Directorio para el Ministerio y la Vida de los Presb?teros desde la Congregaci?n para el Clero.
INTRODUCCI?N
La rica experiencia de la Iglesia acerca del ministerio y la vida de los presb?teros, condensada en diversos documentos del Magisterio,(1) ha recibido en nuestros d?as un nuevo impulso gracias a las ense?anzas contenidas en la Exhortaci?n apost?lica post-sinodal ? Pastores dabo vobis ?.(2)
La publicaci?n de este documento ? en el que el Sumo Pont?fice ha querido unir su voz de Obispo de Roma y Sucesor de Pedro a la de los Padres Sinodales ? ha significado para los presb?teros y para toda la Iglesia, el inicio de un camino fiel y fecundo de profundizaci?n y de aplicaci?n de su contenido.
? Hoy, en particular, la tarea pastoral prioritaria de la nueva evangelizaci?n, que ata?e a todo el Pueblo de Dios y pide un nuevo ardor, nuevos m?todos y una nueva expresi?n para el anuncio y el testimonio del Evangelio, exige sacerdotes radical e integralmente inmersos en el misterio de Cristo y capaces de realizar un nuevo estilo de vida pastoral ?.(3)
Los primeros responsables de esta nueva evangeli?zaci?n del tercer milenio son los presb?teros: ellos, sin embargo, para poder realizar su misi?n, necesitan alimentar en si mismos una vida, que sea muestra di?fana de la propia identidad; precisan tambi?n vivir una uni?n de amor con Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, Cabeza y Maestro, Esposo y Pastor, alimentando la propia vida espiritual y el propio ministerio con una formaci?n permanente y completa.
Como respuesta a tales exigencias ha nacido este Directorio, pedido por numerosos Obispos, tanto durante el S?nodo de 1990, como con ocasi?n de la Consulta general del Episcopado promovida por este Dicasterio.
Al delinear los diversos contenidos, se tuvieron en cuenta, tanto las sugerencias del entero Episcopado mundial, consultado con este fin, como los resultados de los trabajos de la Congregaci?n plenaria, que tuvo lugar en el Vaticano, en octubre de 1993; tambi?n han sido recogidas las reflexiones de muchos te?logos, canonistas y expertos en la materia, provenientes de diversas ?reas geogr?ficas e insertados en las actuales situaciones pastorales.
Se ha tratado de ofrecer elementos pr?cticos, que puedan servir para iniciativas lo m?s homog?neas que sea posible; sin embargo, se ha evitado entrar en detalles que s?lo las leg?timas praxis locales y las reales condiciones de cada una de las Di?cesis y Conferencias Episcopales podr?n inspirar al celo y a la prudencta de los Pastores. Dada, pues, la naturaleza de Directorio del presente documento, ha parecido oportuno ? en las circunstancias actuales ? recordar s?lo aquellos elementos doctrinales, que son el fundamento de la identidad, la espiritualidad y la formaci?n permanente de los presb?teros.
El presente documento, por lo tanto, no pretende ofrecer una exposici?n exhaustiva acerca del sacerdocio, ni quiere ser una pura y simple repetici?n de cuanto ha sido ya aut?nticamente declarado por el Magisterio de la Iglesia. ?ste quiere responder a los principales interrogantes ? de orden doctrinal, disciplinar y pastoral ? que el compromiso de la nueva evangelizaci?n plantea a los sacerdotes.
Asi, por ejemplo, se ha querido aclarar que la verdadera identidad sacerdotal, tal como el Divino Maestro la ha querido y como la Iglesia la ha vivido siempre, no es conciliable con tendencias democraticistas, que quisieran vaciar de contenido o anular la realidad del sacerdocio ministerial. Se ha querido dar un ?nfasis particular al tema especifico de la comuni?n, exigencia hoy particularmente sentida, dada su incidencia en la vida del sacerdote. Lo mismo puede decirse de la espirtualidad presbiteral que, en nuestro tiempo, ha sufrido no pocos golpes a causa, sobre todo, del secularismo y de un equivocado antropologismo. Se ha manifestado necesario, en fin, ofrecer algunos consejos para una adecuada formaci?n permanente que ayude a los sacerdotes a vivir su vocaci?n con alegria y responsabilidad.
El texto est? naturalmente destinado ? a trav?s de los Obispos ? a todos los presb?teros de la Iglesia de Rito Latino. Las directrices en ?l contenidas se refieren especialmente a los presb?teros del clero secular diocesano, si bien muchas de ellas con las debidas adaptaciones ? deben ser tenidas en cuenta tambi?n por los presb?teros miembros de Institutos religiosos y de Sociedades de vida apost?lica.
Tenemos el deseo de que este Directorio pueda ayudar a cada sacerdote para profundizar en la propia identidad y para incrementar la propia vida espiritual; un aliento para el ministerio y para la realizaci?n de la propia formaci?n permanente, de la cual cada uno es el primer agente; y tambi?n un verdadero punto de referencia para un apostolado rico y aut?ntico en bien de la Iglesia y del mundo entero.
Dado por la Congregaci?n para el Clero, Jueves Santo de 1994.
JOS? T. Card. S?NCHEZ
Prefecto
+ CRESCENZIO SEPE
Arzobispo titular de Grado
Secretario
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Cap?tulo I
IDENTIDAD DEL PRESBITERO
1. El sacerdocio como don.
La Iglesia entera ha sido hecha participe de la unci?n sacerdotal de Cristo en el Esp?ritu Santo. En la Iglesia, en efecto, ?.todos los fieles forman un sacerdocio santo y real, ofrecen a Dios hostias espirituales por medio de Jesucristo y anuncian las grandezas de aqu?l, que los ha llamado para arrancarlos de las tinieblas y recibirlos en su luz maravillosa ? (cfr. 1 Ped 2, 5.9).(4) En Cristo, todo su Cuerpo m?stico est? unido al Padre por el Esp?ritu Santo, en orden a la salvaci?n de todos los hombres.
La Iglesia, sin embargo, no puede llevar adelante por s? misma tal misi?n: toda su actividad necesita intr?nsecamente la comuni?n con Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Ella, indisolublemente unida a su Se?or, de ?l mismo recibe constantemente el influjo de gracia y de verdad, de gu?a y de apoyo, para que pueda ser para todos y cada uno ? el signo e instrumento de la ?ntima uni?n del hombre con Dios y de la unidad de todo el g?nero humano ?.(5)
El sacerdocio ministerial encuentra su raz?n de ser en esta perspectiva de la uni?n vital y operativa de la Iglesia con Cristo. En efecto, mediante tal ministerio, el Se?or contin?a ejercitando, en medio de su Pueblo, aquella actividad que s?lo a ?l pertenece en cuanto Cabeza de su Cuerpo. Por lo tanto, el sacerdocio ministerial hace palpable la acci?n propia de Cristo Cabeza y testimonia que Cristo no se ha alejado de su Iglesia, sino que contin?a vivific?ndola con su sacerdocio permanente. Por este motivo, la Iglesia considera el sacerdocio ministerial como un don a Ella otorgado en el ministerio de algunos de sus fieles.
Tal don, instituido por Cristo para continuar su misi?n salvadora, fue conferido inicialmente a los Ap?stoles y contin?a en la Iglesia, a trav?s de los Obispos, sus sucesores.
2. Raiz sacramental.
Mediante la ordenaci?n sacramental hecha por medio de la imposici?n de las manos y de la oraci?n consacratoria del Obispo, se determina en el presb?tero ? un v?nculo ontol?gico especifico, que une al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor ? (6)
La identidad del sacerdote, entonces, deriva de la participaci?n especifica en el Sacerdocio de Cristo, por lo que el ordenado se transforma en la Iglesia y para la Iglesia?en imagen real, viva y transparente de Cristo Sacerdote: ? una representaci?n sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor ?.(7) Por medio de la consagraci?n, el sacerdote ? recibe como don un poder espiritual, que es participaci?n de la autoridad con que Jes?s, mediante su Esp?ritu, gu?a a la Iglesia ? (8)
Esta identificaci?n sacramental con el Sumo y Eterno Sacerdote inserta espec?ficamente al presb?tero en el misterio trinitario y, a trav?s del misterio de Cristo, en la comuni?n ministerial de la Iglesia para servir al Pueblo de Dios.(9)
Dimensi?n trinitaria
3. En comuni?n con el padre, con el hijo y con el esp?ritu santo
Si es verdad que todo cristiano, por medio del Bautismo, est? en comuni?n con Dios Uno y Trino, es tambi?n cierto que, a causa de la consagraci?n recibida con el sacramento del Orden, el sacerdote es constituido en una relaci?n particular y especifica con el Padre, con el Hijo y con el Espiritu Santo. En efecto, ? nuestra identidad tiene su fuente ?ltima en la caridad del Padre. Al Hijo -Sumo Sacerdote y Buen Pastor ? enviado por el Padre, estamos unidos sacramentalmente a trav?s del sacerdocio ministerial por la acci?n del Esp?ritu Santo. La vida y el ministerio del sacerdote son continuaci?n de la vida y de la acci?n del mismo Cristo. ?sta es nuestra identidad, nuestra verdadera dignidad, la fuente de nuestra alegr?a, la certeza de nuestra vida ? (l0)
La identidad, el ministerio y la existencia del presb?tero est?n, por lo tanto, relacionadas esencialmente con las Tres Personas Divinas, en orden al servicio sacerdotal de la Iglesia.
