S?bado, 12 de agosto de 2006


DANZAS RITUALES Y PROCESIONALES




De las muchas manifestaciones de nuestra cultura son quizás las “danzas rituales” las que más remotos orígenes tienen. Con un sentido mágico religioso, en sus inicios se encaminaron principalmente a alabar y festejar ser supremo, en una dimensión totémica que aún conservan muchas de ellas.

Pero no sólo nos referimos a aquellos bailes con coreografías más o menos complejas que se realizan en determinadas funciones o ritos de carácter religioso o profano, sino que también estamos hablando de actos o representaciones que, sin ser propiamente danzas, se encuentran en la frontera entre las representaciones teatra-les y las danzas tradicionales, teniendo en común su aparición en determinados ritos de carácter festivo.

Pasemos a ver algunas de estas danzas rituales:

Bailes de la Rama
Algunas de estas “danzas” tienen su origen en ritos aborígenes que, transformados en su sentido original, conservan parte de se expresión. Éste es el caso de las únicas manifestaciones rituales que se conservan en Gran Canaria, conocidas por el genérico nombre de Bailes de la Rama, que encuentran sus raíces en una costumbre prehispánica de invocación a la lluvia por parte de Harimaguadas (una especie de vírgenes vestales) que golpeaban el mar con ramas.

Actualmente La Rama es un baile festivo que dura, en algunos casos, hasta seis horas, donde interviene todo el que lo desea danzando a los sones de una banda de música que interpreta música actual, imprimiendo un ritmo trepidante a la comitiva que porta ramas de pino, laurel, poleo, etc., que al final del recorrido son depositadas en las diferentes ermitas de los pueblos donde se celebra.

Las más conocidas son las de Agaete, Los Calderos de Gáldar, Guía, Moya, Artenara y la Aldea de San Nicolás.

Los Caballitos de Fuego

Herederos de la tradición de los “Caballet” catalanes, los Caballi-tos de Fuego se conocen también en La Palma como “Caballos Fuscos” en Fuencaliente y “Caballos Fufos” en Tazacorte.

Fabricados con caña y papel, tuvieron un singular protagonismo en las Fiestas del Cristo de La Laguna, más concretamente en la víspera del mismo día (13 de septiembre), donde “La Pangorga y Los Caballitos de Fuego” llenaban las calles laguneras de colorido y fuegos en una comitiva ritual que se perdió a mediados del siglo XX por el peligro que entrañaban las luminarias de fuego que portaban los danzantes, que la mayor de las veces hacían prender los caballos, fabricados con tan combustibles elementos.

No existe constancia de qué melodías acompañaban a los alocados giros de los Caballitos de Fuego en La Laguna, si bien en Tazacorte un músico local compuso para tal fin un pasacalle “Vuela, vuela palomita” que sigue interpretándose hoy en la Fiesta de San Miguel, fecha de la celebración de “Los Caballos Fufos” en esa localidad palmera.

La tradición de los Caballitos arraigó, como tantas otras de nuestras costumbres, en Venezuela, donde al ritmo de la canción “La Burriquita” juegan los niños portando sus bestias de caña y papel.


Tajaraste del Niño

Un importante grupo de danzas rituales viene representado por lo que podríamos llamar “Danzas de Pastores, de Navidad o de Iglesia”, pues todas tienen en común el período en que se celebran: la Navidad, y el lugar, el Templo. Dichas danzas se desarrollan en la noche del 24 de diciembre, en la misa del gallo, así como el 6 de enero siguiente al día de Reyes.

Una de estas danzas es el “Tajaraste del Niño de Punta del Hidalgo”. Al son de un “Tajaraste” interpretado por cuerdas, se ejecuta un desarrollo coreográfico de alabanza al niño-Dios, como un ejemplo más de un amplio conjunto de representaciones que conforman el ciclo de Navidad. La mayor parte de estos “Bailes de Niño” (como se les conoce en diversos puntos de la geografía insular) son siempre ejecutados por hombres.

