Viernes, 02 de junio de 2006
Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, principios y orientaciones, publicado en la ciudad del Vaticano en el a?o 2002 por la Congregaci?n para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.




?NDICE

SIGLAS Y ABREVIATURAS

MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

DECRETO

INTRODUCCI?N (1-21)

Naturaleza y estructura (4)
Los destinatarios (5)
La terminolog?a (6-10)
Algunos principios (11-13)
El lenguaje de la piedad popular (14-20)
Responsabilidad y competencia (21)

PARTE PRIMERA

L?NEAS EMERGENTES DE LA HISTORIA, DEL MAGISTERIO, DE LA TEOLOG?A (22-92)

CAP?TULO I. LITURGIA Y PIEDAD POPULAR A LA LUZ DE LA HISTORIA (22-59)

Liturgia y piedad popular en el curso de los siglos (22-46)
La Antig?edad cristiana (23-27)
La Edad Media (28-33)
La ?poca Moderna (34-43)
La ?poca Contempor?nea (44-46)
Liturgia y piedad popular: problem?tica actual (47-59)
Indicaciones de la historia: causas del desequilibrio (48-49)
A la luz de la Constituci?n sobre Liturgia (50-58)
La importancia de la formaci?n (59)

CAP?TULO II. LITURGIA Y PIEDAD POPULAR EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA (60-75)

Los valores de la piedad popular (61-64)
Algunos peligros que pueden desviar la piedad popular (65-66)
El sujeto de la piedad popular (67-69)
Los ejercicios de piedad (70-72)
Liturgia y ejercicios de piedad (73-74)
Criterios generales para la renovaci?n de los ejercicios de piedad (75)

CAP?TULO III. PRINCIPIOS TEOL?GICOS PARA LA VALORACI?N Y RENOVACI?N DE LA PIEDAD POPULAR (76-92)

La vida cultual: comuni?n con el Padre, por Cristo, en el Esp?ritu (76-80)
La Iglesia, comunidad cultual (81-84)
Sacerdocio com?n y piedad popular (85-86)
Palabra de Dios y piedad popular (87-89)
Piedad popular y revelaciones privadas (90)
Enculturaci?n y piedad popular (91-92)

PARTE SEGUNDA

ORIENTACIONES
PARA ARMONIZAR LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA (93-287)

Premisa (93)

CAP?TULO IV. A?O LIT?RGICO Y PIEDAD POPULAR (94-182)

El domingo (95)
En el tiempo de Adviento (96-105)
La Corona de Adviento (98)
Las Procesiones de Adviento (99)
Las "T?mporas de invierno" (100)
La Virgen Mar?a en el Adviento (101-102)
La Novena de Navidad (103)
El "Nacimiento" (104)
La piedad popular y el esp?ritu del Adviento (105)
En el tiempo de Navidad (106-123)
La Noche de Navidad (109-111)
La fiesta de la Sagrada Familia (112)
La fiesta de los Santos Inocentes (113)
El 31 de Diciembre (114)
La solemnidad de santa Mar?a Madre de Dios (115-117)
La solemnidad de la Epifan?a del Se?or (118)
La fiesta del Bautismo del Se?or (119)
La fiesta de la Presentaci?n del Se?or (120-123)
En el tiempo de Cuaresma (124-137)
La veneraci?n de Cristo Crucificado (127-129)
La lectura de la Pasi?n del Se?or (130)
El "V?a Crucis" (131-135)
El "V?a Matris" (136-137)
La Semana Santa (138-139)
Domingo de Ramos: Las palmas y los ramos de olivo o de otros ?rboles (139)
Triduo pascual (140-151)
Jueves Santo: La visita al lugar de la reserva (141)
Viernes Santo: La procesi?n del Viernes Santo (142-143)
Representaci?n de la Pasi?n de Cristo (144)
El recuerdo de la Virgen de los Dolores (145)
S?bado Santo: (146-147)
La "Hora de la Madre" (147)
Domingo de Pascua: (148-151)
El encuentro del Resucitado con la Madre (149)
La bendici?n de la mesa familiar (150)
El saludo pascual a la Madre del Resucitado (151)
En el Tiempo Pascual (152-156)
La bendici?n anual de las familias en sus casas (152)
El "V?a Lucis" (153)
La devoci?n a la divina misericordia (154)
La novena de Pentecost?s (155)
Pentecost?s: El domingo de Pentecost?s (156)
En el Tiempo ordinario (157-182)
La solemnidad de la sant?sima Trinidad (157-159)
La solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Se?or (160-163)
La adoraci?n eucar?stica (164-165)
El sagrado Coraz?n de Jes?s (166-173)
El Coraz?n inmaculado de Mar?a (174)
La precios?sima Sangre de Cristo (175-179)
La Asunci?n de Santa Mar?a Virgen (180-181)
Semana de oraci?n por la unidad de los cristianos (182)

CAP?TULO V. LA VENERACI?N A LA SANTA MADRE DEL SE?OR (183-207)

Algunos principios (183-186)
Los tiempos de los ejercicios de piedad marianos (187-191)
La celebraci?n de la fiesta (187)
El s?bado (188)
Triduos, septenarios, novenas marianas (189)
Los "meses de Mar?a" (190-191)
Algunos ejercicios de piedad, recomendados por el Magisterio (192-207)
Escucha orante de la Palabra de Dios (193-194)
El "?ngelus Domini" (195)
El "Regina caeli" (196)
El Rosario (197-202)
Las Letan?as de la Virgen (203)
La consagraci?n ? entrega a Mar?a (204)
El escapulario del Carmen y otros escapularios (205)
Las medallas marianas (206)
El himno "Akathistos" (207)

CAP?TULO VI. LA VENERACI?N A LOS SANTOS Y BEATOS (208-247)

Algunos principios (208-212)
Los santos ?ngeles (213-217)
San Jos? (218-223)
San Juan Bautista (224-225)
El culto tributado a Santos y Beatos (226-247)
La celebraci?n de los Santos (227-229)
El d?a de la fiesta (230-233)
En la celebraci?n de la Eucarist?a (234)
En las Letan?as de los Santos (235)
Las reliquias de los Santos (236-237)
Las im?genes sagradas (238-244)
Las procesiones (245-247)

CAP?TULO VII. LOS SUFRAGIOS POR LOS DIFUNTOS (248-260)

La fe en la resurrecci?n de los muertos (248-250)
Sentido de los sufragios (251)
Las exequias cristianas (252-254)
Otros sufragios (255)
La memoria de los difuntos en la piedad popular (256-260)

CAP?TULO VIII. SANTUARIOS Y PEREGRINACIONES (261-287)

El santuario (262-279)
Algunos principios (262-263)
Reconocimiento can?nico (264)
El santuario como lugar de celebraciones cultuales (265-273)
Valor ejemplar (266)
La celebraci?n de la Penitencia (267)
La celebraci?n de la Eucarist?a (268)
La celebraci?n de la Unci?n de los enfermos (269)
La celebraci?n de otros sacramentos (270)
La celebraci?n de la Liturgia de las Horas (271)
La celebraci?n de sacramentales (272-273)
El santuario como lugar de evangelizaci?n (274)
El santuario como lugar de la caridad (275)
El santuario como lugar de cultura (276)
El santuario como lugar de tareas ecum?nicas (277-278)
La peregrinaci?n (279-287)
Peregrinaciones b?blicas (280)
La peregrinaci?n cristiana (281-285)
Espiritualidad de la peregrinaci?n (286)
Desarrollo de la peregrinaci?n (287)

CONCLUSI?N (288)


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SIGLAS Y ABREVIATURAS

AAS Acta Apostolicae Sedis

CCE Catechismus Catholicae Ecclesiae

CCL Corpus Christianorum (Series Latina)

CIC Codex Iuris Canonici

CSEL Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum

DS H. DENZINGER - A. SCH?NMETZER, Enchiridion Symbolorum definitionum et declarationum de rebus fidei et morum

EI Enchiridion Indulgentiarum. Normae et concessiones (1999)

LG CONCILIO VATICANO II, Constituci?n Lumen gentium

PG Patrologia graeca (I.P. MIGNE)