4. En el dinamismo trinitario de la salvaci?n.
El sacerdote, como prolongaci?n visible y signo sacramental de Cristo, estando como est? frente a la Iglesia y al mundo como origen permanente y siempre nuevo de salvaci?n,(11) se encuentra insertado en el dinamismo trinitario con una particular responsabilidad. Su identidad mana del ? ministerium Verbi et sacramentorum ?, el cual est? en relaci?n esencial con el misterio del amor salv?fico del Padre (cfr. Jn 17, 6-9; 1 Cor 1, 1; 2 Cor 1, 1), y con el ser sacerdotal de Cristo, que elige y llama personalmente a su ministro a estarcon ?l, as? como con el Don del Esp?ritu (cfr. Jn 20, 21), que comunica al sacerdote la fuerza necesaria para dar vida a una multitud de hijos de Dios, convocados en el ?nico cuerpo eclesial y encaminados hacia el Reino del Padre.
5. Relaci?n intima con la trinidad.
De aqu? se percibe la caracter?stica esencialmente relacional (cfr.Jn 17,11.21)(12) de la identidad del sacerdote.
La gracia y el car?cter indeleble conferidos con la unci?n sacramental del Esp?ritu Santo (13) ponen al sacerdote en una relaci?n personal con la Trinidad, ya que constituye la fuente del ser y del obrar sacerdotal; tal relaci?n, por tanto, debe ser necesariamente vivida por el sacerdote de modo ?ntimo y personal, en un di?logo de adoraci?n y de amor con las Tres Personas divinas, sabiendo que el don recibido le fue otorgado para el servicio de todos.
Dimensi?n cristol?gica
6. Identidad espec?fica.
La dimensi?n cristol?gica ? al igual que la trinitaria ? surge directamente del sacramento, que configura ontol?gicamente con Cristo Sacerdote, Maestro, Santificador y Pastor de su Pueblo.(14)
A aquellos fieles, que ? permaneciendo injertados en el sacerdocio com?n ? son elegidos y constituidos en el sacerdocio ministerial, les es dada una participaci?n indeleble al mismo y ?nico sacerdocio de Cristo, en la dimensi?n p?blica de la mediaci?n y de la autoridad, en lo que se refiere a la santificaci?n, a la ense?anza y a la gu?a de todo el Pueblo de Dios. De este modo, si por un lado, el sacerdocio com?n de los fieles y el sacerdocio ministerial o jer?rquico est?n ordenados necesariamente el uno al otro ? pues uno y otro, cada uno a su modo, participan del ?nico sacerdocio de Cristo ?, por otra parte, ambos difieren esencialmente entre s?.(15)
En este sentido, la identidad del sacerdote es nueva respecto a la de todos los cristianos que, mediante el Bautismo, participan, en conjunto, del ?nico sacerdocio de Cristo y est?n llamados a darle testimonio en toda la tierra.(16) La especificidad del sacerdocio ministerial se sit?a frente a la necesidad, que tienen todos los fieles de adherir a la mediaci?n y al se?or?o de Cristo, visibles por el ejercicio del sacerdocio ministerial.
En su peculiar identidad cristol?gica, el sacerdote ha de tener conciencia de que su vida es un misterio insertado totalmente en el misterio de Cristo de un modo nuevo y espec?fico, y esto lo compromete totalmente en la actividad pastoral y lo gratifica.(17)
7. En el seno del pueblo de Dios
Cristo asocia a los Ap?stoles a su misma misi?n. ? Como el Padre me ha enviado, as? os env?o yo a vosotros ? (Jn 20, 21). En la misma sagrada Ordenaci?n est? ontol?gicamente presente la dimensi?n misionera. El sacerdote es elegido, consagrado y enviado para hacer eficazmente actual la misi?n eterna de Cristo, de quien se convierte en aut?ntico representante y mensajero: ? Quien a vosotros oye, a M? me oye; quien os desprecia, a M? me desprecia y, quien me desprecia, desprecia a Aqu?l, que me ha enviado?( Lc 10, 16).
Se puede decir, entonces, que la configuraci?n con Cristo, obrada por la consagraci?n sacramental, define al sacerdote en el seno del Pueblo de Dios, haci?ndolo participar, en un modo suyo propio, en la potestad santificadora, magisterial y pastoral del mismo Cristo Jes?s, Cabeza y Pastor de la Iglesia.(18)
Actuando in persona Christi Capitis, el presb?tero llega a ser el ministro de las acciones salv?ficas esenciales, transmite las verdades necesarias para la salvaci?n y apacienta al Pueblo de Dios, conduci?ndolo hacia la santidad. (19)
Dimensi?n pneumatol?gica
8. Car?cter sacramental.
En la ordenaci?n presbiteral, el sacerdote ha recibido el sello del Esp?ritu Santo, que ha hecho de ?l un hombre signado por el car?cter sacramental para ser, para siempre, ministro de Cristo y de la Iglesia. Asegurado por la promesa de que el Consolador permanecer? ? con ?l para siempre ? (Jn 14, 16-17), el sacerdote sabe que nunca perder? la presencia ni el poder eficaz del Esp?ritu Santo, para poder ejercitar su ministerio y vivir la caridad pastoral como don total de s? mismo para la salvaci?n de los propios hermanos.
9. Comuni?n personal con el Esp?ritu Santo
Es tambi?n el Esp?ritu Santo, quien en la Ordenaci?n confiere al sacerdote la misi?n prof?tica de anunciar y explicar, con autoridad, la Palabra de Dios. Insertado en la comuni?n de la Iglesia con todo el orden sacerdotal, el presb?tero ser? guiado por el Esp?ritu de Verdad, que el Padre ha enviado por medio de Cristo, y que le ense?a todas las cosas recordando todo aquello, que Jes?s ha dicho a los Ap?stoles. Por tanto, el presb?tero ? con la ayuda del Esp?ritu Santo y con el estudio de la Palabra de Dios en las Escrituras ?, a la luz de la Tradici?n y del Magisterio,(20) descubre la riqueza de la Palabra, que ha de anunciar a la comunidad, que le ha sido confiada.
10. Invocaci?n al Esp?ritu
Mediante el car?cter sacramental e identificando su intenci?n con la de la Iglesia, el sacerdote est? siempre en comuni?n con el Esp?ritu Santo en la celebraci?n de la liturgia, sobre todo de la Eucarist?a y de los dem?s sacramentos.
En cada sacramento, es Cristo, en efecto, quien act?a en favor de la Iglesia, por medio del Esp?ritu Santo, que ha sido invocado con el poder eficaz del sacerdote, que celebra in persona Christi.(21)
La celebraci?n sacramental, por tanto, recibe su eficacia de la palabra de Cristo ? que es quien la ha instituido ? y del poder del Esp?ritu, que con frecuencia la Iglesia invoca mediante la ep?clesis.
Esto es particularmente evidente en la Plegaria eucar?stica, en la que el sacerdote?invocando el poder del Esp?ritu Santo sobre el pan y sobre el vino?pronuncia las palabras de Jes?s, y actualiza el misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo realmente presente, la transubstanciaci?n .
11. Fuerza para guiar la comunidad.
Es, en definitiva, en la comuni?n con el Esp?ritu Santo donde el sacerdote encuentra la fuerza para guiar la comunidad, que le fue confiada y para mantenerla en la unidad querida por el Se?or.(22) La oraci?n del sacerdote en el Esp?ritu Santo puede inspirarse en la oraci?n sacerdotal de Jesucristo (cfr. Jn 17). Por lo tanto, debe rezar por la unidad de los fieles para que sean una sola cosa, y as? el mundo crea que el Padre ha enviado al Hijo para la salvaci?n de todos.
