Mi?rcoles, 29 de noviembre de 2006
ZENIT publica el discurso que pronunci? el martes, 28 de Noviembre, Benedicto XVI en la presidencia para los Asuntos Religiosos ?Diyanet? de Ankara, al ser recibido por el presidente para los Asuntos Religiosos, el profesor Ali Bardakoglu.

En el encuentro participaron representantes de la comunidad musulmana, entre los que se encontraban el gran muft? de Ankara y el gran muft? de Estambul, as? como cardenales y obispos que forman parte del s?quito papal



Me siento agradecido por la oportunidad de visitar esta tierra, tan rica de historia y de cultura, para admirar sus bellezas naturales, para ver con mis ojos la creatividad del pueblo tuco y para apreciar vuestra antigua cultura, as? como vuestra larga historia, tanto civil como religiosa.

Nada m?s llegar a Turqu?a he sido gentilmente recibido por el presidente de la Rep?blica de Turqu?a y por el representante del gobierno. Para m? ha sido un placer saludar y encontrar al primer ministro Erdogan en el aeropuerto. Al saludarles, he tenido el gusto de expresar mi m?s profundo respeto a todos los habitantes de esta gran naci?n y de honrar, en su mausoleo, al fundador de la Turqu?a moderna, Mustafa Kemal Atat?rk.

Ahora, tengo la alegr?a de encontrarme con usted, que es el presidente del Directorio de los Asuntos Religiosos. Le presento mis sentimientos de estima, reconociendo sus grandes responsabilidades, y extiendo mi saludo a todos los l?deres religiosos de Turqu?a, especialmente al gran muft? de Ankara y Estambul. A trav?s de usted, se?or presidente, saludo a todos los musulmanes de Turqu?a, con particular estima y afecto.

Su pa?s es sumamente amado por los cristianos: muchas de las primitivas comunidades de la Iglesia se fundaron aqu? y aqu? alcanzaron su madurez, inspiradas por la predicaci?n de los ap?stoles, particularmente de san Pablo y san Juan. La tradici?n afirma que Mar?a, la Madre de Jes?s, vivi? en ?feso, en la casa del ap?stol san Juan.

Esta noble tierra ha visto, adem?s, un extraordinario florecimiento de la civilizaci?n isl?mica en los m?s variados campos, incluido el de la literatura y el arte, as? como en las instituciones.

Hay much?simos monumentos cristianos y musulmanes que testimonian el glorioso pasado de Turqu?a. Con raz?n, os sent?s orgullos, conserv?ndolos para la admiraci?n de un n?mero cada vez m?s grande de visitantes que aqu? acuden en gran n?mero.

Me he preparado para esta visita con los mismos sentimientos expresados por mi predecesor, el beato Juan XXIII, cuando lleg? cuando era el arzobispo Angelo Giuseppe Roncalli, para cumplir con el encargo de representante pontificio en Estambul: ?Siento que amo al pueblo turco, al que el Se?or me ha enviado? Yo amo a los turcos, aprecio las cualidades naturales de este pueblo, que tambi?n tiene su papel preparado en el camino de la civilizaci?n? (?Diario de un alma?, ?Giornale dell'anima?, 231.237).

Por mi parte, yo tambi?n deseo subrayar las cualidades de la poblaci?n turca. Hago m?as las palabras de mi predecesor inmediato, el Papa Juan Pablo II de feliz memoria, quien con motivo de su visita en 1979, dijo: ?Me pregunto si no es urgente, precisamente en estos momentos, en que los cristianos y musulmanes han entrado en un nuevo per?odo de la historia, reconocer y desarrollar los v?nculos espirituales que nos unen, con el objetivo de promover y defender juntos los valores morales, la paz y la libertad? (Discurso a la comunidad cat?lica de Ankara, 29 de noviembre de 1979, 3).

Estas cuestiones han seguido present?ndose en los a?os sucesivos; de hecho, como subray? precisamente al inicio de mi pontificado, nos llevan a continuar con nuestro di?logo como un sincero intercambio entre amigos. Cuando tuve la alegr?a de encontrarme con los miembros de las comunidades isl?micas, el a?o pasado en Colonia, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, confirm? la necesidad de afrontar el di?logo interreligioso e intercultural con optimismo y esperanza. No puede quedar reducido a un accesorio opcional: por el contrario, es ?una necesidad vital, de la que depende en buena parte nuestro futuro? (A los representantes de las comunidades isl?micas, Colonia, 20 de agosto de 2005).