PL Patrologia latina (I.P. MIGNE)

SC CONCILIO VATICANO II, Constituci?n Sacrosanctum Concilium

SCh Sources chr?tiennes


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Del "MENSAJE" de Su Santidad JUAN PABLO II
a la Asamblea Plenaria de la
Congregaci?n para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
(21 de septiembre del 2001)



2. La Sagrada Liturgia que la Constituci?n Sacrosanctum Concilium califica como la cumbre de la vida eclesial, jam?s puede reducirse a una simple realidad est?tica, ni puede ser considerada como un instrumento con fines meramente pedag?gicos o ecum?nicos. La celebraci?n de los santos misterios es, sobre todo, acci?n de alabanza a la soberana majestad de Dios, Uno y Trino, y expresi?n querida por Dios mismo. Con ella el hombre, personal y comunitariamente, se presenta ante ?l para darle gracias, consciente de que su mismo ser no puede alcanzar su plenitud sin alabarlo y cumplir su voluntad, en la constante b?squeda del Reino que est? ya presente, pero que vendr? definitivamente el d?a de la Parus?a del Se?or Jes?s. La Liturgia y la vida son realidades inseparables. Una Liturgia que no tuviera un reflejo en la vida, se tornar?a vac?a y, ciertamente, no ser?a agradable a Dios.

3. La celebraci?n lit?rgica es un acto de la virtud de la religi?n que, coherentemente con su naturaleza, debe caracterizarse por un profundo sentido de lo sagrado. En ella, el hombre y la comunidad han de ser conscientes de encontrarse, en forma especial, ante Aquel que es tres veces santo y trascendente. Por eso, la actitud apropiada no puede ser otra que una actitud impregnada de reverencia y sentido de estupor, que brota del saberse en la presencia de la majestad de Dios. ?No era esto, acaso, lo que Dios quer?a expresar cuando orden? a Mois?s que se quitase las sandalias delante de la zarza ardiente? ?No nac?a, acaso, de esta conciencia, la actitud de Mois?s y de El?as, que no osaron mirar a Dios cara a cara?

El Pueblo de Dios necesita ver, en los sacerdotes y en los di?conos, un comportamiento lleno de reverencia y de dignidad, que sea capaz de ayudarle a penetrar las cosas invisibles, incluso sin tantas palabras y explicaciones. En el Misal Romano, denominado de San P?o V, como en diversas Liturgias orientales, se encuentran oraciones muy hermosas, con las cuales el sacerdote expresa el m?s profundo sentimiento de humildad y de reverencia delante de los santos misterios: ellas, revelan la sustancia misma de cualquier Liturgia.

La celebraci?n lit?rgica presidida por el sacerdote es una asamblea orante, reunida en la fe y atenta a la Palabra de Dios. Ella tiene como finalidad primera presentar a la Majestad divina el Sacrificio vivo, puro y santo, ofrecido sobre el Calvario, una vez para siempre, por el Se?or Jes?s, que se hace presenta cada vez que la Iglesia celebra la Santa Misa, para expresar el culto debido a Dios, en esp?ritu y en verdad.

Conozco el esfuerzo realizado por la Congregaci?n para promover, junto con los Obispos, el fortalecimiento de la vida lit?rgica en la Iglesia. Al expresarles mi aprecio, deseo que tan preciosa obra contribuya a que las celebraciones sean, cada vez, m?s dignas y fructuosas.

4. Vuestra Plenaria ha escogido como tema central la religiosidad, para preparar un Directorio sobre esta materia. La religiosidad popular constituye una expresi?n de la fe, que se vale de los elementos culturales de un determinado ambiente, interpretando e interpelando la sensibilidad de los participantes, de manera viva y eficaz.

La religiosidad popular, que se expresa de formas diversas y diferenciadas, tiene como fuente, cuando es genuina, la fe y debe ser, por lo tanto, apreciada y favorecida. En sus manifestaciones m?s aut?nticas, no se contrapone a la centralidad de la Sagrada Liturgia, sino que, favoreciendo la fe del pueblo, que la considera como propia y natural expresi?n religiosa, predispone a la celebraci?n de los Sagrados misterios.

5. La correcta relaci?n entre estas dos expresiones de fe, debe tener presente algunos puntos firmes y, entre ellos, ante todo, que la Liturgia es el centro de la vida de la Iglesia y ninguna otra expresi?n religiosa puede sustituirla o ser considerada a su nivel.

Es importante subrayar, adem?s, que la religiosidad popular tiene su natural culminaci?n en la celebraci?n lit?rgica, hacia la cual, aunque no confluya habitualmente, debe idealmente orientarse, y ello se debe ense?ar con una adecuada catequesis.

Las expresiones de la religiosidad popular aparecen, a veces, contaminadas por elementos no coherentes con la doctrina cat?lica. En esos casos, dichas manifestaciones han de ser purificadas con prudencia y paciencia, por medio de contactos con los responsables y una catequesis atenta y respetuosa, a no ser que incongruencias radicales hagan necesarias medidas claras e inmediatas.

Evaluar esto, compete en primer lugar al Obispo diocesano, o a los Obispos de los territorios en que se dan dichas formas de religiosidad. En este caso, es oportuno que los Pastores confronten sus experiencias, para ofrecer orientaciones pastorales comunes, evitando contradicciones da?inas para el pueblo cristiano. Sin embargo, a menos que existan claros motivos contrarios, los Obispos deben tener una actitud positiva y alentadora hacia la religiosidad popular.

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CONGREGACI?N PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

Prot. N. 1532/00/L

DECRETO

Al afirmar el primado de la liturgia, "la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (Sacrosanctum Concilium 10), el Concilio Ecum?nico Vaticano II recuerda, todav?a, que "la participaci?n en la Sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual" (ibidem 12). Como alimento de la vida espiritual de los fieles existen, de hecho, tambi?n "los ejercicios piadosos del pueblo cristiano", especialmente aquellos recomendados por la Sede Apost?lica y practicados en las Iglesias particulares por mandato o con la aprobaci?n del Obispo. Al recordar la importancia de que tales expresiones cultuales sean conformes a las leyes y a las normas de la Iglesia, los Padres conciliares han trazado el ?mbito de su comprensi?n teol?gica y pastoral: "los ejercicios piadosos se organicen de modo que vayan de acuerdo con la sagrada liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, est? muy por encima de ellos" (ibidem 13).

A la luz de tan autorizada ense?anza y de otras intervenciones del Magisterio de la Iglesia sobre las pr?cticas de piedad del pueblo cristiano, y recogiendo las iniciativas pastorales que han surgido en estos a?os, la Plenaria de la Congregaci?n para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que tuvo lugar en los d?as 26-28 de septiembre del 2001, ha aprobado el presente Directorio. En ?l se consideran, de forma org?nica, los nexos existentes entre Liturgia y piedad popular, recordando los principios que gu?an tal relaci?n y dando orientaciones para conseguir efectos fruct?feros en las Iglesias particulares, seg?n las peculiares tradiciones de cada una de ellas. Por lo tanto y a t?tulo especial, es competencia del Obispo valorar la piedad popular, cuyos frutos han sido y son de gran valor para que se conserve la fe en el pueblo cristiano, cultivando una actitud pastoral positiva y estimulante, hacia ella.

Recibida la aprobaci?n del Sumo Pont?fice JUAN PABLO II, para que este Dicasterio publique el "Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia. Principios y orientaciones" (Comunicaci?n de la Secretar?a de Estado, del 14 diciembre del 2001, Prot. N. 497.514), la Congregaci?n para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se alegra de hacerlo p?blico, deseando que con este instrumento, Pastores y fieles, puedan encontrar mejores condiciones para crecer en Cristo, por ?l y con ?l, en el Esp?ritu Santo, para alabanza del Padre que est? en los cielos.

Sin que obstante nada en contra.

En la sede de la Congregaci?n para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el 17 de diciembre del 2001.

Jorge A. Card. Medina Est?vez
Prefecto

Francesco Pio Tamburrino
Arzobispo Secretario


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INTRODUCCI?N

1. En el asegurar el crecimiento y la promoci?n de la Liturgia, "la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza", esta Congregaci?n advierte la necesidad de que no sean olvidadas otras formas de piedad del pueblo cristiano y su fructuosa aportaci?n para vivir unidos a Cristo, en la Iglesia, seg?n las ense?anzas del Concilio Vaticano II.

Despu?s de la renovaci?n conciliar, la situaci?n de la piedad popular cristiana se presenta variada, seg?n los pa?ses y las tradiciones locales. Se aprecian diversos modos de presentarse, a veces en contraste, como: abandono manifiesto y r?pido de formas de piedad heredadas del pasado, dejando vac?os no siempre colmados; aferrarse a modos imperfectos o equivocados de devoci?n, que alejan de la genuina revelaci?n b?blica y chocan con la econom?a sacramental; cr?ticas injustificadas a la piedad del pueblo sencillo, en nombre de una presunta "pureza" de la fe; exigencia de salvaguardar la riqueza de la piedad popular, expresi?n del sentir profundo y maduro de los creyentes en un determinado lugar y tiempo; necesidad de purificar de los equ?vocos y de los peligros de sincretismo; renovada vitalidad de la religiosidad popular como resistencia y reacci?n a una cultura tecnol?gica-pragm?tica y al utilitarismo econ?mico; ca?da de inter?s por la piedad popular, provocada por ideolog?as secularizadas y por las agresiones de "sectas" hostiles a ella.

La cuesti?n exige constantemente la atenci?n de los Obispos, presb?teros y di?conos, de los agentes de pastoral y de los estudiosos, los cuales deben tener especial cuidado, ya sea de la promoci?n de la vida lit?rgica entre los fieles, ya sea de revalorizar la piedad popular.

2. La relaci?n entre Liturgia y ejercicios de piedad ha sido abordada expresamente por el Concilio Vaticano II en la Constituci?n sobre la sagrada Liturgia. En diversas circunstancias, la Sede Apost?lica y las Conferencias de Obispos han afrontado m?s ampliamente el argumento de la piedad popular, propuesto por la Carta Apost?lica Vicesimus Quintus Annus, de Juan Pablo II, entre las futuras tareas de renovaci?n: "la piedad popular no puede ser ni ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, porque es rica en valores, y ya de por s? expresa la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser continuamente evangelizada, para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez m?s maduro y aut?ntico. Tanto los ejercicios de piedad del pueblo cristiano, como otras formas de devoci?n, son acogidos y recomendados, siempre que no sustituyan y no se mezclen con las celebraciones lit?rgicas. Una aut?ntica pastoral lit?rgica sabr? apoyarse en las riquezas de la piedad popular, purificarla y orientarla hacia la Liturgia, como una ofrenda de los pueblos".

3. En el intento, por lo tanto, de ayudar "a los Obispos, para que, adem?s del culto lit?rgico, se incrementen y tengan en consideraci?n las oraciones y las pr?cticas de piedad del pueblo cristiano, que responden plenamente a las normas de la Iglesia", y parece oportuno a este Dicasterio redactar el presente Directorio, en el cual se busca considerar de forma org?nica los nexos que existen entre Liturgia y piedad popular, recordando algunos principios y dando indicaciones para las actuaciones pr?cticas.



Naturaleza y estructura

4. El Directorio est? constituido por dos partes. La primera, denominada L?neas emergentes, establece los elementos para realizar una arm?nica composici?n entre culto lit?rgico y piedad popular. Primero de todo, se trata la experiencia madurada a lo largo de la historia y la determinaci?n sistem?tica de la problem?tica de nuestro tiempo (cap. I); se proponen org?nicamente, por lo tanto, las ense?anzas del Magisterio, como premisa indispensable de comuni?n eclesial y de acci?n fruct?fera (cap. II); finalmente se presentan los principios teol?gicos a cuya luz se deben afrontar y resolver los problemas relativos a la relaci?n entre Liturgia y piedad popular (cap. III). S?lo en el sabio y cuidadoso respeto de estos presupuestos est? la posibilidad de desarrollar una verdadera y fecunda armon?a. Por el contrario, el olvido de ellos desemboca en una rec?proca ignorancia est?ril, en una da?ina confusi?n o en una pol?mica contraposici?n.

La segunda parte, llamada Orientaciones, presenta un conjunto de propuestas operativas, sin todav?a pretender abarcar todos los usos y las pr?cticas de piedad existentes en los distintos lugares. Al mencionar las diferentes expresiones de piedad popular, no se quiere pedir su adopci?n en aquellos lugares donde estas no existan. La exposici?n se desarrolla con referencias a las celebraciones del A?o lit?rgico (cap. IV); a la peculiar veneraci?n que la Iglesia tributa a la Madre del Se?or (cap. V); a la devoci?n hacia los ?ngeles, los Santos y los Beatos (cap. VI); a los sufragios por los hermanos y hermanas difuntos (cap. VII); al desarrollo de las peregrinaciones y a las manifestaciones de piedad en los santuarios (cap. VIII).

En su totalidad, el Directorio tiene la finalidad de orientar e incluso si, en algunos casos, previene posibles abusos y desviaciones, tiene un sentido constructivo y un tono positivo. En este contexto, las Orientaciones ofrecen, sobre cada una de las devociones, breves noticias hist?ricas, recuerdan los diversos ejercicios de piedad en los cuales se expresa, proponen las razones teol?gicas que les sirven de fundamento, dan sugerencias pr?cticas sobre el tiempo, el lugar, el lenguaje y sobre otros elementos, para una v?lida armonizaci?n entre las acciones lit?rgicas y los ejercicios de piedad.



Los destinatarios

5. Las propuestas operativas, que se refieren solamente a la Iglesia Latina, y principalmente al Rito Romano, se dirigen sobre todo a los Obispos, a los cuales corresponde la tarea de presidir en las di?cesis la comunidad del culto, de incrementar la vida lit?rgica y de coordinar con ella las otras formas cultuales; tambi?n son destinatarios sus colaboradores directos, o sea, sus Vicarios, presb?teros y di?conos, de forma especial los Rectores de santuarios. Adem?s, se dirigen a los Superiores mayores de los institutos de vida consagrada, masculinos y femeninos, porque no pocas de las manifestaciones de la piedad popular han surgido y se han desarrollado en este ?mbito, y porque de la colaboraci?n de los religiosos, religiosas y miembros de los institutos seculares, se puede esperar mucho para la justa armonizaci?n leg?timamente deseada.



La terminolog?a

6. En el curso de los siglos, las Iglesias de occidente han estado marcadas por el florecer y enraizarse del pueblo cristiano, junto y al lado de las celebraciones lit?rgicas, de m?ltiples y variadas modalidades de expresar, con simplicidad y fervor, la fe en Dios, el amor por Cristo Redentor, la invocaci?n del Esp?ritu Santo, la devoci?n a la Virgen Mar?a, la veneraci?n de los Santos, el deseo de conversi?n y la caridad fraterna. Ya que el tratamiento de esta compleja materia, denominada com?nmente "religiosidad popular" o "piedad popular", no conoce una terminolog?a un?voca, se impone alguna precisi?n. Sin la pretensi?n de querer dirimir todas las cuestiones, se describe el significado usual de los t?rminos empleados en este documento.

Ejercicio de piedad

7. En el Directorio, el t?rmino "ejercicio de piedad", designa aquellas expresiones p?blicas o privadas de la piedad cristiana que, aun no formando parte de la Liturgia, est?n en armon?a con ella, respetando su esp?ritu, las normas, los ritmos; por otra parte, de la Liturgia extraen, de alg?n modo, la inspiraci?n y a ella deben conducir al pueblo cristiano. Algunos ejercicios de piedad se realizan por mandato de la misma Sede Apost?lica, otros por mandato de los Obispos; muchos forman parte de las tradiciones cultuales de las Iglesias particulares y de las familias religiosas. Los ejercicios de piedad tienen siempre una referencia a la revelaci?n divina p?blica y un trasfondo eclesial: se refieren siempre, de hecho, a la realidad de gracia que Dios ha revelado en Cristo Jes?s y, conforme a las "normas y leyes de la Iglesia" se desarrollan "seg?n las costumbres o los libros leg?timamente aprobados".