Dimensi?n eclesiol?gica
12. "En" la Iglesia y "ante" la Iglesia
Cristo, origen permanente y siempre nuevo de la salvaci?n, es el misterio principal del que deriva el misterio de la Iglesia, su Cuerpo y su Esposa, llamada por el Esposo a ser signo e instrumento de redenci?n. Cristo sigue dando vida a su Iglesia por medio de la obra confiada a los Ap?stoles y a sus Sucesores.
A trav?s del misterio de Cristo, el sacerdote, ejercitando su m?ltiple ministerio, est? insertado tambi?n en el misterio de la Iglesia, la cual ? toma conciencia, en la fe, de que no proviene de s? misma, sino por la gracia de Cristo en el Esp?ritu Santo ? (23) De tal manera, el sacerdote, a la vez que est? en la Iglesia, se encuentra tambi?n ante ella.(24)
13. Part?cipe en cierto modo, de la esponsalidad de Cristo
El sacramento del Orden, en efecto, no s?lo hace part?cipe al sacerdote del misterio de Cristo a Sacerdote, Maestro, Cabeza y Pastor, sino ? en cierto modo ? tambi?n de Cristo ? Siervo y Esposo de la Iglesia ? (25) ?sta es el ? Cuerpo ? de Cristo, que ?l ha amado y la ama hasta el extremo de entregarse a S? mismo por Ella (cfr. Ef 5, 25); Cristo regenera y purifica continuamente a su Iglesia por medio de la palabra de Dios y de los sacramentos (cfr. ibid. 5, 26); se ocupa el Se?or de hacer siempre m?s bella (cfr. ibid. 5, 26) a su Esposa y, finalmente, la nutre y la cuida con solicitud (cfr. ibid. 5, 29).
Los presb?teros ? colaboradores del Orden Episcopal ?, que constituyen con su Obispo un ?nico presbiterio (26) y participan, en grado subordinado, del ?nico sacerdocio de Cristo, tambi?n participan, en cierto modo, ? a semejanza del Obispo ? de aquella dimensi?n esponsal con respecto a la Iglesia, que est? bien significada en el rito de la ordenaci?n episcopal con la entrega del anillo.(27)
Los presb?teros, que ? de alguna manera hacen presente ? por as? decir ? al Obispo, a quien est?n unidos con confianza y grandeza de ?nimo, en cada una de las comunidades locales ? (28) deber?n ser fieles a la Esposa y, como viva imagen que son de Cristo Esposo, han de hacer operativa la multiforme donaci?n de Cristo a su Iglesia.
Por esta comuni?n con Cristo Esposo, tambi?n el sacerdocio ministerial es constituido ? como Cristo, con Cristo y en Cristo ? en ese misterio de amor salv?fico trascendente, del que es figura y participaci?n el matrimonio entre cristianos.
Llamado por un acto de amor sobrenatural absolutamente gratuito, el sacerdote debe amar a la Iglesia como Cristo la ha amado, consagrando a ella todas sus energ?as y don?ndose con caridad pastoral hasta dar cotidianamente la propia vida.
14. Universidad del sacerdocio
El mandamiento del Se?or de ir a todas las gentes (Mt 28, 18-20) constituye otra modalidad del estar el sacerdote ante la Iglesia.(29) Enviado ? missus ? por el Padre por medio de Cristo, el sacerdote pertenece ? de modo inmediato ? a la Iglesia universal,(30) que tiene la misi?n de anunciar la Buena Noticia hasta los ? extremos confines de la tierra ? (Hch 1, 8).(31)
? El don espiritual, que los presb?teros han recibido en la ordenaci?n, los prepara a una vast?sima y universal misi?n de salvaci?n ?(32) En efecto, por el Orden y el ministerio recibidos, todos los sacerdotes han sido asociados al Cuerpo Episcopal y ? en comuni?n jer?rquica con ?l seg?n la propia vocaci?n y gracia ?, sirven al bien de toda la Iglesia.(33) Por lo tanto, la pertenencia ? mediante la incardinaci?n ? a una concreta Iglesia particular,(34) no debe encerrar al sacerdote en una mentalidad estrecha y particularista sino abrirlo tambi?n al servicio de otras Iglesias, puesto que cada Iglesia es la realizaci?n particular de la ?nica Iglesia de Jesucristo, de forma que la Iglesia universal vive y cumple su misi?n en y desde las Iglesias particulares en comuni?n efectiva con ella. Por lo tanto, todos los sacerdotes deben tener coraz?n y mentalidad misioneros, estando abiertos a las necesidades de la Iglesia y del mundo.(35)
15. ?ndole misionera del sacerdocio
Es importante que el presb?tero tenga plena conciencia y viva profundamente esta realidad misionera de su sacerdocio, en plena sinton?a con la Iglesia que, hoy como ayer, siente la necesidad de enviar a sus ministros a los lugares donde es m?s urgente la misi?n sacerdotal y de esforzarse por realizar una m?s equitativa distribuci?n del clero.(36)
Esta exigencia de la vida de la Iglesia en el mundo contempor?neo debe ser sentida y vivida por cada sacerdote, sobre todo y esencialmente, como el don, que debe ser vivido dentro de su instituci?n y a su servicio.
No son, por tanto, admisibles todas aquellas opiniones que, en nombre de un mal entendido respeto a las culturas particulares, tienden a desnaturalizar la acci?n misionera de la Iglesia, llamada a realizar el mismo misterio universal de salvaci?n, que trasciende y debe vivificar todas las culturas.(37)
Hay que decir tambi?n que la expansi?n universal del ministerio sacerdotal se encuentra hoy en correspondencia con las caracter?sticas socioculturales del mundo contempor?neo, en el cual se siente la exigencia de eliminar todas las barreras, que dividen pueblos y naciones y que, sobre todo, a trav?s de las comunicaciones entre las culturas, quiere hermanar a las gentes, no obstante las distancias geogr?ficas, que las dividen.
Nunca como hoy, por tanto, el clero debe sentirse apost?licamente comprometido en la uni?n de todos los hombres en Cristo, en su Iglesia.
16. La autoridad como "amoris officium"
Una manifestaci?n ulterior de ponerse el sacerdote frente a la Iglesia, est? en el hecho de ser gu?a, que conduce a la santificaci?n de los fieles confiados a su ministerio, que es esencialmente pastoral.
Esta realidad, que ha de vivirse con humildad y coherencia, puede estar sujeta a dos tentaciones opuestas.
La primera consiste en ejercer el propio ministerio tiranizando a su grey (cfr. Lc 22, 24-27; 1 Ped 5, 1-4), mientras la segunda es la que lleva a hacer in?til ? en nombre de una incorrecta noci?n de comunidad ? la propia configuraci?n con Cristo Cabeza y Pastor.
La primera tentaci?n ha sido fuerte tambi?n para los mismos disc?pulos, y recibi? de Jes?s una puntual y reiterada correcci?n: toda autoridad ha de ejercitarse con esp?ritu de servicio, como ? amoris officium ? (38) y dedicaci?n desinteresada al bien del reba?o (cfr. Jn 13, 14; 10, 11).
El sacerdote deber? siempre recordar que el Se?or y Maestro ? no ha venido para ser servido sino para servir ? (cfr. Mc 10, 45); que se inclin? para lavar los pies a sus disc?pulos (cfr. Jn 13, 5) antes de morir en la Cruz y de enviarlos por todo el mundo (cfr. Jn 20, 21).
