s?bado, 20 mayo 2006
ZENIT publica el discurso que pronunci? Benedicto XVI este s?bado al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Espa?a ante la Santa Sede, Francisco V?zquez V?zquez.
Se?or Embajador:
1. Me es grato recibir las cartas que acreditan a Vuestra Excelencia como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Espa?a ante la Santa Sede, y le agradezco cordialmente las palabras que ha tenido a bien dirigirme, as? como los apreciados saludos de parte de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I, de la Familia Real, de su Gobierno y de la Naci?n espa?ola. Le ruego que les trasmita mis mejores deseos de prosperidad y de bien espiritual para ellos y todos los espa?oles, a los que tengo muy presentes en mis plegarias.
He tenido ocasi?n de visitar varias veces su Pa?s, del cual guardo un recuerdo muy grato, tanto por la amabilidad de las personas con quienes me he encontrado, como por la abundancia y alto valor de la numerosas obras de arte y expresiones culturales diseminadas por su geograf?a. Es un patrimonio envidiable, que denota una brillante historia, imbuida profundamente de valores cristianos y enriquecida tambi?n por la vida de eximios testigos del Evangelio, dentro y fuera de sus fronteras. Este patrimonio comprende obras en las que sus creadores han plasmado sus ideales y su fe. Si esto se ignorara o acallara, perder?a buena parte de su atractivo y significado, pero seguir?an siendo, por decirlo as?, ?piedras que hablan?.
2. Las multiseculares relaciones diplom?ticas entre Espa?a y la Santa Sede, como Vuestra Excelencia ha indicado, reflejan el v?nculo constante del pueblo espa?ol con la fe cat?lica. La gran vitalidad que la Iglesia ha tenido y tiene en su Pa?s es como una invitaci?n especial a reforzar dichas relaciones y fomentar la colaboraci?n estrecha entre ella y las instituciones p?blicas, de manera respetuosa y leal, desde las respectivas competencias y autonom?a, con el fin de lograr el bien integral de las personas que, siendo ciudadanos de su patria, son tambi?n en gran medida hijos muy queridos de la Iglesia. Un camino importante para esta cooperaci?n est? trazado por los Acuerdos suscritos entre el Estado Espa?ol y la Santa Sede para garantizar a la Iglesia Cat?lica ?el libre y p?blico ejercicio de las actividades que le son propias y en especial las de culto, jurisdicci?n y magisterio? (art. I del primer Acuerdo, 3 de enero de 1979).
En efecto, como usted sabe, Se?or Embajador, la Iglesia impulsa a los creyentes a que amen la justicia y participen honestamente en la vida p?blica o profesional con sentido de respeto y solidaridad, para ?promover org?nica e institucionalmente el bien com?n? (Enc?clica Deus caritas est, 29). Tambi?n est? comprometida en la promoci?n y defensa de los derechos humanos, por la alta consideraci?n que tiene de la dignidad de la persona en su integridad, en cualquier lugar o situaci?n en que se encuentre. Pone todo su empe?o, con los medios que le son propios, en que ninguno de esos derechos sea violado o excluido, tanto por parte de los individuos como de las instituciones.
Por eso, la Iglesia proclama sin reservas el derecho primordial a la vida, desde su concepci?n hasta su ocaso natural, el derecho a nacer, a formar y vivir en familia, sin que ?sta se vea suplantada u ofuscada por otras formas o instituciones diversas. A este respecto, el Encuentro Mundial de las Familias, que tendr? lugar pr?ximamente en territorio espa?ol, en Valencia, y que espero con ilusi?n, me dar? oportunidad de celebrar la belleza y la fecundidad de la familia fundada en el matrimonio, su alt?sima vocaci?n y su imprescindible valor social.
3. La Iglesia insiste tambi?n en el derecho inalienable de las personas a profesar sin obst?culos, tanto p?blica como privadamente, la propia fe religiosa, as? como el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educaci?n acorde con sus propios valores y creencias, sin discriminaci?n o exclusi?n expl?cita o encubierta. A este prop?sito, es para m? un motivo de satisfacci?n constatar la gran demanda de la ense?anza de la religi?n cat?lica en las escuelas p?blicas espa?olas, lo cual significa que la poblaci?n reconoce la importancia de dicha asignatura para el crecimiento y formaci?n personal y cultural de los j?venes. Esta importancia para el desarrollo de la personalidad del alumno es el principio b?sico del Acuerdo entre el Estado espa?ol y la Santa Sede sobre la ense?anza y asuntos culturales, en el cual se establece que la ense?anza de la religi?n cat?lica se impartir? ?en condiciones equiparables a las dem?s disciplinas fundamentales? (art. 2).
Dentro de su misi?n evangelizadora, la Iglesia tiene tambi?n como tarea propia la acci?n caritativa, la atenci?n a cualquier necesitado que espera una mano amiga, fraterna y desinteresada que alivie su situaci?n. En la Espa?a de hoy, como en su larga historia, este aspecto se manifiesta particularmente fecundo por sus numerosas obras asistenciales, en todos los campos y con gran amplitud de miras. Y, puesto que esta labor no se inspira en estrategias pol?ticas o ideol?gicas (cf. Enc?clica Deus caritas est, 31,b; 33), encuentra en su camino personas e instituciones de cualquier procedencia, sensibles tambi?n al deber de socorrer al desvalido, quienquiera que sea. Bas?ndose en este ?deber de humanidad?, la colaboraci?n en el campo de la asistencia y ayuda humanitaria ha conseguido muchos logros, y es de esperar que se fomente cada vez m?s.
4. Se?or Embajador, al concluir este encuentro, le reitero mis mejores deseos en el desempe?o de la alta misi?n que se le ha encomendado, para que las relaciones entre Espa?a y la Santa Sede se refuercen y progresen, reflejando el respeto y el entra?able afecto de tantos espa?oles por el Papa. Tambi?n espero que su estancia en Roma sea fecunda en experiencias humanas, culturales y cristianas, y usted y su distinguida familia se sientan como en su casa, aunque sin olvidar las hermosas tierras del extremo occidental de Europa, de donde provienen, y en las que arraig? muy pronto el Evangelio, cuya difusi?n despu?s, bajo el patrocinio del ap?stol Santiago, contribuy? a promover y mantener vivas las ra?ces cristianas de Europa.
Le ruego que se haga int?rprete de mis sentimientos a Sus Majestades los Reyes de Espa?a y a las Autoridades de tan noble Naci?n, a la vez que invoco abundantes bendiciones del Alt?simo sobre usted, sus seres queridos y colaboradores de esa Representaci?n diplom?tica.