Saludo que dirigi? a Benedicto XVI el arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, en el encuentro del Papa con los nuevos movimientos y comunidades eclesiales que tuvo lugar en la tarde de este s?bado, v?spera de Pentecost?s, en la plaza de San Pedro del vaticano.
Beat?simo Padre,
En torno a Vuestra persona se ha reunido el pueblo de los movimientos y de las nuevas comunidades rebosante de alegr?a y de agradecimiento por el don de este encuentro de oraci?n, que ser? otra piedra miliar en sus vidas y en su servicio a la Iglesia. Respondiendo a la invitaci?n de Vuestra Santidad, este pueblo se ha puesto en camino desde todos los ?ngulos de la Tierra hacia el coraz?n de la Iglesia, para revivir con el Sucesor de Pedro el misterio de Pentecost?s. Y hoy, con toda la comunidad de los creyentes, regresa idealmente a aquel Cen?culo que se encuentra en los or?genes de la Iglesia y que es fuente perenne desde la cual tomar la llama viva del amor apasionado por Cristo y el impulso misionero generado de aquel ?ruido que como una impetuosa r?faga de viento, llen? toda la casa en la que se encontraban? (Hech. 2, 2). Haciendo memoria de la venida del Par?clito, los movimientos y las nuevas comunidades desean invocar junto a Ud., Beat?simo Padre ? como hace ocho a?os sucedi? con el Siervo de Dios Juan Pablo II ? una nueva y abundante efusi?n del Esp?ritu Santo sobre la Iglesia y sobre el mundo entero.
Junto a Vuestra Santidad, este pueblo desea dar gracias al Esp?ritu por el don de la esperanza que los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades representan para la Iglesia. Porque es gracias a estos carismas que una muchedumbre de hombres y mujeres de nuestro tiempo, a pesar de los vientos contrarios, han descubierto la belleza de ser cristiano y han encontrado la alegr?a de comunicarlo a los otros. Como prueba de ello, su presencia festiva en Plaza San Pedro convertida en un cen?culo al abierto, testimonia al mundo que ser disc?pulos de Cristo es bello, que encontrar a Cristo es la m?s grande y fascinante aventura que se pueda vivir.
Beat?simo Padre, usted nos ha ense?ado, que siempre donde irrumpe el Esp?ritu Santo suscita sorpresa, desconcierto, estupor porque transforma las personas, cambia el curso de la historia, genera frutos que no habr?an podido nacer de la planificaci?n humana. Y hoy queremos elevar nuestro canto de alabanza por los frutos de santidad de vida, de comuni?n, de valent?a y de fantas?a misionera que estos carismas hacen florecer en la Iglesia de nuestro tiempo y que son signo de una renovada primavera cristiana.
?Pues bien, he aqu? que yo lo renuevo: ya est? en marcha, ?no lo reconoc?is?? (Is. 43, 19-21), dice Dios en la profec?a de Isa?as. ?El momento hist?rico que estamos viviendo es un extraordinario reflejo de las palabras del Profeta! Esta Plaza pone ante los ojos de todos una maravillosa epifan?a de la multiplicidad de los dones con los cuales el Esp?ritu de Dios contin?a a enriquecer y a adornar la Iglesia. Si bien muy diversos entre ellos, est?n profundamente unidos en el misterio de la comuni?n eclesial y un?nimemente volcados hacia la misi?n, un milagro de unidad que san Pablo nos explica cuando escribe: ?Hay diversidad de carismas, pero un mismo Esp?ritu; diversidad de ministerios, pero un mismo Se?or; diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. A cada cual se le otorga la manifestaci?n del Esp?ritu para provecho com?n? (1 Cor. 12, 4-7).
Los movimientos y las nuevas comunidades se han reunido aqu? para expresarle una vez m?s al Sucesor de Pedro: ?Estamos listos para la misi?n! ?La Iglesia puede contar con nosotros! ?El Papa y los obispos pueden contar con nosotros!
Santidad, bendiga este pueblo movido por la pasi?n de la gran causa del reino de Dios y sediento de escuchar vuestra palabra de padre y maestro en la fe.