Los sacerdotes dar?n testimonio aut?ntico del Se?or Resucitado, a Quien se ha dado ? todo poder en el cielo y en la tierra ? (cfr. Mt 28, 18), si ejercitan el propio ? poder ? emple?ndolo en el servicio ? tan humilde como lleno de autoridad ? al propio reba?o,(39) y en el profundo respeto a la misi?n, que Cristo y la Iglesia conf?an a los fieles laicos (40) Y a los fieles consagrados por la profesi?n de los consejos evang?licos.(41)
17. Tentaci?n del democraticismo
A menudo sucede que para evitar esta primera desviaci?n se cae en la segunda, y se tiende a eliminar toda diferencia de funci?n entre los miembros del Cuerpo M?stico de Cristo ? que es la Iglesia ?, negando en la pr?ctica la doctrina cierta de la Iglesia acerca de la distinci?n entre el sacerdocio com?n y el ministerial (42)
Entre las diversas insidias, que hoy se notan, se encuentra el as? llamado ? democraticismo ?. A prop?sito de ?sto hay que recordar que la Iglesia reconoce todos los m?ritos y valores, que la cultura democr?tica ha aportado a la sociedad civil. Por otra parte, la Iglesia ha luchado siempre, con todos los medios a su disposici?n, por el reconocimiento de la igual dignidad de todos los hombres. De acuerdo con esta tradici?n eclesial, el Concilio Vaticano II se ha expresado abiertamente acerca de la com?n dignidad de todos los bautizados en la Iglesia.(43)
Sin embargo, tambi?n es necesario afirmar que no son transferibles autom?ticamente a la Iglesia la mentalidad y la praxis, que se dan en algunas corrientes culturales sociopol?ticas de nuestro tiempo. La Iglesia, de hecho, debe su existencia y su estructura al designio salv?fico de Dios. Ella se contempla a s? misma como don de la benevolencia de un Padre que la ha liberado mediante la humillaci?n de su Hijo en la cruz. La Iglesia, por tanto, quiere ser con el Esp?ritu Santo ? totalmente conforme y fiel a la voluntad libre y liberadora de su Se?or Jesucristo. Este misterio de salvaci?n hace que la Iglesia sea, por su propia naturaleza, una realidad diversa de las sociedades solamente humanas.
El as? llamado ? democraticismo ? constituye una tentaci?n grav?sima, pues lleva a no reconocer la autoridad y la gracia capital de Cristo y a desnaturalizar la Iglesia, como si ?sta no fuese m?s que una sociedad humana. Una concepci?n as? acaba con la misma constituci?n jer?rquica, tal como ha sido querida por su Divino Fundador, como ha siempre ense?ado claramente el Magisterio, y como la misma Iglesia ha vivido ininterrumpidamente .
La participaci?n en la Iglesia est? basada en el misterio de la comuni?n, que por su propia naturaleza contempla en si misma la presencia y la acci?n de la Jerarqu?a eclesi?stica.
En consecuencia, no es admisible en la Iglesia cierta mentalidad, que a veces se manifiesta especialmente en algunos organismos de participaci?n eclesial ? y que tiende a confundir las tareas de los presb?teros y de los fieles laicos, o a no distinguir la autoridad propia del Obispo de las funciones de los presb?teros como colaboradores de los Obispos, o a negar la especificidad del ministerio petrino en el Colegio Episcopal.
En este sentido es necesario recordar que el presbiterio y el Consejo Presbiteral no son expresi?n del derecho de asociaci?n de los cl?rigos, ni mucho menos pueden ser entendidos desde una perspectiva sindicalista, que comportan reivindicaciones e intereses de parte, ajenos a la comuni?n eclesial.(44)
18. Distinci?n entre sacerdocio com?n y sacerdocio ministerial
La distinci?n entre sacerdocio com?n y sacerdocio ministerial, lejos de llevar a la separaci?n o a la divisi?n entre los miembros de la comunidad cristiana, armoniza y unifica la vida de la Iglesia. En efecto, en cuanto Cuerpo de Cristo, la Iglesia es comuni?n org?nica entre todos los miembros, en la que cada uno de los cristianos sirve realmente a la vida del conjunto si vive plenamente la propia funci?n peculiar y la propia vocaci?n espec?fica (1 cor 12, 12 ss.).(45)
Por lo tanto, a nadie le es licito cambiar lo que Cristo ha querido para su Iglesia. Ella est? ?ntimamente ligada a su Fundador y Cabeza, que es el ?nico que le da ? a trav?s del poder del Esp?ritu Santo ? ministros al servicio de sus fieles. Al Cristo que llama, consagra y env?a a trav?s de los leg?timos Pastores, no puede sustraerse ninguna comunidad ni siquiera en situaciones de particular necesidad, situaciones en las que quisiera darse sus propios sacerdotes de modo diverso a las disposiciones de la Iglesia.(46) La respuesta para resolver los casos de necesidad es la oraci?n de Jes?s: ? rogad al due?o de la mies que env?e trabajadores a su mies ? (Mt 9, 38). Si a esta oraci?n ? hecha con fe ? se une la vida de caridad intensa de la comunidad, entonces tendremos la seguridad de que el Se?or no dejar? de enviar pastores seg?n su coraz?n (cfr. Jer 3, 15 ) .(47)
19. Solo los sacerdotes son pastores
Un modo de no caer en la tentaci?n ? democraticista? consiste en evitar la as? llamada ? clericalizaci?n ? del laicado: (48) esta actitud tiende a disminuir el sacerdocio ministerial del presb?tero; de hecho, s?lo al presb?tero, despu?s del Obispo, se puede atribuir de manera propia y un?voca el t?rmino ? pastor ?, y esto en virtud del ministerio sacerdotal recibido con la ordenaci?n. El adjetivo ? pastoral ?, pues, se refiere tanto a la ? potestas docendi et sanctificandi ? como a la ? potestas regendi ?.(49)
Por lo dem?s, hay que decir que tales tendencias no favorecen la verdadera promoci?n del laicado, pues a menudo ese ? clericalismo ? lleva a olvidar la aut?ntica vocaci?n y misi?n eclesiale de los laicos en el mundo.
Comuni?n sacerdotal
20. Comuni?n con la Trinidad y con Cristo
A la luz de todo lo ya dicho acerca de la identidad sacerdotal, la comuni?n del sacerdote se realiza, sobre todo, con el Padre, origen ?ltimo de toda su potestad; con el Hijo, de cuya misi?n redentora participa; con el Esp?ritu Santo, que le da la fuerza para vivir y realizar la caridad pastoral, que lo cualifica como sacerdote.
As?, ? no se puede definir la naturaleza y la misi?n del sacerdocio ministerial si no es desde este multiforme y rico entramado de relaciones que brotan de la Sant?sima Trinidad y se prolongan en la comuni?n de la Iglesia, como signo, en Cristo, de la uni?n con Dios y de la unidad de todo el g?nero humano ?.(50)
21 Comuni?n con la Iglesia
De esta fundamental uni?n-comuni?n con Cristo y con la Trinidad deriva, para el presb?tero, su comuni?n-relaci?n con la Iglesia en sus aspectos de misterio y de comunidad eclesial.(51) En efecto, es en el interior del misterio de la Iglesia, como misterio de comuni?n trinitaria en tensi?n misionera, donde se revela toda identidad cristiana y, por tanto, tambi?n la espec?fica y personal identidad del presb?tero y de su ministerio.
Concretamente, la comuni?n eclesial del presb?tero se realiza de diversos modos. Con la ordenaci?n sacramental, en efecto, el presb?tero entabla v?nculos especiales con elPapa , con el Cuerpo episcopal, con el propio Obispo, con los dem?s presb?teros, con los fieles laicos.
22. Comuni?n jer?rquica
La comuni?n, como caracter?stica del sacerdocio, se funda en la unicidad de la Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, que es Cristo.(52) En esta comuni?n ministerial toman forma tambi?n algunos precisos v?nculos en relaci?n, sobre todo, con el Papa, con el Colegio Episcopal y con el propio Obispo. ? No se da ministerio sacerdotal sino en la comuni?n con el Sumo Pont?fice y con el Colegio Episcopal, en particular con el propio Obispo diocesano, a los que se han de reservar el respeto filial y la obediencia prometidos en el rito de la ordenaci?n ?.(53) Se trata, pues, de una comuni?n jer?rquica, es decir, de una comuni?n en la jerarqu?a tal como ella est? internamente estructurada.
En virtud de la participaci?n ? en grado subordinado a los Obispos ? en el ?nico sacerdocio ministerial, tal comuni?n implica tambi?n el v?nculo espiritual y org?nico-estructural de los presb?teros con todo el orden de los Obispos, con el propio Obispo (54) y con el Romano Pont?fice, en cuanto Pastor de la Iglesia universal y de cada Iglesia particular.(55) A su vez, esto se refuerza por el hecho de que todo el orden de los Obispos en su conjunto y cada uno de los Obispos en particular debe estar en comuni?n jer?rquica con la Cabeza del Colegio.(56) Tal Colegio, en efecto, est? constituido s?lo por los Obispos consagrados, que est?n en comuni?n jer?rquica con la Cabeza y con los miembros de dicho Colegio.
