Viernes, 09 de junio de 2006
En la revista Cooperador Paulino, perteneciente a Mayo - Agosto 2006, n?mero 134, encontramos este interesante art?culo.



Mirar a la Iglesia,
mirar a Mar?a



Jes?s dijo a su madre:
?Mujer, ah? tienes a tu hijo?
Luego dijo al disc?pulo:
?Ah? tienes a tu madre? (cf Jn 26-27).


Juan Pablo II, con motivo del inicio del tercer milenio, nos regalaba, en enero del a?o 2001, la conocid?sima carta Novo Millennio Ineunte (El Nuevo Milenio). En ella nos recordaba a los cristianos que el reto que ten?amos ahora mismo era justamente ?se: ?Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comuni?n: ?ste es el gran desaf?o que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder tambi?n a las profundas esperanzas del mundo? (n. 43).

Un reto com?n y urgente: hacer de la Iglesia la casa de la comuni?n

Frente a tantas experiencias de individualismo, de ir cada uno por su camino sin saber nada del camino del otro o de pasar de largo ante los problemas y necesidades de los hermanos heridos o maltratados por la vida, es urgente el desaf?o de la unidad y la comuni?n. Frente a los enfrentamientos y las divisiones de los pueblos o las familias y frente a las experiencias del odio o el resentimiento que habita en tantos corazones, es igualmente grave y urgente el reto de construir la casa y la escuela de la comuni?n en la Iglesia y en el mundo.
El reto, que es urgente y vale para todos los cristianos, pide un mayor compromiso en el caso de determinados grupos de cristianos, en las comunidades parroquiales o en las comunidades de vida consagrada. De ?stas, en concreto, escribi? tambi?n Juan Pablo II, en su exhortaci?n Vita consecrata (La Vida Consagrada), lo siguiente: ?La Iglesia tiene urgente necesidad de semejantes comunidades fraternas (en las que la atenci?n rec?proca ayuda a superar la soledad, y la comunicaci?n contribuye a que todos se sientan corresponsables; en las que el perd?n cicatrice las heridas, reforzando en cada uno el prop?sito de la comuni?n? (cfr. n. 45).
Esta comuni?n o fraternidad de la que hablamos, a la que tenemos que aspirar como cristianos y en favor de la que tenemos que trabajar permanentemente, nos ha de llevar a sentir a los dem?s como verdaderos hermanos, miembros del mismo Cuerpo M?stico, a sentirnos y acogerlos como ?uno que me pertenece?, a ver y valorar todo lo que de positivo hay en ellos y a saber ?dar espacio? a todos en la propia vida, llevando sus cargas y compartiendo su existencia.

Mar?a, Madre de la Iglesia, Madre y Maestra de la comuni?n

Con motivo de la celebraci?n del 40? aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, celebraci?n que tuvo lugar el pasado 8 de diciembre de 2005, el Papa Benedicto XVI dec?a en las palabras de la homil?a de la Eucarist?a del d?a: ?Permanece indeleble en mi memoria el momento en que, oyendo sus palabras: ?Mariam sanctissimam declaramus Matrem Ecclesiae?, ?declaramos a Mar?a sant?sima Madre de la Iglesia?, los padres se pusieron espont?neamente de pie y aplaudieron, rindiendo homenaje a la Madre de Dios, a nuestra Madre, a la Madre de la Iglesia?. El Papa se refer?a a aquella jornada inolvidable del 21 de noviembre de 1964, final de la tercera sesi?n del Concilio Vaticano II, en la que Pablo VI proclam? a Mar?a como Madre de la Iglesia y pidi? que se la honrase con este profundo y precioso t?tulo
Esta verdad y misterio de Mar?a como Madre de la Iglesia nos ayuda a profundizar en la comuni?n y a trabajar seria y constantemente en la comuni?n.
Ciertamente, Mar?a es de nuestra misma raza y linaje. Mar?a no es una diosa ni algo que se le parezca. Ella es criatura humana, como el resto de los humanos. Pero Mar?a, por pura gracia de Dios, por la gracia del Verbo encarnado, ha llegado a ser verdadera Madre de Dios y verdadera Madre de la Iglesia. El texto de san Juan, con el que hemos encabezado estas l?neas nos lo muestra bien claramente: Jes?s dijo a su madre: ?Mujer, ah? tienes a tu hijo?. Luego dijo al disc?pulo:?Ah? tienes a tu madre? (cfr. Jn 26-27). En el ap?stol Juan, bien lo sabemos, estaba representada la misma Iglesia, cada uno de los hombres.
Por tanto, Mar?a, por ser Madre de la Iglesia, en la que todos nacemos a la vida nueva en Cristo, es Madre de la comuni?n; es Madre de comuni?n. En cuanto que coopera con su Hijo al nuevo nacimiento de los hombres, a la vida de la gracia, al nacimiento mismo de la Iglesia, coopera a un misterio de uni?n y comuni?n. De ah? que mirar a Mar?a, sobre todo como Madre de la Iglesia, es mirar a la que engendra la comuni?n m?s honda, la que nos hace una misma familia y un mismo Cuerpo M?stico. La maternidad de Mar?a, como expresi?n m?s grande de todo su ser y vivir, es evocadora y generadora de comuni?n.
Todav?a m?s, Mar?a, al ser Madre y creadora de comuni?n, es tambi?n maestra y camino de comuni?n y fraternidad. Empe?o de fraternidad. Nos ense?a e invita a vivir como lo que realmente somos, como verdaderos hermanos. Una hermandad que, como nos recordaba Juan Pablo II, implica vida y trabajo en paz y armon?a, perd?n y curaci?n de posibles heridas y cicatrices, servicio y humildad frente a los dem?s como estilo de vida.
La que es Madre de la Iglesia nos compromete a todos sus hijos, a todos los hombres, a vivir en verdadera fraternidad y comuni?n. Nos compromete a tratar todos con el respeto y el amor de los que se saben iguales en destino y dignidad. Nos compromete a ir repartiendo miradas de preocupaci?n e inter?s por los dem?s y gestos de bondad hacia todos.
Mayo, que es mes de flores y recuerdos a Mar?a, es oportunidad para contemplarla as?, Madre de la Iglesia y de la comuni?n, Madre y maestra de la fraternidad entre los hombres y en la Iglesia misma. Con ella y a su imagen caminemos en el empe?o y tarea de hacer de la Iglesia y nuestras comunidades casa y escuela de comuni?n.


Pedro Moreno - 15/05/2006
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