Devociones

8. En nuestro ?mbito, el t?rmino viene usado para designar las diversas pr?cticas exteriores (por ejemplo: textos de oraci?n y de canto; observancias de tiempos y visitas a lugares particulares, insignias, medallas, h?bitos y costumbres), que, animados de una actitud interior de fe, manifiestan un aspecto particular de la relaci?n del fiel con las Divinas Personas, o con la Virgen Mar?a en sus privilegios de gracia y en los t?tulos que lo expresan, o con los Santos, considerados en su configuraci?n con Cristo o en su misi?n desarrollada en la vida de la Iglesia.

Piedad popular

9. El t?rmino "piedad popular", designa aqu? las diversas manifestaciones cultuales, de car?cter privado o comunitario, que en el ?mbito de la fe cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada Liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura.

La piedad popular, considerada justamente como un "verdadero tesoro del pueblo de Dios", "manifiesta una sed de Dios que s?lo los sencillos y los pobres pueden conocer; vuelve capaces de generosidad y de sacrificio hasta el hero?smo, cuando se trata de manifestar la fe; comporta un sentimiento vivo de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante; genera actitudes interiores, raramente observadas en otros lugares, en el mismo grado: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desprendimiento, apretura a los dem?s, devoci?n".

Religiosidad popular

10. La realidad indicada con la palabra "religiosidad popular", se refiere a una experiencia universal: en el coraz?n de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, est? siempre presente una dimensi?n religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su visi?n total de la trascendencia y su concepci?n de la naturaleza, de la sociedad y de la historia, a trav?s de mediaciones cultuales, en una s?ntesis caracter?stica, de gran significado humano y espiritual.

La religiosidad popular no tiene relaci?n, necesariamente, con la revelaci?n cristiana. Pero en muchas regiones, expres?ndose en una sociedad impregnada de diversas formas de elementos cristianos, da lugar a una especie de "catolicismo popular", en el cual coexisten, m?s o menos arm?nicamente, elementos provenientes del sentido religioso de la vida, de la cultura propia de un pueblo, de la revelaci?n cristiana.



Algunos principios

Para introducir en una visi?n de conjunto, se presenta aqu? brevemente cuanto se expone ampliamente y se explica en el presente Directorio.

El primado de la Liturgia

11. La historia ense?a que, en ciertas ?pocas, la vida de fe ha sido sostenida por formas y pr?cticas de piedad, con frecuencia sentidas por los fieles como m?s incisivas y atrayentes que las celebraciones lit?rgicas. En verdad, "toda celebraci?n lit?rgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acci?n sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo t?tulo y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acci?n de la Iglesia". Debe ser superado, por lo tanto, el equ?voco de que la Liturgia no sea "popular": la renovaci?n conciliar ha querido promover la participaci?n del pueblo en las celebraciones lit?rgicas, favoreciendo modos y lugares (cantos, participaci?n activa, ministerios laicos...) que, en otros tiempos han suscitado oraciones alternativas o sustitutivas de la acci?n lit?rgica.

La excelencia de la Liturgia respecto a toda otra posible y leg?tima forma de oraci?n cristiana, debe encontrar acogida en la conciencia de los fieles: si las acciones sacramentales son necesarias para vivir en Cristo, las formas de la piedad popular pertenecen, en cambio, al ?mbito de lo facultativo. Prueba venerable es el precepto de participar a la Misa dominical, mientras que ninguna obligaci?n ha afectado jam?s a los p?os ejercicios, por muy recomendados y difundidos, los cuales pueden, no obstante, ser asumidos con car?cter obligatorio por una comunidad o un fiel particular.

Esto pide la formaci?n de los sacerdotes y los fieles, a fin que se d? la preeminencia a la oraci?n lit?rgica y al a?o lit?rgico, sobre toda otra pr?ctica de devoci?n. En todo caso, esta obligada preeminencia no puede comprenderse en t?rminos de exclusi?n, contraposici?n o marginaci?n.

Valoraciones y renovaci?n

12. La libertad frente a los ejercicios de piedad, no debe significar, por lo tanto, escasa consideraci?n ni desprecio de los mismos. La v?a a seguir es la de valorar correcta y sabiamente las no escasas riquezas de la piedad popular, las potencialidades que encierra, la fuerza de vida cristiana que puede suscitar.

Siendo el Evangelio la medida y el criterio para valorar toda forma de expresi?n ? antigua y nueva ? de la piedad cristiana, a la valoraci?n de los ejercicios de piedad y de las pr?cticas de devoci?n debe unirse una tarea de purificaci?n, algunas veces necesaria, para conservar la justa referencia al misterio cristiano. Es v?lido para la piedad popular cuanto se afirma para la Liturgia cristiana, o sea, que "no puede en absoluto acoger ritos de magia, de superstici?n, de espiritismo, de venganza o que tengan connotaciones sexuales".

En tal sentido se comprende que la renovaci?n querida por el Concilio Vaticano II para la liturgia debe, de alg?n modo, inspirar tambi?n la correcta valoraci?n y la renovaci?n de los ejercicios de piedad y las pr?cticas de devoci?n. En la piedad popular debe percibirse: la inspiraci?n b?blica, siendo inaceptable una oraci?n cristiana sin referencia, directa o indirecta, a las p?ginas b?blicas; la inspiraci?n lit?rgica, desde el momento que dispone y se hace eco de los misterios celebrados en las acciones lit?rgicas; una inspiraci?n ecum?nica, esto es, la consideraci?n de sensibilidades y tradiciones cristianas diversas, sin por esto caer en inhibiciones inoportunas; la inspiraci?n antropol?gica, que se expresa, ya sea en conservar s?mbolos y expresiones significativas para un pueblo determinado, evitando, sin embargo, el arca?smo carente de sentido, ya sea en el esfuerzo por dialogar con la sensibilidad actual. Para que resulte fructuosa, tal renovaci?n debe estar llena de sentido pedag?gico y realizada con gradualidad, teniendo en cuenta los diversos lugares y circunstancias.

Distinciones y armon?a con la Liturgia

13. La diferencia objetiva entre los ejercicios de piedad y las pr?cticas de devoci?n respecto de la Liturgia debe hacerse visible en las expresiones cultuales. Esto significa que no pueden mezclarse las f?rmulas propias de los ejercicios de piedad con las acciones lit?rgicas; los actos de piedad y de devoci?n encuentran su lugar propio fuera de la celebraci?n de la Eucarist?a y de los otros sacramentos.

De una parte, se debe evitar la superposici?n, ya que el lenguaje, el ritmo, el desarrollo y los acentos teol?gicos de la piedad popular se diferencian de los correspondientes de las acciones lit?rgicas. Igualmente se debe superar, donde se da el caso, la concurrencia o la contraposici?n con las acciones lit?rgicas: se debe salvaguardar la precedencia propia del domingo, de las solemnidades, de los tiempos y d?as lit?rgicos.

Por otra parte, hay que evitar a?adir modos propios de la "celebraci?n lit?rgica" a los ejercicios de piedad, que deben conservar su estilo, su simplicidad y su lenguaje caracter?stico.



El lenguaje de la piedad popular

14. El lenguaje verbal y gestual de la piedad popular, aunque conserve la simplicidad y la espontaneidad de expresi?n, debe siempre ser cuidado, de modo que permita manifestar, en todo caso, junto a la verdad de la fe, la grandeza de los misterios cristianos.

Los gestos

15. Una gran variedad y riqueza de expresiones corp?reas, gestuales y simb?licas, caracteriza la piedad popular. Su puede pensar, por ejemplo, en el uso de besar o tocar con la mano las im?genes, los lugares, las reliquias y los objetos sacros; las iniciativas de peregrinaciones y procesiones; el recorrer etapas de camino o hacer recorridos "especiales" con los pies descalzos o de rodillas; el presentar ofrendas, cirios o exvotos; vestir h?bitos particulares; arrodillarse o postrarse; llevar medallas e insignias... Similares expresiones, que se trasmiten desde siglos, de padres a hijos, son modos directos y simples de manifestar externamente el sentimiento del coraz?n y el deseo de vivir cristianamente. Sin este componente interior existe el riesgo de que los gestos simb?licos degeneren en costumbres vac?as y, en el peor de los casos, en la superstici?n.

