Domingo, 10 de diciembre de 2006
Discurso que pronunci? Benedicto XVI el 7 de noviembre de 2006 en un encuentro con los obispos de Suiza, que conclu?an as? la visita pastoral ?ad limina apostolorum? interrumpida en el a?o 2005 a causa de la enfermedad de Juan Pablo II. El Papa pronunci? su discurso sin papeles.



Eminencias; excelencias;
queridos hermanos en el episcopado:
Ante todo quisiera saludaros de coraz?n y expresar mi alegr?a porque se nos concede completar ahora la visita pastoral interrumpida en el a?o 2005, teniendo as? la posibilidad de trabajar juntos una vez m?s en todas las cuestiones que nos preocupan.

Conservo a?n un vivo recuerdo de la visita ad limina de 2005, cuando en la Congregaci?n para la doctrina de la fe hablamos juntos de problemas que trataremos de nuevo durante estos d?as. Tengo muy presente el clima de compromiso interior de entonces para hacer que la palabra del Se?or sea viva y llegue a los corazones de los hombres de nuestro tiempo, a fin de que la Iglesia est? llena de vida. En nuestra dif?cil situaci?n com?n a causa de una cultura secularizada, tratamos de comprender la misi?n que el Se?or nos ha encomendado y de cumplirla lo mejor posible.

No he podido preparar un discurso elaborado. Ahora, con vistas a los grandes conjuntos de problemas que afrontaremos, s?lo quisiera hacer un "primer intento", que no pretende presentar afirmaciones definitivas, sino s?lo iniciar el di?logo. Se trata de un encuentro entre los obispos de Suiza y los diversos dicasterios de la Curia, en los que se hacen visibles y est?n representados los diferentes sectores de nuestra misi?n pastoral. Sobre algunos de ellos quisiera hacer alg?n comentario.

De acuerdo con mi pasado, comienzo con la Congregaci?n para la doctrina de la fe, o mejor, con el tema de la fe. Ya afirm? en la homil?a que, en la dif?cil situaci?n de nuestro tiempo, la fe debe tener verdaderamente la prioridad. Tal vez hace dos generaciones se pod?a dar por supuesta como algo natural: se crec?a en la fe; de alg?n modo, estaba sencillamente presente como parte de la vida y no se deb?a buscar de modo especial. Era necesario plasmarla y profundizarla, pero estaba presente como algo obvio.

Hoy resulta natural lo contrario, es decir, que en el fondo no es posible creer, que de hecho Dios est? ausente. En cualquier caso, la fe de la Iglesia parece algo del pasado lejano. As?, tambi?n los cristianos activos tienen la idea de que conviene elegir para s?, del conjunto de la fe de la Iglesia, los elementos que consideran a?n sostenibles hoy en d?a. Y sobre todo se busca con empe?o cumplir los deberes para con Dios mediante el compromiso por los hombres. Ahora bien, esto es el inicio de una especie de "justificaci?n mediante las obras": el hombre se justifica a s? mismo y el mundo en el que realiza lo que parece claramente necesario, pero falta la luz interior y el alma de todo.

Por eso, creo que es importante tomar nuevamente conciencia de que la fe es el centro de todo: "Tu fe te ha salvado" ―"Fides tua te salvum fecit"―, dec?a con frecuencia el Se?or a los que curaba. Esos enfermos no se curaron porque fueron tocados f?sicamente, por el gesto exterior, sino porque tuvieron fe. Y tambi?n nosotros s?lo podemos servir al Se?or de un modo vivo si nuestra fe es fuerte y si se hace presente en su abundancia.

En este contexto quisiera destacar dos puntos fundamentales. Primero: la fe es sobre todo fe en Dios. En el cristianismo no se trata de una enorme carga de diversas cosas; todo lo que dice el Credo y lo que el desarrollo de la fe ha producido, s?lo existe para hacer m?s claro a nuestra vista el rostro de Dios. Dios existe y vive; en ?l creemos; ante ?l, con vistas a ?l, con ?l y de ?l vivimos. Y en Jesucristo Dios est? presente con nosotros, por decirlo as?, corporalmente.

Esta centralidad de Dios debe manifestarse de un modo completamente nuevo en todo nuestro pensar y obrar. Es lo que despu?s anima tambi?n las actividades, las cuales, de lo contrario, f?cilmente pueden degenerar en activismo y quedar vac?as. Esto es lo primero que quisiera destacar: que la fe en realidad mira siempre hacia Dios, y as? nos impulsa tambi?n a nosotros a mirar hacia Dios y a ponernos en movimiento hacia ?l.

