Martes, 28 de noviembre de 2006
Sus Excelencias,
Damas y Caballeros,

Los saludo con gran alegr?a, embajadores que tienen la noble tarea noble de representar a sus pa?ses ante la Rep?blica de Turqu?a, y se han reunido aqu? en la Nunciatura para encontrarse con el Sucesor de Pedro. Estoy agradecido con su Vice-Decano, el embajador de L?bano, por las amables palabras con las que se ha dirigido a m?. Me complace reconfirmar el aprecio que la Santa Sede ha expresado a menudo hacia los importantes deberes que realizan, que adquieren hoy una dimensi?n cada vez m?s global. De hecho, mientras su misi?n los llama sobre todo a proteger y promover los intereses leg?timos de sus respectivas naciones, ?la interdependencia inevitable que une hoy cada vez a m?s pueblos del mundo, invita a diplom?ticos a ser, de una nueva y original manera, los promotores del entendimiento, la seguridad internacional y la paz entre las naciones? (Juan Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplom?tico, M?xico, 29 de junio de 1979).

Deseo comenzar evocando las visitas memorables de mis dos predecesores a Turqu?a, del Papa Pablo VI en 1967 y del Papa Juan Pablo II en 1979. ?No podr?a dejar de mencionar al Papa Benedicto XV, el incansable promotor de la paz durante la Primera Guerra Mundial, y el Beato Juan XXIII, el Papa conocido como el ?amigo de los turcos?, que despu?s de sus a?os como delegado apost?lico en Turqu?a y administrador apost?lico del Vicariato Latino de Estambul, dej? a cada uno el recuerdo de un pastor atento y cari?oso, particularmente dispuesto a encontrarse y reunirse con el pueblo turco, cuyo hu?sped agradecido fue! Me alegra por lo tanto ser hu?sped de Turqu?a hoy, viniendo como un amigo y como un ap?stol del di?logo y de la paz. Hace m?s de cuarenta a?os, el Concilio Vaticano II escribi? que la ?la paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias ... es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres, sedientos siempre de una m?s perfecta justicia, han de llevar a cabo?. (Gaudium et Spes, 78). Nos hemos llegado a dar cuenta que la paz verdadera necesita la justicia, para corregir los desequilibrios econ?micos y los disturbios pol?ticos que siempre generan tensi?n y amenazan a toda sociedad. Los recientes avances del terrorismo y de ciertos conflictos regionales han destacado la necesidad de respetar y apoyar las decisiones de las instituciones internacionales, particularmente d?ndoles medios eficaces para prevenir conflictos y mantener zonas neutrales entre los beligerantes, con la presencia de fuerzas de paz.

Todo esto, sin embargo, sigue siendo insuficiente a menos que haya un di?logo aut?ntico, que debe ser un debate fruct?fero entre las partes involucradas, para lograr soluciones pol?ticas duraderas y aceptables, respetuosas de las personas y los pueblos. Estoy pensando especialmente en el preocupante conflicto en Medio Oriente, que no muestra se?al alguna de disminuci?n y pesa enormemente en toda la vida internacional; estoy pensando en el riesgo de los conflictos perif?ricos que se multiplican y la difusi?n de las acciones terroristas. Aprecio los esfuerzos de numerosos pa?ses comprometidos actualmente en reconstruir la paz en L?bano, Turqu?a entre ellos. En su presencia, embajadores, exhorto una vez m?s a la vigilancia de la comunidad internacional, que no abandone sus responsabilidades, haga todos los esfuerzos por promover el di?logo entre todos las partes implicadas, garantice el respeto por otros, mientras salvaguarda los intereses leg?timos y rechaza el recurso a la violencia. Como escrib? en mi primer mensaje por la Jornada Mundial de la Paz, ?la verdad de la paz llama a todos a cultivar relaciones fecundas y sinceras, estimula a buscar y recorrer la v?a del perd?n y la reconciliaci?n, a ser transparentes en las negociaciones y fieles a la palabra dada?. (1 de enero de 2006, 6).

Turqu?a ha servido siempre como puente entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa, y como intersecci?n de culturas y de religiones. Durante el siglo pasado, adquiri? los medios para convertirse en un gran estado moderno, notablemente con la opci?n de un r?gimen secular, con una distinci?n clara entre la sociedad civil y la religi?n, cada una de las cuales debe ser aut?noma en su propio dominio mientras respeta la esfera de la otra. El hecho de que la mayor?a de la poblaci?n de este pa?s sea musulmana es un elemento significativo en la vida de la sociedad, que el estado no puede dejar de considerar, aunque la Constituci?n Turca reconozca el derecho de cada ciudadano a la libertad de culto y la libertad de conciencia. Las autoridades civiles de todo pa?s democr?tico est?n obligadas a garantizar la libertad eficaz de todos los creyentes y permitirles organizar libremente la vida de sus comunidades religiosas. Naturalmente es mi esperanza que los creyentes, que pertenezcan a cualquier comunidad religiosa, sigan benefici?ndose de estos derechos, puesto que estoy seguro que la libertad religiosa es una expresi?n fundamental de la libertad humana y la presencia activa de las religiones en la sociedad es una fuente de progreso y enriquecimiento para todos. Esto implica, por supuesto, que las religiones no intenten ejercer poder pol?tico directo, ya que ?se no es su territorio, y tambi?n implica que rechacen completamente el recurso a la violencia como expresi?n leg?tima de la religi?n. En este asunto, aprecio el trabajo de la comunidad cat?lica en Turqu?a, peque?a en n?mero pero profundamente comprometida en contribuir en todo lo que pueda al desarrollo del pa?s, educando notablemente los j?venes, y construyendo la paz y armon?a entre todos los ciudadanos.

