Mi?rcoles, 28 de junio de 2006
A. Discurso del Papa Juan Pablo II al Consejo de la Secretar?a General del S?nodo de los Obispos (30 de abril de 1983)

Amad?simos hermanos:

1. En vuestra ?ltima reuni?n del Consejo de la Secretar?a General del S?nodo de Obispos, en la que esbozasteis las l?neas del Instrumentum laboris, propusisteis que tuviera lugar una sesi?n especial dedicada de modo particular a las cuestiones internas de esta instituci?n eclesial, joven, pero ya bien experimentada. Aceptasteis as? una labor suplementaria a vuestro trabajo ordinario. De coraz?n os lo agradezco a vosotros y tambi?n a los oficiales de la Secretar?a y a los peritos cuyo diligente estudio ha constituido una amplia base para vuestra deliberaci?n acerca de la finalidad y el funcionamiento del S?nodo de los Obispos.

Esta reuni?n vuestra ha sido como el intervalo que deja pasar el operario despu?s de haber cumplido parte del trabajo, deteni?ndose un poco para reflexionar de nuevo sobre las motivaciones y para disponerse a seguir decididamente la tarea emprendida. El S?nodo de los Obispos naci? en el terreno fecundo del Concilio Vaticano II, pudo ver la luz gracias al ingenio y sensibilidad de mi predecesor Pablo VI y empez? a dar sus frutos desde la primera Asamblea ordinaria de 1967, que tuvo lugar en esta misma sala donde ahora nos encontramos. Desde entonces, el S?nodo de los Obispos se ha ido reuniendo en fechas determinadas, aunque ha experimentado tambi?n otro tipo de Asambleas; as? ha contribuido de manera muy notable a aplicar las ense?anzas y orientaciones, tanto doctrinales como pastorales, del Concilio Vaticano II en la vida de la Iglesia universal. El modo como el S?nodo entiende y explica el Concilio, se ha convertido casi en el modo de interpretar, aplicar y desarrollar el mismo Concilio.

En efecto, considerando la riqueza de tantos frutos ya producidos y las posibilidades mismas de la todav?a joven instituci?n del S?nodo, es justo ante todo dar gracias a Dios, que inspir? su instituci?n y dirigi? sus trabajos. Igualmente es justo, despu?s de estos a?os, detenerse a reflexionar bas?ndose en la experiencia ya adquirida.

2. El S?nodo de los Obispos ha prestado ya grandes servicios al Concilio Vaticano II y podr? prestar otros en la aplicaci?n y desarrollo de las normas y orientaciones conciliares. La experiencia del per?odo postconciliar muestra muy bien c?mo la obra del S?nodo ha sido una expresi?n del ritmo de la vida pastoral en toda la Iglesia.

A las Asambleas sinodales asisten representantes de los Pastores como delegados de cada una de las Iglesias locales de todos los continentes. Ya durante la fase preparatoria se consulta a las Iglesias locales y su experiencia de la vida de fe es llevada despu?s por los obispos a la Asamblea. En ella se intercambian informaciones, sugerencias y propuestas; y a la luz del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia se delinean orientaciones comunes que, aprobadas luego por el Sucesor de San Pedro, repercuten en beneficio de las mismas Iglesias locales, de manera que toda la Iglesia pueda mantener la comuni?n en la pluralidad de culturas y situaciones. De esta manera tambi?n el S?nodo de los Obispos confirma magn?ficamente la naturaleza y realidad de la Iglesia, en la cual el Colegio Episcopal, "en cuanto compuesto de muchos, expresa la variedad y universalidad del Pueblo de Dios; y en cuanto agrupado bajo una sola Cabeza, la unidad de la grey de Cristo" (Lumen gentium, 22).

Sin duda, el S?nodo es instrumento de la colegialidad e igualmente elemento v?lido de comuni?n, aunque de forma diversa a un Concilio Ecum?nico. Se trata, con todo, siempre de un instrumento eficiente, ?gil, oportuno y adecuado para el ministerio de todas las Iglesias locales y de su rec?proca comuni?n. Esta finalidad, que pertenece de por s? al S?nodo en cuanto permanentemente constituido como "peculiar consejo de los Pastores sagrados", ya estaba presente desde su instituci?n ?tal como lo anunci? Pablo VI en la Carta Apost?lica Apostolica sollicitudo? "de manera que despu?s del Concilio continuara afluyendo al pueblo cristiano esa abundancia de beneficios, que durante el Concilio se recibi? felizmente mediante aquella estrecha uni?n nuestra con los obispos".