23. Comuni?n en la celebraci?n eucar?stica
La comuni?n jer?rquica se encuentra expresada en significativamente en la plegaria eucar?stica, cuando el sacerdote, al rezar por el Papa, el Colegio episcopal y el propio Obispo, no expresa s?lo un sentimiento de devoci?n, sino que da testimonio de l autenticidad de su celebraci?n.(57)
Tambi?n la concelebraci?n eucar?stica ? en las circunstancias y condiciones previstas (58) ? especialmente cuando est? presidida por el Obispo y con la participaci?n de los fieles, manifiesta admirablemente la unidad del sacerdocio de Cristo en la pluralidad de sus ministros, as? como la unidad del sacrificio y del Pueblo de Dios.(59) La concelebraci?n ayuda, adem?s, a consolidar la fraternidad sacramental existente entre los presb?teros.(60)
24. Comuni?n en la actividad ministerial
Cada presb?tero ha de tener un profundo, humilde y filial v?nculo de caridad con la persona del Santo Padre y debe adherir a su ministerio petrino ? de magisterio, de santificaci?n y de gobierno ? con docilidad ejemplar.(61)
El presb?tero realizar? la comuni?n requerida por el ejercicio de su ministerio sacerdotal por medio de su fidelidad y de su servicio a la autoridad del propio Obispo. Para los pastores m?s expertos, es f?cil constatar la necesidad de evitar toda forma de subjetivismo en el ejercicio de su ministerio, y de adherir corresponsablemente a los programas pastorales. Esta adhesi?n, adem?s de ser expresi?n de madurez, contribuye a edificar la unidad en la comuni?n, que es indispensable para la obra de la evangelizaci?n. (62)
Respetando plenamente la subordinaci?n jer?rquica, el presb?tero ha de ser promotor de una relaci?n afable con el propio Obispo, lleno de sincera confianza, de amistad cordial, de un verdadero esfuerzo de armon?a, y de una convergencia ideal y program?tica, que no quita nada a una inteligente capacidad de iniciativa personal y empuje pastoral.(63)
25. Comuni?n en el presbiterio
Por la fuerza del sacramento del Orden, ? cada sacerdote est? unido a los dem?s miembros del presbiterio por particulares v?nculos de caridad apost?lica, de ministerio y de fraternidad ? 64 El presb?tero est? unido al ? Ordo Presbyterorum ?: as? se constituye una unidad, que puede considerarse como verdadera familia, en la que los v?nculos no proceden de la carne o de la sangre sino de la gracia del Orden.(65)
La pertenencia a un concreto presbiterio,(66) se da siempre en el ?mbito de una Iglesia Particular, de un Ordinariato o de una Prelatura personal. A diferencia del Colegio Episcopal, parece que no existen las bases teol?gicas que permitan afirmar la existencia de un presbiterio universal.
Por tanto, la fraternidad sacerdotal y la pertenencia al presbiterio son elementos caracter?sticos del sacerdote. Con respecto a esto, es particularmente significativo el rito ? que se realiza en la ordenaci?n presbiteral ? de la imposici?n de las manos por pare del Obispo, al cual toman parte todos los presb?teros presentes para indicar, por una parte, la participaci?n en el mismo grado del ministerio, y por otra, que el sacerdote no puede actuar solo, sino siempre dentro del presbiterio, como hermano de todos aquellos que lo constituyen.(67)
26. Incardinaci?n en una Iglesia particular
La incardinaci?n en una determinada Iglesia particular (68) constituye un aut?ntico vinculo jur?dico,(69) que tiene tambi?n valor espiritual, ya que de ella brota ? la relaci?n con el Obispo en el ?nico presbiterio, la condivisi?n de su solicitud eclesial, la dedicaci?n al cuidado evang?lico del Pueblo de Dios en las condiciones concretas hist?ricas y ambientales ?.(70) Desde esta perspectiva, la relaci?n con la Iglesia particular es fuente de significados tambi?n para la acci?n pastoral.
Para tal prop?sito, no hay que olvidar que los sacerdotes seculares no incardinados en la Di?cesis y los sacerdotes miembros de un Instituto religioso o de una Sociedad de vida apost?lica ? que viven en la Di?cesis y ejercitan, para su bien, alg?n oficio ? aunque est?n sometidos a sus leg?timos Ordinarios, pertenecen con pleno o con distinto titulo al presbiterio de esa Di?cesis (71) donde ? tienen voz, tanto activa como pasiva, para constituir el consejo presbiteral ?.(72) Los sacerdotes religiosos, en particular, con unidad de fuerzas, comparten la solicitud pastoral ofreciendo el contributo de carismas espec?ficos y ? estimulando con su presencia a la Iglesia particular para que viva m?s intensamente su apertura universal ?(73) .
Los presb?teros incardinados en una Di?cesis pero que est?n al servicio de alg?n movimiento eclesial aprobado por la Autoridad eclesi?stica competente,(74) sean conscientes de su pertenencia al presbiterio de la Di?cesis en la que desarrollan su ministerio, y Lleven a la pr?ctica el deber de colaborar sinceramente con ?l. El Obispo de incardinaci?n, a su vez, ha de respetar el estilo de vida requerido por el movimiento, y estar? dispuesto ? a norma del derecho ? a permitir que el presb?tero pueda prestar su servicio en otras Iglesias, si esto es parte del carisma del movimiento mismo.(75)
27. El presbiterio, lugar de santificaci?n
El presbiterio es el lugar privilegiado en donde el sacerdote debiera poder encontrar los medios espec?ficos de santificaci?n y de evangelizaci?n; all? mismo debiera ser ayudado a superar los limites y debilidades propios de la naturaleza humana, especialmente aquellos problemas que hoy d?a se sienten con particular intensidad.
El sacerdote, por tanto, har? todos los esfuerzos necesarios para evitar vivir el propio sacerdocio de modo aislado y subjetivista, y buscar? favorecer la comuni?n fraterna dando y recibiendo ? de sacerdote a sacerdote el calor de la amistad, de la asistencia afectuosa, de la comprensi?n, de la correcci?n fraterna, bien consciente de que la gracia del Orden ? asume y eleva las relaciones humanas, psicol?gicas, afectivas, amistosas y espirituales..., y se concreta en las formas m?s variadas de ayuda mutua, no s?lo espirituales sino tambi?n materiales ?,(76)
Todo esto se expresa en la liturgia de la Misa in Cena Domini del Jueves Santo, la cu?l muestra c?mo de la comuni?n eucar?stica ? nacida en la Ultima Cena ? los sacerdotes reciben la capacidad de amarse unos a otros como el Maestro los ama(77).
28. Amistad sacerdotal
El profundo y eclesial sentido del presbiterio, no s?lo no impide sino que facilita las responsabilidades personales de cada presb?tero en el cumplimiento del ministerio particular, que le es confiado por el Obispo.(78) La capacidad de cultivar y vivir maduras y profundas amistades sacerdotales se revela fuente de serenidad y de alegr?a en el ejercicio del ministerio; las amistades verdaderas son ayuda decisiva en las dificultades y, a la vez, ayuda preciosa para incrementar la caridad pastoral, que el presb?tero debe ejercitar de modo particular con aquellos hermanos en el sacerdocio, que se encuentren necesitados de comprensi?n, ayuda y apoyo.
29. Vida en com?n
Una manifestaci?n de esta comuni?n es tambi?n la vida en com?n, que ha sido favorecida desde siempre por la Iglesia ; (80) recientemente ha sido reavivada por los documentos del Concilio Vaticano II,(81) y del Magisterio sucesivo,(82) y es llevada a la pr?ctica positivamente en no pocas di?cesis.
