En el bolet?n informativo "al margen" perteneciente al n?mero 62, meses Mayo-Agosto 2006, de la Instituci?n Mater Christi aparece el siguiente art?culo.
La sociedad tiene ante s? grandes retos. Esta afirmaci?n, que puede parecer un t?pico, resulta que no lo es.
Tampoco es un titular grandilocuente que permita hacer un discurso, m?s o menos demag?gico, en busca de unos postulados de cualquier orden: social, laboral, pol?tico...; sencillamente es una realidad.
Si atendemos a los comportamientos m?s habituales que se encuentran en el diario transcurrir de la vida de las personas, se puede observar que los valores que rigen son bastante personalistas, deficientes y con objetivos a conseguir inmediatos.
No se quiere pensar en las consecuencias de situaciones o de decisiones que se presentan para medio o largo plazo, y si alguna hay en este grupo, debe llevar, simplemente para ser contemplada, la garant?a de lo material y econ?mico.
Es curioso observar la sensibilidad de las personas, que en su propia concepci?n humana, moral y espiritual la hace el ser m?s perfecto que hay, en cambio, se produce un proceso de reduccionismo que termina dando unos resultados alarmantes.
Se es muy sensible a las cuestiones materiales, econ?micas. Hay medios econ?micos para hacer todo tipo de salidas: ocio, espect?culos, viajes variados, vacaciones, etc., todo va estupendo.
Por consecuencia si no hay inter?s material por medio, todo termina siendo relativo, quiz?s, muy relativo.
Se es sensible a una dificultad m?s o menos grave en la inmediatez de su aparici?n, pero cuando pasa un periodo de tiempo, no excesivo, ya aparece todo un proceso de inhibici?n y de b?squeda de salidas para deshacerse de esa situaci?n.
Es cierto que en este grupo hay veces que estas dificultades son de tal calibre o afectan tan directamente, que por mucho que se quiera huir no se pueden evitar sus consecuencias, pero a?n as?, qui?n no conoce personas que viven sin la atenci?n debida de sus deudores naturales.
Se es sensible a cualquier tragedia de cualquier magnitud, sea de tipo natural, sea por causa violenta o de cualquier otro orden.
En este caso, inmediatamente la sociedad se pondr? en pie, se organizaran manifestaciones de repulsa, cuestaciones para recaudar dinero para los damnificados, etc., pero pasara el tiempo, no excesivo igualmente, y solo quedar? el recuerdo muy difuso, denominado as? porque faltar? el coraje, si fuera necesario, para conseguir la soluci?n al problema surgido o para exigir las responsabilidades que se puedan derivar.
Cada d?a van aflorando noticias de sucesos de la m?s variada delincuencia que hasta hace poco eran inimaginables y que est?n socavando alarmante y lentamente la convivencia.
Ah? est?n un buen n?mero de actos delictivos que van haciendo un da?o grave a la sociedad en las personas o familias afecta-das, pero "como a uno no le ha tocado", pues despu?s de encogerse de hombros mostrando su impotencia, sigue cada cual su camino sin que, fruto del coraje apuntado m?s arriba, se le exija a nadie responsabilidades de ning?n tipo.
A quien le ha afectado directamente el suceso, sufre las tr?gicas consecuencias; si puede, lo divulga, pero al final surge como una respuesta silenciosa, que lleva el mensaje de: "t? a tocado a ti... y que le vamos a hacer".
Por el contrario se muestran exigencias en todo lo que ya se ha apuntado m?s arriba que parece interesar de una forma prioritaria y casi exclusiva: ocio, espect?culos, viajes variados, vacaciones, etc., resultando modos y comportamientos tantas veces groseros y de mal educados, porque no se permite a la persona que atiende ning?n fallo o porque se pretende obtener una comodidad, un placer u otra cualquier cosa que son imposibles ofrecer de forma normal.
Aqu? la p?rdida de esa sensibilidad que venimos comentando hace que la persona se comporte de una manera impropia, olvidando su propia condici?n y sus propias limitaciones, que tantas veces le han mostrado sus muchos fallos y deficiencias en el comportamiento con los dem?s precisamente.
El reto que tiene la sociedad, que tienen las personas para acabar con tanta insensibilidad y conseguir, por el contrario, desarrollar esta cualidad humana que la hace capaz de poder afrontar cualquier circunstancia, d?ndole la respuesta moral m?s adecuada, es identificar y reconocer en profundidad el asunto de que se trate.
De nada sirve ponerse delante de cualquier cuesti?n, de cualquier realidad, del tipo que sea, o que una persona tenga un problema, una adicci?n, o cualquier otra situaci?n problem?tica, que mientras no se identifica la realidad y no se la reconoce como tal, se hace totalmente imposible la reacci?n necesaria para ponerse en el movimiento l?gico de arreglar o de superar el tema en cuesti?n.
La inclinaci?n natural que tienen las personas a dejarse llevar de los afectos de compasi?n, humanidad y ternura, expresi?n de lo que es la sensibilidad, necesita ser atendida y cultivada.
Esto supone un esfuerzo personal considerable y continuo, que es, quiz?s, lo m?s costoso, porque la propia sociedad, con todos los medios a su alcance, no invitan precisamente a perseverar y a ser constantes en los buenos prop?sitos.
Con no poca facilidad se abandonan compromisos serios por razones de conveniencia, de ego?smo o de cualquier otro tipo que van marcados por esas se?ales de materialismo que ya se han se?alado.
Pero en todo caso, es un reto personal descubrir y ayudar a descubrir a los dem?s, que en los valores m?s inherentes a la naturaleza humana son en los que han de asentarse el desarrollo de la vida personal y en el de todas las dem?s manifestaciones de la vida.