Los textos y las f?rmulas

16. Aunque redactados con un lenguaje, por as? decirlo, menos riguroso que las oraciones de la Liturgia, los textos de oraci?n y las f?rmulas de devoci?n deben encontrar su inspiraci?n en las p?ginas de la Sagrada Escritura, en la Liturgia, en los Padres y en el Magisterio, concordando con la fe de la Iglesia. Los textos estables y p?blicos de oraciones y de actos de piedad deben llevar la aprobaci?n del Ordinario del lugar.

El canto y la m?sica

17. Tambi?n el canto, expresi?n natural del alma de un pueblo, ocupa una funci?n de relieve en la piedad popular. El cuidado en conservar la herencia de los cantos recibidos de la tradici?n debe conjugarse con el sentido b?blico y eclesial, abierto a la necesidad de revisiones o de nuevas composiciones.

El canto se asocia instintivamente, en algunos pueblos, con el tocar las palmas, el movimiento r?tmico del cuerpo o pasos de danza. Tales formas de expresar el sentimiento interior, forman parte de la tradici?n popular, especialmente con ocasi?n de las fiestas de los santos Patronos; es claro que deben ser manifestaciones de verdadera oraci?n com?n y no un simple espect?culo. El hecho de que sean habituales en determinados lugares, no significa que se deba animar a su extensi?n a otros lugares, en los cuales no ser?an connaturales.

Las im?genes

18. Una expresi?n de gran importancia en el ?mbito de la piedad popular es el uso de las im?genes sagradas que, seg?n los c?nones de la cultura y la multiplicidad de las artes, ayudan a los fieles a colocarse delante de los misterios de la fe cristiana. La veneraci?n por las im?genes sagradas pertenece, de hecho, a la naturaleza de la piedad cat?lica: es un signo el gran patrimonio art?stico, que se puede encontrar en iglesias y santuarios, a cuya formaci?n ha contribuido frecuentemente la devoci?n popular.

Es v?lido el principio relativo al empleo lit?rgico de las im?genes de Cristo, de la Virgen y de los Santos, tradicionalmente afirmado y defendido por la Iglesia, consciente de que "los honores tributados a las im?genes se dirige a las personas representadas". El necesario rigor, pedido para las im?genes de las iglesias - respecto de la verdad de la fe, de su jerarqu?a, belleza y calidad ? debe poder encontrarse, tambi?n en las im?genes y objetos destinados a la devoci?n privada y personal.

Puesto que la iconograf?a de los edificios sagrados no se deja a la iniciativa privada, los responsables de las iglesias y oratorios deben tutelar la dignidad, belleza y calidad de las im?genes expuestas a la p?blica veneraci?n, para impedir que los cuadros o las im?genes inspirados por la devoci?n privada sean impuestos, de hecho, a la veneraci?n com?n.

Los Obispos, como tambi?n los rectores de santuarios, vigilen para que las im?genes sagradas reproducidas muchas veces para uso de los fieles, para ser expuestas en sus casas, llevadas al cuello o guardadas junto a uno, no caigan nunca en la banalidad ni induzcan a error.

Los lugares

19. Junto a la iglesia, la piedad popular tiene un espacio expresivo de importancia en el santuario ? algunas veces no es una iglesia -, frecuentemente caracterizado por peculiares formas y pr?cticas de devoci?n, entre las cuales destaca la peregrinaci?n. Al lado de tales lugares, manifiestamente reservados a la oraci?n comunitaria y privada, existen otros, no menos importantes, como la casa, los ambientes de vida y de trabajo; en algunas ocasiones, tambi?n las calles y las plazas se convierten en espacios de manifestaci?n de la fe.

Los tiempos

20. El ritmo marcado por el alternarse del d?a y de la noche, de los meses, del cambio de las estaciones, est? acompa?ado de variadas expresiones de la piedad popular. Esta se encuentra ligada, igualmente, a d?as particulares, marcados por acontecimientos alegres o tristes de la vida personal, familiar, comunitaria. Despu?s, es sobre todo la "fiesta", con sus d?as de preparaci?n, la que hace sobresalir las manifestaciones religiosas que han contribuido a forjar la tradici?n peculiar de una determinada comunidad.



Responsabilidad y competencia

21. Las manifestaciones de la piedad popular est?n bajo la responsabilidad del Ordinario del lugar: a ?l compete su reglamentaci?n, animarlas en su funci?n de ayuda a los fieles para la vida cristiana, purificarlas donde es necesario y evangelizarlas; vigilar que no sustituyan ni se mezclen con las celebraciones lit?rgicas; aprobar los textos de oraciones y de formulas relacionadas con actos p?blicos de piedad y pr?cticas de devoci?n. Las disposiciones dadas por un Ordinario para el propio territorio de jurisdicci?n, conciernen, de por s?, a la Iglesia particular confiada a ?l.

Por lo tanto, cada fiel - cl?rigos y laicos - as? como grupos particulares evitar?n proponer p?blicamente textos de oraciones, f?rmulas e iniciativas subjetivamente v?lidas, sin el consentimiento del Ordinario.

Seg?n las normas de la ya citada Constituci?n Pastor Bonus, n. 70, es tarea de esta Congregaci?n ayudar a los Obispos en materia de oraci?n y pr?cticas de piedad del pueblo cristiano, as? como dar disposiciones al respecto, en los casos que van m?s all? de los confines de una Iglesia particular y cuando se impone un proveimiento subsidiario.

***

PARTE PRIMERA

L?NEAS EMERGENTES
DE LA HISTORIA, DEL MAGISTERIO, DE LA TEOLOG?A

Cap?tulo I

LITURGIA Y PIEDAD POPULAR A LA LUZ DE LA HISTORIA



Liturgia y piedad popular en el curso de los siglos

22. Las relaciones entre Liturgia y piedad popular son antiguas. Es necesario, por lo tanto, proceder en primer lugar a un reconocimiento, aunque sea r?pido, del modo en que estas han sido vistas, en el curso de los siglos. Se ver?n, en no pocos casos, inspiraciones y sugerencias para resolver las cuestiones que se plantean en nuestro tiempo.

La Antig?edad cristiana

23. En la ?poca apost?lica y postapost?lica se encuentra una profunda fusi?n entre las expresiones cultuales que hoy llamamos, respectivamente, Liturgia y piedad popular. Para las m?s antiguas comunidades cristianas, la ?nica realidad que contaba era Cristo (cf. Col 2, 16), sus palabras de vida (cf. Jn 6, 63), su mandamiento de amor mutuo (cf. Jn 13, 34), las acciones rituales que ?l ha mandado realizar en memoria suya (cf. 1 Cor 11, 24-26). Todo el resto ? d?as y meses, estaciones y a?os, fiestas y novilunios, alimentos y bebidas ... (cf. Gal 4, 10; Col 2, 16-19) ? es secundario.

En la primitiva generaci?n cristiana se pueden ya individuar los signos de una piedad personal, proveniente en primer lugar de la tradici?n judaica, como el seguir las recomendaciones y el ejemplo de Jes?s y de San Pablo sobre la oraci?n incesante (cf. Lc 18, 1; Rm 12, 12; 1 Tes 5, 17), recibiendo o iniciando cada cosa con una acci?n de gracias (cf. 1 Cor 10, 31; 1 Tes 2, 13; Col 3, 17). El israelita piadoso comenzaba la jornada alabando y dando gracias a Dios, y prosegu?a, con este esp?ritu, en todas las acciones del d?a; de tal manera, cada momento alegre o triste, daba lugar a una expresi?n de alabanza, de s?plica, de arrepentimiento. Los Evangelios y los otros escritos del Nuevo Testamento contienen invocaciones dirigidas a Jes?s, repetidas por los fieles casi como jaculatorias, fuera del contexto lit?rgico y como signo de devoci?n cristol?gica. Hace pensar que fuese com?n entre los fieles la repetici?n de expresiones b?blicas como: "Jes?s, Hijo de David, ten piedad de m?" (Lc 18, 38); "Se?or, si quieres puedes sanarme" (Mt 8, 1); "Jes?s, acu?rdate de m? cuando entres en tu reino" (Lc 23, 42); "Se?or m?o y Dios m?o" (Jn 20, 28); "Se?or Jes?s, acoge mi esp?ritu" (Hch 7, 59). Sobre el modelo de esta piedad se desarrollar?n innumerables oraciones dirigidas a Cristo, de los fieles de todos los tiempos.

Desde el siglo II, se observa que formas y expresiones de la piedad popular, sean de origen judaico, sean de matriz greco-romana, o de otras culturas, confluyen espont?neamente en la Liturgia. Se ha subrayado, por ejemplo, que en el documento conocido como Traditio apost?lica no son infrecuentes los elementos de ra?z popular.

As? tambi?n, en el culto de los m?rtires, de notable relevancia en las Iglesias locales, se pueden encontrar restos de usos populares relativos al recuerdo de los difuntos. Trazas de piedad popular se notan tambi?n en algunas primitivas expresiones de veneraci?n a la Bienaventurada Virgen, entre las que se recuerda la oraci?n Sub tuum praesidium y la iconograf?a mariana de las catacumbas de Priscila, en Roma.

La Iglesia, por lo tanto, aunque rigurosa en cuanto se refiere a las condiciones interiores y a los requisitos ambientales para una digna celebraci?n de los divinos misterios (cf. 1 Cor 11, 17-32), no duda en incorporar ella misma, en los ritos lit?rgicos, formas y expresiones de la piedad individual, dom?stica y comunitaria.

En esta ?poca, Liturgia y piedad popular no se contraponen ni conceptualmente ni pastoralmente: concurren arm?nicamente a la celebraci?n del ?nico misterio de Cristo, unitariamente considerado, y al sostenimiento de la vida sobrenatural y ?tica de los disc?pulos del Se?or.

24. A partir del siglo IV, tambi?n por la nueva situaci?n pol?tico-social en que comienza a encontrarse la Iglesia, la cuesti?n de la relaci?n entre expresiones lit?rgicas y expresiones de piedad popular se plantea en t?rminos no s?lo de espont?nea convergencia sino tambi?n de consciente adaptaci?n y enculturaci?n.

Las diversas Iglesias locales, guiadas por claras intenciones evangelizadoras y pastorales, no desde?an asumir en la Liturgia, debidamente purificadas, formas cultuales solemnes y festivas, provenientes del mundo pagano, capaces de conmover los ?nimos y de impresionar la imaginaci?n, hacia las cuales el pueblo se sent?a atra?do. Tales formas, puestas al servicio del misterio del culto, no aparec?an como contrarias ni a la verdad del Evangelio ni a la pureza del genuino culto cristiano. E incluso se revelaba que s?lo en el culto dado a Cristo, verdadero Dios y verdadero Salvador, resultaban verdaderas muchas expresiones cultuales que, derivadas del profundo sentido religioso del hombre, eran tributadas a falsos dioses y falsos salvadores.

25. En los siglos IV-V se hace m?s notable el sentido de lo sagrado, referido al tiempo y a los lugares. Para el primero, las Iglesias locales, adem?s de se?alar los datos neotestamentarios relativos al "d?a del Se?or", a las festividades pascuales, a los tiempos de ayuno (cf. Mc 2, 18-22), establecen d?as particulares para celebrar algunos misterios salv?ficos de Cristo, como la Epifan?a, la Navidad, la Ascensi?n; para honrar la memoria de los m?rtires en su dies natalis; para recordar el transito de sus Pastores, en el aniversario del dies depositionis; para celebrar algunos sacramentos o asumir compromisos de vida solemnes. Mediante la consagraci?n de un lugar, en el que se convoca a la comunidad para celebrar los divinos misterios y la alabanza al Se?or, algunas veces sustra?dos al culto pagano o simplemente profano, viene dedicado exclusivamente al culto divino y se convierte, por la misma disposici?n de los espacios arquitect?nicos, en un reflejo del misterio de Cristo y una imagen de la Iglesia celebrante.

26. En esta ?poca, madura el proceso de formaci?n y la diferenciaci?n consiguiente de las diversas familias lit?rgicas. Las Iglesias metropolitanas m?s importantes, por motivos de lengua, tradici?n teol?gica, sensibilidad espiritual y contexto social, celebran el ?nico culto del Se?or seg?n las propias modalidades culturales y populares. Esto conduce progresivamente a la creaci?n de sistemas lit?rgicos dotados de un estilo celebrativo particular y un conjunto propio de textos y ritos. No carece de inter?s el poner de manifiesto que en la formaci?n de los ritos lit?rgicos, tambi?n en los periodos reconocidos como de su m?ximo esplendor, los elementos populares no son algo extra?o.

Por otra parte, los Obispos y los S?nodos regionales intervienen en la organizaci?n del culto estableciendo normas, velando sobre la correcci?n doctrinal de los textos y sobre su belleza formal, valorando la estructura de los ritos. Estas intervenciones dan lugar a la instauraci?n de un r?gimen lit?rgico con formas fijas, en el cual se reduce la creatividad original, que sin embargo no era arbitrariedad. En esto, algunos expertos encuentran una de las causas de la futura proliferaci?n de textos para la piedad privada y popular.

27. Se suele se?alar el pontificado de San Gregorio Magno (590-604), pastor y liturgista insigne, como punto de referencia ejemplar de una relaci?n fecunda entre Liturgia y piedad popular. Este Pont?fice desarrolla una intensa actividad lit?rgica, para ofrecer al pueblo romano, mediante la organizaci?n de procesiones, estaciones y rogativas, unas estructuras que respondan a la sensibilidad popular, y que al mismo tiempo est?n claramente en el ?mbito de la celebraci?n de los misterios divinos; da sabias directrices para que la conversi?n de los nuevos pueblos al Evangelio no se realice con perjuicio de sus tradiciones culturales, de manera que la misma Liturgia se vea enriquecida con nuevas y leg?timas expresiones culturales; armoniza las nobles expresiones del genio art?stico con las expresiones m?s humildes de la sensibilidad popular; asegura el sentido unitario del culto cristiano, al cimentarlo s?lidamente en la celebraci?n de la Pascua, aunque los diversos eventos del ?nico misterio salv?fico ? como la Navidad, la Epifan?a, la Ascensi?n...-se celebren de manera particular y se desarrollen las memorias de los Santos.

La Edad Media

28. En el Oriente cristiano, especialmente en el ?rea bizantina, la edad media se presenta como el periodo de lucha contra la herej?a iconoclasta, dividida en dos fases (725-787 y 815-843), periodo clave para el desarrollo de la Liturgia, de comentarios cl?sicos sobre la Liturgia Eucar?stica y de la iconograf?a propia de los edificios de culto.

En el campo lit?rgico se enriquece considerablemente el patrimonio himnogr?fico y los ritos adquieren su forma definitiva. La Liturgia refleja la visi?n simb?lica del universo y la concepci?n jer?rquica y sagrada del mundo. En ella convergen las instancias de la sociedad cristiana, los ideales y las estructuras del monacato, las aspiraciones populares, las intuiciones de los m?sticos y las reglas de los ascetas.

Una vez superada la crisis iconoclasta con el decreto De sacris imaginibus del Concilio ecum?nico de Nicea II (787), victoria consolidada en el "Triunfo de la Ortodoxia" (843), la iconograf?a se desarrolla, se organiza de manera definitiva y recibe una legitimaci?n doctrinal. El mismo icono, hier?tico, con gran valor simb?lico, es por s? mismo parte de la celebraci?n lit?rgica: refleja el misterio celebrado, constituye una forma de presencia permanente de dicho misterio, y lo propone al pueblo fiel.