Entre las diversas formas posibles de vida en com?n (casa com?n, comunidad de mesa, etc.), se ha de dar el m?ximo valor a la participaci?n comunitaria en la oraci?n lit?rgica.(83) Las diversas modalidades han de favorecerse de acuerdo con las posibilidades y conveniencias pr?cticas, sin remarcar necesariamente laudables modelos propios de la vida religiosa. De modo particular hay que alabar aquellas asociaciones que favorecen la fraternidad sacerdotal, la santidad en el ejercicio del ministerio, la comuni?n con el Obispo y con toda la Iglesia.(84)
Es de desear que los p?rrocos est?n disponibles para favorecer la vida en com?n en la casa parroquial con sus vicarios,(85) estim?ndolos efectivamente como a sus cooperadores y part?cipes de la solicitud pastoral; por su parte, para construir la comuni?n sacerdotal, los vicarios han de reconocer y respetar la autoridad del p?rroco.(86)
30. Comuni?n con los fieles laicos
Hombre de comuni?n, el sacerdote no podr? expresar su amor al Se?or y a la Iglesia sin traducirlo en un amor efectivo e incondicionado por el Pueblo cristiano, objeto de sus desvelos pastorales.(87)
Como Cristo, debe hacerse ? como una transparencia suya en medio del reba?o ? que le ha sido confiado,(88) poni?ndose en relaci?n positiva y de promoci?n con respecto a lo fieles laicos. Ha de poner al servicio de los laicos todo su ministerio sacerdotal y su caridad pastoral,(89) a la vez que les reconoce la dignidad de hijos de Dios y promueve la funci?n propia de los laicos en la Iglesia. Consciente de la profunda comuni?n, que lo vincula a los fieles laicos y a los religiosos, el sacerdote dedicar? todo esfuerzo a ? suscitar y desarrollar la corresponsabilidad en la com?n y ?nica misi?n de salvaci?n; ha de valorar, en fin, pronta y cordialmente, todos los carismas y funciones, que el Esp?ritu ofrece a los creyentes para la edificaci?n de la Iglesia ?.(90)
M?s concretamente, el p?rroco, siempre en la b?squeda del bien com?n de la Iglesia, favorecer? las asociaciones de fieles y los movimientos, que se propongan finalidades religiosas,(91) acogi?ndolas a todas, y ayud?ndolas a encontrar la unidad entre s?, en la oraci?n y en la acci?n apost?lica.
En cuanto re?ne la familia de Dios y realiza la Iglesia-comuni?n, el presb?tero pasa a ser el pont?fice, aquel que une al hombre con Dios, haci?ndose hermano de los hombres a la vez que quiere ser su pastor, padre y maestro.(92) Para el hombre de hoy, que busca el sentido de su existir, el sacerdote es el gu?a que lleva al encuentro con Cristo, encuentro que se realiza como anuncio y como realidad ya presente ? aunque no de forma definitiva ? en la Iglesia. De ese modo, el presb?tero, puesto al servicio del Pueblo de Dios, se presentar? como experto en humanidad, hombre de verdad y de comuni?n y, en fin, como testigo de la solicitud del Unico Pastor por todas y cada una de sus ovejas. La comunidad podr? contar, segura, con su dedicaci?n, con su disponibilidad, con su infatigable obra de evangelizaci?n y, sobre todo, con su amor fiel e incondicionado.
El sacerdote, por tanto, ejercitar? su misi?n espiritual con amabilidad y firmeza, con humildad y esp?ritu de servicio; (93) tendr? compasi?n de los sufrimientos que aquejan a los hombres, sobre todo de aquellos que derivan de las m?ltiples formas ? viejas y nuevas ?, que asume la pobreza tanto material como espiritual. Sabr? tambi?n inclinarse con misericordia sobre el dif?cil e incierto camino de conversi?n de los pecadores : a ellos se prodigara con el don de la verdad ; con ellos ha de llenarse de la paciente y animante benevolencia del Buen Pastor, que no reprocha a la oveja perdida sino que la carga sobre sus hombros y hace fiesta por su retorno al redil (cfr. Lc 15, 4-7).(94)
31. Comuni?n con los miembros de Institutos de vida consagrada.
Particular atenci?n reservara el sacerdote a las relaciones con los hermanos y hermanas comprometidos en la vida de especial consagraci?n a Dios en todas sus formas ; les mostrara su aprecio sincero y su operativo esp?ritu de colaboraci?n apost?lica ; respetara y promover? los carismas espec?ficos. En fin, cooperara para que la vida consagrada aparezca siempre mas luminosa ? para el provecho de la entera Iglesia ? y atractiva a las nuevas generaciones.
Inspirado por este esp?ritu de estima a la vida consagrada, el sacerdote se esforzara especialmente en la atencion de aquellas comunidades, que por diversos motivos, esten especialmente necesitadas de buena doctrina, de asistencia y de aliento en la fidelidad.
32. Pastoral vocaci?n
Cada sacerdote reservar? una atenci?n esmerada a la pastoral vocacional. No dejar? de incentivar la oraci?n por las vocaciones y se prodigara en la catequesis. Ha de esforzarse tambi?n, en la formaci?n de los ac?litos, lectores y colaboradores de todo genero. Favorecer?, adem?s, iniciativas apropiadas, que, mediante una relaci?n personal, hagan descubrir los talentos y sepa individuar la voluntad de Dios hacia una elecci?n valiente en el seguimiento de Cristo.(95)
Deben estar integrados a la pastoral org?nica y ordinaria, porque constituyen elementos imprescindibles de esta labor, entre otros : la conciencia clara de la propia identidad, la coherencia de vida, la alegr?a sincera y el ardor misionero.
El sacerdote mantendr? siempre relaciones de colaboraci?n cordial y de afecto sincero con el seminario, cuna de la propia vocaci?n y palestra de aprendizaje de la primera experiencia de vida comunitaria.
Es ?exigencia ineludible de la caridad pastoral?(96) que cada presb?tero ? secundario de la gracia del Esp?ritu Santo ? se preocupe de suscitar al menos una vocaci?n sacerdotal que pueda continuar su ministerio.
33. Compromiso pol?tico y social.
El sacerdote estar? por encima de toda parcialidad pol?tica, pues es servidor de la Iglesia: no olvidemos que la Esposa de Cristo, por su universalidad y catolicidad, no puede atarse a las contingencias hist?ricas. No puede tomar parte activa en partidos pol?ticos o en la conducci?n de asociaciones sindicales, a menos que, seg?n el juicio de la autoridad eclesi?stica competente, as? lo requieran la defensa de los derechos de la Iglesia y la promoci?n del bien com?n. (97) Las actividades pol?ticas y sindicales son cosas en si mismas buenas, pero son ajenas al estado clerical, ya que pueden constituir un grave peligro de ruptura eclesial(98).
Como Jes?s (cfr. Jn ?, 15 ss.), el presb?tero ? debe renunciar a comprometerse en formas de pol?tica activa, sobre todo cuando se trata de tomar partido ? lo que casi siempre ocurre ? para permanecer como el hombre de todos en clave de fraternidad espiritual ?.(99) Todo fiel debe poder siempre acudir al sacerdote, sin sentirse excluido por ninguna raz?n.
El presb?tero recordar? que ? no corresponde a los Pastores de la Iglesia intervenir directamente en la acci?n pol?tica ni en la organizaci?n social. Esta tarea, de hecho, es parte de la vocaci?n de los fieles laicos, quienes act?an por su propia iniciativa junto con sus conciudadanos ?.(100) Adem?s, el presb?tero ha de empe?arse ? en el esfuerzo por formar rectamente la conciencia de los fieles laicos ?.(101)
La reducci?n de su misi?n a tareas temporales ? puramente sociales o pol?ticas, ajenas, en todo caso, a su propia identidad ? no es una conquista sino una grav?sima p?rdida para la fecundidad evang?lica de la Iglesia entera.
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Cap?tulo II
ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL
34.Interpretar los signos de los tiempos
La vida y el ministerio de los sacerdotes se desarrollan siempre en el contexto hist?rico, a veces lleno de nuevos problemas y de ventajas in?ditas, en el que le toca vivir a la Iglesia peregrina en el mundo.
El sacerdocio no nace de la historia sino de la inmutable voluntad del Se?or. Sin embargo, se enfrenta con las circunstancias hist?ricas y, aunque sigue fiel a s? mismo, se configura en cuanto a sus rasgos concretos mediante una relaci?n cr?tica y una b?squeda de sinton?a evang?lica con los ? signos de los tiempos ?. Por lo tanto, los presb?teros tienen el deber de interpretar estos ? signos ? a la luz de la fe y someterlos a un discernimiento prudente. En cualquier caso, no podr?n ignorarlos, sobre todo si se quiere orientar de modo eficaz e id?neo la propia vida, de manera que su servicio y testimonio sean siempre m?s fecundos para el reino de Dios.