Los cristianos y los musulmanes, siguiendo sus respectivas religiones, resaltan la verdad del car?cter sagrado y de la dignidad de la persona. Esta es la base de nuestro respeto rec?proco y estima, esta es la base para la colaboraci?n al servicio de la paz entre las naciones y pueblos, el deseo m?s querido por todos los creyentes y por todas las personas de buena voluntad.

Durante m?s de cuarenta a?os, la ense?anza del Concilio Vaticano II ha inspirado y guiado la actitud de la Santa Sede y de las Iglesias locales de todo el mundo en las relaciones con los seguidores de las dem?s religiones. Siguiendo la tradici?n b?blica, el Concilio ense?a que todo el g?nero humano comparte un origen com?n y un destino com?n: Dios, nuestro Creador y nuestra meta en la peregrinaci?n terrena. Los cristianos y los musulmanes pertenecen a la familia de quienes creen en el ?nico Dios y, seg?n sus respectivas tradiciones, son descendientes de Abraham (Cf. Concilio Vaticano II, declaraci?n sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, ?Nostra Aetate?, 1, 3). Esta unidad humana y espiritual de nuestros or?genes y de nuestros destinos nos lleva a buscar un itinerario com?n, desempe?ando nuestro papel en esta b?squeda de valores fundamentales, que es la caracter?stica de las personas de nuestro tiempo. Como hombres y mujeres de religi?n, nos encontramos ante el desaf?o de la difundida aspiraci?n a la justicia, al desarrollo, a la solidaridad, a la libertad, a la seguridad, a la paz, a la defensa del ambiente y de los recursos de la tierra. Respetando la leg?tima autonom?a de las realidades temporales, tenemos una contribuci?n espec?fica que ofrecer en la b?squeda de soluciones adaptadas a estas apremiantes cuestiones.

En particular, podemos ofrecer una respuesta cre?ble a la cuesti?n que surge claramente de la sociedad de hoy, aunque con frecuencia queda marginada, es decir, la cuesti?n que afecta al significado y al desarrollo de la vida para todo individuo y para toda la humanidad. Estamos llamados a trabajar juntos para ayudar a la sociedad a abrirse a la trascendencia, reconociendo a Dios omnipotente el lugar que le corresponde. La mejor manera para avanzar es el di?logo aut?ntico entre cristianos y musulmanes, basado en la verdad e inspirado por el sincero deseo de conocernos mejor mutuamente, respetando las diferencias y reconociendo lo que tenemos en com?n. Esto llevar? al mismo tiempo a un aut?ntico respeto por las opciones responsables de cada persona, especialmente las que afectan a los valores fundamentales y a las convicciones religiosas personales.

Como ejemplo del respeto fraterno con el que los cristianos y musulmanes pueden trabajar juntos, quiero citar unas palabras dirigidas por el Papa Gregorio VII, en el a?o 1076, a un pr?ncipe musulm?n de ?frica del Norte, que hab?a demostrado una gran benevolencia a los cristianos sometidos a su jurisdicci?n. El Papa Gregorio VII habl? del amor especial con que deben tratarse mutuamente los cristianos y musulmanes, pues ?creemos y confesamos un solo Dios, aunque de manera diferente, cada d?a le alabamos y veneramos como Creador de los siglos y gobernador de este mundo? (Patrolog?a Latina 148, 451).

Que la libertad de religi?n, garantizada institucionalmente y efectivamente respetada, tanto a los individuos como a las comunidades, constituya para todos los creyentes la condici?n necesaria para su contribuci?n leal a la edificaci?n de la sociedad, en actitud de aut?ntico servicio, particularmente a los m?s vulnerables y pobres.

Se?or presidente, quiero concluir alabando al Dios Omnipotente y Misericordioso por esta afortunada oportunidad que nos permite encontrarnos juntos en su nombre. Rezo para que sea un signo de nuestro compromiso com?n a favor del di?logo entre cristianos y musulmanes, as? como un aliento para perseverar en este camino, en el respeto y en la amistad. Deseo que podamos llegar a conocernos mejor, reforzando los v?nculos de afecto entre nosotros, con el deseo com?n de vivir juntos en armon?a, en paz y en mutua confianza. Como creyentes, sacamos de la oraci?n la fuerza necesaria para superar toda huella de prejuicio y para ofrecer un testimonio com?n de nuestra firme fe en Dios. ?Que su bendici?n est? siempre sobre nosotros!

[Traducci?n del original ingl?s realizada por Zenit
? Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
Publicado por verdenaranja @ 22:39  | Habla el Papa
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