Virgen de la Candelaria, de la que el pintor Crist?bal Hern?ndez de Quintana, nos dej? buenos ejemplares. Junto a estas representaciones pict?ricas, realizadas por encargo, y que reflejan una elevada o desahogada posici?n econ?mica del comitente, estaban otras representaciones m?s populares y asequibles a un mayor n?mero de devotos, que eran las divulgadas mediante la t?cnica del grabado y que eran conocidas popu?larmente como estampas.

Aqu? presentamos una excepcional vera efigie de Ntra. Sra. de Gu?a, que se conserva en la Iglesia Parroquial de Nuestra Se?ora de la Luz de la Villa de Los Silos. Las repre?sentaciones pict?ricas de la Virgen de Gu?a en los siglos XVII y XVIII fueron abundantes, de ellas dan prueba las relaciones de bienes, inventarios y testamentos de los veci?nos de Garachico y de la Isla Baja, as? como los de las igle?sias, conventos y ermitas de estos lugares, donde esta devoci?n marinera ?Nuestra Se?ora de Gu?a o Luz, del Buen Puerto, o de Puerto Seguro, advocaciones con las que se le invocaba? ten?a gran arraigo, y se le imploraba especialmente en las necesidades y aflicciones. Pero si la devoci?n a la Virgen era causa suficiente para prodigar sus retratos, hab?a otra caracter?stica que potenciaba el que sus representaciones fueran anheladas y, por consiguiente, bastante divulgadas: la lejan?a de su Santuario.

La distancia de su ermita, respecto a los principales centros de poblaci?n hizo que, aparte de las representaciones pict?ricas, tambi?n se expandieran las im?genes de bulto, as?, ?stas se constatan en casas, oratorios particulares; y en altares de ermitas, conventos e iglesias, destacando la construcci?n de una ermita a Ntra. Sra. de Gu?a en La Matanza en 1673, y la entronizaci?n de su imagen en la iglesia de Santa Ana de Garachico, en la de El Sauzal, Tacoronte, o incluso en el templo de Los Remedios de La Laguna, entre otros.

Las veras efigies de Ntra. Sra. de Gu?a en el siglo XVII debieron de estar dentro de la tipolog?a ya citada de las de La Candelaria, no en balde, exist?a una dualidad de culto entre las dos, y una era a Garachico lo que la otra era a La Laguna. Pero la que mostrarnos aqu? es una vera efigie excepcional que se puede datar cronol?gicamente a mediados del siglo XVIII, y en un periodo comprendido entre 1721 y 1771 ?fechas en las que se forja el clich? de Virgen Anda-riega o Peregrina, ya que es en este periodo cuando se oficializa y estipula, "la tra?da" cuatrie?nal de la Virgen a Garachico?, siendo ese a?o de 1771, cuando la antigua imagen de Nuestra Se?ora realiza su ?ltima visita, pues el excesivo costo que supon?an para la Villa y Puerto ?en unos momentos econ?micamente adversos? , hizo que ?stas se suspendieran. En el siglo XIX, y tras un par?ntesis de muchos a?os, concretamente en 1844, la Virgen de Gu?a volver?a a emprender su camino hacia la Isla Baja, pero ya no ser?a la antigua imagen, sino la que veneramos actualmente.

El cuadro en cuesti?n es un retrato idealizado basado probablemente en alguna vera efigie muy conocida, ya que es igual a otro simulacro de la Virgen de Gu?a que conservan las monjas concepcionistas de Garachico en el estandarte que utilizan para la procesi?n que cada dos de julio realizan en su convento, y cuya ?nica diferencia estriba en la tipolog?a del sombrero utilizado por la imagen.

La figura de la Virgen se recorta sobre un fondo de paisaje idealizado, donde aparecen por los lados dos s?mbolos del paisaje isorano: el Chaorra o Pico Viejo, y el Santuario de la Virgen al pie de un frondoso pino, especie vegetal que debi? rodear la ermita hasta bien entrado el siglo XIX, pues tambi?n en un dibujo de Alvarez Rixo efectuado en 1832 aparece otro ejemplar arb?reo de este tipo, en las proximidades del templo.
Sobre este-paisaje, que la Virgen tantas veces surcara, aparece la imagen vestida de peregrina, en alusi?n a sus viajes, aunque de forma un tanto simb?lica y sublimada, pues esta realizaba el trayecto dentro de una silla de viaje totalmente cerrada y con tres vidrieras, medio utilizado por la nobleza del siglo XVIII para sus desplazamientos, y recurso similar al que a?n contin?a uti?lizando la Virgen de Los Reyes en el Hierro cuando es trasladada desde su ermita a Valverde.

