28 de Junio
Dios mismo ser? nuestro lugar (Difuntos)
Lecturas.- Ap 21, 1-5aa. 6b-7
Evanqelio.- Jn 17, 24 - 26
Estamos ofreciendo esta Eucarist?a por nuestro/a hermano/a N. Los familiares, los amigos, los conocidos est?is aqu? para rendirle el ?ltimo homenaje. Y para interceder ante el Se?or por ?l.
La vida, esta vida humana de que disfrutamos es el mejor regalo que Dios nos da. As? pensamos y as? actuamos todos cuando en unos momentos determinados, por ejemplo cuando ocurre un accidente, lo primero que preguntamos es ?ha habido alg?n fallecido?. Si te dicen "no", parece que todo lo dem?s no importa tanto. Y es que si se pierde la vida se pierde todo. Porque la vida es el mayor don, el mayor regalo que Dios ha hecho al hombre.
Sin embargo, tenemos que decir que la vida, esta vida humana no es en s? misma un valor absoluto. Un valor que hace que no haya nada por encima de ?l. Porque s?, hay algo que es superior todav?a a la vida humana. Es el Esp?ritu del hombre. Superior al dinero, al poder, a la ambici?n. Lo que le da al esp?ritu humano categor?a importante es saberse inmortal. Porque el esp?ritu del hombre es m?s fuerte que la materia. Esta se corrompe, mientras que el esp?ritu permanece para siempre.
Adem?s, todos sabemos que en el primer contacto que Dios tiene con el hombre en el momento mismo del Bautismo quedamos injertados a su misma vida. Vida de Dios que no se mide por a?os. Vida que es inmortal, que no perece. Hay en el Bautismo como una siembra de semillas de inmortalidad, que a la hora de la muerte en virtud de la fuerza de Cristo Resucitado, se ponen en movimiento para llenarnos de la aut?ntica vida.
Todo esto lo sabemos por los textos sagrados y por el Concilio que nos ponen en condiciones de afirmar que la muerte no es una cosa totalmente negativa, sino que es un valor en si misma, pues nos pone en contacto directo con la vida de Dios que deseamos disfrutar.
Es cierto que nos cuesta atravesar esa puerta, pero una vez abierta nos pasar? a una gran sala de comensales en la que el mismo Se?or nos ir? sirviendo.
Nos lo acaban de decir las lecturas de hoy: Iremos a " unos Cielos Nuevos y a una Tierra Nueva donde Dios mismo ser? nuestro lugar. All?, a?adir? San Pablo, "no habr? luto ni llanto ni dolor, sin paz y alegr?a sin fin".
En esta esperanza vivimos. Nos ha proclamado el Salmo: " El Se?or es mi Luz y mi Salvaci?n, a quien temer?. Una cosa pido al Se?or, lo dem?s no me importa: habitar en la Casa del Se?or por a?os sin t?rmino".
La esperanza en la que vivimos es como el ox?geno para el enfermo que tiene dificultades para respirar. Todos necesitamos esta virtud de la esperanza. En especial hoy vosotros los familiares de N., que os veis sumergidos en el dolor.
Si nos hemos reunido en torno a la mesa de la Eucarist?a es para despertar y revivir esta esperanza que no se basa, como veis, en palabras humanas, sino en la Palabra de Dios y en la fe de la Iglesia.
Para Jes?s la dignidad de la persona no est? en la cartera, ni en ning?n t?tulo de propiedad, ni en el aplauso, sino en la capacidad de amar y de servir. Para Jes?s son importantes aquellos hombres y mujeres que saben poner la vida, las cualidades y el tiempo al servicio de los dem?s.
Y nosotros sabemos que todo hombre y mujer que procura por lo que tiene y ha recibido al servicio de los dem?s, vivir? para siempre.
Os invito a recordar lo que cada uno sepa del amor que este hermano nuestro haya dado a sus familiares, esposa, padres, hijos, amigos... porque todo ese caudal de bondad todas esos actos de amor salen ahora en su defensa y le van a llevar a las manos de Dios.
Hoy estamos aqu? diciendo el ?ltimo adi?s a N. y al mismo tiempo acompa??ando a una familia dolorida. Esto es un gesto de solidaridad humana, y un gesto de amor al pr?jimo. Es tambi?n un gesto de amor a Dios, porque en la medida que amamos al pr?jimo, estamos amando a Dios. Pero luego, cuando salgamos de la Iglesia, este gesto tiene que seguir cumpli?ndose. Ese amor al pr?jimo y ese amor a Dios tienen que llegar a donde nos movemos cada uno de nosotros.
Que esta celebraci?n nos ayude a todos a amarnos un poco m?s, a amar al pr?jimo y amar a Dios. Actuando as? estamos honrando a quien hoy recordamos en nuestra oraci?n.
Que esta oraci?n sea se?al de que no olvidamos a las personas que han ido delante de nosotros y que nos han comunicado lo que ahora somos y tenemos. Presentemos al Se?or ahora nuestras plegarias por nuestro/a hermano/a N.