Jueves, 17 de agosto de 2006
Mi?rcoles, 16 de agosto 2006 ZENIT publica la intervenci?n que pronunci? Benedicto XVI este mi?rcoles durante la tradicional audiencia general celebrada en la residencia pontificia de Castel Gandolfo, dedicada a meditar sobre la solemnidad de la Asunci?n de la Virgen Mar?a, celebrada este 15 de agosto.

Queridos hermanos y hermanas:

Nuestra acostumbrada cita semanal del mi?rcoles tiene lugar hoy en el clima de la solemnidad de la Asunci?n de la Virgen Mar?a. Quisiera, por tanto, invitaros a dirigir la mirada una vez m?s a nuestra Madre celestial, que la liturgia nos present? triunfante con Cristo en el Cielo. Esta fiesta ha sido siempre muy querida por el pueblo cristiano, desde los primeros siglos del cristianismo. Como ya se sabe, celebra la glorificaci?n incluso corporal de esa criatura a la que Dios escogi? como su Madre y que Jes?s en la Cruz entreg? como Madre a toda la humanidad.

La Asunci?n evoca un misterio que nos afecta a cada uno de nosotros pues, como afirma el Concilio Vaticano II, Mar?a ?antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo? (?Lumen gentium?, 68). Estamos tan sumergidos en las vicisitudes de todos los d?as que a veces olvidamos esta consoladora realidad espiritual, que constituye una importante verdad de fe.

?C?mo es posible hacer que este signo luminoso de esperanza sea percibido cada vez m?s por la sociedad actual? Hoy hay quien vive como si nunca debiera morir o como si todo acabara con la muerte; algunos se comportan considerando que el hombre es el ?nico art?fice de su destino, como si Dios no existiera, llegando a negar, en ocasiones, que haya espacio para ?l en nuestro mundo. Los grandes ?xitos de la t?cnica y de la ciencia, que han mejorado notablemente las condiciones de vida de la humanidad, no ofrecen soluciones a las preguntas m?s profundas del esp?ritu humano. S?lo la apertura al misterio de Dios, que es Amor, puede saciar la sed de verdad y de felicidad de nuestro coraz?n, s?lo la perspectiva de la eternidad puede dar aut?ntico valor a los acontecimientos hist?ricos y sobre todo al misterio de la fragilidad humana, del sufrimiento y de la muerte.

Al contemplar a Mar?a en la gloria celestial, comprendemos tambi?n que la tierra no es nuestra patria definitiva y que, si vivimos constantemente orientados hacia los bienes eternos, un d?a compartiremos su misma gloria. Por este motivo, a pesar de las miles dificultades cotidianas, no tenemos que perder la serenidad ni la paz. El signo luminoso de la Asunci?n al cielo resplandece todav?a m?s cuando parece que en el horizonte se agolpan sombras tristes de dolor y de violencia. Estamos seguros: desde lo alto, Mar?a sigue nuestros pasos con dulce trepidaci?n, nos da serenidad en la hora de la oscuridad y de la tempestad, nos da seguridad con su mano maternal. Apoyados en esta convicci?n, continuamos con confianza nuestro camino de compromiso cristiano all? donde nos lleva la Providencia.

[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa salud? a los peregrinos en varios idiomas. Estas fueron sus palabras en espa?ol.]

Queridos hermanos y hermanas:
Recordando la festividad de ayer, la Asunci?n de la Virgen Mar?a, la contemplamos triunfante con Cristo en el Cielo. Esta celebraci?n evoca un misterio que afecta a cada uno de nosotros, como ense?a el Concilio Vaticano II, Mar?a ?brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como se?al de esperanza y de consuelo? (LG, 68). S?lo la apertura a la eternidad y al misterio de Dios, que es Amor, puede colmar la sed de verdad y felicidad de nuestro coraz?n. Mar?a, que sigue nuestros pasos, nos ayuda con su mano materna, especialmente en las dificultades diarias y las situaciones de dolor o violencia. As? podemos seguir confiados en nuestro camino cristiano.

Gracias por vuestra atenci?n.

[Al despedirse de los peregrinos, hablando de nuevo en italiano, a?adi?:]

Quisiera concluir este encuentro con un recuerdo particular por el hermano Roger Schutz, fundador de Taiz?, asesinado el 16 de agosto del a?o pasado durante la oraci?n de la noche. Su testimonio cristiano de fe y de di?logo ecum?nico ha sido una ense?anza preciosa para generaciones enteras de j?venes. Pidamos al Se?or que el sacrificio de su vida contribuya a consolidar el compromiso de paz y de solidaridad de cuantos est?n preocupados por el futuro de la humanidad.
Publicado por verdenaranja @ 21:39  | Habla el Papa
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