Este cuadro de la Virgen de Gu?a tiene un enorme valor documental, pues ser?a el ?nico retrato conocido (a excepci?n del estandarte conservado por las monjas de Garachico) de la antigua imagen a la que se le dio culto en el Malpa?s de Isora durante el siglo XVII y XVIII, y evidencia que la peque?a escultura de escasos treinta cent?metros que custodian las monjas en la Villa y Puerto nada tiene que ver con ?sta.

El elemento m?s curioso de la pintura que analizamos, y que sin embargo puede pasar desapercibido, es la cinta negra que, ci?endo la cintura de la Virgen, aflora bajo el manto y se des-liza a lo largo del traje. Elemento caracter?stico que defini? a Nuestra Se?ora de Gu?a desde la antig?edad, hasta la d?cada de 1940. Cinta negra, ricamente bordada, que pertenec?a a la imagen de San Agust?n que se veneraba en la iglesia guiense, y en el mismo altar que la Virgen, e imagen a la que los vecinos de Icod le rend?an gran veneraci?n y culto, y le hac?an ricos presentes. Eso justificaba que la rica cinta bordada fuera negra, pues as? era la correa agustina; sin embargo, hay que pensar que con anterioridad a la entronizaci?n y auge del culto a San Agust?n, este atributo fuera de otro color, como tambi?n lo ser?a en la segunda mitad del siglo XIX.

La rica cinta negra ci?endo la cintura y una rosa de plata en la mano fueron los atributos iconogr?ficos que definieron a la Virgen de Gu?a, elementos m?s que significativos teniendo en cuenta que la imagen no ten?a ni?o al parecer durante el siglo XVI, ni gran parte del XVII, lo que evidencia que nos hallamos ante una antigua imagen de la Virgen en cinta, es decir, una virgen de La Encarnaci?n, que sirvi? a los marinos y navegantes como soporte iconogr?fico al que le rindieron veneraci?n como Virgen de Gu?a o Luz, o del Buen Puerto, o de Puerto. Seguro, borrando estas advocaciones su antigua iconograf?a, m?xime teniendo en cuenta que a partir de 1684, a la Virgen se le coloca un Ni?o Jes?s en los brazos, conviviendo desde entonces los atributos de Virgen Madre, con la rosa (s?mbolo de fertilidad y fecundidad), y con la cinta (distintivo propio del estado de buena esperanza).

Esto contribuy? a borrar todo referente a su pasado como virgen de La Encarnaci?n, de la misma forma que tambi?n se acabar?a perdiendo su advocaci?n marinera, frente a im?genes como San Telmo o la Virgen el Buen Viaje. As?, su culto fue sabiamente reconducido de forma metaf?rica en "Virgen protectora y gu?a del alma, en su camino hacia un puerto de Salvaci?n". Sin embargo, el recuerdo de su antiguo origen debi? perdurar en la tradici?n oral y en el imaginario colectivo, pues en el siglo XVIII encontramos un documento en el que unos pastores del Malpa?s de Isora, hac?an una manda de dinero y misas, "a Nuestra Madre de La Encarnaci?n de Gu?a".

LA asociaci?n de las ricas cintas bordadas de San Agust?n a la Virgen de Gu?a fue tal, que pronto se convirti? en un elemento iconogr?fico de referencia, pues incluso a partir de 1728, fecha en que la Virgen recibe desde Am?rica una cinta de filigrana de plata, ?sta contin?a usando la negra correa agustina; siendo el santo quien pasa a usar la cinta arg?n?tea venida de Indias, como compensaci?n, al uso que de las de San Agust?n, hac?a Nuestra Se?ora. Este intercambio de piezas del ropero de las dos im?genes, tambi?n abunda en la imposibilidad de que el tama?o de la diminuta Virgen de Gu?a del Convento Concepcionista de Garachico, fuera a la que se le dio culto en su santuario, en las fechas a que nos referimos.

La cinta negra continu? siendo parte fundamental del ajuar de la Virgen hasta que en la segunda mitad del siglo XIX, por el deterioro de esas antiguas correas agustinas y por haber ca?do en decadencia el culto a la imagen del obispo de Hipona, la Virgen comienza a usar cintas de otros colores, y ya en el siglo XX, ?sta ci?e su cintura con una rica cinta bordada beige, que ser? el color que defina el h?bito de Nuestra Se?ora de Gu?a con el que para pagar agradecimientos y favores vest?an las mujeres como promesa: "un traje blanco y una cinta beige encima" color ?ste que tambi?n definir?a a su cofrad?a hasta los a?os cincuenta, as?, en los estatutos de 1955 se lee:

"El distintivo de las cofrades ser? una medalla de la Stma. Virgen pendiente del cuello por medio de una cinta de color crema".

