Comentario del padre Raniero Cantalamessa ?predicador de la Casa Pontificia? a las lecturas de la liturgia de la Misa del domingo XX Domingo del tiempo ordinario (B). Proverbios 9, 1-6; Efesios 5, 15-20; Juan 6, 51-59.
viernes, 18 agosto (ZENIT.org).
Mi sangre es verdadera bebida ?En verdad, en verdad os digo: si no com?is la carne del Hijo del hombre, y no beb?is su sangre, no ten?is vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitar? el ?ltimo d?a. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en m?, y yo en ?l?.
El pasaje evang?lico contin?a la lectura del cap?tulo VI de Juan. El elemento nuevo es que al discurso sobre el pan Jes?s a?ade el del vino; a la imagen del alimento la de la bebida; al don de su carne el de su sangre. El simbolismo eucar?stico alcanza su culmen y su totalidad.
Dijimos la semana pasada que para entender la Eucarist?a es esencial partir de los signos elegidos por Jes?s. El pan es signo de alimento, de comuni?n entre quienes lo comen juntos; a trav?s de ?l llega al altar y es santificado todo el trabajo humano. Plante?monos la misma pregunta para la sangre. ?Qu? significa y qu? evoca para nosotros la palabra sangre? Evoca en primer lugar todo el sufrimiento que existe en el mundo. Si, por lo tanto, en el signo del pan llega al altar el trabajo del hombre, en el signo del vino llega ah? tambi?n todo el dolor humano; llega para ser santificado y recibir un sentido y una esperanza de rescate gracias a la sangre del Cordero inmaculado, a la que est? unido como las gotas de agua mezcladas con el vino en el c?liz.
?Pero por qu?, para significar su sangre, Jes?s eligi? precisamente el vino? ?S?lo por la afinidad del color? ?Qu? representa el vino para los hombres? Representa la alegr?a, la fiesta; no representa tanto la utilidad (como el pan) cuanto el deleite. No est? hecho s?lo para beber, sino tambi?n para brindar. Jes?s multiplica los panes por la necesidad de la gente, pero en Can? multiplica el vino para la alegr?a de los comensales. La Escritura dice que ?el vino recrea el coraz?n del hombre y el pan sostiene su vigor? (Sal 104, 15).
Si Jes?s hubiera elegido para la Eucarist?a pan y agua, habr?a indicado s?lo la santificaci?n del sufrimiento (?pan y agua? son de hecho sin?nimos de ayuno, de austeridad y de penitencia). Al elegir pan y vino quiso indicar tambi?n la santificaci?n de la alegr?a. Qu? bello ser?a si aprendi?ramos a vivir tambi?n los gozos de la vida, eucar?sticamente, esto es, en acci?n de gracias a Dios. La presencia y la mirada de Dios no ofuscan nuestras alegr?as honestas; al contrario, las dilatan.
Pero el vino, adem?s de alegr?a, evoca tambi?n un problema grave. En la segunda lectura escuchamos esta advertencia del Ap?stol: ?no os embriagu?is con vino, que es causa de libertinaje; llenaos m?s bien del Esp?ritu?. Sugiere combatir la ebriedad del vino con ?la sobria embriaguez del Esp?ritu?, una embriaguez con otra.
Actualmente existen muchas iniciativas de recuperaci?n entre las personas con problemas de alcoholismo. Procuran emplear todos los medios sugeridos por la ciencia y la psicolog?a. No se puede sino alentarlas y sostenerlas. Pero quien cree no deber?a descuidar tambi?n los medios espirituales, que son la oraci?n, los sacramentos y la palabra de Dios. En la obra El peregrino ruso se lee una historia cierta. Un soldado esclavo del alcohol y amenazado con ser licenciado fue a un santo monje a preguntarle qu? deb?a hacer para vencer su vicio. Este le orden? que leyera cada noche, antes de acostarse, un cap?tulo del Evangelio. ?l consigui? un Evangelio y comenz? a hacerlo con diligencia. Pero al poco volvi? desolado al monje a decirle: ??Padre, soy demasiado ignorante y no entiendo nada de lo que leo! Deme otra cosa que hacer?. Le respondi?: ?Sigue solamente leyendo. Tu no entiendes, pero los demonios entienden y tiemblan?. As? lo hizo aqu?l y fue liberado de su vicio. ?Por qu? no intentarlo?