Domingo, 21 de mayo de 2006
Homil?a que pronunci? Benedicto XVI en la santa misa de ordenaci?n sacerdotal de quince di?conos de la di?cesis de Roma en la Bas?lica de San Pedro el domingo 7 de mayo de 2006.


Queridos hermanos y hermanas;
queridos ordenandos:

En esta hora en la que vosotros, queridos amigos, mediante el sacramento de la ordenaci?n sacerdotal sois introducidos como pastores al servicio del gran Pastor, Jesucristo, el Se?or mismo nos habla en el evangelio del servicio en favor de la grey de Dios.

La imagen del pastor viene de lejos. En el antiguo Oriente los reyes sol?an designarse a s? mismos como pastores de sus pueblos. En el Antiguo Testamento Mois?s y David, antes de ser llamados a convertirse en jefes y pastores del pueblo de Dios, hab?an sido efectivamente pastores de reba?os. En las pruebas del tiempo del exilio, ante el fracaso de los pastores de Israel, es decir, de los l?deres pol?ticos y religiosos, Ezequiel hab?a trazado la imagen de Dios mismo como Pastor de su pueblo. Dios dice a trav?s del profeta: "Como un pastor vela por su reba?o (...), as? velar? yo por mis ovejas. Las reunir? de todos los lugares donde se hab?an dispersado en d?a de nubes y brumas" (Ez 34, 12).

Ahora Jes?s anuncia que ese momento ha llegado: ?l mismo es el buen Pastor en quien Dios mismo vela por su criatura, el hombre, reuniendo a los seres humanos y conduci?ndolos al verdadero pasto. San Pedro, a quien el Se?or resucitado hab?a confiado la misi?n de apacentar a sus ovejas, de convertirse en pastor con ?l y por ?l, llama a Jes?s el "archipoimen", el Mayoral, el Pastor supremo (cf. 1 P 5, 4), y con esto quiere decir que s?lo se puede ser pastor del reba?o de Jesucristo por medio de ?l y en la m?s ?ntima comuni?n con ?l. Precisamente esto es lo que se expresa en el sacramento de la Ordenaci?n: el sacerdote, mediante el sacramento, es insertado totalmente en Cristo para que, partiendo de ?l y actuando con vistas a ?l, realice en comuni?n con ?l el servicio del ?nico Pastor, Jes?s, en el que Dios como hombre quiere ser nuestro Pastor.

El evangelio que hemos escuchado en este domingo es solamente una parte del gran discurso de Jes?s sobre los pastores. En este pasaje, el Se?or nos dice tres cosas sobre el verdadero pastor: da su vida por las ovejas; las conoce y ellas lo conocen a ?l; y est? al servicio de la unidad. Antes de reflexionar sobre estas tres caracter?sticas esenciales del pastor, quiz? sea ?til recordar brevemente la parte precedente del discurso sobre los pastores, en la que Jes?s, antes de designarse como Pastor, nos sorprende diciendo: "Yo soy la puerta" (Jn 10, 7). En el servicio de pastor hay que entrar a trav?s de ?l. Jes?s pone de relieve con gran claridad esta condici?n de fondo, afirmando: "El que sube por otro lado, ese es un ladr?n y un salteador" (Jn 10, 1).

Esta palabra "sube" ("anabainei") evoca la imagen de alguien que trepa al recinto para llegar, saltando, a donde leg?timamente no podr?a llegar. "Subir": se puede ver aqu? la imagen del arribismo, del intento de llegar "muy alto", de conseguir un puesto mediante la Iglesia: servirse, no servir. Es la imagen del hombre que, a trav?s del sacerdocio, quiere llegar a ser importante, convertirse en un personaje; la imagen del que busca su propia exaltaci?n y no el servicio humilde de Jesucristo.

Pero el ?nico camino para subir leg?timamente hacia el ministerio de pastor es la cruz. Esta es la verdadera subida, esta es la verdadera puerta. No desear llegar a ser alguien, sino, por el contrario, ser para los dem?s, para Cristo, y as?, mediante ?l y con ?l, ser para los hombres que ?l busca, que ?l quiere conducir por el camino de la vida.

Se entra en el sacerdocio a trav?s del sacramento; y esto significa precisamente: a trav?s de la entrega a Cristo, para que ?l disponga de m?; para que yo lo sirva y siga su llamada, aunque no coincida con mis deseos de autorrealizaci?n y estima. Entrar por la puerta, que es Cristo, quiere decir conocerlo y amarlo cada vez m?s, para que nuestra voluntad se una a la suya y nuestro actuar llegue a ser uno con su actuar.