Este rico elemento iconogr?fico asociado a la imagen durante m?s de cuatrocientos a?os, al igual que la rosa de plata que llevaba en la mano, llega hasta la d?cada de 1940, en los tiempos que, siendo p?rroco don Eusebio M?ndez, la iconograf?a de la virgen sufre un aut?ntico varapalo. Entonces, no solo desaparece la tan emblem?tica cinta, sino que incluso la rosa de plata, que por la decadencia del culto y por la pobreza hab?a sido sustituida por una de tela, desaparece. Este elemento es reemplazado por una vela de plata que una vecina de La Orotava le hab?a donado en 1943, antes de emigrar a Venezuela, siendo tra?da a Gu?a por la Srta. do?a Luc?a Rodr?guez. Este gesto altruista o capricho personal, dar?a al traste con la iconograf?a de la Virgen y sentar?a un precedente para que, a?os despu?s, se fundieran muchas joyas de oro y plata donadas por sus devotos, y se le hiciera una rica vela de plata repujada, que es la que utiliza en la actualidad en sus festividades.

En este cuadro, la Virgen no lleva la caracter?stica rosa en la mano, cosa que no nos extra?a, pues como caminante, lo realmente curioso es que la imagen no porte un bast?n, que era el elemento referencia) que Nuestra Se?ora sol?a usar para sus viajes.

Ahora vamos a analizar la vestimenta de la Virgen, que es lo que realmente hace curioso a este ?leo, pues generalmente las im?genes vestideras de Mar?a suelen aparecer con manto de cabeza y ataviadas de reina, tipolog?a de la que se aparta este caso. Aqu?, la Virgen se nos presenta con un conjunto de traje rojo y manto azul, que, por la uniformidad del gal?n de oro, o punta, se entienden como piezas relacionadas entre s?, cosa normal, pues generalmente las donaciones de mantos y trajes sol?an ser conjuntas, habl?ndose entonces, de "trajes completos", sobre todo si ambas piezas eran de la misma tela y color, lo que era bastante com?n.

Pero en esta representaci?n lo curioso no es la diferencia de color, sino el hecho de que la Virgen aparezca ataviada con manto de hombros y colocado de forma poco usual en las v?rgenes de devanadera, y s? com?n en las im?genes de talla completa. Al hablar de los mantos, no podemos dejar de hacer menci?n aqu? ?y esto redunda en lo ya expuesto de que la peque?a Virgen de Gu?a de Garachico no pudo ser la que recibi? culto en esta ?poca?, a que en la iglesia Parroquial de Gu?a de Isora a?n se conserva un viejo manto de la antigua imagen de Nuestra Se?ora de Gu?a que ha llegado hasta nosotros, gracias a que con ?l, y con su respectivo traje, se confeccion? una frontalera de altar. Esta pieza, que se halla en un lamentable estado de conservaci?n, es de agradecer que haya llegado hasta nosotros, pues aunque el manto y el traje fueron reciclados como frontalera en 1705, su origen se remonta al a?o 1677, fecha en la que don Joan de Ponte Ximenez don? estas piezas a la Virgen. Esta frontalera tiene un valor indiscutible, pues no solo debe de estar entre los tejidos m?s antiguos conservados en la Isla, sino que permite hacernos una idea del tama?o de la escultura a la que pertenec?a.

Pero pasemos ahora a ocupamos de el vestido rojo, suntuosa pieza de largas y amplias embocaduras de mangas, de clara influencia cortesana. En 1765 la Virgen conserva entre su ropero, cuatro vestidos: uno verde, otro amarillo y dos encamados, de estos ?ltimos, uno de ellos hab?a sido donado el a?o anterior por Pablo Valent?n, y el otro, que debe ser el que aparece en el cuadro, fue donado en 1705 por don Alonso del Hoyo Sol?rzano "un vestido de lampaso de color fuego con manto", rese?a que nos podr?a hacer pensar que el manto tambi?n fuera del mismo color; sin embargo, en inventarios posteriores nos hallamos al traje inventariado corno de "lampaso encamado nuevo con puntas de oro" y "un manto de raso azul, con punta de oro". La matizaci?n "de color de fuego", es curiosa, pues como vemos en el cuadro, es la ilusi?n ?ptica que sugiere el drapeado de la tela del vestido. Esta donaci?n de manto y traje fue paralela a otro regalo muy significativo que marcar?a la imagen de la Virgen Viajera a principios del siglo XVIII y era "un capotillo de felpa encamada p los viajes de N. Sra. con punta de plata q lo dio el capn. D. Pedro Soler", en 1702.