En el caso de Punta del Hidalgo fue recuperada esta tradición por el folclorista D. Manuel Ramos, que incluyó, a mediados del siglo XX, niñas para la representación de este Tajaraste del Niño, que sigue representándose cada año en este costero pago de La Laguna.


Los Indianos de Santa Cruz de La Palma

El parentesco de la cultura tradicional palmera con el mundo afrocubano, se plasma en esta tradición de incierto origen que tiñe literalmente de blanco las calles de Santa Cruz de La Palma cada año por Carnaval.

Con los polvos de talco y al ritmo de diversos sones cubanos, los palmeros adaptan la tradición de “manchar” a todo aquél que se ponga a tiro. Una vez más la fecundidad se ritualiza a través de un hecho festivo y catártico. Si tradicionalmente el arroz y el trigo se arrojan sobre los recién casados, también la harina y los “huevos-talco”, son símbolos de fecundidad.

La tradición oral, refrendada por algunos investigadores actuales, informa sobre el origen de esta costumbre en un cargamento de harina en mal estado traída en un barco llegado de Cuba en el siglo XIX.

Sin embargo, las manifestaciones encontradas en otros muchos lugares que hacen referencia a esta tradición, nos hacen pensar en una raíces más complejas. En este sentido, la estrecha relación con Cuba que hemos expresado, nos lleva a plantear un posible paralelismo con rituales de blanqueo de la piel de las comunidades “ñañigas” incorporados a la cultura cubana por los descendientes africanos.

Danzas de San Pedro de Güimar

De las diferentes danzas de cintas de Tenerife, merece especial atención la “Danza de Güimar” por tener características diferentes en cuanto a vestuario y a coreografía, así como por estar datados sus orígenes y su plena vigencia.

Se conoce una carta de petición para formarla al Sr. Juez Real, fechada en 1788, donde se esgrime, entre otros argumentos, el hecho de que ya existían en otras localidades cercanas, como Arico, Granadilla, Vilaflor y otras muchas, en los cuales ya no queda ni su recuerdo.

Suele salir esta danza en las procesiones de San Pedro (Patrón de la ciudad), San Antón y la Virgen del Socorro (Copatrona de Güimar). Dicha danza está formada por doce niños (aunque en las primeras décadas del siglo XX la bailaban adultos), un hombre que porta el mástil o palo de la danza y el tamborilero que ejecuta un pausado “tajaraste” con tambor y flauta.

Las Libreas del Palmar

Desde el siglo XVI, el término “Librea” viene designando un uniforme civil con determinados colores que era utilizado en diferentes manifestaciones públicas (torneos, juegos, procesiones, etc.), por los sirvientes de las diferentes casas nobiliarias para distinguirse de los demás. En cambio, en Tenerife, Librea es sinónimo de procesión profana, donde intervienen diferentes elementos, siempre disfrazados con vestiduras estrafalarias, gigantes, cabezudos, músicos, danzantes, etc. En el caso de las Libreas del Palmar de Buenavista, sus orígenes entroncan con las alegorías que acompañaban a las procesiones del Corpus Christi, suprimidas definitivamente por Carlos III en las últimas décadas del siglo XVIII y desviadas posteriormente hacia la víspera de la Virgen de la Consolación, patrona de El Palmar, donde pierden el carácter de representación didáctica con el que nacieron, y adquirieron luego el de pura diversión y entretenimiento que se mantiene hoy.

En su tránsito de una festividad religiosa (Corpus) a otras (fiestas patronales), las Libreas estuvieron vinculadas a las celebraciones del Carnaval, como así lo demuestran muchos de los elementos que se mantienen en su composición: la utilización de velos, polvos y máscaras para ocultar el rostro, la adopción de atuendos femeninos por parte de algunos danzantes, etc.

Actualmente, lo más destacable de este ritual es la presencia del “diablo” y la “diabla”, que estuvieron también presentes en la versión que se realizaba en Icod. Confeccionados con grandes cestos de mimbre y papel, el diablo y la diabla llevan a su espalda tracas de pólvora, que ahuyentan y entretienen sobre todo al numeroso público infantil que se congrega para disfrutar de esta manifestación.
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