Queridos amigos, por esta intenci?n queremos orar siempre de nuevo, queremos esforzarnos precisamente por esto, es decir, para que Cristo crezca en nosotros, para que nuestra uni?n con ?l sea cada vez m?s profunda, de modo que tambi?n a trav?s de nosotros sea Cristo mismo quien apaciente.

Consideremos ahora m?s atentamente las tres afirmaciones fundamentales de Jes?s sobre el buen pastor. La primera, que con gran fuerza impregna todo el discurso sobre los pastores, dice: el pastor da su vida por las ovejas. El misterio de la cruz est? en el centro del servicio de Jes?s como pastor: es el gran servicio que ?l nos presta a todos nosotros. Se entrega a s? mismo, y no s?lo en un pasado lejano. En la sagrada Eucarist?a realiza esto cada d?a, se da a s? mismo mediante nuestras manos, se da a nosotros. Por eso, con raz?n, en el centro de la vida sacerdotal est? la sagrada Eucarist?a, en la que el sacrificio de Jes?s en la cruz est? siempre realmente presente entre nosotros.

A partir de esto aprendemos tambi?n qu? significa celebrar la Eucarist?a de modo adecuado: es encontrarnos con el Se?or, que por nosotros se despoja de su gloria divina, se deja humillar hasta la muerte en la cruz y as? se entrega a cada uno de nosotros. Es muy importante para el sacerdote la Eucarist?a diaria, en la que se expone siempre de nuevo a este misterio; se pone siempre de nuevo a s? mismo en las manos de Dios, experimentando al mismo tiempo la alegr?a de saber que ?l est? presente, me acoge, me levanta y me lleva siempre de nuevo, me da la mano, se da a s? mismo.

La Eucarist?a debe llegar a ser para nosotros una escuela de vida, en la que aprendamos a entregar nuestra vida. La vida no se da s?lo en el momento de la muerte, y no solamente en el modo del martirio. Debemos darla d?a a d?a. Debo aprender d?a a d?a que yo no poseo mi vida para m? mismo. D?a a d?a debo aprender a desprenderme de m? mismo, a estar a disposici?n del Se?or para lo que necesite de m? en cada momento, aunque otras cosas me parezcan m?s bellas y m?s importantes. Dar la vida, no tomarla. Precisamente as? experimentamos la libertad. La libertad de nosotros mismos, la amplitud del ser. Precisamente as?, siendo ?tiles, siendo personas necesarias para el mundo, nuestra vida llega a ser importante y bella. S?lo quien da su vida la encuentra.

En segundo lugar el Se?or nos dice: "Conozco mis ovejas y las m?as me conocen a m?, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre" (Jn 10, 14-15). En esta frase hay dos relaciones en apariencia muy diversas, que aqu? est?n entrelazadas: la relaci?n entre Jes?s y el Padre, y la relaci?n entre Jes?s y los hombres encomendados a ?l. Pero ambas relaciones van precisamente juntas porque los hombres, en definitiva, pertenecen al Padre y buscan al Creador, a Dios. Cuando se dan cuenta de que uno habla solamente en su propio nombre y tomando s?lo de s? mismo, entonces intuyen que eso es demasiado poco y no puede ser lo que buscan.

Pero donde resuena en una persona otra voz, la voz del Creador, del Padre, se abre la puerta de la relaci?n que el hombre espera. Por tanto, as? debe ser en nuestro caso. Ante todo, en nuestro interior debemos vivir la relaci?n con Cristo y, por medio de ?l, con el Padre; s?lo entonces podemos comprender verdaderamente a los hombres, s?lo a la luz de Dios se comprende la profundidad del hombre; entonces quien nos escucha se da cuenta de que no hablamos de nosotros, de algo, sino del verdadero Pastor.

Obviamente, las palabras de Jes?s se refieren tambi?n a toda la tarea pastoral pr?ctica de acompa?ar a los hombres, de salir a su encuentro, de estar abiertos a sus necesidades y a sus interrogantes. Desde luego, es fundamental el conocimiento pr?ctico, concreto, de las personas que me han sido encomendadas, y ciertamente es importante entender este "conocer" a los dem?s en el sentido b?blico: no existe un verdadero conocimiento sin amor, sin una relaci?n interior, sin una profunda aceptaci?n del otro.

