Reflexi?n sobre el Santuario de Nuestra Se?ora de Candelaria del libro "RUTA VIRGEN DE CANDELARIA, de Don Dami?n Iguacen Borau, obispo em?rito de Tenerife
Mensaje y ense?anzas.
El mensaje es claro. Acrecentar la vida cristiana; purificar la religiosidad popu?lar, encontrar y vivir el sentido profundo de las peregrinaciones, romer?as y procesio?nes; descubrir y vivir la verdadera devoci?n a la Virgen Mar?a.
Una de las finalidades del Santuario mariano es el incremento de la liturgia, no por el aumento num?rico de las celebraciones, sino por el perfeccionamiento de la calidad de las mismas. Los fieles que llegan al Santuario deben volverse confortados en el esp?ritu y edificados por las celebraciones lit?rgicas que en ?l se llevan a cabo, por su capacidad de comunicar el mensaje salv?fico y por la noble simplicidad de las expresiones rituales, por la observancia fiel de las normas lit?rgicas. En el Santuario se deben proporcionar a los fieles abundantemente los medios de la salvaci?n. Es primordialmente lugar de culto y exige una labor evangelizadora que lo distinga, predicaci?n asidua de la Palabra de Dios y catequesis doctrinalmente s?lida, facilidad para la recepci?n del sacramento de la penitencia, depuraci?n de las formas devocionales en las que la piedad popular se manifiesta, revis?ndolas y corrigi?ndolas cuando lo necesiten, para que nada desdiga en ellas de la verdadera devoci?n y del verdadero culto divino.
La visita al Santuario nos compromete al ejercicio de la caridad fraterna. Todo santuario en cuanto celebra la presencia, la ejemplaridad, la intercesi?n de la Virgen del Magn?ficat, es por s? mismo un hogar que irradia la luz y el calor de la caridad, el amor expresado en nombre de Dios, que encuentra sus manifestaciones concretas en la misericordia, solidaridad, compartimiento, acogida, ayuda y donaci?n, dice el Papa Juan Pablo II. En el Santuario debe florecer la caridad de Cristo y en ?l debe prolongarse la solicitud maternal de la Virgen en la acogida y hospitalidad hacia los peregrinos, sobre todo hacia los m?s pobres, a los que se ha de ofrecer, en la medida de lo posible, espacios y estructuras para un momento de reposo; en la solicitud y premura hacia los peregrinos ancianos, enfermos y minusv?lidos, a los cuales se reserva las m?s delicadas atenciones y los mejores lugares del Santuario, en la disponibilidad y en el servicio ofrecido a todos aquellos que acceden al Santuario: fieles cultos e in-cultos, pobres y ricos, propios y extra?os.
Son frecuentes las peticiones de bendici?n de objetos. Toda petici?n de bendici?n de cualquier objeto lleva consigo el compromiso de observar los mandamientos de Dios.
Los exvotos constituyen un exponente de la fe y de la piedad del pueblo creyente; son manifestaciones gr?ficas y visuales de una gratitud sincera, testimonio de fe y religiosidad, como una s?plica y alabanza que se hace presente incesante. En ellos se manifiesta el valor cultural con que el pueblo expresa dichos sentimientos y la concretez precisa de lo que se agradece. Se ha de procurar que los exvotos y promesas sean dignos, que no haya en ellos expresiones populacheras y de mal gusto, que su prolifera?ci?n y desorden no desdigan del lugar santo ni distraigan a los fieles, ni desv?en la aten?ci?n a lo que se celebra.
La confluencia de peregrinos y romeros, venidos constantemente desde todas partes, son expresi?n de amor y veneraci?n a la Virgen. Es un fen?meno que, en vez de desaparecer en este mundo secularizado, m?s bien se conserva y aumenta. Suelen estar ligadas a fechas concretas, pero son muchos los que peregrinan en cualquier momento.
Dos peligros hay que evitar: el descuido y la degradaci?n. Es un deber mantener la naturaleza y la finalidad religiosa de las mismas, lo cual exige, frecuentemente, una paciente y prudente labor de purificaci?n. Pero tambi?n hay que evitar que se confundan con cualquier otro tipo de manifestaci?n folkl?rica o cultural, no pueden quedar reducidas a simples manifestaciones culturales, de inter?s antropol?gico o tur?stico.
