ARZOBISPADO DE ROSARIO
MENSAJE DE ADVIENTO
DE MONS. JOS? LUIS MOLLAGHAN
2 de diciembre de 2006
A los sacerdotes, di?conos, seminaristas,
religiosas, religiosos y laicos de la
Arquidi?cesis de Rosario. Queridos hermanos:
En este tiempo de Adviento, la Iglesia nos llama a la espera y a la conversi?n. Escuchamos nuevamente las palabras del Se?or:?est?n prevenidos y oren incesantemente? (Lucas 21,36) y tambi?n nos exhorta: ?tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos?? (Lucas 21, 34).
Esta llamada a la conversi?n y al cambio de vida resulta ser el tema fundamental en la historia de la relaci?n entre los hombres y Dios. Si ?l se hace hombre y entra en comuni?n con nosotros, es para que nuestra vida cambie. Si recorremos las p?ginas de la Sagrada Escritura, este llamado es permanente, y es el coraz?n del mensaje de este tiempo: ?debemos estar vigilantes en la oraci?n? y ?con alegr?a en nuestra alabanza? (Pref. II Adv.).
Tiempo de esperanza El tiempo lit?rgico del Adviento es un tiempo de esperanza, que anhela y prepara la venida del Se?or. La esperanza parece ser lo que m?s necesitamos los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, porque muchas veces el reclamo incesante que escuchamos es que nos encontramos con horizontes vac?os y desprovistos de un porvenir.
Frecuentemente en la vida de hoy hallamos dificultades y adversidades de toda clase, que no nos permiten vivir con la serenidad que necesitamos, y hasta nos oprimen y quitan la confianza. El compromiso y la b?squeda del bien, parecen ceder ante el mal, que hasta se presenta como un protagonista con derechos propios.
Muchas veces se han debilitado nuestras expectativas de justicia, y de bondad definitivas; y convivimos en forma resignada con la injusticia. Tambi?n los medios de comunicaci?n nos acostumbran a ver la desgracia en forma habitual.
Desde la fe que profesamos sabemos que la esperanza en nuestra existencia y particularmente en esta situaci?n dram?tica del mundo de hoy, depende de Dios, y de la presencia viva de Jesucristo en nuestras vidas.
Por esto, el mensaje de esperanza del profeta se dirige a todos, y todos necesitamos esperar y confiar m?s en el Se?or:?El practicar? la justicia y el derecho en el pa?s? (Jerem?as, 33,15);??l vendr? lleno de poder y de gloria? (Lucas 21,27).
Cristo vino, viene y vendr? En la pr?xima Navidad celebramos que Jesucristo naci? en Bel?n de Santa Mar?a Virgen y vino al mundo en la plenitud de los tiempos. Desde el recuerdo de esta primera venida, la Iglesia nos invita a mirar con esperanza la venida de Cristo al final de los tiempos, cuando venga para llevar a t?rmino la obra que comenz? en su primera venida, y separar las ovejas de los cabritos. Jesucristo es ?el que es, el que era y el que ha de venir? (Apocalipsis. 4,8).
Entre estas dos venidas, el Se?or se sigue haciendo presente y viene a su Iglesia y al coraz?n de los creyentes. Tambi?n viene en esta Navidad para que lo conozcamos y amemos. El Adviento, justamente, nos debe ayudar a preparar un lugar y una morada para Jes?s en nuestro coraz?n.
Sin embargo, estamos como desorientados y desprevenidos: el Se?or quiere ser recibido, entrar a nuestra vida, y no le abrimos.
No le abrimos y no le ofrecemos un lugar, cuando nuestro coraz?n no valora en su horizonte la trascendencia de Dios, y de nuestra vida; y no escuchamos su Palabra; ?porque la fe en El viene de la escucha?.
No le abrimos cuando no hay inter?s por conocer y vivir la vocaci?n de comuni?n con Dios. Jesucristo nos revela el misterio m?s profundo de nuestra fe, que Dios es Padre, Hijo y Esp?ritu Santo (CEA, NMA, n? 54), al que estamos invitados a buscar y a proclamar.
