Lunes, 22 de mayo de 2006
"Migraciones: signo de los tiempos"

Queridos hermanos y hermanas:

Hace cuarenta a?os se conclu?a el concilio ecum?nico Vaticano II,
cuya rica ense?anza abarca numerosos campos de la vida eclesial.
En particular, la constituci?n pastoral Gaudium et spes realiz? un
atento an?lisis de la compleja realidad del mundo contempor?neo,
buscando los modos m?s adecuados para llevar a los hombres de
hoy el mensaje evang?lico. Con ese fin, acogiendo la invitaci?n delbeato Juan XXIII, los padres conciliares se esforzaron por escrutarlos signos de los tiempos, interpret?ndolos a la luz del Evangelio, para brindar a las nuevas generaciones la posibilidad de responder adecuadamente a los interrogantes perennes sobre el sentido de la vida presente y futura, y sobre el planteamiento correcto de las relaciones sociales (cf. Gaudium et spes, 4). Entre los signos de los tiempos reconocibles hoy se pueden incluir ciertamente las migraciones, un fen?meno que a lo largo del siglo reci?n concluido asumi? una configuraci?n, por decirlo as?, estructural, transform?ndose en una caracter?stica importante del mercado del trabajo a nivel mundial, como consecuencia, entre otras cosas, del fuerte impulso ejercido por la globalizaci?n. Naturalmente, en este "signo de los tiempos" confluyen diversos componentes. En efecto, comprende las migraciones internas y las internacionales, las forzadas y las voluntarias, las legales y las irregulares, tambi?n sujetas a la plaga del tr?fico de seres humanos. Y no se puede olvidar la categor?a de los estudiantes extranjeros, cuyo n?mero
aumenta cada a?o en el mundo. Con respecto a los que emigran por motivos econ?micos, cabe destacar el reciente hecho de la "feminizaci?n" del fen?meno, es decir, la creciente presencia en ?l de la mujer. En efecto, en el pasado, quienes emigraban eran sobre todo los hombres, aunque no faltaban nunca las mujeres; sin embargo, entonces ellas emigraban sobre todo para acompa?ar a sus respectivos maridos o padres, o para reunirse con ellos donde se encontraban ya. Hoy, aun siendo todav?a numerosas esas situaciones, la emigraci?n femenina tiende a ser cada vez m?s aut?noma: la mujer cruza por s? misma los confines de su patria en busca de un empleo en el pa?s de destino. M?s a?n, en ocasiones, la mujer emigrante se ha convertido en la principal fuente de ingresos para su familia. De hecho, la presencia femenina se da sobre todo en los sectores que ofrecen salarios bajos. Por eso, si los trabajadores emigrantes son particularmente vulnerables, entre ellos las mujeres lo son m?s
a?n. Los ?mbitos de empleo m?s frecuentes para las mujeres son,
adem?s de los quehaceres dom?sticos, la asistencia a los ancianos,
la atenci?n a las personas enfermas y los servicios relacionados
con el hospedaje en hoteles. En estos campos los cristianos est?n
llamados a manifestar su compromiso en favor del trato justo a la
mujer emigrante, del respeto a su feminidad y del reconocimiento
de sus derechos iguales.
No se puede por menos de mencionar, en este contexto, el tr?fico
de seres humanos, sobre todo de mujeres, que prospera donde
son escasas las oportunidades de mejorar la propia condici?n de
vida, o simplemente de sobrevivir. Al traficante le resulta f?cil
ofrecer sus "servicios" a las v?ctimas, que con frecuencia no
albergan ni la m?s m?nima sospecha de lo que deber?n afrontar
luego. En algunos casos, hay mujeres y muchachas que son
destinadas a ser explotadas, en el trabajo, casi como esclavas, y a veces incluso en la industria del sexo. Al no poder profundizar aqu? el an?lisis de las consecuencias de esa migraci?n, hago m?a la condena que expres? Juan Pablo II contra "la difundida cultura
hedonista y comercial que promueve la explotaci?n sistem?tica de
la sexualidad" (Carta a las mujeres, 29 de junio de 1995, n. 5).
Aqu? se halla todo un programa de redenci?n y liberaci?n, del que
los cristianos no pueden desentenderse.
Por lo que ata?e a la otra categor?a de emigrantes, la de los que
piden asilo y de los refugiados, quisiera destacar que en general se suele afrontar el problema constituido por su ingreso, sin
interrogarse tambi?n acerca de las razones que los han impulsado
a huir de su pa?s de origen. La Iglesia contempla este mundo de
sufrimiento y de violencia con los ojos de Jes?s, que se conmov?a
ante el espect?culo de las muchedumbres que andaban errantes
como ovejas sin pastor (cf. Mt 9, 36). Esperanza, valent?a, amor y
tambi?n "creatividad de la caridad" (Novo millennio ineunte, 50)
deben impulsar el necesario compromiso, humano y cristiano, para
socorrer a estos hermanos y hermanas en sus sufrimientos. Sus
Iglesias de origen deben manifestarles su solicitud con el env?o de asistentes de su misma lengua y cultura, en di?logo de caridad con las Iglesias particulares de acogida.
Por ?ltimo, a la luz de los actuales "signos de los tiempos",
merece particular atenci?n el fen?meno de los estudiantes
extranjeros. Su n?mero, tambi?n gracias a los "intercambios"
entre las diversas universidades, especialmente en Europa, registra un aumento constante, con los consiguientes problemas, tambi?n pastorales, que la Iglesia no puede descuidar. Esto vale de modo especial para los estudiantes procedentes de los pa?ses en v?as de desarrollo, para los cuales la experiencia universitaria puede constituir una ocasi?n extraordinaria de enriquecimiento espiritual.
A la vez que invoco la asistencia divina para quienes, impulsados
por el deseo de contribuir a la promoci?n de un futuro de justicia y paz en el mundo, trabajan con empe?o en el campo de la pastoral al servicio de la movilidad humana, env?o a todos, como prenda de afecto, una especial bendici?n apost?lica.

Vaticano, 18 de octubre de 2005
Publicado por verdenaranja @ 8:05  | Habla el Papa
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