Lunes, 18 de septiembre de 2006
Alocuci?n radial del Arzobispo de Corrientes
Mons. DOMINGO S. CASTAGNA

- Domingo 17 de septiembre de 2006 -


Marcos 8, 27-35



1.- ?Tu eres el Cristo? ?Qu? dif?cil es entender la misi?n de Jes?s sin comprender su Cruz! Pedro, de manera r?pida y espont?nea, identifica a Jes?s: ?T? eres el Cristo?. Pero no entiende el horizonte de los sufrimientos y de la cruz. La expresa orden de guardar silencio sobre su identidad mesi?nica responde a que no ser? entendido como Cristo si no se lo entiende como ?siervo sufriente?. La Cruz es el camino misteriosamente obligado que conduce a la Vida. El mundo - buscador de placeres - no lo entender? como entonces no lo entendi? Pedro. Comprendemos al Ap?stol esforz?ndose por disuadir al Se?or de los dolores y muerte que les anunciaba. Jes?s aprovecha la ocasi?n para desplegar el realismo de la Redenci?n: ?Y comenz? a ense?arles que el Hijo del hombre deb?a sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar a los tres d?as?. (Marcos 8, 31) Finalmente sobreviene la Vida o el verdadero triunfo sobre la muerte. El concepto de muerte va mucho m?s all? de lo natural o biol?gico para referirse al pecado como causa. Por su muerte de Cruz, Cristo hace posible la destrucci?n definitiva de su causa; ?l mismo la vence para todos y constituye a la muerte biol?gica - la suya y la de todos - en acceso necesario a la Vida eterna.



2.- Evadidos de la vida. La cruz de cada d?a, entendida como seguimiento de Jes?s, es consecuencia inmediata de pensar la vida corriente como respuesta a su Dador. Quienes rechazan hacerse cargo de las tribulaciones exigidas por la fidelidad al Don de la vida, se evaden peligrosamente de la misma vida. Los s?ntomas de esa in?til evasi?n se expresan en la drogadicci?n, en el alcoholismo, en la frivolidad. Cuando el ambiente social est? sobrecargado de esas ?evasiones? se pone de manifiesto que permanece activa la causa de las mismas. Me refiero al mal de muerte que es el pecado. La historia - que estamos transitando - es el campo de batalla en el que la gracia de Cristo combate contra el pecado. Finalmente quedar? vencido en quienes han abierto sus corazones a la acci?n de Cristo Salvador. Mientras tanto la lucha es dura, violenta, en condiciones desfavorables para la pr?ctica de las virtudes cristianas, como lo venimos comprobando a diario. En mi reflexi?n de la semana anterior desplegu? la perspectiva del reflote de la Verdad, que la humanidad necesita, aunque est? ocasionalmente confundida con pobres sustitutos del momento. Para no despistarnos de la Verdad ser? preciso buscarla donde est? y contemplarla humildemente. Cristo es la Verdad y la inspira siempre en quienes no han tomado una actitud de irreflexivo y prejuiciado rechazo. No hay justificativos para la cerraz?n a un encuentro con Ella. Ser? tarea de la acci?n evangelizadora de la Iglesia preparar el camino y predisponer a la sociedad. De ese modo no se producir?n equ?vocos y se recuperar? la facultad de distinguir con claridad d?nde est? y d?nde no est? la Verdad.



3.- Cristo y los falsos profetas. Jes?s anuncia que ?aparecer?n falsos profetas? y ense?ar?n el error como verdad. Estamos acostumbrados a esas apariciones mentirosas y, con frecuencia, quedamos entreverados en su espesa y enmara?ada red. El ?nico Maestro absolutamente confiable es Cristo. ?l se identifica como el Maestro y, al mismo tiempo, como formulaci?n de la Verdad que ense?a. Ciertamente es ?ste un lenguaje para creyentes. La fe, don de Dios ofrecido indistintamente a todos, abre el camino a la comprensi?n y adopci?n de esa Verdad. En el allanamiento del camino com?n est?n dedicadas las personas honestas de todos los credos y concepciones filos?ficas, aunque no sean creyentes. El esfuerzo com?n por mejorar las condiciones de vida, por eliminar la injusticia y por promover la solidaridad, empareja el sendero hacia la Verdad. Cuando ?sta llegue, y marque el espacio para el encuentro, se lograr? la unidad y ser?n consolidadas las virtudes c?vicas que deseamos. Se har? paso entre contradicciones y emerger? de las aguas agitadas. Dios - en Cristo - se ha hecho presente en este mundo y se hace cargo de ?l. La Verdad est? como anidada en el coraz?n del mundo para ser proclamada y descubierta. El Evangelio es su proclamaci?n. Por ello no puede ser ocultado a nadie, especialmente a sus tradicionales objetores: los modernos fariseos y escribas. Cuando las personas se encuentran con ?l, y no esconden sus vidas a sus exigencias, se produce un cambio - inalcanzable de otro modo - que necesariamente interesa a la construcci?n de la sociedad.



4.- Aceptaci?n o rechazo. El Evangelio, y la exposici?n de su doctrina por parte de la Iglesia, no intenta desplazar a nadie, simplemente ocupa su espacio. Es la propuesta de Dios y su llamado insistente a todos. Portadora del plan o proyecto de Dios, adopta el estilo fuerte y sereno del Maestro divino para que todos tengan la oportunidad de escucharla e identificarla. Como es un reclamo al ejercicio aut?ntico de la libertad se produce, como es l?gico, la aceptaci?n ?ntegra o el rechazo. El enfrentamiento, bastante com?n, responde a sus radicales exigencias de cambio, tanto en el pensamiento como en la conducta moral o ?tica. No debe sorprendernos que el ?rechazo? del Evangelio eche mano a intolerantes ataques contra la Iglesia y contra quienes la representen, tanto Pastores como consagrados y laicos. Mis expresiones no se refieren ?nicamente a Corrientes, tambi?n tienen en cuenta el ?mbito nacional e internacional. La injusticia y malas artes de algunas agresiones duelen pero no extra?an. Es saludable recorrer los relatos de la Pasi?n de Cristo de los cuatro evangelistas. No hubo un ser m?s maltratado que Jes?s. Su ense?anza se vuelve existencial y especialmente elocuente cuando adquiere el lenguaje de la santidad de su vida. Lo he repetido en muchas ocasiones, recordando los t?rminos sentenciosos del Siervo de Dios Juan Pablo II: ?El mundo espera de los cristianos el testimonio de la santidad?. (2001)



5.- Testigos m?s que apologetas. Recuerdo siempre la confesi?n agria de un taxista: ?A ustedes (sacerdotes) yo no los quiero, pero, ?sabe por qu? llevo colgado en la luneta interior de mi coche un rosario? porque la mujer que me lo obsequi? era una buena persona - y agreg? un comentario muy ofensivo e injusto (?o en ocasiones verdadero?): ?Era m?s buena que ustedes?. El testimonio de la santidad es irrefutable. Los discursos pueden ser hasta dial?cticamente irrebatibles, pero, si no van acreditados por una vida ejemplar - la santidad - de nada sirven. Impresionante conclusi?n, harto probada en el transcurso de la historia. Hace muchos a?os, el recordado Papa P?o XII afirmaba: ?Estos tiempos necesitan m?s testigos que apologetas?. Debemos ser testigos de la fe para nuestro tiempo. Se logra mediante una vida santa (o aut?nticamente coherente).
Publicado por verdenaranja @ 22:34  | Espiritualidad
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