El P. Carlos Collantes reflexiona sobre la dignidad de la persona humana y su alcance.
(Bolet?n "Misioneros Javerianos", Mayo 2006 n?mero 423, a?o XLIII)
MISI?N Y DERECHOS HUMANOS
P. Carlos Collantes
?La dignidad humana hunde sus ra?ces en la imagen y reflejo de Dios en cada uno de nosotros. Es lo que hace a todas las personas esencialmente iguales. En nuestro tiempo, la Iglesia ha llegado a comprender m?s profundamente que la promoci?n de los derechos humanos es requerida por el Evangelio y es central en su ministerio? (Mensaje del S?nodo, 1974).
El camino hacia el reconocimiento de los derechos humanos ha sido largo, sobre todo en logros reales. El individuo libre, sujeto y protagonista de su propio destino y desarrollo ir? ocupando el centro del pensamiento en Occidente. Los ideales de libertad religiosa y de tolerancia se fueron abriendo camino poco a poco. En el pasado sociedad moderna e Iglesia se enfrentaron con frecuencia.
Los derechos humanos se van a universalizar de manera progresiva, se ir? tomando conciencia de que pertenecen a toda persona humana por el hecho de serlo, independientemente de su
raza, origen, clase social, religi?n, lengua, sexo, edad, condici?n social, opini?n pol?tica o cualquier otra condi?ci?n. Se trata de derechos inherentes a su dignidad y naturaleza, no son concesiones, ?regalos? de ning?n poder pol?tico ?generoso?; los poderes p?blicos tienen la obligaci?n de reconocerlos y garantizarlos. Sin embargo, para que tales derechos existan realmente en la pr?ctica, la sociedad tiene que reconocerlos, recogerlos en normas jur?dicas que prevean y garanticen su respeto.
Im?genes de Dios
La persona es fin y nunca medio o instrumento utilizable al servicio de otros fines o intereses, por ello toda persona merece un respeto incondicional, independientemente de su utilidad. Podemos decir que ha sido y es la conciencia de la dignidad humana ?dignidad que se ha ido afirmando y afinando de
forma progresiva a lo largo de la historia en la conciencia colectiva de los pueblos y de las personas? el fundamento ?ltimo de los derechos humanos. Esta dignidad puede tener diferentes legitimaciones de orden antropol?gico o ?tico.
Para nosotros los cristianos, el ?ltimo fundamento de esta dignidad es nuestra convicci?n de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, dignidad que se ve reforzada al haber asumido Jesucristo nuestra condici?n humana y haber sido redimidos por El. En Jes?s Dios Padre viene a nuestro encuentro, busca a cada persona, lo cual nos otorga un valor eterno, una dignidad inimaginable. Ante Dios todos somos iguales y no caben los privilegios, aunque Dios tiene sus ?preferidos?. Sabemos que Jes?s se ha identificado con los ?ltimos, los excluidos, los empobrecidos. De ah? el valor absoluto que el cristianismo otorga a la persona. De estas convicciones creyentes nace una fraternidad universal. Por ello la Iglesia afirma: ?... toda forma de discriminaci?n en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condici?n social, lengua o religi?n, debe ser venci?da y eliminada por ser contraria al plan divino? (GS, 29).
Lenta aceptaci?n
La Iglesia ha ?necesitado? bastante tiempo para reconocerlos y apoyar decididamente la lucha en favor de ellos. Una actitud que hoy puede parecernos incomprensible y miope. Hoy nos resultan dif?cilmente explicables los planteamientos contrarios a algunos dere?chos humanos de los papas del siglo XIX. Las primeras reivindicaciones de los derechos humanos fueron acompa?adas de una manifiesta hostilidad contra la Iglesia, tal vez este hecho ?y sin que pueda servir de justificaci?n? nos ayude a comprender en parte esta miop?a. Le?n XIII, el ?Papa obrero?, firme defensor de los derechos sociales y econ?micos mantuvo una actitud distinta, de sospecha frente a otros dere?chos civiles y pol?ticos. Fue sin duda Juan XXIII su firme impulsor en la en-c?clica Pacem in Terris consagrada en parte a este tema y en donde hace una lista de los derechos de la persona humana. Tal vez su m?rito haya sido el no haber puesto el acento en las divergencias doctrinales entre creyentes y no creyentes sino en las coincidencias en la pr?ctica y en una m?nima convicci?n com?n: la dignidad de la persona humana aunque var?e el fundamento doctrinal de esta dignidad. Y tras ?l, Pablo VI y Juan Pablo II y toda la Iglesia tal y como aparece en los documentos del Concilio Vaticano II y de los distintos S?nodos de las Iglesias continentales. Hoy el compromiso en favor de los derechos humanos nos parece una dimensi?n esencial e irrenunciable del mensaje evang?lico.
Con frecuencia nos encontramos ante violaciones claras y flagrantes de derechos humanos por parte de los poderes p?blicos. Otras veces ?demasiadas desgracia?damente? determinadas situaciones sociales, econ?micas : pobreza, analfabetismo, paro, escasez o saqueo de recursos, sistema de patentes que protegen los enormes intereses y beneficios econ?micos de las multinacionales farmac?uticas... dificultan, restringen o anulan el ejercicio de tales derechos. Nos en?contramos ante li?mitaciones de hecho. Su existencia real est? amenazada. El abismo enorme y que no ha hecho m?s que agravarse en los ?l?timos a?os entre personas y pa?ses ricos y pobres significa una clara violaci?n de derechos humanos. Nunca antes hab?amos generado tanta riqueza, y sin embargo nunca hab?a habido tantos millones de hermanos pasando ham?bre o viviendo en condiciones infrahumanas y claramente injustas.
Compromisos
Toda lucha contra la pobreza, contra el empobrecimiento y sus causas ser? una contribuci?n eficaz y necesaria para extender a todas las personas el derecho a vivir con dignidad. El objetivo ?ltimo, ser? en este sentido, la construcci?n de la justicia a nivel mundial, justicia que exige relaciones internacionales ?y no s?lo a nivel comercial? basadas en la igualdad.
Es necesario ir m?s all? de la ayuda asistencial y trabajar en el plano estructural y claramente pol?tico mediante acciones o presiones socio-pol?ticas.
Los campos de acci?n son m?ltiples. El inmoral problema de la deuda externa pone de manifiesto que los derechos del ?capital? (de los bancos acreedores) son m?s importantes que los derechos primarios sociales de millones de hermanos.
Trabajar, presionar, movilizarse para que esta situaci?n tan injusta termine cuanto antes significa luchar por los derechos humanos. Exigir a nuestros gobiernos el cumplimiento del 0,7. In-formarse, informar, sensibilizar la opini?n p?blica para que con su presi?n act?e sobre los pol?ticos, puede influir en el respeto real y pr?ctico de los derechos humanos. Actuar como consu?midores cr?ticos y responsables inform?ndose sobre la procedencia y las condiciones de producci?n de ciertos bienes. Vivir un estilo de vida sencillo, sobrio.
La presi?n ciudadana, c?vica y pac??fica, convencida y perseverante sobre nuestro gobernantes se convierte en un camino necesario para actuar hoy como buenos samaritanos que adem?s de curar, vendar heridas, act?an a medio y largo plazo, de manera creativa y esperanzada