Homil?a para el d?a de San Pedro, que viene en "homil?as para el leccionario CICLO A" (Com?n) de colecci?n "CRISTO HOY" (Guillermo Guti?rrez, S. J.)
SAN PEDRO
Hechos, 12, 1-11
2 Tim, 4, 6-8. 17-18
Mt. 16, 13-19
De Betsaida al Vaticano Hoy es el d?a en que un humilde hijo del pueblo y del trabajo es venerado por todo el mundo cat?lico. Pueblos innumerables est?n hoy de fiesta. Lo est? tambi?n la Iglesia universal. La masa humana concentrada una vez m?s en la Plaza de San Pedro en el Vaticano ser? un espect?culo impresionante.
Sobre los restos mortales del Pescador de Galilea se alza la m?s grandiosa creaci?n arquitect?nica. En la c?pula de Miguel ?ngel los peregrinos leen estas palabras: "T? eres Pedro y sobre esta piedra edificar? mi Iglesia" (Mt, 16, 18). All? confluyen peregrinos de los cuatro puntos cardinales. Y all? les espera para bendecirles y ense?arles el sucesor de Pedro.
Si del Vaticano nos retiramos a las p?ginas del Evangelio y con ellas nos trasladamos, siglos atr?s, a las riberas del lago de Galilea, nos quedamos sorprendidos ante la modesta personalidad de este hombre. ?C?mo pudo llegar a tanto desde tan poco? Y uno se pregunta qu? pudo ver el Se?or o cu?les son sus designios para hacerle objeto de sus predilecciones.
Han sido necesarios los siglos. Porque fuera de unos milagros espectaculares en la efusi?n de Pentecost?s y unos ?xitos oratorios sin igual, el apostolado de Pedro es en general oscuro y penoso. Su muerte es un acontecimiento que no llama la atenci?n de los contempor?neos. Muere en la persecuci?n de Ner?n, crucificado en el circo. Pero es un m?rtir an?nimo, uno de tantos que daban la vida por Cristo. Su tumba desconocida ha sido descubierta por la tenacidad de la fe de sus disc?pulos. Sobre ella se levanta la c?pula de Miguel ?ngel y la instituci?n de la Iglesia.
?Qui?n y qu? era aquel hombre que se llamaba Sim?n hijo de Juan?
Personalidad de Pedro El hombre. Pedro era un hombre concreto, con una patria, una historia, una profesi?n, un car?cter que Jes?s hubo de pulir al ritmo de la vida.
Era un hombre del mar, con todas sus virtudes y defectos; pero sin cultura, ni potencia econ?mica. Un hombre oscuro, apasionado y primario, jactancioso y al mismo tiempo profundamente humilde.
Vive del trabajo que ha encallecido sus manos, lo mismo que Andr?s, hermano suyo y tambi?n ap?stol, como su padre y sus compa?eros Santiago y Juan, todos de Betsaida.
Un car?cter sin limar, piedra tosca pero de buena cantera, que Cristo fue tallando a golpes de intuici?n y de paciencia. L?der por temperamento; coraz?n de arranques espont?neos lo mismo en la valent?a que en el miedo. Enemigo de median?as, andar? siempre por los extremos hasta el momento en que la gracia de Dios le tome como por asalto para centrarle y para hacer de ?l el Maestro infalible y para timonear la barca de la Iglesia.
El elegido. Y un d?a, junto al mar, estaba Pedro con sus compa?eros remendando las redes. Pas? por all? Jes?s y le dijo: S?gueme. Yo har? de ti un pescador de hombres. E inmediatamente le sigui? (Mt. 4, 19-20).
Algo nada com?n tuvo que ver en ?l cuando despu?s de haberle sido presentado por su hermano Andr?s, clavando en ?l fijamente la mirada, le dijo: T? eres Sim?n. hijo de Juan; t? te llamar?s Cefas que significa piedra (Jn. 1, 42).
El que da sus dones gratuitamente, el que elige sin previos merecimientos, se fija en lo que ?l mismo ha hecho e invita a poner a rendimiento las propias cualidades. Responder a esa llamada es asegurar la propia realizaci?n.
El iluminado. En Cesarea de Filipo, Jes?s camina seguido de sus disc?pulos. En un momento impensado Jes?s les aborda a bocajarro: ?qui?n dice la gente que soy yo?
Ellos le refirieron las opiniones que hab?an recogido. Todas le son favorables. Generalmente se le considera relacionado con los hombres m?s espirituales en la historia de Israel. Pero esto no basta, porque deja intacto el atributo principal: la divinidad.
Insiste Jesucristo: ?Y vosotros qu? pens?is?
Es la pregunta fundamental para nuestra vida, cuya respuesta va condicionada por nuestras m?s ?ntimas convicciones y que a su vez condiciona todo nuestro futuro. La vida entera, con su manera de ser, pensar y actuar, est? en funci?n de la respuesta que demos cada uno a esta pregunta: ?qu? es Cristo para ti?
Y es el l?der Sim?n Pedro quien se hace voz para responder por todos: T? eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
En esta respuesta se condensa todo el cristianismo. Porque se afirma la existencia de un s?lo Dios que es vida y origen de la vida; la pluralidad de personas divinas; la mesianidad de Jes?s, su divinidad y encarnaci?n.
