Mi?rcoles, 01 de noviembre de 2006
Artículo del Padre Fernando Lorente,o.h., publicado en EL DÍA, miércoles 1 de Noviembre en la Sección "Criterios".

Luz en el Camino Fernando Lorente, o.h.



Los Santos en la vida de la Iglesia

ESTE TÍTULO es de un libro publicado por el religioso dominico Marceliano Llamera publicado en 1992. Es una breve recopilación de la extensa e intensa doctrina que escribió el P. Arintero, sobre la influencia de los santos en la vida de la Iglesia. En recuerdo a tan gran maestro y a éste su estudioso propagador de esta doctrina, hoy, festividad de Todos los Santos, ofrezco algunos textos de este trabajo plenamente apostólico.

La doctrina del Concilio Vaticano II (Lg.), nos dice: "La santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en sus fieles que, con edificación en los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida. Los santos son el fruto logrado de la gracia divinizadora de Cristo, los que acreditan la función santificadora de la Iglesia; ellos, a la vez, revierten sobre la Iglesia la santidad que de ella reciben; y en proporción con su misma santidad, derivan de santificados en santificadores, desbordando sobre los otros fieles, como miembros suyos, y sobre todo el organismo viviente de la Iglesia. Esta es la influencia de la vida pletórica de los santos sobre la vitalidad general de la Iglesia y sobre toda la humanidad eclesiabilizable; una de las realidades de la comunión eclesial más apreciada y ponderable, que el P. Arintero la expresa en estos términos:

"-La Iglesia, sociológicamente considerada, es la congregación de los fieles cristianos, cuya cabeza es el Obispo de Roma, como Vicario de Cristo"; biológicamente es "el cuerpo místico del Salvador, animado de su mismo Espíritu", o sea "un cuerpo viviente, a la vez real cuya cabeza invisible es Jesucristo -representado visiblemente por su Vicario- y cuya alma es el Espíritu Santo, que lo vivifica, anima y lo mueve , gobierna y orienta en todo su desarrollo.

-Como corporación, "es un organismo social que se constituye, se desarrolla, se consolida y progresa en gran parte, según las leyes que presiden la constitución y la evolución de todas las sociedades humanas. Pero no es como ellas, mero organismo moral -o, como hoy dicen, psicológico- unido por los simples vínculos sociales, y con sola esa manera de vida colectiva que ellas tienen, resultante de la comunicación intelectual y contractual de todos los miembros, sin subsistir plenamente en ninguno ni menos por sí misma. La Iglesia es un órgano real, unido por vínculos reales y fisiológicos, que establecen la mas íntima solidaridad entre todos sus órganos y miembros y que viven con la vida propiamente dicha, la cual trasciende sobre la organización, reside plenamente en la cabeza, y de ahí se comunica en la debida proporción a todos los miembros para mantenerlos unidos y solidarios. Es, pues, en todo rigor, un organismo viviente, con tanta propiedad como el que más, como el humano, por ejemplo; y de ahí que las leyes biológicas de la evolución le cuadren mucho mejor aún que a los otros cuerpos sociales. Su vivir es misterioso, como divino; por ello es llamado "cuerpo místico"; pero la realidad de esa vida excede a la de los otros organismos vivientes, como excede en todo lo divino a lo humano.

Para este gran maestro dominico, la más adecuada concepción y la más honda compresión de la Iglesia, la expresa en esta frase: "La Iglesia puede decirse que no es más que el mismo Cristo, crecido, expansionado, desarrollado, completo y continuado a través de los tiempos, desempeñando aún por sus miembros las mismas funciones redentoras, regeneradoras, reparadoras e iluminadoras que en su vida desempeñó por sí mismo. Por eso, la presencia vivificante de Cristo y de su Espíritu en la Iglesia, tiene su fructificación y su comprobación más espléndida en la formación, admirablemente fecunda y abundante de los santos. La vitalidad de la Iglesia se distingue fundamentalmente en su efectividad santificadora. La perfección de la Iglesia y su verdadero progreso se miden por los frutos de vida, bendición y santificación que produce; es decir, por el número de los santos y de las santas instituciones. Los santos, con su testimonio de vida, de energía divina contrarrestan el mal y promueven el bien; y de modo misterioso, oculto -como oculto y misterioso es todo lo que es fundamental en la vida-. provocan esas grandes reacciones vitales, que no sólo contribuyen a que se restablezca el equilibrio y se recobre la salud perdida, sino que se renueva el vigor y se acrecienta el bienestar espiritual. Los santos parecen muchas veces inútiles; y, sin embargo, como la rectitud de vida cristiana para todo es útil, para todo vale y en todo obran maravillas".

Esto es recordar, celebrar y vivir la Fiesta de Todos los Santos. Esto es reconocer y dar testimonio de la vida de la Iglesia. Y para que nosotros lleguemos a ser santos como ellos, Dios no nos pide ni mucho ni poco, sólo lo que tenemos en todos los momentos y circunstancias de nuestra existencia.

* Capellán de la Clínica

S. Juan de Dios


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