Lo segundo es que no podemos inventar nosotros mismos la fe, componi?ndola con elementos "sostenibles"; debemos creer juntamente con la Iglesia. No podemos comprender todo lo que ense?a la Iglesia; no todo tiene que estar presente en toda vida. Sin embargo, es importante que, juntamente con los dem?s creyentes, formemos el gran "Yo" de la Iglesia, su "Nosotros" vivo, constituyendo as? la gran comunidad de la fe, la gran asamblea en la que el T? de Dios y el yo del hombre verdaderamente se toquen; en la que el pasado de las palabras de la Escritura se haga presente, los tiempos se compenetren rec?procamente, el pasado sea presente y, abri?ndose hacia el futuro, deje entrar en el tiempo el resplandor de la eternidad, del Eterno.

Debemos tratar de poner verdaderamente en el centro de nuestras actividades esta forma completa de la fe, expresada en el Credo: fe en la Iglesia y con la Iglesia como sujeto vivo, en el que act?a el Se?or. Tambi?n hoy lo vemos de un modo muy claro: el progreso, donde se ha promovido de modo exclusivo, sin alimentar el alma, produce da?os. Entonces las capacidades t?cnicas aumentan, ciertamente, pero sobre todo generan nuevas posibilidades de destrucci?n.

Si, juntamente con la ayuda en favor de los pa?ses en v?as de desarrollo, juntamente con el desarrollo de todo lo que el hombre es capaz de hacer, de todo lo que su inteligencia ha inventado y que su voluntad hace posible, no se ilumina a la vez tambi?n su alma y no llega la fuerza de Dios, se aprende sobre todo a destruir. Por eso, creo que debemos reavivar m?s a?n nuestra responsabilidad misionera: si estamos felices con nuestra fe, debemos sentirnos obligados a hablar de ella a los dem?s. Luego queda en manos de Dios en qu? medida podr?n acogerla los hombres.

De este tema quisiera pasar ahora a la "educaci?n cat?lica", aludiendo a dos sectores. Algo que, a mi parecer, nos causa a todos "preocupaci?n", en el sentido positivo del t?rmino, es el hecho de que los futuros sacerdotes y los dem?s profesores y anunciadores de la fe deber?an tener una buena formaci?n teol?gica. Por consiguiente, hacen falta buenas facultades teol?gicas, buenos seminarios mayores y profesores de teolog?a competentes, que no s?lo transmitan conocimientos, sino que tambi?n formen en una fe inteligente, de manera que la fe se convierta en inteligencia y la inteligencia en fe.

A este respecto, tengo un deseo muy espec?fico. Nuestra ex?gesis ha hecho grandes progresos; realmente sabemos mucho sobre el desarrollo de los textos, sobre la subdivisi?n de las fuentes, etc.; sabemos qu? significado puede haber tenido la palabra en aquella ?poca... Pero tambi?n vemos cada vez con mayor claridad que la ex?gesis hist?rico-cr?tica, si se queda s?lo en hist?rico-cr?tica, remite la palabra al pasado, la convierte en una palabra de aquellos tiempos, una palabra que de hecho en el fondo no nos habla. As? la palabra queda fragmentada, pues precisamente se disuelve en muchas fuentes diversas.

El Concilio, en la ?Dei Verbum?, nos dijo que el m?todo hist?rico-cr?tico es una dimensi?n esencial de la ex?gesis, porque forma parte de la naturaleza de la fe, dado que es un hecho hist?rico. No creemos simplemente en una idea; el cristianismo no es una filosof?a, sino un acontecimiento que Dios ha realizado en este mundo; es una historia que ?l, de modo real, ha formado y forma como historia juntamente con nosotros.

Por eso, en nuestra lectura de la Biblia el aspecto hist?rico debe estar presente realmente en su seriedad y exigencia: debemos reconocer efectivamente el evento, el hecho de que Dios "hace historia" con su obrar. Pero la ?Dei Verbum? a?ade que la Escritura, que por consiguiente debe leerse seg?n los m?todos hist?ricos, ha de leerse tambi?n como unidad y debe leerse en la comunidad viva de la Iglesia.

Estas dos dimensiones faltan en grandes sectores de la ex?gesis. La unidad de la Escritura no es un hecho puramente hist?rico-cr?tico, aunque el conjunto, tambi?n desde el punto de vista hist?rico, es un proceso interior de la Palabra que, le?da y comprendida siempre de modo nuevo en el curso de sucesivas relecturas sigue realiz?ndose. Ahora bien, precisamente esta unidad es, en definitiva, un hecho teol?gico: estos escritos son una ?nica Escritura; s?lo son comprensibles a fondo si se leen en la analog?a de la fe ―"analogia fidei?― como unidad en la que hay un progreso hacia Cristo e, inversamente, Cristo atrae hacia s? toda la historia; y si, por otra parte, esto encuentra su vitalidad en la fe de la Iglesia.

