Domingo, 03 de diciembre de 2006
Comentario del padre Raniero Cantalamessa ?predicador de la Casa Pontificia? a las lecturas de la liturgia de la Misa del I Domingo de Adviento (ciclo C) Jerem?as 33 14-16; 1 Tesalonicenses 3, 12-4,2; Lucas 21, 25-28.34-36.

ROMA, viernes, 1 diciembre 2006 (ZENIT.org).


?La vida es espera!



El oto?o es el tiempo ideal para meditar sobre los temas humanos. Tenemos ante nosotros el espect?culo anual de las hojas que caen de los ?rboles. Desde siempre se ha visto en ?l una imagen del destino humano. Una generaci?n viene, una generaci?n se va...

?Pero es de verdad ?ste nuestro destino final? ?M?s m?sero que el de los ?rboles? El ?rbol, despu?s del deshoje, en primavera vuelve a florecer; el hombre en cambio, una vez que ha ca?do en tierra, ya no ve al luz. Al menos, no la luz de este mundo... Las lecturas del domingo nos ayudan a dar una respuesta a la que es la m?s angustiosa y la m?s humana de las cuestiones.

Recuerdo haber visto de ni?o, en una pel?cula o en un tebeo de aventuras, una escena que se me qued? fijada para siempre. Es por la noche y se ha ca?do un puente del ferrocarril; un tren, ignorante, llega a toda velocidad; el guardav?as se pone entre ?stas gritando: ??Detente! ?Detente!?, agitando una linterna para se?alar el peligro; pero el maquinista est? distra?do y no lo ve, y avanza arrastrando el tren al r?o... No querr?a cargar las tintas, pero me parece una imagen de nuestra sociedad, que avanza fren?ticamente al ritmo de rock ?n roll, desatendiendo todas las se?ales de alarma que provienen no s?lo de la Iglesia, sino de muchas personas que sienten la responsabilidad del futuro...

Con el primer domingo de Adviento comienza un nuevo a?o lit?rgico. El Evangelio que nos acompa?ar? en el curso de este a?o, ciclo C, es el de Lucas. La Iglesia acoge la ocasi?n de estos momentos fuertes, de paso, de un a?o al otro, de una estaci?n a otra, para invitarnos a detenernos un instante, a observar nuestro rumbo, a plantearnos las preguntas que cuentan: ??Qui?nes somos? ?De d?nde venimos? Y sobre todo, ?ad?nde vamos??.

En las lecturas de la Misa dominical, todos los verbos est?n en futuro. En la primera lectura escuchamos estas palabras de Jerem?as: ?Mirad que d?as vienen ?or?culo del Se?or- en que confirmar? la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Jud?. En aquellos d?as y en aquella saz?n har? brotar para David un Germen justo...?.

A esta espera, realizada con la venida del Mes?as, el pasaje evang?lico le da un horizonte o contenido nuevo, que es el retorno glorioso de Cristo al final de los tiempos. ?Las fuerzas de los cielos ser?n sacudidas. Y entonces ver?n venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria?.

Son tonos e im?genes apocal?pticas, de cat?strofe. Sin embargo se trata de un mensaje de consuelo y de esperanza. Nos dicen que no estamos caminando hacia un vac?o y un silencio eternos, sino hacia un encuentro, el encuentro con aqu?l que nos ha creado y que nos ama m?s que un padre y una madre. En otro lugar el propio Apocalipsis describe este evento final de la historia como una entrada al banquete nupcial. Basta con recordar la par?bola de las diez v?rgenes que entran con el esposo en la sala nupcial, o la imagen de Dios que, en el umbral de la otra vida, nos espera para enjugar la ?ltima l?grima que penda de nuestros ojos.

Desde el punto de vista cristiano, toda la historia humana es una larga espera. Antes de Cristo se esperaba su venida; despu?s de ?l se espera su retorno glorioso al final de los tiempos. Precisamente por esto el tiempo de Adviento tiene algo muy importante que decirnos para nuestra vida. Un gran autor espa?ol, Calder?n de la Barca, escribi? un c?lebre drama titulado La vida es sue?o. Con igual verdad se debe decir: ?la vida es espera! Es interesante que ?ste sea justamente el tema de una de las obras teatrales m?s famosas de nuestro tiempo: Esperando a Godot, de Samuel Beckett...

Cuando una mujer est? embarazada se dice que ?espera? un ni?o; los despachos de personas importantes tienen ?sala de espera?. Pens?ndolo bien, la vida misma es una sala de espera. Nos impacientamos cuando estamos obligados a esperar una visita o una experiencia. Pero ?ay si dej?ramos de esperar algo! Una persona que ya no espera nada de la vida est? muerta. La vida es espera, pero es tambi?n cierto lo contrario: ?la espera es vida!

?Qu? diferencia la espera del creyente de cualquier otra espera, por ejemplo, de la espera de los dos personas que aguardan a Godot? Ah? se espera a un misterioso personaje (que despu?s, seg?n algunos, ser?a precisamente Dios, God, en ingl?s), pero sin certeza alguna de que llegue de verdad. Deb?a acudir por la ma?ana, env?a a decir que ir? por la tarde; en ese momento dice que no puede ir, pero que lo har? con seguridad por la noche, y por la noche que tal vez ir? a la ma?ana siguiente... Y los dos pobrecillos est?n condenados a esperarle; no tienen alternativa.

No es as? para el cristiano. ?ste espera a uno que ya ha venido y que camina a su lado. Por esto, despu?s del primer domingo de Adviento, en el que se presenta el retorno final de Cristo, en los domingos sucesivos escucharemos a Juan Bautista que nos habla de su presencia en medio de nosotros: ??En medio de vosotros -dice- hay uno a quien no conoc?is!?. Jes?s est? presente en medio de nosotros no s?lo en la Eucarist?a, en la palabra, en los pobres, en la Iglesia... sino que, por gracia, vive en nuestros corazones y el creyente lo experimenta.

La del cristiano no es una espera vac?a, un dejar pasar el tiempo. En el Evangelio del domingo Jes?s dice tambi?n c?mo debe ser la espera de los disc?pulos, c?mo deben comportarse entretanto, a fin de no verse sorprendidos: ?Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida... Estad en vela, pues, orando en todo tiempo...?.

Pero de estos deberes morales tendremos ocasi?n de hablar en otros momentos. Termino con un recuerdo cinematogr?fico. Hay dos grandes historias de iceberg llevadas a la gran pantalla. Una es la del Titanic, que conocemos bien..., la otra la relata la pel?cula de Kevin Kostner Rapa Nui, de hace algunos a?os. Una leyenda de la isla de Pascua, situada en el Oc?ano Pac?fico, dice que el iceberg es en realidad una nave que cada ciertos a?os o siglos pasa junto a la isla para permitir al rey o al h?roe del lugar encaramarse a ella e ir hacia el reino de la inmortalidad.

Existe un iceberg en la ruta de cada uno de nosotros, la hermana muerte. Podemos fingir que no lo vemos o no pensar en ello como la gente despreocupada que, en el Titanic, estaba de fiesta esa noche, o podemos estar preparados para subirnos y dejarnos conducir hacia el reino de los santos. El tiempo de Adviento deber?a servir tambi?n para esto...





Publicado por verdenaranja @ 1:12  | Espiritualidad
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