Comentario al Evangelio del pr?ximo domingo, VI de Pascua, del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., predicador de la Casa Pontificia.
VI Domingo de Pascua - B
(Hechos 10, 25-27. 34-35. 44-48; I Juan 4, 7-10; Juan 15, 9-17)
El ?deber? de amar
?Este es el mandamiento m?o: que os am?is los unos a los otros como yo os he amado? Lo que os mando es que os am?is los unos a los otros?.
El amor, ?un mandamiento? ?Se puede hacer del amor un mandamiento sin destruirlo? ?Qu? relaci?n puede haber entre amor y deber, dado que uno representa la espontaneidad y el otro la obligaci?n?
Hay que saber que existen dos tipos de mandamientos. Existe un mandamiento o una obligaci?n que viene del exterior, de una voluntad diferente a la m?a, y un mandamiento u obligaci?n que viene de dentro y que nace de la cosa misma. La piedra que se lanza al aire, o la manzana que cae del ?rbol, est? ?obligada? a caer, no puede hacer otra cosa; no porque alguien se lo imponga, sino porque en ella hay una fuerza interior de gravedad que la atrae hacia el centro de la tierra.
De igual forma, hay dos grandes modos seg?n los cuales el hombre puede ser inducido a hacer o no determinada cosa: por constricci?n o por atracci?n. La ley y los mandamientos ordinarios le inducen del primer modo: por constricci?n, con la amenaza del castigo; el amor le induce del segundo modo: por atracci?n, por un impulso interior. Cada uno, en efecto, es atra?do por lo que ama, sin que sufra constricci?n alguna desde el exterior. Ense?a a un ni?o un juguete y le ver?s lanzarse para agarrarlo. ?Qu? le empuja? Nadie; es atra?do por el objeto de su deseo. Ense?a un Bien a un alma sedienta de verdad y se lanzar? hacia ?l. ?Qui?n la empuja? Nadie; es atra?da por su deseo.
Pero si es as? --esto es, somos atra?dos espont?neamente por el bien y por la verdad que es Dios--, ?qu? necesidad hab?a, se dir?, de hacer de este amor un mandamiento y un deber? Es que, rodeados como estamos de otros bienes, corremos peligro de errar el blanco, de tender a falsos bienes y perder as? el Sumo Bien. Como una nave espacial dirigida hacia el sol debe seguir ciertas reglas para no caer en la esfera de gravedad de alg?n planeta o sat?lite intermedio, igual nosotros al tender hacia Dios. Los mandamientos, empezando por el ?primero y mayor de todos? que es el de amar a Dios, sirven para esto.
Todo ello tiene un impacto directo en la vida y en el amor tambi?n humano. Cada vez son m?s numerosos los j?venes que rechazan la instituci?n del matrimonio y eligen el llamado amor libre, o la simple convivencia. El matrimonio es una instituci?n; una vez contra?do, liga, obliga a ser fieles y a amar al compa?ero para toda la vida. Pero ?qu? necesidad tiene el amor, que es instinto, espontaneidad, impulso vital, de transformarse en un deber?
El fil?sofo Kierkegaard da una respuesta convincente: ?S?lo cuando existe el deber de amar, s?lo entonces el amor est? garantizado para siempre contra cualquier alteraci?n; eternamente liberado en feliz independencia; asegurado en eterna bienaventuranza contra cualquier desesperaci?n?. Quiere decir: el hombre que ama verdaderamente, quiere amar para siempre. El amor necesita tener como horizonte la eternidad; si no, no es m?s que una broma, un ?amable malentendido? o un ?peligroso pasatiempo?. Por eso, cuanto m?s intensamente ama uno, m?s percibe con angustia el peligro que corre su amor, peligro que no viene de otros, sino de ?l mismo. Bien sabe que es voluble, y que ma?ana, ?ay!, podr?a cansarse y no amar m?s. Y ya que, ahora que est? en el amor, ve con claridad la p?rdida irreparable que esto comportar?a, he aqu? que se previene ?vincul?ndose? a amar para siempre. El deber sustrae el amor de la volubilidad y lo ancla a la eternidad. Quien ama es feliz de ?deber? amar; le parece el mandamiento m?s bello y liberador del mundo.