En la fase actual de la vida de la Iglesia y de la sociedad, los presb?teros son llamados a vivir con profundidad su ministerio, teniendo en consideraci?n las exigencias m?s profundas, numerosas y delicadas, no s?lo de orden pastoral, sino tambi?n las realidades sociales y culturales a las que tienen que hacer frente.(102)
Hoy, por lo tanto, ellos est?n empe?ados en diversos campos de apostolado, que requieren dedicaci?n completa, generosidad, preparaci?n intelectual y, sobre todo, una vida espiritual madura y profunda, radicada en la caridad pastoral, que es el camino espec?fico de santidad para ellos y, adem?s, constituye un aut?ntico servicio a los fieles en el ministerio pastoral.
35. La exigencia de la nueva evangelizaci?n
De esto deriva que el sacerdote est? comprometido, de modo particular?simo, en el empe?o de toda la Iglesia para la nueva evangelizaci?n. Partiendo de la fe en Jesucristo, Redentor del hombre, tiene la certeza de que en ?l hay una ? inescrutable riqueza ? (Ef 3, 8), que no puede agotar ninguna ?poca ni ninguna cultura, y a la que los hombres siempre pueden acercarse para enriquecerse.(103)
Por tanto, ?sta es la hora de una renovaci?n de nuestra fe en Jesucristo, que es el mismo ? ayer, hoy y siempre ? (Hebr 13, 8). Por eso, ? la llamada a la nueva evangelizaci?n es sobre todo una llamada a la conversi?n ?.(104) Al mismo tiempo, es una llamada a aquella esperanza ? que se apoya en las promesas de Dios, y que tiene como certeza indefectible la resurrecci?n de Cristo, su victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte, primer anuncio y ra?z de toda evangelizaci?n, fundamento de toda promoci?n humana, principio de toda aut?ntica cultura cristiana ?(105)
En un contexto as?, el sacerdote debe sobre todo reavivar su fe, su esperanza y su amor sincero al Se?or, de modo que pueda ofrecer a Jes?s a la contemplaci?n de los fieles y de todos los hombres como realmente es: una Persona viva, fascinante, que nos ama m?s que nadie porque ha dado su vida por nosotros; ? no hay amor m?s grande que dar la vida por los amigos ? (Jn 15, 13).
Al mismo tiempo, el sacerdote, consciente de que toda persona est?de modos diversos?a la b?squeda de un amor capaz de llevarla m?s all? de los estrechos l?mites dela propia debilidad, del propio ego?smo y, sobre todo, de la misma muerte, proclamar? que Jesucristo es la respuesta a todas estas inquietudes.
En la nueva evangelizaci?n, el sacerdote est? llamado a ser heraldo de la esperanza.(106)
36. El desaf?o de las sectas y de los nuevos cultos
La proliferaci?n de sectas y nuevos cultos, as? como su difusi?n, tambi?n entre fieles cat?licos, constituye un particular desaf?o al ministerio pastoral. Hay motivaciones diversas y complejas en el origen de este fen?meno. De todos modos, el ministerio de los presb?teros ha de responder con prontitud e incisividad a la b?squeda ? que hoy emerge con particular fuerza ? de lo sagrado y de la verdadera espiritualidad.
En estos ?ltimos a?os se advierte con evidencia que son eminentemente pastorales las motivaciones que reclaman al sacerdote como hombre de Dios y maestro de oraci?n.
Al mismo tiempo, se impone la necesidad de hacer que la comunidad, confiada a sus cuidados pastorales sea realmente acogedora, de modo que se evite el anonimato y que nadie sea tratado con indiferencia.
Se trata de una responsabilidad que recae, ciertamente, sobre cada uno de los fieles y, en modo totalmente particular , sobre el presb?tero , que es el hombre de la comuni?n.
Si ?l sabe acoger con estima y respeto a todos los que se le acerquen, sabiendo valorar la personalidad de todos, entonces crear? un estilo de caridad aut?ntica, que resultar? contagioso y se extender? gradualmente a toda la comunidad.
Para vencer el desaf?o de las sectas y cultos nuevos, es particularmente importante una catequesis madura y completa; este trabajo catequ?tico requiere hoy un esfuerzo especial por parte del sacerdote, a fin de que todos sus fieles conozcan realmente el significado de la vocaci?n cristiana y de la fe cat?lica. De modo particular, los fieles deben ser educados en el conocimiento profundo de la relaci?n, que existe entre su espec?fica vocaci?n en Cristo y la pertenencia a Su Iglesia, a la que deben aprender a amar filial y tenazmente.
Todo esto se realizar? si el sacerdote evita, tanto en su vida como en su ministerio, todo lo que pueda provocar indiferencia, frialdad o identificaci?n selectiva en relaci?n con la Iglesia.
37. Luces y sombras de la labor ministerial
Es un motivo de consuelo se?alar que hoy la gran mayor?a de los sacerdotes de todas las edades desarrollan su ministerio con un esfuerzo gozoso, frecuentemente fruto de un hero?smo silencioso. Trabajan hasta el l?mite de sus propias energ?as, sin ver, a veces, los frutos de su labor.
En virtud de este esfuerzo, ellos constituyen hoy un anuncio vivo de la gracia divina que, una vez recibida en el momento de la ordenaci?n, sigue dando un ?mpetu siempre nuevo al ejercicio del sagrado ministerio.
Junto a estas luces, que iluminan la vida del sacerdote, no faltan sombras, que tienden a disminuir la belleza de su testimonio y a hacerlo menos cre?ble al mundo.
El ministerio sacerdotal es una empresa fascinante pero ardua, siempre expuesta a la incomprensi?n y a la marginaci?n; sobre todo hoy d?a, el sacerdote sufre con frecuencia la fatiga, la desconfianza, el aislamiento y la soledad.
Para vencer este desaf?o, que la mentalidad secularista plantea al presb?tero, ?ste har? todos los esfuerzos posibles para reservar el primado absoluto a la vida espiritual, al estar siempre con Cristo, y a vivir con generosidad la caridad pastoral intensificando la comuni?n con todos y, en primer lugar, con los otros sacerdotes.
Estar con Cristo en la oraci?n
38. La primac?a de la vida espiritual.
Se podr?a decir que el presb?tero ha sido concebido en la larga noche de oraci?n en la que el Se?or Jes?s habl? al Padre acerca de sus Ap?stoles y, ciertamente, de todos aquellos que, a lo largo de los siglos, participar?an de su misma misi?n (cfr. Lc ?, 12; Jn 17, 15-20). La misma oraci?n de Jes?s en el huerto de Getseman? (cfr. Mt 26, 36-44), dirigida toda ella hacia el sacrificio sacerdotal del G?lgota, manifiesta de modo paradigm?tico ? hasta qu? punto nuestro sacerdocio debe esta profundamente vinculado a la oraci?n, radicado en la oraci?n ?.(107)
Nacidos como fruto de esta oraci?n, los presb?teros mantendr?n vivo su ministerio con una vida espiritual a la que dar?n primac?a absoluta, evitando descuidarla a causa de las diversas actividades. Para desarrollar un ministerio pastoral fructuoso, el sacerdote necesita tener una sinton?a particular y profunda con Cristo, el Buen Pastor, el ?nico protagonista principal de cada acci?n pastoral.
39. Medios para la vida espiritual
Tal vida espiritual debe encarnarse en la existencia de cada presb?tero a trav?s de la liturgia, la oraci?n personal, el tenor de vida y la pr?ctica de las virtudes cristianas; todo esto contribuye a la fecundidad de la acci?n ministerial. La misma configuraci?n con Cristo exige respirar un clima de amistad y de encuentro personal con el Se?or Jes?s y de servicio a la Iglesia, su Cuerpo, que el presb?tero amar?, d?ndose a ella mediante el servicio ministerial a cada uno de los fieles.(108)
Por lo tanto, es necesario que el sacerdote organice su vida de oraci?n de modo que incluya: la celebraci?n diaria de la eucarist?a (109) con una adecuada preparaci?n y acci?n de gracias; la confesi?n frecuente(110) y la direcci?n espiritual ya practicada en el Seminario; "' la celebraci?n ?ntegra y fervorosa de la liturgia de las horas,(ll2) obligaci?n cotidiana; (113) el examen de conciencia; (114) la oraci?n mental propiamente dicha; (115) la lectio divina;(116) Los ratos prolongados de silencio y de di?logo, sobre todo, en ejercicios y retiros espirituales peri?dicos; (117) las preciosas expresiones de devoci?n mariana como el Rosario; (118) el Via Crucis y otros ejercicios piadosos; (119) la provechosa lectura hagiogr?fica. (120)
Cada a?o, como un signo del deseo duradero de fidelidad, los presb?teros renuevan en la S. Misa de Jueves Santo, delante del Obispo y junto con ?l, las promesas hechas en la ordenaci?n.(l2l)
El cuidado de la vida espiritual se debe sentir como una exigencia gozosa por parte del mismo sacerdote, pero tambi?n como un derecho de los fieles que buscan en ?l ? consciente o inconscientemente ? al hombre de Dios, al consejero, al mediador de paz, al amigo fiel y prudente y al gu?a seguro en quien se pueda confiar en los momentos m?s dif?ciles de la vida para hallar consuelo y firmeza.(l22)
40. Imitar a Cristo que ora
A causa de las numerosas obligaciones muchas veces procedentes de la actividad pastoral, hoy m?s que nunca, la vida de los presb?teros est? expuesta a una serie de solicitudes, que lo podr?an llevar a un creciente activismo exterior, someti?ndolo a un ritmo a veces fren?tico y desolador.