Hay que tener en cuenta que la Virgen en esas fechas solo hab?a hecho dos viajes a Garachico, uno en 1689 y el otro en 1695. El primero por la sequ?a reinante, y el segundo como intercesora ante la peste que asolaba a la Villa y Puerto, interseci?n que le vali? la primera donaci?n masiva de joyas, anterior ala del Volc?n de 1909. Sin embargo, a pesar de que los ?nicos viajes conocidos en la actualidad son los que la Virgen daba a Garachico, existen datos, que aunque tangenciales, apuntan a que la imagen viajara a otros pueblos, lo que justificar?a ese ajuar de camino desde tan tempranas fechas.

El resto del vestuario est? compuesto por la toca que cubre su cabeza, y de las que la Virgen ten?a varias, debi?ndose corresponder ?sta con una de clar?n y encaje, que aparece registrada en los inventarios de sus pertenencias. La funci?n de la respetuosa toca era la de ocultar el pelo, pues no estaba bien visto mostrar el cabello, ya que esto era considerado en la vida civil como un signo de atrevimiento y descaro en la mujer, a la vez que ten?a una lectura simb?lica de desprecio de la sensualidad y de lo mundano. En medio de esta pieza apa?rece la cara de la Virgen enmarcada por un precioso rostrillo de perlas, de los que la Virgen ten?a dos, en esa ?poca. El rostrillo, junto al medall?n devocional que lleva la Virgen sobre el hombro derecho, y que debe corresponderse con otro sim?tricamente colocado en el hombro izquierdo, unidos por hilos de perlas, y dos anillos, son los ?nicos elementos del surtido joyero de la Virgen, que ?sta lleva puestos. Aqu? tenemos que decir que estos medallones son caracter?sticos de la joyer?a del siglo XVII, y que de ellos Nuestra Se?ora ten?a tres, que tam?bi?n se le hab?an dado con motivo de su estancia en Garachico, cuando la peste de 1695.

Como complemento a la toca, y ya que Nuestra Se?ora porta un manto de hombros que no le cubre la cabeza, sobre ella lleva un velo de encaje que aflora por los laterales, y que cae desde la coronilla hasta la parte trasera de los hombros, cubriendo la toca. El velo, es una pieza fundamental dentro de la vestimenta mariana, porque est? cargado, de un denso con tenido sagrado. La sutileza y sensibili?dad del pintor queda reflejada en el pico de dicho velo, que aparece ligeramente doblado sobre el rostrillo, por el peso del sombrero.

El sombrero, desde el punto de vista formal, es la pieza m?s curiosa del cuadro, junto con la colocaci?n del manto, ya que es el elemento que configura a la Virgen como peregrina, y es un reflejo de las modas y tocados del siglo XVIII. Es de color rojo en su parte inferior porque deb?a ser parte del ajuar de viaje de la imagen y deb?a de hacer juego con el capote encamado de la misma, que ya hemos citado. Sin embargo, es muy probable que esta pieza cambiara con frecuencia respondiendo a gustos y modas , y seg?n el traje que luciera para la ocasi?n, como lo demuestra el sombrero de paja ornado con flores que muestra Nuestra Se?ora de Gu?a en la vera efigie del estandarte de las monjas concepcionistas de Garachico, que est? en la l?nea de los sombreros utilizados por las campesinas de Tenerife a mediados del siglo XIX, y de los que Alfred Diston nos dej? constancia en sus dibujos, lo que nos remite a otra representaci?n de la Virgen poco usual, como es la de La Divina Pastora.

El sombrero que muestra la Virgen en este cuadro est? decorado con cinco garzotas (las garzotas: son unas aves caracterizadas por tener tres largas plumas que se inclinan hacia la cola y de donde toman su nombre los penachos que decoran los tocados y sombreros). En este caso, el elevado n?mero de garzotas le confieren a la Virgen un rango y prestancia soberana, que es reforzado por la armonizaci?n de sus colores. Las plumas blancas, con la toca, y con el encaje del velo y de los pu?os, y las rojas, con el vestido.

