Viernes, 25 de agosto de 2006
Comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. -predicador de la Casa Pontificia- a la liturgia del domingo 27 de Agosto, XXI del tiempo ordinario.


Maridos, amad a vuestras mujeres



XXI Domingo del tiempo ordinario (B)
Josu? 24, 1-2a.15-17b; Efesios 5, 21-32; Juan 6, 61-70


?Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Se?or, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. As? como la Iglesia est? sumisa a Cristo, as? tambi?n las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo am? a la Iglesia y se entreg? a s? mismo por ella. [...] As? deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos, porque el que ama a su mujer, se ama a s? mismo?.

Esta vez desear?a centrar la atenci?n en la segunda lectura del d?a, procedente de la Carta a los Efesios, porque contiene un tema de gran inter?s para la familia. Leyendo con ojos modernos las palabras de Pablo, salta a la vista inmediatamente una dificultad. Pablo recomienda al marido que ?ame? a su mujer (y esto est? bien), pero adem?s recomienda a la mujer que sea ?sumisa? al marido, y esto, en una sociedad fuertemente (y justamente) consciente de la paridad de sexos, parece inaceptable.

De hecho es verdad. Sobre este punto San Pablo est? condicionado en parte por la mentalidad de su tiempo. Sin embargo la soluci?n no est? en suprimir de las relaciones entre marido y mujer la palabra ?sumisi?n?, sino, si acaso, en hacerla rec?proca, como rec?proco debe ser tambi?n el amor. En otras palabras, no s?lo el marido debe amar a la mujer, sino que tambi?n la mujer al marido; no s?lo la mujer debe estar sometida al marido, sino que igualmente el marido a la mujer. Amor rec?proco y sumisi?n rec?proca.

Someterse significa, en este caso, tener en cuenta la voluntad del c?nyuge, su parecer y su sensibilidad; dialogar, no decidir solo; saber a veces renunciar al propio punto de vista. En resumen, acordarse de que se ha pasado a ser ?c?nyuges?, esto es, literalmente, personas que est?n bajo ?el mismo yugo? libremente acogido.

El Ap?stol brinda a los esposos cristianos como modelo la relaci?n de amor que existe entre Cristo y la Iglesia, pero explica enseguida en qu? ha consistido tal amor: ?Cristo am? a la Iglesia y se entreg? a s? mismo por ella?. El verdadero amor se manifiesta en la ?entrega? al otro.

Hay dos formas de manifestar el propio amor a la persona amada. El primero es hacerle regalos, llenarla de dones; el segundo, mucho m?s exigente, cosiste en sufrir por ella. Dios nos am? de la primera manera cuando nos cre? y nos llen? de bienes: el cielo, la tierra, las flores, nuestro propio cuerpo, todo es don suyo... Pero despu?s, en la plenitud de los tiempos, en Cristo, vino a nosotros y sufri? por nosotros, hasta morir en la cruz.

Tambi?n ocurre as? en el amor humano. Al principio, de novios, se expresa el amor haci?ndose regalos. Pero llega el tiempo para todos en que ya no basta con hacer regalos; hay que ser capaces de sufrir con y por la persona amada. Amarla a pesar de las limitaciones que se van descubriendo, de los momentos de pobreza, de las enfermedades mismas. Esto es verdadero amor que se parece al de Cristo.

En general se llama al primer tipo de amor ?amor de b?squeda? (con un t?rmino griego, eros); al segundo tipo, ?amor de donaci?n? (con el t?rmino griego agape). La se?al de que en una pareja se est? pasando de la b?squeda a la donaci?n, del eros al agape, es ?sta: en lugar de preguntarse: ??Qu? m?s podr?a hacer por m? mi marido (respectivamente, mi mujer) que a?n no haga??, uno se empieza a preguntar: ??Qu? m?s podr?a hacer por mi marido (o mi mujer) que a?n no haga yo??.
Publicado por verdenaranja @ 23:10  | Espiritualidad
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