Domingo, 03 de diciembre de 2006
Palabras del Cardenal Joseph Ratzinger sobre el Adviento
ACIPRENSA



?El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiraci?n a un Adviento aut?ntico: la insuficiencia de ese ?nimo festivo por s? s?lo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el n?cleo del acontecimiento, ese alimento del esp?ritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ?Cu?l es ese n?cleo de la vivencia del Adviento?
Podemos tomar como punto de partida la palabra ?Adviento?; este t?rmino no significa ?espera?, como podr?a suponerse, sino que es la traducci?n de la palabra griega parus?a, que significa ?presencia?, o mejor dicho, ?llegada?, es decir, presencia comenzada. En la antig?edad se usaba para designar la presencia de un rey o se?or, o tambi?n del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parus?a. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que ?l ya est? presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, a?n no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduraci?n. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como ?l quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno ser?n a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que ?la luz del mundo? se ha encendido ya en la noche oscura de Bel?n y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perd?n divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede ?y solamente quiere? seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, contin?an a trav?s de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a trav?s de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Bel?n ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un ?hoy? cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en ?l las tinieblas del ego?smo (...) el ni?o - Dios nace all? donde se obra por inspiraci?n del amor del Se?or, donde se hace algo m?s que intercambiar regalos.

Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero tambi?n tan s?lo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino tambi?n a lo que est? por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un d?a el bien triunfar? definitivamente y todo le estar? sometido: el d?a que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, ser? un d?a presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo (...)?.

Alegraos en el Se?or

(...) ??Alegraos, una vez m?s os lo digo: alegraos?. La alegr?a es fundamental en el cristianismo, que es por esencia evangelium, buena nueva. Y sin embargo es ah? donde el mundo se equivoca, y sale de la Iglesia en nombre de la alegr?a, pretendiendo que el cristianismo se la arrebata al hombre con todos sus preceptos y prohibiciones. Ciertamente, la alegr?a de Cristo no es tan f?cil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversi?n. Pero ser?a falso traducir las palabras: ?Alegraos en el Se?or? por estas otras: ?Alegraos, pero en el Se?or?, como si en la segunda frase se quisiera recortar lo afirmado en la primera. Significa sencillamente ?alegraos en el Se?or?, ya que el ap?stol evidentemente cree que toda verdadera alegr?a est? en el Se?or, y que fuera de ?l no puede haber ninguna. Y de hecho es verdad que toda alegr?a que se da fuera de ?l o contra ?l no satisface, sino que, al contrario, arrastra al hombre a un remolino del que no puede estar verdaderamente contento. Por eso aqu? se nos hace saber que la verdadera alegr?a no llega hasta que no la trae Cristo, y que de lo que se trata en nuestra vida es de aprender a ver y comprender a Cristo, el Dios de la gracia, la luz y la alegr?a del mundo. Pues nuestra alegr?a no ser? aut?ntica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la m?s ?ntima profundidad de nuestra existencia, imposible de sernos arrebatada por fuerza alguna del mundo. Y toda p?rdida externa deber?a hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos m?s maduros para nuestra vida aut?ntica.

As? se echa de ver que los dos cuadros laterales del tr?ptico de Adviento, Juan y Mar?a, apuntan al centro, a Cristo, desde el que son comprensibles. Celebrar el Adviento significa, dicho una vez m?s, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan y Mar?a nos ense?an a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversi?n, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible. Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y aprendemos que no hay alegr?a m?s luminosa para el hombre y para el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo. El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia que exista en el mundo est? amparada por una misericordia amorosa, est? dominada y superada por la benevolencia, el perd?n y la salvaci?n de Dios. Quien celebre as? el Adviento podr? hablar con derecho de la Navidad feliz bienaventurada y llena de gracia. Y conocer? c?mo la verdad contenida en la felicitaci?n navide?a es algo mucho mayor que ese sentimiento rom?ntico de los que la celebran como una especie de diversi?n de carnaval?.

Estar preparados...

?En el capitulo 13 que Pablo escribi? a los cristianos en Roma, dice el Ap?stol lo siguiente: ?La noche va muy avanzada y se acerca ya el d?a. Despoj?monos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de d?a, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vest?os del Se?or Jesucristo...? Seg?n eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sue?o. ?Qu? quiere decir Pablo? Con t?rminos como ?comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas? ha expresado claramente lo que entiende por ?noche?. Las comilonas nocturnas, con todos sus acompa?amientos, son para ?l la expresi?n de lo que significa la noche y el sue?o del hombre. Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocaci?n humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. ?No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sue?o significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra ?poca, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sue?o que nos invita a desentendernos a nuestra vocaci?n y nuestras mejor posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que o?mos de nuevo esta semana se tornen se?ales luminosas para nosotros que nos muestra el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa m?s grande que la el dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los dem?s hombres: he ah? el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona m?s claridad al mundo?.

Juan el Bautista y Mar?a

?Juan el Bautista y Mar?a son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese per?odo. ?Fij?monos primero en Juan el Bautista! Est? ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. ?l es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe ?cambiar? continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la direcci?n opuesta. Todo ello se ha de extender tambi?n a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. D?a tras d?a nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a trav?s de carteles, la radio, el tr?fico y dem?s fen?menos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que s?lo existe ?l. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, m?s excelso y posee m?s valor que todo lo visible. Una sola alma es, seg?n la soberbia expresi?n de Pascal, m?s valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma vida es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusi?n de lo visible y hacerse sensible, afinar el o?do y el esp?ritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es m?s importante que todo lo que, d?a tras d?a, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva direcci?n a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se har? presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximi? del dif?cil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ?Cu?n cierto es que ?ste es tambi?n el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!?.


Publicado por verdenaranja @ 1:17  | Liturgia
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