Ya dijimos anteriormente que esta Vera Efigie, es un tanto idealizada, pues si la Virgen va ataviada con traje de caminante, lo l?gico es que fuera con su ajuar completo, tal como apa?rece documentado en 1771 "vestida la Se?ora de camino con sombrero, mantilla y bast?n y el ni?o con capa y sombrero"; sin embargo, no solo la Virgen es la que aparece sin su ajuar completo, sino tambi?n el Ni?o Jes?s, pues aparte de su rop?n encarnado y de su valona o cuello que le cubre ampliamente el pecho, los hombros y la espalda, y de los que el Divino Infante ten?a varias, seg?n los inventarios de la ?poca: "tres baloncillas de aros de encajes de hilo fino". Tampoco lleva ning?n atav?o de camino, ni su cabeza va tocada con sombrero ni con corona, sino con tres potencias, piezas que tambi?n aparecen registradas entre las pertenencias del Ni?o. Hecho curioso porque desde principios del siglo XVIII, y concretamente desde 1702, el ni?o cubr?a su cabeza para los viajes con una montera de lama encamada con perlas, que le mand? hacer el se?or vicario, y que se le ataba con tres presillas de oro y dobletes, confeccionadas con prendas que se hab?an tra?do de Garachico en 1695, cuando la Virgen fue intercesora ante la peste. El uso de la montera por parte del ni?o no es m?s que el reflejo de un hecho cotidiano, pues ?stas eran piezas de uso com?n entre los habitantes de Tenerife, que aparecen rese?adas en muchos documentos, y que ten?an la funci?n de prote?ci?n contra el fr?o, sobre todo si hab?a que atravesar zonas y caminos, con tiempo desapaci?ble, como era frecuente que ocurriera en el paso de la cumbre, y sobre todo en la zona de Erjos, paraje caracterizado por un clima poco benigno, y por donde ten?a que atravesar Nues?tra Se?ora de Gu?a, camino de la Isla baja.

Por ?ltimo, solo nos quedar?a por analizar la arg?ntea luna que aparece a los pies de la Virgen. Esta no es la original de la imagen, que era una luna de proporciones muy grandes, de plata repujada y que cost? en 1679 doscientos reales, seg?n consta de los asientos en el libro 1 de la cofrad?a de Nuestra se?ora de Gu?a:

"dio de limosna a esta iglesia en serbicio de Nuestra Se?ora, una luna de plata que pesa dosientos reales; y es advertencia que la dicha luna la prometieron el dicho capit?n Salbador Hemandes y el capit?n Sim?n Nieto, los quales la pusieron a los pies de Nuestra Se?ora de Gu?a, dado todo su costo de anbos a dos los dichos por su devoci?n".

La luna que aparece a los pies de la Virgen debi? pertenecer a alguna imagen mariana de Garachico, pues todo el ajuar para su culto en la Villa y Puerto, incluido el trono para su paseo triunfal como reina, se formaba entre piezas existentes entre las distintas ermitas e iglesias, que eran cedidas gustosamente.

Como vemos, el cuadro es una pieza excepcional, no desde el punto de vista t?cnico, ya que incluso se observa un error de traslapo, pues la mano de la Virgen que sostiene al ni?o, est? dibujada fuera de la manga, lapsus que luego el pintor intenta corregir superponiendo un forzado trozo de manto al gal?n de la misma, creando una percepci?n visual plana e inveros?mil. Sin embargo, la importancia de la obra radica en que es un documento gr?fico de primera magnitud que nos permite contemplar la antigua imagen de Nuestra Se?ora de Gu?a. Devoci?n Mariana de la que a pesar de la extensi?n y de la antig?edad de su culto no se conoc?a ning?n referente gr?fico, excepto el estandarte conservado por las monjas en la Villa y Puerto, por lo que a partir de ahora, se abre todo un campo de investigaci?n, pudi?ndose constatar este referente con la peque?a y tosca escultura conservada en el convento Concepcionista de Garachico, de la que podemos decir que, si bien todo apunta ?como hemos visto? , a que ?sta no pudo ser la que estuvo al culto en el templo isorano durante el siglo XVII y XVIII, sin embargo, no hay motivos que puedan argu?mentar que esta diminuta imagen, no fuera la hallada en los albores del siglo XVI en los protohist?ricos auchones del Malpa?s de 1sora, justo en medio del barranco, entre el emblem?tico Tagoro y Chajajo: un mundo, un espacio, y un culto ancestral, vedados para la Historia.?
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