Dos palabras multiseculares: Madre y Padre
La lengua madre protege la verdad de las palabras como hijas suyas que son, y por ello nunca va a permitir que se falsifiquen sus significados, porque ser?a como destruir los lazos de uni?n de las familias de las palabras que dan estabilidad e identidad al buen uso del lenguaje.
Las desviaciones antil?xicas de las ideolog?as pol?ticas est?n obsesionadas en utilizar nomenclaturas que atentan contra la sem?ntica hist?rica y el significado l?gico de los vocablos. Con absurdas y coyunturales nomenclaturas, se empe?an en destruir la voluntad de la mayoritaria conciencia ling??stica de los hablantes que ha nacido de una multisecular evoluci?n del lenguaje donde han participado innumerables generaciones de hablantes que han ido conservando las palabras que constituyen la esencia del ser y del existir de una lengua a lo largo de la Historia.
Las universales palabras: Madre y Padre se encuentran vivas desde siempre y para siempre en todas las culturas. Por m?s que se empe?en los ide?logos del lenguaje artificial, nada tienen que ver con las nomenclaturas que se han sacado de la chistera los neoliberales y los neomarxistas de la ideolog?a de g?nero: Progenitor A y Progenitor B. Por mucho que se falsifique el C?digo Civil y por m?s que se impongan esas nomenclaturas por decretos leyes fabricados a la medida de los aberrantes antojos de la ideolog?a de g?nero, no van a desarraigar el uso cotidiano y natural de las multiseculares y tan familiares palabras: Madre y Padre.
La etimolog?a de ambas palabras es la lengua latina. Del lat?n nacen: Madre-mater-matris, femenino; Padre-pater-patris, masculino. En nuestros monumentos hist?ricos, ra?z de nuestra lengua escrita y de nuestra espiritualidad cristiana cat?lica, que son las Glosas Emilianenses (siglo X, Monasterio de San Mill?n de la Cogolla en la Rioja) y las Glosas silentes (siglos X-XI, Monasterio de Santo Domingo de Silos en Burgos) aparecen ya estas palabras. Ellas forman parte de los primeros textos de nuestra lengua castellana o espa?ol. En las Glosas Silentes, uno de sus contenidos lleva el significativo t?tulo de ??rbol o Cuadro de Parentescos?. En las glosas, que don Ram?n Men?ndez Pidal, en los ?Or?genes del espa?ol? , define como ?glosas o traducciones intercalares? en romance e incluso tambi?n en vascuence, vemos estas palabras, y otras que forman parte del campo sem?ntico de la familia, escritas en lat?n eclesi?stico y en romance: matre-Mater; patre-Pater; germana-hermana; jermano-hermano; tia-t?a; tio-t?a; mulier-mujer; marito-marido; matrimonio; filiis-hijos; parents-parientes.
La palabra tan latina familia-familia se remonta en nuestra lengua hacia la fecha de 1220-50. Todas estas palabras, desde la lengua madre, el lat?n, hasta el dialecto de la misma, el castellano o espa?ol, despu?s lengua de cultura, han conservado a lo largo de los siglos su verdadera significaci?n.
Madre y Padre, en el l?xico, en la pronunciaci?n fon?tica, en la sem?ntica, en la composici?n sint?ctica, manifiestan la Historia de las ideas sociales, pol?ticas, religiosas y de organizaci?n familiar. Desde antes de los or?genes de nuestra lengua, y en la gen?tica de la misma, hasta la actualidad, estas voces familiares son con las que nacemos, crecemos, nos educamos y morimos. Por ello, siempre permanecer?n inalterables en su contenido sociol?gico, hist?rico, psicol?gico y religioso.
Jugar con la indiscutible sem?ntica de las entra?ables palabras Madre y Padre, intent?ndolas reemplazar por nomenclaturas paraling??sticas, es propio de pol?ticos sin referentes hist?ricos y sin ideas que han perdido el rumbo de la Historia y son incapaces de gobernar desde el buen uso del lenguaje. El lenguaje para ellos es como un instrumento administrativo de usar y tirar, cuyo objetivo es ocultar los verdaderos problemas que afectan a los espa?oles. Sustituir por decreto ley los vocablos Madre y Padre por las nomenclaturas de Progenitor A y Progenitor B es de un reduccionismo infraling??stico que ofende a las familias, a la sociedad y, c?mo no, al correcto empleo de la lengua castellana o espa?ol, madre de todas las palabras.
Estas nomenclaturas impuestas por un despotismo demag?gico laicista, no respetan, ni protegen, ni favorecen la naturaleza verdadera del matrimonio y de la familia.
Demuestran un desprecio absoluto por la moral p?blica, por los derechos de los padres y de los hijos; en definitiva, por el bienestar de la familia, que es el centro neur?lgico de la sociedad humana, porque sus principios y valores equilibran la convivencia.
Para los creyentes cristianos cat?licos, es un ataque m?s al cuarto mandamiento de la Ley de Dios que ordena honrar y respetar a nuestros padres (1). Si no se honra en la familia a la Madre y al Padre, en los cuales Dios ha depositado y otorgado la autoridad, se est? socavando en nuestra convivencia el principio de autoridad que debe velar por la justicia distributiva, por los derechos humanos, por el servicio a los dem?s, por los valores integrales, por las leyes del Estado de Derecho, por el principio de subsidiariedad, por la verdad de Dios y del hombre; en resumidas cuentas, por el bien com?n.
No llamar por su nombre hist?rico, natural y leg?timo a la Madre, Madre, y al Padre, Padre, es ofender a multiseculares generaciones, a tantas y tantas genealog?as de familias que han transmitido la vida, la Historia, la lengua, la cultura, la Religi?n, para que nos sintamos orgullosos y honremos su sagrada memoria.
Diego Qui?ones Est?vez
Profesor de Religi?n y Moral Cat?lica