Martes, 23 de mayo de 2006
15 de enero de 2006



Los seguidores de Jesucristo no podemos conformarnos con ofrecer al inmigrante ese m?nimo que es un trato respetuoso y justo, sino que nos debemos acercar a todos con amor evang?lico.

Dicen los evangelistas que Jesucristo reproch? a sus oyentes que no escuchaban a Dios, cuando les hablaba en los "signos de los tiempos". Con la expresi?n, "signos de los tiempos", el Se?or se refer?a a los acontecimientos importantes de aquel momento hist?rico, que exig?an adoptar una postura decidida y acorde con la fe, porque Dios sale al encuentro de sus hijos en la historia de cada d?a y juzga nuestro amor a ?l por lo que hacemos o dejamos de hacer con el otro. Pues ense?a el Evangelio que la sinceridad y la hondura de nuestro amor a Dios pasa por nuestro amor a los dem?s.

No podemos olvidarlo ante la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebra el 15 de Enero, porque este fen?meno, como dice en su Mensaje para esta ocasi?n el Papa Benedicto XVI, forma parte de "los signos de los tiempos reconocibles hoy". Durante el siglo XX, Espa?a ha vivido, y sigue viviendo hoy, el fen?meno de las migraciones en sus carnes. Durante d?cadas, fueron muy numerosos los conciudadanos nuestros que tuvieron que emig r a r. Unos, para buscar refugio por motivos pol?ticos; y otros, para conseguir un trabajo y un salario que aqu? no ten?an. Pero durante las ?ltimas d?cadas ha cambiado esta tendencia migratoria y hoy somos nosotros los que recibimos a numerosas personas de otros pueblos.

El tradicional esp?ritu acogedor de Espa?a, y m?s concretamente de Andaluc?a, ha puesto de manifiesto sus mejores cualidades durante este tiempo. Sin embargo, a medida que la inmigraci?n ha aumentado, vemos que surgen nuevas dificultades de todo tipo, relacionadas con el trabajo, con la vivienda, con la reunificaci?n de las familias y con la convivencia en general. Es verdad que la mayor?a de los ciudadanos saben dar un trato justo a los inmigrantes, pero no faltan los que se aprovechan indignamente de su situaci?n de inferioridad para obtener ventajas injustas.

Por su parte, los que llegan en busca de un trabajo o de asilo pol?tico tienen sus defectos, igual que los espa?oles, pero podemos caer en la tentaci?n de aplicar a todos ellos los actos delictivos de unos pocos. Es una tendencia muy minoritaria todav?a, que empieza a despuntar en aquellos lugares en los que la inmigraci?n ha crecido m?s y la Jornada de este a?o tiene que ayudarnos a hacer examen de conciencia. Pues defender su dignidad y sus derechos es tambi?n una manera de vivir la democracia y de confesar nuestra fe.

Aunque los seguidores de Jesucristo no podemos conformarnos con ofrecer ese m?nimo que es un trato respetuoso y justo, sino que nos debemos acercar a todos estos hombres y mujeres con amor evang?lico y ayudarlos a integrarse. En especial, cuando constatamos que nuestros seres queridos m?s d?biles, como los mayores y los enfermos cr?nicos, dependen en gran medida del trabajo, los cuidados y el cari?o de las mujeres inmigrantes. Su contribuci?n al bienestar de las personas m?s indefensas es algo digno de encomio, que honra a la inmensa mayor?a de estas trabajadoras. La Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado nos brinda una oportunidad m?s para profundizar en este grave fen?meno social, verdadero signo de los tiempos; para conocer mejor los hechos y revisar el trato que les damos; para ayudarlos cuando se les presenten momentos especialmente dif?ciles; para ofrecerles el apoyo necesario; para integrar en nuestras comunidades a los que comparten nuestra fe; para poner de manifiesto que creemos de verdad que Jesucristo muerto y resucitado sale a nuestro encuentro en todos los hombres, y de manera especial, en los hermanos que necesitan cualquier tipo de ayuda. Mediante las circunstancias hist?ricas que estamos viviendo, Dios los ha puesto a nuestro lado y espera en ellos nuestra respuesta evang?lica



Mons. Antonio Dorado Soto,
Obispo de M?laga
Publicado por verdenaranja @ 0:02  | Art?culos de inter?s
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