Contra tal tentaci?n no se debe olvidar que la primera intenci?n de Jes?s fue convocar en torno a s? a los Ap?stoles, sobre todo para que ? estuviesen con ?l ? (Mc 3, 14).
El mismo Hijo de Dios ha querido dejarnos el testimonio de su oraci?n.
De hecho, con mucha frecuencia los Evangelios nos presentan a Cristo en oraci?n: cuando el Padre le revela su misi?n (Lc 3,21-22), antes de la llamada de los Ap?stoles (Lc 6,12), en la acci?n de gracias durante la multiplicaci?n de los panes (Mt14,19; 15, 36; Mc 6, 41; 8,7; Lc 9, 16;Jn 6,11), en la transfiguraci?n en el monte (Lc 9, 28-29), cuando sana al sordomudo (Mc 7, 34) y resucita a L?zaro (Jn 11, 41 ss), antes de la confesi?n de Pedro (Lc 9, 18), cuando ense?a a los disc?pulos a orar (Lc 11, 1), cuando regresan de su misi?n (Mt 11,25 ss; Lc 10,21), al bendecir a los ni?os (Mt 19, 13) y al rezar por Pedro (Lc 22,32).
Toda su actividad cotidiana nac?a de la oraci?n. Se retiraba al desierto o al monte a orar (Mc l, 35; 6,46;Lc 5, 16; Mt 4,1; 14, 23), se levantaba de madrugada (Mc 1, 35) y pasaba la noche entera en oraci?n con Dios (Mt 14,23.25; Mc 6, 46.48; Lc 6, 12).
Hasta el final de su vida, en la ?ltima Cena (Jn 17, 1-26), durante la agon?a (Mt 26,36-44), en la Cruz (Lc 23,34.46; Mt 27,46; Mc 15,34) el divino Maestro demostr? que la oraci?n animaba su ministerio mesi?nico y su ?xodo pascual. Resucitado de la muerte, vive para siempre e intercede por nosotros (Hebr 7,25).(l23)
Siguiendo el ejemplo de Cristo, el sacerdote debe saber mantener ? vivos y frecuentes ? los ratos de silencio y de oraci?n, en los que cultiva y profundiza en el trato existencial con la Persona viva de Nuestro Se?or Jes?s.
41. Imitar a la Iglesia que ora
Para permanecer fiel al empe?o de ? estar con Jes?s ?, hace falta que el presb?tero sepa imitar a la Iglesia que ora.
Al difundir la Palabra de Dios, que ?l mismo ha recibido con gozo, el sacerdote recuerda la exhortaci?n del evangelio hecha por el obispo el d?a de su ordenaci?n: ? Por esto, haciendo de la Palabra el objeto continuo de tu reflexi?n, cree siempre lo que lees, ense?a lo que crees y haz vida lo que ense?as. De este modo, mientras dar?s alimento al Pueblo de Dios con la doctrina y ser?s consuelo y apoyo con el buen testimonio de vida, ser? constructor del templo de Dios, que es la Iglesia ?. De modo semejante, en cuanto a la celebraci?n de los sacramentos, y en particular de la Eucarist?a: ? S? por lo tanto consciente de lo que haces, imita lo que realizas y, ya que celebras el misterio de la muerte y resurrecci?n del Se?or, lleva la muerte de Cristo en tu cuerpo y camina en su vida nueva ?. Finalmente, con respecto a la direcci?n pastoral del Pueblo de Dios, a fin de conducirlo al Padre: ? Por esto, no ceses nunca de tener la mirada puesta en Cristo, Pastor bueno, que ha venido no para ser servido, sino para servir y para buscar y salvar a los que se han perdido ?.(124)
42. La Oraci?n como comuni?n
Fortalecido por el especial vinculo con el Se?or, el presb?tero sabr? afrontar los momentos en que se podr?a sentir solo entre los hombres; adem?s, renovar? con vigor su trato con Jes?s, que en la Eucarist?a es su refugio y su mejor descanso.
As? como Jes?s, que, mientras estaba a solas, estaba continuamente con el Padre (cfr. lc 3,21; Mc l, 35), tambi?n el presb?tero debe ser el hombre, que, en la soledad, encuentra la comuni?n con Dios,(125) por lo que podr? decir con San Ambrosio: ? Nunca estoy tan poco solo como cuando estoy solo ? (126)
Junto al Se?or, el presb?tero encontrar? la fuerza y los instrumentos para acercar a los hombres a Dios, para encender la fe de los dem?s, para suscitar esfuerzo y coparticipaci?n .
La caridad pastoral
43. Manifestaci?n de la caridad de Cristo
La caridad pastoral constituye el principio interior y din?mico capaz de unificar las m?ltiples y diversas actividades del sacerdote y ? dado el contexto socio-cultural en el que vive ? es instrumento indispensable para llevar a los hombres a la vida de la gracia.
Plasmada con esta caridad, la actividad ministerial ser? una manifestaci?n de la caridad de Cristo, de la que el presb?tero sabr? expresar actitudes y conductas hasta la donaci?n total de s? mismo a la grey, que le ha sido confiada.(127)
La asimilaci?n de la caridad pastoral de Cristo ? de manera que d? forma a la propia vida ? es una meta, que exige del sacerdote continuos esfuerzos y sacrificios, porque esta no se improvisa, no conoce descanso y no se puede alcanzar de una vez par siempre. El ministro de Cristo se sentir? obligado a vivir esta realidad y a dar testimonio de ella, incluso cuando, por su edad, se le quite el peso de encargos pastorales concretos.
44. Activismo
Hoy d?a, la caridad pastoral corre el riesgo de ser vaciada de su significado por un cierto ? funcionalismo ?. De hecho, no es raro percibir en algunos sacerdotes la influencia de una mentalidad, que equivocadamente tiende a reducir el sacerdocio ministerial a los aspectos funcionales. Esta concepci?n reduccionista del ministerio sacerdotal lleva el peligro de vaciar la vida de los presb?teros y, con frecuencia, llenarla de formas no conformes al propio ministerio.
El sacerdote, que se sabe ministro de Cristo y de su Esposa, encontrar? en la oraci?n, en el estudio y en la lectura espiritual, la fuerza necesaria para vencer tambi?n este peligro.(128)
La predicaci?n de la Palabra
45. Fidelidad a la Palabra
Cristo encomend? a los Ap?stoles y a la Iglesia la misi?n de predicar la Buena Nueva a todos los hombres.
Transmitir la fe es revelar, anunciar y profundizar en la vocaci?n cristiana: la llamada, que Dios dirige a cada hombre al manifestarle el misterio de la salvaci?n y, a la vez, el puesto, que debe ocupar con referencia al mismo misterio, como hijo adoptivo en el Hijo.(129)
Este doble aspecto est? expresado sint?ticamente en el S?mbolo de la Fe, que es la acci?n con la que la Iglesia responde a la llamada de Dios.(130)
En el ministerio del presb?tero hay dos exigencias, que son como las dos caras de una moneda. En primer lugar, est? el car?cter misionero de la transmisi?n de la fe. El ministerio de la Palabra no puede ser abstracto o estar apartado de la vida de la gente; por el contrario, debe hacer referencia al sentido de la vida del hombre, de cada hombre y, por tanto, deber? entrar en las cuestiones m?s apremiantes, que est?n delante de la conciencia humana.
Por otro lado est? la exigencia de autenticidad, de conformidad con la fe de la Iglesia, custodia de la verdad acerca de Dios y de la vocaci?n del hombre. Esto se debe hacer con un gran sentido de responsabilidad, consciente que se trata de una cuesti?n de suma import