29. En Occidente, el encuentro del cristianismo con los nuevos pueblos, especialmente celtas, visigodos, anglosajones, francogermanos, realizado ya en el siglo V, da lugar en la alta Edad Media a un proceso de formaci?n de nuevas culturas y de nuevas instituciones pol?ticas y civiles.
En el amplio marco de tiempo que va desde el siglo VII hasta la mitad del siglo XV se determina y acent?a progresivamente la diferencia entre Liturgia y piedad popular, hasta el punto de crearse un dualismo celebrativo: paralelamente a la liturgia, celebrada en lengua latina, se desarrolla una piedad popular comunitaria, que se expresa en lengua vern?cula.

30. Entre las causas que en este periodo han determinado dicho dualismo, se pueden indicar:

- la idea de que la Liturgia es competencia de los cl?rigos, mientras que los laicos son espectadores;

- la clara diferenciaci?n de las funciones en la sociedad cristiana - cl?rigos, monjes, laicos - da lugar a formas y estilos diferentes de oraci?n;

- la consideraci?n distinta y particularizada, en el ?mbito lit?rgico e iconogr?fico, de los diversos aspectos del ?nico misterio de Cristo; por una parte es una expresi?n de atento cari?o a la vida y la obra del Se?or, pero por otra parte no facilita la percepci?n expl?cita de la centralidad de la Pascua, y favorece la multiplicaci?n de momentos y formas celebrativas de car?cter popular;

- el conocimiento insuficiente de las Escrituras no s?lo por los laicos, sino tambi?n por parte de muchos cl?rigos y religiosos, hace dif?cil acceder a la clave indispensable para comprender la estructura y el lenguaje simb?lico de la Liturgia;

- la difusi?n, por el contrario, de la literatura ap?crifa, llena de narraciones de milagros y de episodios anecd?ticos, que ejerce un influjo notable sobre la iconograf?a, y al despertar la imaginaci?n de los fieles, capta su atenci?n;

- la escasez de predicaci?n de tipo homil?tico, la pr?ctica desaparici?n de la mistagogia, y la formaci?n catequ?tica insuficiente, por lo cual la celebraci?n lit?rgica se mantiene cerrada a la comprensi?n y a la participaci?n activa de los fieles, los cuales buscan formas y momentos cultuales alternativos;

- la tendencia al alegorismo, que, al incidir excesivamente en la interpretaci?n de los textos y de los ritos, desv?a a los fieles de la comprensi?n de la verdadera naturaleza de la Liturgia;

- la recuperaci?n de formas y estructuras expresivas populares, casi como reacci?n inconsciente ante una Liturgia que se ha hecho, por muchas motivos, incomprensible y distante para el pueblo.

31. En la Edad Media surgieron y se desarrollaron muchos movimientos espirituales y asociaciones con diversa configuraci?n jur?dica y eclesial, cuya vida y actividades tuvieron un influjo notable en el modo de plantear las relaciones entre Liturgia y piedad popular.

As?, por ejemplo, las nuevas ?rdenes religiosas de vida evang?lico-apost?lica, dedicadas a la predicaci?n, adoptaron formas de celebraci?n m?s sencillas, en comparaci?n con las mon?sticas, y m?s cercanas al pueblo y a sus formas de expresi?n. Y, por otra parte, favorecieron la aparici?n de ejercicios de piedad, mediante los cuales expresaban su carisma y lo transmit?an a los fieles.

Las hermandades religiosas, nacidas con fines cultuales y caritativos, y las corporaciones laicas, constituidas con una finalidad profesional, dan origen a una cierta actividad lit?rgica de car?cter popular: erigen capillas para sus reuniones de culto, eligen un Patrono y celebran su fiesta, no raramente componen, para uso propio, peque?os oficios y otros formularios de oraci?n en los que se manifiesta el influjo de la Liturgia y al mismo tiempo la presencia de elementos que provienen de la piedad popular.

A su vez las escuelas de espiritualidad, convertidas en punto de referencia importante para la vida eclesial, inspiran planteamientos existenciales y modos de interpretar la vida en Cristo y en el Esp?ritu Santo, que influyen no poco sobre algunas opciones celebrativas (por ejemplo, los episodios de la Pasi?n de Cristo) y son el fundamento de muchos ejercicios de piedad.

Y adem?s, la sociedad civil, que se configura de manera ideal como una societas christiana, conforma algunas de sus estructuras seg?n los usos eclesiales, y a veces amolda los ritmos de la vida a los ritmos lit?rgicos; por lo cual, por ejemplo, el toque de las campanas por la tarde es al mismo tiempo, un aviso a los ciudadanos para que regresen de las labores del campo a la ciudad y una invitaci?n para que saluden a la Virgen.

32. As? pues, a lo largo de toda la Edad Media, progresivamente nacen y se desarrollan muchas expresiones de piedad popular, de las cuales no pocas han llegado a nuestros d?as:

- se organizan representaciones sagradas que tienen por objeto los misterios celebrados durante el a?o lit?rgico, sobre todo los acontecimientos salv?ficos de la Navidad de Cristo y de su Pasi?n, Muerte y Resurrecci?n;

- nace la poes?a en lengua vern?cula que, al emplearse ampliamente en el campo de la piedad popular, favorece la participaci?n de los fieles

- aparecen formas devocionales alternativas o paralelas a algunas expresiones lit?rgicas; as?, por ejemplo, la infrecuencia de la comuni?n eucar?stica se compensa con formas diversas de adoraci?n al Sant?simo Sacramento; en la baja Edad Media la recitaci?n del Rosario tiende a sustituir la del Salterio; los ejercicios de piedad realizados el Viernes Santo en honor de la Pasi?n del Se?or sustituyen, para muchos fieles, la acci?n lit?rgica propia de ese d?a;

- se incrementan las formas populares del culto a la Virgen Sant?sima y a los Santos: peregrinaciones a los santos lugares de Palestina y a las tumbas de los Ap?stoles y de los m?rtires, veneraci?n de las reliquias, s?plicas lit?nicas, sufragios por los difuntos;

- se desarrollan considerablemente los ritos de bendici?n en los cuales, junto con elementos de fe cristiana aut?ntica, aparecen otros que son reflejo de una mentalidad naturalista y de creencias y pr?cticas populares precristianas;

- se constituyen n?cleos de "tiempos sagrados" con un fondo popular que se sit?an al margen del a?o lit?rgico: d?as de fiesta sacro-profanos, triduos, septenarios, octavarios, novenas, meses dedicados a particulares devociones populares.

33. En la Edad Media, la relaci?n entre Liturgia y piedad popular es constante y compleja. En dicha ?poca se puede notar un doble movimiento: la Liturgia inspira y fecunda expresiones de la piedad popular; a la inversa, formas de la piedad popular se reciben e integran en la Liturgia. Esto sucede, sobre todo, en los ritos de consagraci?n de personas, de colaci?n de ministerios, de dedicaci?n de lugares, de instituci?n de fiestas y en el variado campo de las bendiciones.

Sin embargo se mantiene el fen?meno de un cierto dualismo entre Liturgia y piedad popular. Hacia el final de la Edad Media, ambas pasan por un periodo de crisis: en la Liturgia por la ruptura de la unidad cultual, elementos secundarios adquieren una importancia excesiva en detrimento de los elementos centrales; en la piedad popular, por la falta de una catequesis profunda, las desviaciones y exageraciones amenazan la correcta expresi?n del culto cristiano.

La ?poca Moderna

34. En sus inicios, la ?poca moderna no aparece muy favorable para alcanzar una soluci?n equilibrada en las relaciones entre Liturgia y piedad popular. Durante la segunda mitad del siglo XV la devotio moderna, que cont? con insignes maestros de vida espiritual y que alcanz? una notable difusi?n entre cl?rigos y laicos cultos, favorece la aparici?n de ejercicios de piedad con un fondo meditativo y afectivo, cuyo punto de referencia principal es la humanidad de Cristo ? los misterios de su infancia, de la vida oculta, de la Pasi?n y muerte -. Pero la primac?a concedida a la contemplaci?n y la valoraci?n de la subjetividad, unidas a un cierto pragmatismo asc?tico, que exalta el esfuerzo humano, hacen que la Liturgia no aparezca, a los ojos de los hombres y mujeres de gran ascendiente espiritual, como fuente primaria de la vida cristiana.