Como he observado recientemente, ?necesitamos con urgencia un aut?ntico di?logo entre las religiones y entre las culturas, que pueda ayudarnos a superar juntos todas las tensiones con esp?ritu de colaboraci?n fecunda.? (Discurso a los embajadores de pa?ses de mayor?a musulmana, Castel Gandolfo, 25 de septiembre de 2006). Este di?logo debe permitir a las diversas religiones conocerse mejor y respetarse unas a otras, para trabajar por el cumplimiento de las aspiraciones m?s nobles del hombre, en la b?squeda de Dios y en la b?squeda de la felicidad. Por mi parte, con ocasi?n de mi visita a Turqu?a, deseo reiterar mi gran estima hacia los musulmanes, anim?ndolos a que sigan trabajando juntos, en respeto mutuo, para promover la dignidad de cada ser humano y el crecimiento de una sociedad donde la libertad personal y el cuidado de los dem?s proporcionen paz y serenidad para todos. De esta manera, las religiones podr?n desempe?ar su papel de responder a los numerosos desaf?os que actualmente enfrentan nuestras sociedades. Con certeza, el reconocimiento del papel positivo de las religiones dentro del tejido social puede y debe impulsarnos a explorar m?s profundamente su conocimiento del hombre y respetar su dignidad, coloc?ndolo en el centro de la actividad pol?tica, econ?mica, cultural y social. Nuestro mundo debe darse cuenta que toda la gente est? ligada por la profunda solidaridad del uno con el otro, y debe ser alentada a afirmar sus diferencias hist?ricas y culturales no por la confrontaci?n, sino para fomentar el respeto mutuo.

La Iglesia, como saben, ha recibido una misi?n espiritual de su Fundador y por lo tanto no tiene intenci?n alguna de intervenir directamente en la vida pol?tica o econ?mica. Sin embargo, en virtud de su misi?n y su larga experiencia de la historia de las sociedades y culturas, desea hacer escuchar su voz en el debate internacional, de modo que la dignidad fundamental del hombre, especialmente del m?s d?bil, sea siempre honrada. Dado el reciente desarrollo del fen?meno de las comunicaciones globalizadas, la Santa Sede se dirige a la comunidad internacional para dar una direcci?n m?s clara y establecer reglas para un mejor control mejor del desarrollo econ?mico, la regulaci?n de los mercados, y fomentar acuerdos regionales entre los pa?ses. No tengo dudas, damas y caballeros, que en su misi?n como diplom?ticos est?n dispuestos a armonizar los intereses particulares de su pa?s con la necesidad de mantener buenas relaciones con otros pa?ses, y que de esta manera pueden contribuir perceptiblemente al servicio de todos.

La voz de la Iglesia en la escena diplom?tica se caracteriza siempre por la compromiso del Evangelio para servir a la causa de la humanidad, y estar?a fallando en esta obligaci?n fundamental si no les recuerdo la necesidad de poner siempre dignidad humana en el mismo coraz?n de nuestras preocupaciones. El mundo est? experimentando un desarrollo extraordinario de la ciencia y de la tecnolog?a, con consecuencias casi inmediatas para la medicina, la agricultura y la producci?n alimenticia, pero tambi?n para la comunicaci?n del conocimiento; este proceso no debe carecer de direcci?n o un punto de referencia humano, cuando se relaciona con el nacimiento, la educaci?n, la forma de vida o trabajo, la vejez, o la muerte. Es necesario reposicionar el progreso dentro de la continuidad de nuestra historia humana y as? dirigirlo seg?n el plan escrito en nuestra naturaleza por el crecimiento de la humanidad - un plan expresado por las palabras del Libro del G?nesis: ?Sed fecundos, multiplicaos, henchid la tierra y sometedla?. (1: 28)

Finalmente, mis pensamientos se dirigen a las primeras comunidades cristianas que se originaron en esta tierra, y especialmente al Ap?stol Pablo que estableci? varias de ellas, perm?tanme citar su Carta a los G?latas: ?Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: h?ganse m?s bien servidores los unos de los otros, por medio del amor?. (5: 13). Espero sinceramente que las buenas relaciones entre las naciones, que es su tarea servir, puedan tambi?n contribuir cada vez m?s al crecimiento genuino de la humanidad, creada a imagen de Dios. Una meta tan noble requiere la contribuci?n de todos. Por esta raz?n, la Iglesia Cat?lica se propone renovar su cooperaci?n con la Iglesia Ortodoxa y espero que mi pr?xima reuni?n con el patriarca Bartolom? I en el Phanar sirva con eficacia a este objetivo. Como enfatiz? el Concilio Ecum?nico Vaticano II, la Iglesia intenta cooperar con los creyentes y los l?deres de todas las religiones, y especialmente con los musulmanes, para que juntos puedan ?procurar y promover unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres? (Nostra Aetate, 3). Espero, desde este punto de vista, que mi viaje a Turqu?a d? frutos abundantes.

Embajadores, damas y caballeros, sobre ustedes, sus familias y sobre todos tus compa?eros de trabajo, invoco con todo mi coraz?n las bendiciones del Todopoderoso.
Publicado por verdenaranja @ 23:03  | Habla el Papa
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