El pastor no puede contentarse con saber los nombres y las fechas. Su conocimiento debe ser siempre tambi?n un conocimiento de las ovejas con el coraz?n. Pero a esto s?lo podemos llegar si el Se?or ha abierto nuestro coraz?n, si nuestro conocimiento no vincula las personas a nuestro peque?o yo privado, a nuestro peque?o coraz?n, sino que, por el contrario, les hace sentir el coraz?n de Jes?s, el coraz?n del Se?or. Debe ser un conocimiento con el coraz?n de Jes?s, un conocimiento orientado a ?l, un conocimiento que no vincula la persona a m?, sino que la gu?a hacia Jes?s, haci?ndolo as? libre y abierto. As? tambi?n nosotros nos hacemos cercanos a los hombres.
Pidamos siempre de nuevo al Se?or que nos conceda este modo de conocer con el coraz?n de Jes?s, de no vincularlos a m? sino al coraz?n de Jes?s, y de crear as? una verdadera comunidad.

Por ?ltimo, el Se?or nos habla del servicio a la unidad encomendado al pastor: "Tengo, adem?s, otras ovejas que no son de este redil; tambi?n a esas las tengo que traer, y escuchar?n mi voz y habr? un solo reba?o, un solo pastor" (Jn 10, 16). Es lo mismo que repite san Juan despu?s de la decisi?n del sanedr?n de matar a Jes?s, cuando Caif?s dijo que era preferible que muriera uno solo por el pueblo a que pereciera toda la naci?n. San Juan reconoce que se trata de palabras prof?ticas, y a?ade: "Jes?s iba a morir por la naci?n, y no s?lo por la naci?n, sino tambi?n para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11, 52).

Se revela la relaci?n entre cruz y unidad; la unidad se paga con la cruz. Pero sobre todo aparece el horizonte universal del actuar de Jes?s. Aunque Ezequiel, en su profec?a sobre el pastor, se refer?a al restablecimiento de la unidad entre las tribus dispersas de Israel (cf. Ez 34, 22-24), ahora ya no se trata de la unificaci?n del Israel disperso, sino de todos los hijos de Dios, de la humanidad, de la Iglesia de jud?os y paganos. La misi?n de Jes?s concierne a toda la humanidad, y por eso la Iglesia tiene una responsabilidad con respecto a toda la humanidad, para que reconozca a Dios, al Dios que por todos nosotros en Jesucristo se encarn?, sufri?, muri? y resucit?.

La Iglesia jam?s debe contentarse con la multitud de aquellos a quienes, en cierto momento, ha llegado, y decir que los dem?s est?n bien as?: musulmanes, hind?es... La Iglesia no puede retirarse c?modamente dentro de los l?mites de su propio ambiente. Tiene por cometido la solicitud universal, debe preocuparse por todos y de todos. Por lo general debemos "traducir" esta gran tarea en nuestras respectivas misiones. Obviamente, un sacerdote, un pastor de almas debe preocuparse ante todo por los que creen y viven con la Iglesia, por los que buscan en ella el camino de la vida y que, por su parte, como piedras vivas, construyen la Iglesia y as? edifican y sostienen juntos tambi?n al sacerdote.

Sin embargo, como dice el Se?or, tambi?n debemos salir siempre de nuevo "a los caminos y cercados" (Lc 14, 23) para llevar la invitaci?n de Dios a su banquete tambi?n a los hombres que hasta ahora no han o?do hablar para nada de ?l o no han sido tocados interiormente por ?l. Este servicio universal, servicio a la unidad, se realiza de muchas maneras. Siempre forma parte de ?l tambi?n el compromiso por la unidad interior de la Iglesia, para que ella, por encima de todas las diferencias y los l?mites, sea un signo de la presencia de Dios en el mundo, el ?nico que puede crear dicha unidad.

La Iglesia antigua encontr? en la escultura de su tiempo la figura del pastor que lleva una oveja sobre sus hombros. Quiz? esas im?genes formen parte del sue?o id?lico de la vida campestre, que hab?a fascinado a la sociedad de entonces. Pero para los cristianos esta figura se ha transformado con toda naturalidad en la imagen de Aquel que ha salido en busca de la oveja perdida, la humanidad; en la imagen de Aquel que nos sigue hasta nuestros desiertos y nuestras confusiones; en la imagen de Aquel que ha cargado sobre sus hombros a la oveja perdida, que es la humanidad, y la lleva a casa. Se ha convertido en la imagen del verdadero Pastor, Jesucristo. A ?l nos encomendamos. A ?l os encomendamos a vosotros, queridos hermanos, especialmente en esta hora, para que os conduzca y os lleve todos los d?as; para que os ayude a ser, por ?l y con ?l, buenos pastores de su reba?o. Am?n.
Publicado por verdenaranja @ 21:37  | Habla el Papa
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