Las peregrinaciones, romer?as y procesiones son marchas solemnes de una multitud de fieles que se dirigen ordenadamente a un lugar sagrado para cumplir una funci?n religiosa y realizar una celebraci?n sagrada. Son marchas, desplazamientos de fie?les, es decir, de personas creyentes, que van como creyentes; pueden ir otros que no lo sean, pero deben respetar el acontecimiento, que es acontecimiento de fe, de la "sociedad cristiana". Son marchas de fieles que van ordenadamente, es decir, no es una excursi?n ni un viaje; hay un orden, unas normas que deben ser respetadas por los que voluntariamente se unen a la marcha. La meta de esta marcha es un Santuario, un lugar sagrado, para cumplir una funci?n religiosa, para una celebraci?n religiosa, que debe ser respetada por todos los que participan; esto es lo que identifica una romer?a, una procesi?n, una peregrinaci?n, y lo que las distingue de un viaje tur?stico, cultural o de tipo pol?tico, proselitista o folkl?rico.
La peregrinaci?n a estos lugares candelarieros puede ser una peregrinaci?n a la soledad, tan necesaria en estos tiempos de ruidos, voces y estruendos, de evasi?n y huida de s? mismo. En la soledad del Santuario y de los lugares de la Ruta, en el silen?cio de las cuevas o del monte, en el clima de oraci?n ante la imagen venerada, muchos se encuentran consigo mismo, se encuentran a s? mismo, recuperan historias de fe vivi?das intensamente en su ni?ez y juventud, en tiempos atr?s, refrescan su fe, a la vez que ratifican su decisi?n de vivirla con personalidad.
La peregrinaci?n a estos lugares puede ser una peregrinaci?n a la comunidad y con ella. Esto es muy importante. Las personas necesitan dejar su trabajo de cuando en cuando, salir de lo suyo, sentirse unidos a los dem?s, con todos los dem?s, necesitan celebrar y colaborar en la fiesta con todos. en la fiesta de todos, acompa?arse y convi?vir. Al caminar juntos, todos necesitan tener en cuenta a todos, a cada uno, y cuidar espec?ficamente a ni?os y ancianos, a los d?biles y enfermos, organizarse en buena ar?mon?a, mantener sus tradiciones y su cultura. El Pueblo de Dios se constituy? en el desierto, cuando cada uno dej? su ladrillo y emprendieron juntos el camino, unidos, para no estar ya dominados por individualismos ni opresiones. Tengan todo esto en cuenta los que peregrinan en grupo a lo largo de los caminos y carreteras de la isla. Es muy importante.
La peregrinci?n a estos lugares candelarieros puede ser una peregrinaci?n a lugares bellos y queridos; all? se disfruta del tiempo bonancible, de la paz ambiental, de la amistad de los seres queridos. El contacto con la naturaleza puede dar una nota de pureza, que contrasta con los enredos de la vida, y elevan al Creador, que pens? las cosas de otro modo y las conserva bien, cuando no interviene la libertad humana con el abuso. Este amor a la naturaleza, este contacto con la naturaleza, este verdadero ecologismo, es un fruto ya tradicional de las peregrinaciones, romer?as y procesiones. El turismo y la ecolog?a tienen unas ra?ces profundas cristianas, que ser?a bueno redes-cubrir y vivir con autenticidad.
Estas peregrinaciones a los lugares candelarieros, como toda peregrinaci?n, son una peregrinaci?n hacia Dios que ofrece su salvaci?n al que llega. En algunas ocasio?nes honrando a Mar?a, como es ?sta; otras, honrando alg?n misterio, o venerando el signo m?s claro del amor de Dios que es Jesucristo clavado en la Cruz, o admirando el poder de su gracia en la vida de un Santo que fue capaz de vivir la fidelidad que busca el peregrino. Este modo de peregrinar es hacer profesi?n de espiritualidad y tras?cendencia en medio del materialismo que ahoga con fuerza (23).
En una tierra como la nuestra donde son tan frecuentes las procesiones, romer?as y peregrinaciones, como expresi?n de la religiosidad popular, es muy importante que descubramos a la sombra luminosa de la Virgen de Candelaria, principal centro de estos movimientos de masas, la verdadera naturaleza y las exigencias que conllevan estos actos religiosos en nuestra vida cristiana: el encuentro con Dios y con los pr?ji?mos en el seno de la Santa Madre Iglesia, sacramento universal de la salvaci?n e