S?bado, 03 de junio de 2006
2 junio 2006 ZENIT publica el mensaje que ha escrito Benedicto XVI con motivo de la octog?sima Jornada Misionera Mundial 2006, que lleva por tema ?La caridad, alma de la misi?n?, que este a?o se celebra el 22 de octubre.



?Queridos hermanos y hermanas!

1. La Jornada Misionera Mundial, que celebraremos, si Dios quiere, el domingo 22 de octubre ofrece la oportunidad de reflexionar este a?o sobre el tema ?La caridad, alma de la misi?n?. La misi?n, si no est? orientada por la caridad, es decir, si no surge de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a mera actividad filantr?pica y social. El amor que Dios tiene por cada persona constituye, de hecho, el coraz?n de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y cuantos lo acogen se convierten a su vez en testigos. El amor de Dios que da vida al mundo es el amor que se nos ha entregado en Jes?s, Palabra de salvaci?n, imagen perfecta de la misericordia del Padre celestial. El mensaje salv?fico podr?a sintetizarse, por tanto, en las palabras del Evangelista Juan: ?En esto se manifest? el amor que Dios nos tiene; en que Dios envi? al mundo a su Hijo ?nico para que vivamos por medio de ?l? (1 Juan 4, 9). El mandato de difundir el anuncio de este amor fue confiado por Jes?s a los ap?stoles despu?s de su resurrecci?n y los ap?stoles, trasformados interiormente el d?a de Pentecost?s por la potencia del Esp?ritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Se?or muerto y resucitado. Desde entonces, la Iglesia sigue esta misma misi?n, que constituye para todos los creyentes un compromiso irrenunciable y permanente.

2. Toda comunidad cristiana est? llamada, por tanto, a dar a conocer que Dios es Amor. En este misterio fundamental de nuestra fe quise detenerme a reflexionar en la enc?clica ?Deus caritas est?. Dios penetra con su amor toda la creaci?n y la historia humana. El hombre, en su origen, sali? de las manos del Creador como fruto de una iniciativa de amor. El pecado ofusc? despu?s en ?l la impronta divina. Enga?ados por el maligno, los primeros padres Ad?n y Eva abandonaron la relaci?n de confianza con su Se?or, cediendo a la tentaci?n del maligno, que introdujo en ellos la sospecha de que ?l era un rival y quer?a limitarles su libertad. De este modo, se prefirieron a s? mismos en lugar del amor gratuito divino, persuadidos de que de esta manera estaban reafirmando su libre albedr?o. Como consecuencia acabaron perdiendo la felicidad original y experimentaron la amargura de la tristeza del pecado y de la muerte. Dios, sin embargo, no les abandon? y les prometi? a ellos y a su descendencia la salvaci?n, preanunciando el env?o de su Hijo unig?nito, Jes?s, que revelar?a, en la plenitud de los tiempos, su amor de Padre, un amor capaz de rescatar a toda criatura humana de la esclavitud del mal y de la muerte. En Cristo, por tanto, se ha comunicado la vida inmortal, la misma vida de la Trinidad. Gracias a Cristo, buen Pastor, que no abandona a la oveja perdida, se da la posibilidad a los hombres de todos los tiempos de entrar en la comuni?n con Dios, Padre misericordioso, dispuesto a volver a acoger en su casa al hijo pr?digo. Signo sorprendente de este amor es la Cruz. En su muerte en la cruz, Cristo --como he escrito en la enc?clica ?Deus caritas est?-- ?se realiza ese ponerse Dios contra s? mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma m?s radical [?]. Es all?, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de all? se debe definir ahora qu? es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientaci?n de su vivir y de su amar? (n. 12).

3. En la vigilia de su pasi?n, Jes?s dej? como testamento a los disc?pulos, reunidos en el Cen?culo para celebrar la Pascual, el ?mandamiento nuevo del amor? "mandatum novum"?:
?Lo que os mando es que os am?is los unos a los otros? (Juan 15, 17). El amor fraterno que el Se?or pide a sus ?amigos? tiene su manantial en el amor paterno de Dios. Observa el ap?stol Juan: ?todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios? (1 Juan 4, 7). Por tanto, para amar seg?n Dios es necesario vivir en ?l y de ?l: es Dios la primera ?casa? del hombre y s?lo quien habita en ?l arde con un fuego de caridad divina capaz de ?incendiar? al mundo. ?No es esta la misi?n de la Iglesia en todos los tiempos? Entonces no es dif?cil comprender que la autentica solicitud misionera, compromiso primario de la comunidad eclesial, est? unida a la fidelidad al amor divino, y esto vale para cada cristiano, para cada comunidad local, para las Iglesias particulares y para todo el Pueblo de Dios. Precisamente, de la conciencia de esta misi?n com?n recobra fuerzas la generosa disponibilidad de los disc?pulos de Cristo para realizar obras de promoci?n humana y espiritual que testimonian, como escrib?a el querido Juan Pablo II en la Enc?clica ?Redemptoris missio?, ?el alma de toda la actividad misionera?: ?el amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misi?n, y es tambi?n el ?nico criterio seg?n el cual todo debe hacerse y no hacerse, cambiarse y no cambiarse. Es el principio que debe dirigir toda acci?n y el fin al que debe tender. Actuando con caridad o inspirados por la caridad, nada es disconforme y todo es bueno? (n?mero 60). Ser misioneros significa amar a Dios con todo nuestro ser, hasta dar, si es necesario, incluso la vida por El. ?Cu?ntos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, tambi?n en nuestros d?as, han ofrecido el supremo testimonio de amor con el martirio! Ser misioneros es atender, como el buen Samaritano, las necesidades de todos, especialmente de los m?s pobres y necesitados, porque quien ama con el coraz?n de Cristo no busca el propio inter?s, sino ?nicamente la gloria del Padre y el bien del pr?jimo. Este es el secreto de la fecundidad apost?lica de la acci?n misionera, que supera las fronteras y las culturas, llega a los pueblos y se difunde hasta los confines extremos del mundo.

4. Queridos hermanos y hermanas, que la Jornada Misionera Mundial sea una oportunidad para comprender cada vez mejor que el testimonio del amor, alma de la misi?n, concierne a todos. Servir al Evangelio no debe considerarse como una aventura en solitario, sino como un compromiso compartido de toda comunidad. Junto a los que est?n en primera l?nea en las fronteras de la evangelizaci?n --y pienso con reconocimiento en los misioneros y las misioneras-- muchos otros, ni?os, j?venes y adultos, contribuyen con la oraci?n y su cooperaci?n en diversos modos a la difusi?n del Reino de Dios en la tierra. El deseo es que esta participaci?n crezca cada vez m?s gracias a la contribuci?n de todos. Aprovecho esta oportunidad para manifestar mi gratitud a la Congregaci?n para la Evangelizaci?n de los Pueblos y a las Pontificias Obras Misioneras (PP.OO.MM.), que con entrega coordinan los esfuerzos desplegados en todas las partes del mundo en apoyo a la acci?n de cuantos se encuentran en primera fila en las fronteras de la misi?n. Que la Virgen Mar?a, que con su presencia en la Cruz y su oraci?n en el Cen?culo colabor? activamente en los inicios de la misi?n eclesial, apoye su acci?n y ayude a los creyentes en Cristo a ser cada vez m?s capaces de aut?ntico amor, para que en un mundo espiritualmente sediento se conviertan en manantial de agua viva. Presento mi auspicio de coraz?n, mientras env?o a todos mi Bendici?n.

Vaticano, 29 de abril de 2006
BENEDICTUS PP. XVI
Publicado por verdenaranja @ 0:45  | Habla el Papa
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios