Artículo sacado del Documento publicado conjuntamente por Obispado de Tenerife, Cabildo de Tenerife y Ayuntamiento de Güimar sobre proyecto de rehabilitación de Chinguaro.
El paraje de Chinguaro está ligado íntimamente al mundo religioso de los habitantes tinerfeños. En un comienzo, a su etapa aborigen; luego, a los inicios de la cristianización de la isla.
No es éste el lugar adecuado para adentrarnos en cuestiones relativas al cómo y porqué llegó a Tenerife la imagen de La Candelaria; tanto si fue un "hecho milagroso" o si se debió a una estrategia de Diego García de Herrera, como propone J. Álvarez Delgado (en, O. Rodríguez Delgado.1991), para iniciar los contactos y adentrarse en éste territorio; el hecho real es que, en fechas anteriores a la llegada de los europeos, en unas fechas que giran en torno al año 1450, los guanches tenían en su poder a una imagen que reconocieron y distinguieron con el rango de Divinidad.
En ésta primera etapa se desconoce qué tipo de ritos o ceremonias se utilizaban en su culto, con toda certeza parece que fueran las mismas que hasta entonces conocían y practicaban a tenor de su propia manera de entender a la divinidad y la cosmogonía general del universo. Según A. Espinosa (1980:60-61):
"Más de treinta y cuarenta años estuvo la santa reliquia en poder de fieles y en casa del rey de Güímar, o cerca, en una cuevecita sobre un altar, que de ella no tuvieron otro conocimiento más de creer que era alguna cosa sobrenatural; y de esto estaban ya certificados, porque oían muchas músicas angelicales, sentían suavísimos olores, y veían muchas luminarias de noche. Todo lo cual le confirmaba en su opinión, y así de común sentimiento le ofrecieron, cada cual según su devoción o posibilidad, las más hermosas cabras de su rebaño, que llegaron seiscientas y el rey les señaló término particular, que llamaban Igueste, donde se apacentase este ganado, con pena de muerte que ninguno llegase a él"
En relación con estos primeros momentos disponemos, además, de la valiosa información que recopiló J. Bethencourt Alfonso al referir ciertas costumbres y nombres que aún estaban en la memoria de los ancianos al final del pasado siglo. Entre los datos que aporta destaca la voz y sig¬nificación "samarás o samarines", que transcribe como: "clase sacerdotal educada en especie de seminarios, llamados "sámaras"; que se corresponden con el nombre de aquellas cuevas de esta misma denominación". Entre el inventario que presenta de cuevas con éstas características en Tenerife se encuentra "El Samarín de Chinguaro", junto con otros similares existentes en las tierras de este menceyato. Paralelamente y con esta misma significación religiosa, cuando trata de los templos aborígenes que pudo inventariar, habla de la presencia persistente en la Isla de cuevas que reciben el nombre de "Santa"; entre éstas, la "Cueva Santa de Chinguaro". Datos que, sin constituir una prueba contundente de que realmente se trate de reminiscencias de este culto, permiten entrever esta posibilidad. Otro aspecto, no obstante, sobre el que no cabe duda alguna por cuanto quede expresado en los textos de los frailes A. Espinosa y J. Abreu Galindo, el primer templo mariano dedicado a La Candelaria fue la cueva que el Mencey mandó adecuar para custodia y culto; es decir; la cueva de Chinguar. Una realidad hitórica no reconocida en las investigaciones sobre el devenir religioso, que señalan otros templos como pioneros de la fe cristiana insular.
En este sentido debemos añadir otro dato que, entendemos, confirma el sentido religioso que adquirió Chinguaro a raíz de esta aparición y que sobrevivió después del traslado de la Imagen a la Cueva de Achbinicó, en Candelaria. Nos referimos a la práctica, al parecer aún común en el siglo pasado, de denominar a la mareta que existía al pié de la Cueva de la Virgen con el nombre de "Charco del Bautisterio", según J. Bethencourt Alfonso (1991:239), en el Barranco de Chinguaro, antes "Barranco Santo". Lugar que, como otros conocidos de la Isla, revela el sincretismo religioso que reinaba en la etapa inmediatamente anterior a la Conquista; un culto en el que participaban rasgos rituales de la religión aborigen y los introducidos por la evangelización cristiana del célebre "Antón guanche".
En época histórica el culto se conservó en esta misma cueva luego dedicada a la Santa Cruz, hasta finales del siglo XVIII, como recoge O. Rodríguez Delgado (1993:172) de la Estadística de las islas Canarias (1793-1806):
"Otros lugares de culto son1/4 la Santa Cruz, en la misma cueva donde según la tradición habitaba el reu de Güímar".
La historia religiosa reciente de Chinguaro, tratada exhaustivamente por O. Rodríguez Delgado sitúa la referencia más antigua sobre la primera ermita en 1827, debida a Sabino Berthelot y a P. B. Webb, autor del dibujo "Vue de la grotte de Chinguaro et de la Chapelle de la Vierge dans le ravín de Chimisay (Tenerife)".
Otras obras de remodelación, ampliación y mejora vinieron, con el suceder de los años, a demoler esta primera ermita que, junto con la celebración de la fiesta de la Virgen el 2 de Febrero de cada año, no sólo mantenían el culto popular, sino además imbuían al peregrino güimarero en el ambiente originario de Chinguaro, experimentando un conjunto de sentimientos encontrados que permitían presentir la presencia de los guanches con sus gánigos y ganados, la proximidad de Añaterve en su tagoror o la propia inquietud, heredada del mal llamado "pactos de la traición", fruto de la amenaza con la que los lectures partidistas de la historia siempre han dejado caer sobre el pueblo güimarero.
Por todo ello, junto al valor cohersitivo que, para cada pueblo, reviste el mantenimiento de su "memoria histórica" en un mundo cada vez más tiranizado por el individualismo y la segrega¬ción, entendemos, desde nuestra modesta opinión, que la recuperación integral de Chinguaro, histórica y medioambiental para disfrute y gozo de Güímar, excede de los simples objetivos de "inversión", "protección", "adecuación" en la concesión y promoción de este tipo de proyectos.