35. Se considera expresi?n caracter?stica de la devotio moderna, la c?lebre obra De imitatione Christi que ha tenido un influjo extraordinario y beneficioso en muchos disc?pulos del Se?or, deseosos de alcanzar la perfecci?n cristiana. El De imitatione Christi orienta a los fieles hacia un tipo de piedad m?s bien individual, en el cual se acent?a la separaci?n del mundo y la invitaci?n a escuchar la voz del Maestro interior; los aspectos comunitarios y eclesiales de la oraci?n y los elementos de la espiritualidad lit?rgica parecen, en cambio, m?s limitados.

En los ambientes en los que se cultiva la devotio moderna, se suelen encontrar con facilidad ejercicios de piedad bellamente compuestos, expresiones cultuales de personas sinceramente devotas, pero no siempre se puede encontrar una valoraci?n plena de la celebraci?n lit?rgica.

36. Entre el final del siglo XV y el inicio del siglo XVI, por los descubrimientos geogr?ficos ? en ?frica, en Am?rica, y posteriormente en el Extremo Oriente -, se plantea de una manera nueva la cuesti?n de las relaciones entre Liturgia y piedad popular.

La labor de evangelizaci?n y de catequesis en pa?ses lejanos del centro cultural y cultual del rito romano se realiza mediante el anuncio de la Palabra y la celebraci?n de los sacramentos (cfr. Mt 28,19), pero tambi?n mediante ejercicios de piedad propagados por los misioneros.

As? pues, los ejercicios de piedad se convierten en un medio para transmitir el mensaje evang?lico, y, posteriormente, para conservar la fe cristiana. Debido a las normas que tutelaban la Liturgia romana, parece que fue escaso el influjo rec?proco entre la Liturgia y la cultura aut?ctona (aunque se dio, en cierta medida, en las Reducciones del Paraguay). El encuentro con dicha cultura se producir? con facilidad, en cambio, en el ?mbito de la piedad popular.

37. En los comienzos del siglo XVI, entre los hombres m?s preocupados por una aut?ntica reforma de la Iglesia, hay que recordar a los monjes camaldulenses Pablo Justiniani y Pedro Querini, autores de un Libellus ad Leonem X, que conten?a indicaciones importantes para revitalizar la Liturgia y para abrir sus tesoros a todo el pueblo de Dios: formaci?n, sobre todo b?blica, del clero y de los religiosos; el uso de la lengua vern?cula en la celebraci?n de los misterios sagrados; la reordenaci?n de los libros lit?rgicos; la eliminaci?n de los elementos espurios, tomados de una piedad popular incorrecta; la catequesis, encaminada tambi?n a comunicar a los fieles el valor de la Liturgia.

38. Poco despu?s de la clausura del Concilio Lateranense V (16 de Marzo de 1517), que eman? algunas disposiciones para educar a los j?venes en la Liturgia, comenz? la crisis por el nacimiento del protestantismo, cuyos iniciadores pusieron no pocas objeciones a los puntos esenciales de la doctrina cat?lica sobre los sacramentos y sobre el culto de la Iglesia, incluida la piedad popular.

El Concilio de Trento (1545-1563), convocado para hacer frente a la situaci?n producida en el pueblo de Dios con la propagaci?n del movimiento protestante, tuvo que ocuparse, en sus tres fases, de cuestiones referentes a la Liturgia y a la piedad popular, tanto bajo el aspecto doctrinal como cultual. Sin embargo, dado el contexto hist?rico y la ?ndole dogm?tica de los temas que deb?a tratar, afront? las cuestiones de tipo lit?rgico-sacramental desde un punto de vista preferentemente doctrinal: lo hizo con un planteamiento de denuncia de los errores y de condena de los abusos, de defensa de la fe y de la tradici?n lit?rgica de la Iglesia; mostrando inter?s tambi?n por los problemas referidos a la formaci?n lit?rgica del pueblo, proponiendo mediante el decreto De reformatione generali un programa pastoral y encomendando su aplicaci?n a la Sede Apost?lica y a los Obispos.

39. Conforme a las disposiciones conciliares muchas provincias eclesi?sticas celebraron s?nodos, en los cuales es clara la preocupaci?n por conducir a los fieles a una participaci?n eficaz en las celebraciones de los misterios sagrados. A su vez los Romanos Pont?fices emprendieron una amplia reforma lit?rgica: en un tiempo relativamente breve, del 1568 al 1614, se revisaron el Calendario y los libros del Rito romano y en el 1588 se cre? la Sagrada Congregaci?n de Ritos para la custodia y la recta ordenaci?n de las celebraciones lit?rgicas de la Iglesia romana. Como elemento de formaci?n lit?rgico pastoral hay que notar la funci?n del Catechismus ad parochos.

40. De la reforma realizada despu?s del Concilio de Trento se siguieron m?ltiples beneficios para la Liturgia: se recondujeron a la "antigua norma de los Santos Padres", aunque con las limitaciones de los conocimientos cient?ficos de la ?poca, no pocos ritos; se eliminaron elementos y a?adidos extra?os a la Liturgia, demasiado ligados a la sensibilidad popular; se control? el contenido doctrinal de los textos, de manera que reflejaran la pureza de la fe; se consigui? una notable unidad ritual en el ?mbito de la Liturgia romana, que adquiri? nuevamente dignidad y belleza.

Sin embargo se produjeron tambi?n, indirectamente, algunas consecuencias negativas: la Liturgia adquiri?, al menos en apariencia, una rigidez que derivaba m?s de la ordenaci?n de las r?bricas que de su misma naturaleza; y en su sujeto agente parec?a algo casi exclusivamente jer?rquico; esto reforz? el dualismo que ya exist?a entre Liturgia y piedad popular.

41. La Reforma cat?lica, en su esfuerzo positivo de renovaci?n doctrinal, moral e institucional de la Iglesia y en su intento de contrarrestar el desarrollo del protestantismo, favoreci? en cierto modo la afirmaci?n de la compleja cultura barroca. Esta, a su vez, tuvo un influjo considerable en las expresiones literarias, art?sticas y musicales de la piedad cat?lica.

En la ?poca postridentina la relaci?n entre Liturgia y piedad popular adquiere nuevas connotaciones: la Liturgia entra en un periodo de uniformidad sustancial y de un car?cter est?tico persistente; frente a ella, la piedad popular experimenta un desarrollo extraordinario.

Dentro de unos l?mites, determinados por la necesidad de evitar la aparici?n de formas exageradas o fantasiosas, la Reforma cat?lica favoreci? la creaci?n y difusi?n de los ejercicios de piedad, que resultaron un medio importante para la defensa de la fe cat?lica y para alimentar la piedad de los fieles. Se puede citar, por ejemplo, el desarrollo de las cofrad?as dedicadas a los misterios de la Pasi?n del Se?or, a la Virgen Mar?a y a los Santos, que ten?an como triple finalidad la penitencia, la formaci?n de los laicos y las obras de caridad. Esta piedad popular propici? la creaci?n de bell?simas im?genes, llenas de sentimiento, cuya contemplaci?n contin?a nutriendo la fe y la experiencia religiosa de los fieles.

Las "misiones populares", surgidas en esta ?poca, contribuyen tambi?n a la difusi?n de los ejercicios de piedad. En ellas, Liturgia y piedad popular coexisten, aunque con cierto desequilibrio: las misiones, de hecho, tienen por objeto conducir a los fieles al sacramento de la penitencia y a recibir la comuni?n eucar?stica, pero recurren a los ejercicios de piedad como medio para inducir a la conversi?n y como momento cultual en el que se asegura la participaci?n popular.

Los ejercicios de piedad se reun?an y ordenaban en manuales de oraci?n que, si ten?an la aprobaci?n eclesi?stica, constitu?an aut?nticos subsidios cultuales: para los diversos momentos del d?a, del mes, del a?o y para innumerables circunstancias de la vida.

En la ?poca de la Reforma cat?lica, la relaci?n entre Liturgia
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