Mi?rcoles, 02 de agosto de 2006
Reflexiones sobre la Capilla Antigua del Convento de Don Dami?n Iguacen Borau, obispo em?rito de Tenerife, en su libro "LA RUTA VIRGEN DE CANDELARIA".


Mensaje y ense?anzas.


1). Estemos atentos al mensaje del Se?or a trav?s de los hechos evocados por este lugar que visitarnos. Durante cinco siglos aqu? han venido a decir sus miserias y problemas los canarios que aman a la Virgen. Y el Se?or los ha escuchado, porque ped?an con fe sencilla y humilde. La fe hace milagros; y aqu? los ha habido.
A lo largo de los siglos, millones de voces han aclamado: "Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las s?plicas que te dirigirnos en nuestras necesidades; antes bien, l?branos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita". Un mensaje de confianza y de conversi?n: acudir a Ella, para que interceda por nosotros, y ser como Ella, para agradar a Dios.

2) Aprendamos aqu? la gratuidad y la misericordia, que son dos actitudes b?sicas de los cristianos. Amar al que no puede corresponder, dar al que no puede devolver; amar sin buscar respuesta, a fondo perdido, con amor desarmado. ?Bienaventurados
los misericordiosos". "Sed misericordioso como vuestro Padre celestial es misericordioso". Hoy se habla mucho de justicia, y se debe hablar, y hemos de hacer una opci?n clara por ella; pero no basta la justicia. La misericordia se hace elemento indispensable para plasmar las relaciones mutuas entre los hombres en el esp?ritu del m?s profundo respeto de lo que es lo humano y de la rec?proca fraternidad; es imposible establecer este v?nculo entre hombres, si se quiere regular las relaciones mutuas ?nicamente con la medida de la justicia, nos ha recordado Juan Pablo II.

Misericordia es el amor m?s sublime, porque es amor al miserable, al que padece cualquier miseria, al que en s? mismo no es amable. Es el amor que se inclina a la miseria para comprenderla, quitarla, remediarla o aliviarla. Es el amor que se compadece, es decir, que comparte el mal del pr?jimo como propio, se duele de su desgracia, como propia y pone todos los medios para solucionarla. El hambre de la justicia debe ir acompa?ada de la virtud de la misericordia. La misericordia es amor con obras y con obras concretas. Las obras de misericordia son la prueba de la verdadera santidad. Estas obras son innumerables, tantas como las necesidades humanas. Se han fija-do en catorce: siete corporales y siete espirituales. La traducci?n actual de las obras de misericordia lleva consigo intentar seriamente solucionar los grav?simos problemas del paro, la falta de hospitalidad, la deshumanizaci?n en las relaciones, la marginaci?n, la ignorancia, la incultura, la indefensi?n, el revanchismo, la insolidaridad, la impiedad, la desasistencia social, etc.

Las obras de misericordia las podemos practicar todos los d?as. Todos los d?as, si queremos, si lo buscamos, hallaremos al pobre L?zaro, y aunque no lo busquemos le tenemos a la vista. Ya ves qu? bueno es nuestro negocio, dice San Juan Cris?stomo, qu? bueno es nuestro negocio con los pobres; ?stos no se encuentran all? en la otra vida, sino aqu?; por tanto, aqu? es donde hay que hacer acopio de aceite de buenas obras de caridad, para que nos sirvan all? cuando Jesucristo nos llame. No perdamos la oca?si?n de hacer obras de misericordia, que hoy se llaman compromiso con los pobres, opci?n por los pobres. Hay una cantidad muy grande de miserias que esperan nuestra respuesta. Podemos resolver muchas cosas y situaciones, m?s de lo que nos podemos imaginar, si amamos de verdad al pr?jimo, si le queremos de verdad.

3). De este lugar no podemos salir sin un serio compromiso de amor fraterno. La misericordia de que est?n hablando estos espacios donde tantos favores han recibido de la Virgen de Candelaria los que aqu? vinieron afligidos, es un amor-detallado, un amor-cercan?a, un amor-respuesta, un amor-soluci?n: lo dem?s ser?a un cuento. Es verdad que nuestra misericordia es limitada, los medios de que disponemos no son siempre suficientes para quitar la miseria del mundo. Pero nuestra misericordia ser? siempre proporcionada a nuestra uni?n con Dios. Esta uni?n con Dios y s?lo ella y el deseo de poseerle puede darnos la valent?a de renunciar a nosotros mismos para subvenir a las necesidades de los dem?s. Aprendamos aqu? a devolver por el amor cristiano el equilibrio a la sociedad sobre la que la malicia humana ha sembrado la injusticia, las desigualdades, la miseria.
Publicado por verdenaranja @ 22:11  | Espiritualidad
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