Domingo, 14 de mayo de 2006
En el Bolet?n "Misioneros Javerianos", n?mero 422, aparece un art?culo del P. Luis P?rez H?rn?ndez titulado el Secreto de Javier que colocamos a continuaci?n.


ENTRE NOSOTROS


compartiendo una ilusi?n




EL SECRETO DE JAVIER



Francisco permaneci? en Par?s once a?os, all? estudi?, dio clases de filosof?a y conoci? a varias personas que influir?an de forma determinante en su vida. Hemos hablado, en el mes anterior, de su itinerario humano-acad?mico pa?risino. ?No creen Ustedes que falta algo? ya que el Francisco que deja Par?s es radicalmente distinto del Francisco que lleg? a la ciudad del Sena.
iClaro que falta! Falta hablar del SECRETO DE JAVIER, falta hablar de un ENCUENTRO que cambi? radicalmente la vida de Francisco.


Francisco estaba enfrascado en sus estudios, viviendo la vida universitaria y parisina con intensidad, en esto que, en 1528, Francisco se encuentra con Ignacio de Loyola que, en 1529, comienza sus estudios en la universidad, conviviendo con Francisco y Pedro Fabro.

Un desencuentro

No eran Javier e Ignacio, desde el punto de vista humano, dos personas destinadas a encontrarse. El uno joven, atl?tico, expansivo, con proyectos de grandeza, perteneciente a una familia de Navarra que hab?a defendido la independencia de este reino. El otro un poco mayor, cojo, m?s bien reservado, que hablaba de ser-vicio, de humildad, de vida entregada, perteneciente a una familia que hab?a luchado con el rey de Castilla en contra de Navarra. Los hermanos de Javier hab?an luchado en el bando opuesto al de Ignacio.
Francisco tuvo que vencer muchos y fuertes perjuicios con relaci?n a Ignacio, los primeros a?os no ten?a gran simpat?a por ?l, lo esquivaba, no le agradaban ni su persona ni sus sermones, ironizaba sobre sus discursos, planes y propuestas; Francisco ten?a sus planes y no encontraba nada de atractivo en su compa?ero de colegio y de habitaci?n. Eran dos personas muy distintas con proyectos muy distintos

Un encuentro

Ignacio, hombre de fe totalmente entregado a Cristo y profundo conocedor de las personas, ha visto en Francisco sus cualidades, sus posibilidades, su pasi?n por la vida y por las cosas y decide dedicar su tiempo, su paciencia y sus habilidades para sacar lo m?ximo de Javier, para hacer que se entregue a Cristo con toda la generosidad, energ?a y pasi?n de que podr?a ser capaz si quisiera, si comprendiera.
Ignacio le cont? a Francisco su vida, su conversi?n, le invitaba a la reflexi?n, a la oraci?n, a los sacramentos, a los encuentros que Ignacio ten?a con otros estudiantes del colegio..., Javier escuchaba y aceptaba la relaci?n con Ignacio, pero se escabull?a, no se dejaba atrapar, no es-taba dispuesto a renunciar a su vida y proyectos, durante tres a?os rechaz? las propuestas y los planteamientos de Ignacio, el cual dir?a que Francisco fue la arcilla que m?s trabajo le cost? modelar. Francisco, despu?s de tres a?os cedi?, cedi? a Ignacio y encontr? lo mejor: EL AMOR DE DIOS Y SU MISERICORDIA


Un proyecto mejor

Ignacio insiste, a tiempo y a destiempo, la relaci?n va mejorando, los prejuicios de Francisco van esfum?ndose, entonces Ignacio afronta a Francisco tocando directamente lo m?s apreciado por el navarro: sus proyectos de gloria mundana.
?De qu? le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? (Mt.16,26) repet?a Ignacio a Francisco. Esta frase evang?lica, con toda su crudeza y realismo, la amistad que crec?a, las conversaciones, la explicaci?n persona?lizada del texto evang?lico desmoronan lentamente hasta las ?ltimas resistencias de Francisco. Frente al seguimiento radical de Cristo, por obra del Esp?ritu a trav?s de Ignacio, se esfumaron los sue?os
de grandeza de Francisco y comienza un camino de conversi?n que le hace entregarse apasionadamente a Cristo.
Del desencuentro se pasa a un encuentro y al ENCUENTRO con Cristo.
En una carta dirigida a su hermano en 1535 Francisco escribe: ? La gracia de haber conocido a Ignacio es tan gran-de que toda mi vida no ser? suficiente para restituirle todo lo que le debo por haberme ayudado?.
P. Luis P?rez Hern?ndez s.x.
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