No le abrimos, finalmente, cuando no tenemos los mismos sentimientos de Cristo, los de pr?jimo, y los del buen samaritano del Evangelio. Porque tambi?n encontramos al Se?or, en los rostros de los hermanos que sufren (CEA, NMA, n? 58).
Los mismos sentimientos de Cristo Podr?amos decir que nuestro coraz?n est? muchas veces como galvanizado para identificarse con los sentimientos de Jes?s. La posesi?n de lo material, las relaciones humanas muchas veces estrechas e interesadas, y mi propio yo, nos hacen suponer que esto es suficiente y que no necesitamos nada m?s para llenar la vida, el tiempo y la existencia.
Si respondiendo a su invitaci?n, comenzamos a pensar como ?l, leyendo el Evangelio y el mensaje de su venida, se va despertar en nosotros el deseo de Dios, la b?squeda, y la convicci?n de que ?l viene y nos espera.
El Adviento es un ofrecimiento para acercarnos a Dios por medio de Jesucristo, que nos revela su vida m?s ?ntima, a fin de creer que Jes?s es Dios con nosotros?, que ?Jes?s es el Se?or?. Y contemplando el rostro de Jesucristo, el cual naci? y dio su vida por nosotros, podemos identificarnos tambi?n con los mismos sentimientos de Jes?s.
A su vez, estos mismos sentimientos, nos permitir?n descubrirlo en los sufrimientos de aquellos que est?n a nuestro alrededor, de los m?s necesitados, y nos mover?n a crecer en su amor, y a mirar a los dem?s como ?l mismo lo hace. As? tambi?n, podremos dar testimonio de Dios y de su presencia entre nosotros, ya que cada uno ?es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar? (Benedicto XVI, Dios es caridad, n? 31).
Comuni?n y Misi?n El Adviento , que nos acerca a la venida de Cristo Salvador, y nos permite encontrarnos con el Padre y el Esp?ritu Santo, nos invita a evangelizar y anunciarlo a los dem?s.
Comunicar la grandeza de Dios es evangelizar y proclamar que Cristo es la imagen del Dios invisible (Col.1,15), sabiendo que en ?l, sobre todo en la Eucarist?a, la gloria de Dios se hace cercana.
El Adviento por tanto, nos invita a la misi?n y a hablar m?s de Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre, y prolongar sus actitudes en nuestra vida. As? podremos ser portadores de la feliz noticia del amor de Dios que brilla en su rostro (cfr.NMA, n? 52).
Para ello podemos resaltar y contar con el protagonismo que tienen todos y cada uno de los bautizados, especialmente los laicos y laicas en su propia vida, favoreciendo su participaci?n en la vida parroquial y en la acci?n misionera de la parroquia, organizada por cada p?rroco y los sacerdotes de la comunidad. Debemos tratar de llegar por todos los caminos, en las ciudades como en los pueblos m?s peque?os,, a quienes a?n no conocen al Se?or, y tambi?n a quienes ya recibieron el bautismo, pero necesitan renovar su vida de fe, acercarse a una nueva vida, por la Palabra y los sacramentos, particularmente la Reconciliaci?n y la Eucarist?a, y estar m?s cerca de Cristo Salvador. Ofrecerles de este modo una alternativa nueva de vivir, sabiendo que el Esp?ritu Santo antes que nosotros es quien mueve y atrae, y hace o?r sus gemidos inefables en el coraz?n del hombre (Romanos 8,26).
Con el s? de Mar?a La espera de Jes?s, que renueva la Iglesia en este Adviento, la hacemos junto con Mar?a, quien con su s? cambi? el rumbo de la historia. Ella fue la primera en beneficiarse con la venida de Cristo, porque ella fue la elegida para ser la Madre del Salvador.
Ella nos ofrece en la espera de su Hijo, la alegr?a del ?Magnificat?, y nos muestra el camino de su anuncio. A Ella le encomendamos a todos sus hijos de esta Arquidi?cesis y la acci?n misionera de nuestras comunidades, seguros de su constante ayuda.
Los saludo con afecto en el Se?or, dese?ndoles un Adviento que nos lleve a vivir m?s profundamente, junto al pesebre, la pr?xima Navidad, as? como el nuevo a?o 2007.
+Jos? Luis Mollaghan
Arzobispo de Rosario