Que el S?nodo pueda producir beneficios todav?a mayores, depende de la aplicaci?n concreta que se d? a las conclusiones sinodales bajo la gu?a de los Pastores y de las Conferencias Episcopales en cada una de las Iglesias locales. Esta tarea postsinodal, por tanto, exige la m?xima atenci?n y un cuidado peculiar.

3. Por lo dem?s, toda la fuerza din?mica del S?nodo de los Obispos ?como vosotros hab?is puesto de relieve? se funda en la recta comprensi?n y en el ejercicio de la colegialidad de los obispos.

En efecto, el S?nodo es una expresi?n especialmente fructuosa e instrumento eficac?simo de la colegialidad episcopal, es decir, del particular servicio o responsabilidad de los obispos en torno al Obispo de la Iglesia Romana.

Ciertamente el S?nodo es una forma de expresar la colegialidad de los obispos. Todos los obispos de la Iglesia con el Obispo de Roma a la cabeza, el Sucesor de Pedro, que es "principio y fundamento perpetuo y visible de unidad" (Lumen gentium, 23) del Episcopado, constituyen el Colegio que sucede al Colegio Apost?lico, del que Pedro era la cabeza. La solidaridad que les une y la solicitud por la Iglesia universal se manifiestan en grado supremo cuando todos los obispos "cum Petro et sub Petro" se congregan en Concilio Ecum?nico. Hay, evidentemente, una diferencia real y espec?fica entre Concilio y S?nodo; con todo, el S?nodo expresa la colegialidad de modo ciertamente intenso, si bien diversamente de como lo hace el Concilio Ecum?nico.

Esta colegialidad se muestra principalmente en el modo colegial con que los Pastores de las Iglesias locales expresan sus juicios. Cuando los obispos ?especialmente tras una adecuada preparaci?n comunitaria en las propias Iglesias y colegial en sus Conferencias Episcopales (conscientes de sus obligaciones respecto a las propias comunidades y tambi?n de su solicitud por toda la Iglesia)? dan testimonio com?n de la fe y de la vida de fe, su parecer ?si es moralmente un?nime? comporta un peso eclesial peculiar que supera el aspecto simplemente formal del voto consultivo.

La vitalidad de un S?nodo depende, por cierto, de la diligencia con que se hace la preparaci?n en la comunidades eclesiales y en las Conferencias Episcopales; cuanto mejor funciona en concreto la colegialidad entre los obispos ?que expresa la comuni?n entre las Iglesias particulares?, tanto mayor ser? la contribuci?n que los obispos aportar?n a la Asamblea Sinodal. El ejercicio de la colegialidad de los Pastores en el S?nodo produce un mutuo intercambio, que sirve a la comuni?n misma, tanto de los Pastores entre s?, como de los fieles, y en definitiva resulta provechoso a la unidad siempre m?s profunda y org?nica de la Iglesia. El S?nodo, por tanto, est? al servicio de la comuni?n eclesial, que no es otra que la misma unidad de la Iglesia en su dimensi?n din?mica.

En el misterio de la Iglesia todos los elementos tienen su propio lugar y funci?n. As?, la funci?n del Pont?fice Romano lo inserta profundamente en el Colegio de los obispos como coraz?n y quicio de la comuni?n episcopal; su primado, que es a la vez un ministerio para el bien de toda la Iglesia, lo coloca en relaciones de uni?n y colaboraci?n m?s intensas. El mismo S?nodo pone m?s en relieve el nexo ?ntimo entre colegialidad y primado: la tarea del Sucesor de Pedro, en efecto, es un servicio a la colegialidad de los obispos y, a su vez, la colegialidad efectiva y afectiva de los obispos constituye una ayuda muy importante al ministerio primacial petrino.

4. Al igual que cualquier instituci?n humana, tambi?n el S?nodo de los Obispos crece y podr? crecer y desarrollar m?s sus potencialidades, tal como por otra parte ya previ? mi antecesor en la carta Apostolica sollicitudo. Algunas formas sinodales ?aunque ya est?n previstas? todav?a no han sido llevadas a cabo de manera adecuada y suficiente. Vosotros mismos hab?is examinado varias posibilidades de procedimiento y de m?todo y hab?is formulado varias propuestas hechas a lo largo de la existencia de esta instituci?n. Por mi parte, pod?is estar seguros de la gran estima que tengo por la funci?n del S?nodo de los Obispos en la Iglesia, as? como de la plena confianza que pongo en su actividad al servicio de la Iglesia universal.

En este sentido renuevo el aprecio y el agradecimiento por vuestros trabajos, sobre los que invoco la bendici?n de Dios omnipotente y la protecci?n de Mar?a, Madre de la Iglesia.
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