Queridos hermanos y hermanas:
En la nueva serie de catequesis hemos tratado de comprender ante todo qu? es la Iglesia, cu?l es la idea del Se?or sobre esta nueva familia. Despu?s, hemos dicho que la Iglesia existe en las personas. Y hemos visto que el Se?or ha confiado esta nueva realidad, la Iglesia, a los doce ap?stoles. Ahora queremos contemplarles uno a uno para comprender a trav?s de estas personas en qu? consiste vivir la Iglesia, qu? significa seguir a Jes?s. Comencemos con san Pedro.
Despu?s de Jes?s, Pedro es el personaje m?s conocido y citado en el Nuevo Testamento: es mencionado 154 veces con el sobrenombre de ?P?tros?, ?piedra?, ?roca?, que es la traducci?n griega del nombre arameo que le dio directamente Jes?s, ?Kefa?, testimoniado en nueve ocasiones, sobre todo en las cartas de Pablo. Hay que a?adir, adem?s, el nombre de Sim?n, usado frecuentemente (75 veces), que es la forma adaptada al griego de su nombre hebreo original, Sime?n (dos veces: Hechos 15, 14; 2 Pedro 1, 1).
Hijo de Juan (Cf. Juan 1, 42) o, en la forma aramea, ?bar-Jona?, hijo de Jon?s (Cf. Mateo 16, 17), Sim?n era de Betsaida, (Juan 1, 44), localidad que se encontraba a oriente del mar de Galilea, de la que ven?a tambi?n Felipe y, claro est?, Andr?s, hermano de Sim?n. Al hablar ten?a acento galileo. Como su hermano, era pescador: con la familia de Zebedeo, padre de Santiago y de Juan, dirig?a una peque?a empresa de pesca en el lago de Genesaret (Cf. Lucas 5, 10). Por este motivo, deb?a disfrutar de un cierto desahogo econ?mico y estaba animado por un sincero inter?s religioso, por un deseo de Dios --deseaba que Dios interviniera en el mundo--, un deseo que le llev? a dirigirse con su hermano hasta Judea para seguir la predicaci?n de Juan el Bautista (Juan 1, 35-42).
Era un jud?o creyente y observante, confiado en la presencia activa de Dios en la historia de su pueblo, y a quien le dol?a el no ver la acci?n poderosa en las vicisitudes de las que en ese momento era testigo. Estaba casado y su suegra, curada un d?a por Jes?s, viv?a en la ciudad de Cafarna?m, en la casa en la que tambi?n se alojaba Sim?n, cuando se encontraba en esa ciudad (Cf. Mateo 8, 14s; Marcos 1, 29ss; Lucas 4, 38s). Recientes excavaciones arqueol?gicas han permitido sacar a la luz, bajo el suelo de mosaico en forma octogonal de una peque?a Iglesia bizantina, los restos de una iglesia m?s antigua, edificada en esa casa, como testimonian los ?grafiti? con invocaciones a Pedro. Los Evangelios nos dicen que Pedro se encuentra entre los primeros cuatro disc?pulos del Nazareno (Cf. Lucas 5, 1-11), a quienes se les une el quinto, seg?n la costumbre de todo Rabb? de tener cinco disc?pulos (Cf. Lucas 5, 27: la llamada de Lev?). Cuando Jes?s pasa de cinco a doce disc?pulos (Cf. Lucas 9, 1-6), quedar? clara la novedad de su misi?n: no es uno de los muchos rabinos, sino que ha venido para reunir al Israel escatol?gico, simbolizado por el n?mero doce, el de las tribus de Israel.
En los Evangelios, Sim?n presenta un car?cter decidido e impulsivo. Est? dispuesto a hacer prevalecer sus razones, incluso con la fuerza (us? la espada en el Huerto de los Olivos, Cf. Juan 18, 10s). Al mismo tiempo, a veces es tambi?n ingenuo y temeroso, as? como honesto, hasta llegar al arrepentimiento m?s sincero (Cf. Mateo 26, 75). Los Evangelios permiten seguir paso a paso su itinerario espiritual. El punto de inicio es la llamada por parte de Jes?s. Tuvo lugar en un d?a como cualquier otro, mientras Pedro realizaba su trabajo de pescador. Jes?s se encuentra en el lago de Genesaret y la muchedumbre le rodea para escucharle. El n?mero de los que le o?an creaba ciertas dificultades. El maestro ve dos barcas amarradas a la orilla. Los pescadores han bajado de ellas y est?n lavando las redes. Les pide poder subir a una barca, la de Sim?n, y le pide que se aleje un poco de tierra. Sentado en esa c?tedra improvisada, ense?a desde la barca a la muchedumbre (Cf. Lucas 5, 1-3). De este modo, la barca de Pedro se convierte en la c?tedra de Jes?s. Cuando termin? de hablar, le dice a Sim?n: ?Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar?. Sim?n responde: ?Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echar? las redes? (Lucas 5, 4-5). Jes?s, que era un carpintero, no era un experto de pesca y, sin embargo, Sim?n el pescador se f?a de este Rabb?, que no le da respuestas sino que le invita a fiarse. Su reacci?n ante la pesca milagrosa es de asombro y estremecimiento: ?Al?jate de m?, Se?or, que soy un hombre pecador? (Lucas 5, 8). Jes?s responde invit?ndole a tener confianza y a abrirse a un proyecto que supera toda expectativa: ?No temas. Desde ahora ser?s pescador de hombres? (Lucas 5,10). Pedro no se pod?a imaginar todav?a que un d?a llegar?a a Roma y que aqu? ser?a ?pescador de hombres? para el Se?or. Acepta esta llamada sorprendente a dejarse involucrar en esta gran aventura: es generoso, reconoce sus l?mites, pero cree en quien le llama y sigue el sue?o de su coraz?n. Dice ?s??, un ?s?? valiente y generoso, y se convierte en disc?pulo de Jes?s.
