Jueves, 30 de noviembre de 2006
Preg?n de Adviento?
Perplejos, pero no desesperanzados?
II Co 2, 4 ? 8


Con esta recomendaci?n de San Pablo a la Comunidad de Corinto, queremos emprender un nuevo ciclo lit?rgico en nuestra Di?cesis, en un curso con muchos proyectos que revisar y llevar a cabo. Un ciclo que comienza con una llamada a la espera del ?sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte?.

S?, un a?o m?s en que Dios en toda su grandeza e inmensidad quiere volver a poner su vida en medio de los hombres y mujeres, de nuestra Iglesia particular y en todos los corazones de aquellos, que a?n marcados por lo confuso de nuestro tiempo, seguimos creyendo contra toda esperanza que un mundo nuevo es posible, que una Iglesia renovada puede ser realidad.

Para ello es ?justo y necesario? abrir de par en par las puertas de nuestras comunidades y de nuestras vidas y estar en disposici?n de querer cambiar. Llevar a cabo sin miedos, sin pesimismos ni desalientos, la invitaci?n de Juan el Bautista, que igual que ayer en el desierto vuelve a resonar hoy: ?Preparad el camino al Se?or, allanad sus senderos?. Todo ello sin dejarnos dominar por el fatalismo ni la desesperanza. Baruc, en el segundo domingo de Adviento nos dir?: ?Ponte en pie, Jerusal?n, sube a la altura gozoso, porque Dios se acuerda de ti?.

Es el mismo Dios quien conduce a su Iglesia. A nosotros nos corresponde ser instrumentos bien afinados para entonar el c?ntico de alegre esperanza que los hombres est?n deseosos de escuchar. Nuestro mundo necesita de Dios, aunque no quiera darse cuenta de ello. Y necesita precisamente al Dios que anuncia Jesucristo, hecho hombre: el Dios que es amor, El Dios que invita a todos a poner el ideal de nuestra vida en el amor.

Para ello hemos de descubrir, primero nosotros para luego poder dar, porque nadie da lo que no tiene, la maravilla de la Encarnaci?n, el amor y la cercan?a de Dios que se hace ni?o. Esto tiene que ser un verdadero amanecer en nuestra vida y en la de todos los hombres, un acontecimiento de gracia, en este tiempo que es el nuestro, que cambie nuestra vida y nos haga ver las cosas de manera diferente, y sorprendidos como Isabel ante la visita de Mar?a, gritar: ??Dichosa t?, que has cre?do! Porque lo que te ha dicho el Se?or se cumplir?.

No perdamos la esperanza. Es preciso querer convertirse, querer cambiar los ideales y los valores de nuestra vida y ajustarla a las ense?anzas y a los ejemplos de Jes?s, que siendo Dios se abaj? para nacer en un establo y estar al alcance de todos aquellos que deseen un encuentro personal con ?l. En este mundo nuestro para ser testigo del ?ni?o envuelto en pa?ales?, no basta con serlo, sino que hay que empe?arse en querer serlo.

De ah? la urgente necesidad de volver al fervor inicial, de reconstruir nuestra vida a partir del convencimiento de que Jes?s es lo primero. Comencemos cada uno por reformar nuestra vida y todo ser? m?s f?cil, todo ser? m?s hermoso, todo ser? m?s eficaz.

No nos podemos resignar a estar y participar en un mundo cada vez m?s alejado de Jes?s, pero a la vez, tan necesitado de ?l.

?Perplejos, pero no desesperanzados? no se trata de multiplicar ni de complicar nuestra vida, sino simplificar y dejar ocupaciones in?tiles y poner la fuerza y el acento en lo fundamental: Dios en su empe?o y en su inconmensurable amor por los hombres, viene para que todos le recibamos.

La confianza y la esperanza en esta seguridad no nos defrauda y hace que no podamos nosotros defraudar a quienes vienen a nosotros buscando la paz y el consuelo de la bondad de Dios.
Publicado por verdenaranja @ 23:53  | Liturgia
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