Toda la posterior obra de los te?logos y concilios se reduce a desarrollar y sacar consecuencias dogm?ticas de esta luminosa confesi?n de Pedro, pescador de Galilea.
El hombre nuevo Pedro ha dicho lo que es Jes?s. Jes?s va a decir lo que ser? Pedro.
La divinidad de Jes?s y su confesi?n no es un logro de la inteligencia humana. El hombre puede ver, observar, reflexionar. Pero dar este paso que es como un salto en el vac?o para afirmar la divinidad de Jes?s a partir de los datos observados, no es obra de las propias fuerzas de la carne o de la sangre. Es necesaria la gracia de Dios que salve este abismo. Y Pedro ha sido objeto de una gracia excepcional del Padre que le ha revelado a Jesucristo. Porque solamente el Padre puede revelar de esta manera al Hijo (Mt. 11, 27; 1 Cor. 12, 3).
La confesi?n de Jes?s sobre Pedro es ?sta: "T? eres Pedro y sobre esta piedra edificar? mi Iglesia". La promesa va ligada a la profesi?n de fe.
Jes?s hab?a hablado del hombre prudente que levanta su casa sobre roca y del insensato que la levanta sobre arena (Mt. 7, 24). Pedro es una roca sobre la que se levantar? la Iglesia. Podr?n soplar los vientos y las lluvias, podr?n arreciar las tempestades de las persecuciones, pero nada podr?n contra ella.
Pedro es la piedra que Jes?s quiere pulir, limar, antes de enterrarla como fundamento del edificio de la Iglesia. Quiere abrillantar aquellas cualidades naturales para que brillen con reflejos divinos.
Cristo corrige el triunfalismo de Pedro explic?ndole el misterio de la cruz. Inmediatamente despu?s de la confesi?n de Cesarea, Jes?s les anuncia su pasi?n. Pedro no lo comprende y quiere apartarle de esa decisi?n. Pero Jes?s le responde ?speramente: "Ret?rate de m?, Satan?s ; t? me sirves de esc?ndalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres" (Mt. 16, 23).
Corrige tambi?n su altaner?a indiscreta ense??ndole la dif?cil ciencia de la humildad: "Si no te lavo no tendr?s parte conmigo" (Jn. 13, 8).
Corrige su presunci?n, hecha de orgullo e instinto de superestimaci?n, cuando Pedro promete, sin valorar sus propias posibilidades, seguirle hasta la muerte aunque los dem?s le abandonaran. "Esta misma noche, antes de que el gallo cante, me negar?s tres veces" (Mt. 26, 34).
Corrige en Pedro la violencia. En el Huerto, sin valorar actitudes ni medir consecuencias, en un instinto primario dictado por el amor y por la conservaci?n propia y del Maestro. Pedro tira de espada y descarga un tajo sobre uno de los siervos del Pont?fice. Y Jes?s: mete tu espada en la vaina, porque todos los que hieren con hierro, con el hierro morir?n. ?Piensas que no podr?a pedir a mi Padre doce legiones de ?ngeles?... (Mt. 26, 52-53). Lo mismo que en otra ocasi?n hab?a corregido a los hijos de Zebedeo, com?pa?eros de Jes?s: "no sab?is de qu? esp?ritu sois". El esp?ritu de Jes?s no coincide con las tendencias de la carne y de la sangre.
As? aleccionado y asimiladas las lecciones bajo el excelso magisterio del Esp?ritu Santo en los d?as de Pentecost?s, Pedro se presenta ante el mun?do y las autoridades jud?as como un hombre nuevo, cuyos sentimientos no son los suyos sino los de Jes?s. A ?l le toca hacer de "vicario": sustituir con la mayor fidelidad al Maestro, imit?ndole sobre todo en el amor.
El primer papa Juntamente con la promesa de hacerle fundamento de su Iglesia le promete entregarle las llaves del Reino de los Cielos.
Entregarle las llaves significa conferirle plena potestad para atar y desatar: legislar, gobernar, santificar. Todo lo que haga en la tierra que-dar? santificado en el cielo. Pedro es el plenipotenciario de Dios.
Pero este privilegio no es exclusivamente personal. Pedro es cabeza de fila. Tras ?l viene la larga teor?a de sus 263 sucesores a quienes pasan sus promesas y poderes. La misma autoridad tiene Pablo VI que Pedro. Cristo es el que sigue siendo cabeza y fundamento. Los papas no son m?s que "vicarios" suyos. Por eso toda obediencia, acatamiento, desprecio... a un Papa, va m?s all? de su persona hasta llegar a Cristo. Toda orden que leg?timamente dimana de un Papa es en Cristo donde tiene su origen. El que a vosotros oye o desprecia es a m? a quien lo hace.
Pedro de Betsaida: primer Papa. M?s de treinta a?os de servicio a la causa sobre la base del amor. Lo dio todo y muri? crucificado como su Maestro. Por humildad pidi? ser crucificado boca abajo.
Tras ?l sus sucesores, fieles en el amor del que Pedro fue examinado tres veces (Jn. 21, 15 ss.). No todos mueren crucificados, pero todos viven en la cruz.