Pedro vivir? otro momento significativo en su camino espiritual en las inmediaciones de Cesarea de Filipo, cuando Jes?s plantea a los disc?pulos una pregunta concreta: ??Qui?n dicen los hombres que soy yo?? (Marcos 8,27). A Jes?s no le basta una respuesta de o?das. De quien ha aceptado comprometerse personalmente con ?l, quiere una toma de posici?n personal. Por eso, insiste: ?Y vosotros, ?qui?n dec?s que soy yo?? (Marcos 8, 29). Es Pedro quien responde tambi?n por cuenta de los dem?s: ?T? eres el Cristo? (ib?dem), es decir, el Mes?as. Esta respuesta, que no ha sido revelada ni por ?la carne ni la sangre? de ?l, sino que ha sido ofrecida por el Padre que est? en los cielos (Cf. Mateo 16, 17), contiene como la semilla de la futura confesi?n de fe de la Iglesia. Sin embargo, Pedro no hab?a comprendido todav?a el contenido profundo de la misi?n mesi?nica de Jes?s, el nuevo sentido de la palabra: Mes?as. Lo demuestra poco a poco, dando a entender que el Mes?as al que est? siguiendo en sus sue?os es muy diferente al aut?ntico proyecto de Dios. Ante el anuncio de la pasi?n, se escandaliza y protesta, suscitando la fuerte reacci?n de Jes?s (Cf. Marcos 8, 32-33). Pedro quiere un Mes?as ?hombre divino?, que responda a las expectativas de la gente, imponiendo a todos su potencia: nosotros tambi?n deseamos que el Se?or imponga su potencia y transforme inmediatamente el mundo; Jes?s se presenta como el ?Dios humano?, el siervo de Dios, que trastorna las expectativas de la muchedumbre, abrazando un camino de humildad y de sufrimiento. Es la gran alternativa, que tambi?n nosotros tenemos que volver a aprender: privilegiar las propias expectativas rechazando a Jes?s o acoger a Jes?s en la verdad de su misi?n y arrinconar las expectativas demasiado humanas. Pedro, que es impulsivo, no duda en tomarle aparte y reprenderle. La respuesta de Jes?s derrumba todas las falsas expectativas, llam?ndole a la conversi?n y a su seguimiento: ??Qu?tate de mi vista, Satan?s! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres? (Marcos 8,33). No me indiques t? el camino, yo sigo mi camino y t? ponte detr?s de m?.
De este modo, Pedro aprende lo que significa verdaderamente seguir a Jes?s. Es la segunda llamada, como la de Abraham en G?nesis cap?tulo 22, despu?s de la de G?nesis cap?tulo 12. ?Si alguno quiere venir en pos de m?, ni?guese a s? mismo, tome su cruz y s?game. Porque quien quiera salvar su vida, la perder?; pero quien pierda su vida por m? y por el Evangelio, la salvar? (Marcos 8, 34-35). Es la ley exigente del seguimiento: es necesario saber renunciar, si hace falta, a todo el mundo para salvar los verdaderos valores, para salvar el alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (Cf. Marcos 8, 36-37). Aunque le cuesta, Pedro acoge la invitaci?n a seguir su camino tras las huellas del Maestro.
Me parece que estas diferentes conversiones de san Pedro y toda su figura son motivo de gran consuelo y una gran ense?anza para nosotros. Tambi?n nosotros deseamos a Dios, tambi?n queremos ser generosos, pero tambi?n nosotros nos esperamos que Dios sea fuerte en el mundo y transforme inmediatamente el mundo, seg?n nuestras ideas, seg?n las necesidades que vemos. Dios opta por otro camino. Dios escoge el camino de la transformaci?n de los corazones en el sufrimiento y en la humildad. Y nosotros, como Pedro, siempre tenemos que convertirnos de nuevo. Tenemos que seguir a Jes?s y no precederle: ?l nos muestra el camino. Pedro nos dice: t? piensas que tienes la receta y que tienes que transformar el cristianismo, pero quien conoce el camino es el Se?or. Es el Se?or quien me dice a m?, quien te dice a ti: ??s?gueme!?. Y tenemos que tener la valent?a y la humildad para seguir a Jes?s, pues ?l es el Camino, la Verdad y la Vida.