Martes, 01 de agosto de 2006
Dios es nuestra Meta

Evangelio.- Mc. 4, 26 - 29



Estamos reunidos para celebrar esta Eucaristía-Funeral por nuestro/a hermano/a N. Y también para compartir los sentimientos que en estos momentos nos asaltan. Sentimientos, por una parte de dolor y pena, por lo que supone la separación de una persona a la que hemos conocido y a la que hemos querido. Y por otra parte, estamos también reunidos para compartir el consuelo, la cercanía, la simpatía y la amistad que nos mostramos unos a otros en estos momentos siempre difíciles.

Tengo la certeza de que la familia, especialmente los más cercanos, habéis hecho por él todo lo que habéis podido . Y esto es un motivo de satisfacción y de consuelo. Como lo es también el veros rodeados ahora de tantos que os aprecian y quieren.
Junto a la constatación de esto, hemos de hacer una sencilla reflexión. La vida es un camino. Esta metáfora se ha utilizado con tanta frecuencia como acierto. Todos estamos de acuerdo en que es así. En lo que ya no estamos todos de acuerdo es a la hora de decir cuál es la Meta a la que nos lleva ese camino.

Para unos, no hay más meta que la muerte, donde todo termina. Para otros, hay un Más Allá, aunque muchos no saben muy bien en qué consistirá. NOSOTROS sí sabemos que la vida es un camino y que esa Meta no es la nada, ni un más allá cualquiera. Nosotros sabemos que la Meta es el propio Dios. Dice San Agustín: "Al final Dios será nuestro lugar".

Por tanto tenemos que reconocer y proclamar que caminamos por la vida como los atletas o los ciclistas, con la vista puesta en la meta, amando la vida y sabiendo el sentido que tiene nuestro recorrido. No vivimos para morir. Morimos para vivir. Vivimos para resucitar. Gracias a Jesús todo está iluminado. Todo tiene sentido: la vida y la muerte. El final es gozar de la Vida con Dios, disfrutar de la Vida grande, gloriosa, plena que nos aguarda, donde vamos a saber lo que es vivir de verdad.

El Evangelio nos pide dos cosas. La 1ª: Que Dios sea el único valor absoluto de nuestra vida. Que no pongamos a nada ni a nadie por encima de El. Sencillamente, porque El es nuestra Meta. Sólo El puede seria. Sólo El es esa Vida que buscamos y hacia la que caminamos y a la que N. ha llegado ya.

Cualquier otra cosa que absoluticemos en nuestra existencia, ya sea el dinero, el poder, la fama, el consumo, la belleza, cosas de esas... no nos aportarán más que sufrimiento y muerte. Las cosas no nos pueden llenar por completo.
La 2a cosa que nos ha dicho el Evangelio es que para ser importante delante de Dios no hace falta llamar la atención y hacer cosas llamativas. El Reino de Dios es como una semilla muy pequeña, como el grano de mostaza. Algo muy pequeño pero que va creciendo y creciendo hasta hacerse un árbol grande.

Muchas veces los medios de Comunicación, los periódicos, la Radio y la T.V. nos presentan a personajes cuya vida dicen que es importante, que está llena de características sobresalientes.
Pues mirad, las personas importantes no son precisamente los famosos, los que salen en las revistas, o en la T.V. y son conocidos de todos: muy a menudo los más importantes son todas esas personas que como N. han ido viviendo día a día poniendo amor, dejando pequeñas semillas de bondad, coloreándolo todo de pequeños gestos de entrega y servicio.
decir, sin temor a equivocarnos que una vida vivida así es importante y a una vida vivida con amor le espera Vida Nueva, o sea, Resurrección.

Los que le habéis conocido a N. sabéis mejor que yo que ha sido una persona trabajadora, responsable, siempre dispuesto a hacer un favor, dispuesto a echar una mano y ayudar...En este sentido fue una persona importante, porque trató de hacer felices a los demás..
Por eso hoy nuestro recuerdo convertido en oración no se ha de quedar en el pasado, sino al revés, nos ha de estimular a mirar hacia delante. Porque nosotros aún estamos de camino y a tiempo de poner en activo todo lo que hemos aprendido y hemos descubierto de positivo y bueno en la vida de N.

Como nos ha dicho Jesús los gestos sencillos, pequeños, insignificantes tienen dentro de sí la fuerza de una semilla que crece y crece y se convierten en algo importante.
Pues bien, que el recuerdo de N., objeto de nuestro encuentro aquí, nos ayude a vivir disponibles, a vivir sin mirar al reloj cuando estamos escuchando a uno; a vivir con la puerta de nuestro corazón siempre abierta, pendientes de las personas que están junto a nosotros. Así es como entre todos iremos construyendo un mundo más humano, un mundo mejor, más conforme a lo que Jesús proyectó para felicidad de todos.

Que seamos todos conscientes de que sólo el amor, la comprensión y el diálogo pueden aportar soluciones a los problemas humanos. Nunca la violencia, la agresión ni los malos modos. Si Dios es nuestra Meta y caminamos confiados hacia El sembrando paz y fraternidad, no lo dudéis, al final de nuestro caminar nos encontraremos con Dios nuestro Padre, con quien ya está nuestro hermano N., esperándonos con los brazos abiertos e invitándonos a vivir para siempre junto a El.


Publicado por verdenaranja @ 22:01  | Homil?as
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