Dicho de otra manera, me interesa mucho que los te?logos aprendan a leer y amar la Escritura tal como lo quiso el Concilio en la ?Dei Verbum?: que vean la unidad interior de la Escritura ―hoy se cuenta con la ayuda de la "ex?gesis can?nica" (que sin duda se encuentra a?n en una t?mida fase inicial)― y que despu?s hagan una lectura espiritual de ella, la cual no es algo exterior de car?cter edificante, sino un sumergirse interiormente en la presencia de la Palabra.

Me parece que es muy importante hacer algo en este sentido, contribuir a que, juntamente con la ex?gesis hist?rico-cr?tica, con ella y en ella, se d? verdaderamente una introducci?n a la Escritura viva como palabra de Dios actual. No s? c?mo realizarlo de forma concreta, pero creo que, sea en el ?mbito acad?mico, sea en el seminario, sea en un curso de introducci?n, se pueden encontrar profesores adecuados para que se realice este encuentro actual con la Escritura en la fe de la Iglesia, un encuentro gracias al cual resulta posible el anuncio.

El segundo sector es la catequesis, que, por una parte, ha hecho grandes progresos metodol?gicos precisamente en los ?ltimos cincuenta a?os, m?s o menos; pero, por otra, se ha perdido mucho en la antropolog?a y en la b?squeda de puntos de referencia, de forma que a menudo no se alcanzan ni siquiera los contenidos de la fe. Lo comprendo, pues incluso cuando yo era vicario parroquial ―hace 56 a?os― ya resultaba muy dif?cil anunciar la fe en la escuela pluralista, con muchos padres y ni?os no creyentes, porque resultaba un mundo totalmente extra?o e irreal.

Naturalmente, hoy la situaci?n ha empeorado a?n. Con todo, es importante que en la catequesis, tanto en la escuela como en la parroquia y en la comunidad, la fe siga siendo plenamente valorada, es decir, que los ni?os aprendan verdaderamente qu? es la "creaci?n", qu? es "la historia de la salvaci?n" realizada por Dios; qu? es, o mejor, qui?n es Jesucristo; qu? son los sacramentos; cu?l es el objeto de nuestra esperanza...

Yo creo que todos debemos comprometernos seriamente, como siempre, en una renovaci?n de la catequesis en la que sea fundamental la valent?a de dar testimonio de la propia fe y de encontrar los modos adecuados para hacer que sea comprendida y acogida, pues la ignorancia religiosa ha alcanzado un nivel espantoso. Sin embargo, en Alemania los ni?os reciben catequesis al menos durante diez a?os; siendo as?, en el fondo deber?an saber muchas cosas. Por esto, desde luego debemos reflexionar seriamente sobre nuestras posibilidades de encontrar modos de comunicar, aunque de modo sencillo, los conocimientos, a fin de que la cultura de la fe est? presente.

Ahora paso a hacer algunas observaciones sobre el "culto divino". A este respecto, el A?o de la Eucarist?a ha dado buenos resultados. Puedo decir que la exhortaci?n postsinodal ya va muy adelantada. Seguramente constituir? un gran enriquecimiento. Adem?s, se public? el documento de la Congregaci?n para el culto divino sobre la correcta celebraci?n de la Eucarist?a, algo muy importante. Creo que, por todo ello, cada vez resulta m?s claro que la liturgia no es una "auto-manifestaci?n" de la comunidad, la cual, como se dice, entra en escena en ella, sino que, por el contrario, es el salir la comunidad de s? misma y acceder al gran banquete de los pobres, entrar en la gran comunidad viva, en la que Dios mismo nos alimenta.

Todos deber?an tomar nueva conciencia de este car?cter universal de la liturgia. En la Eucarist?a recibimos algo que nosotros no podemos hacer; entramos en algo m?s grande, que se hace nuestro precisamente cuando nos entregamos a ?l tratando de celebrar la liturgia realmente como liturgia de la Iglesia.

Luego, relacionado con esto, est? el famoso problema de la homil?a. Desde el punto de vista puramente funcional, puedo entenderlo muy bien: tal vez el p?rroco est? cansado o ya ha predicado muchas veces, o es anciano y sus tareas son superiores a sus fuerzas. Entonces, si hay un asistente para la pastoral que es capaz de interpretar la palabra de Dios de modo convincente, surge espont?neamente la pregunta: ?por qu? no deber?a hablar el asistente para la pastoral, si lo puede hacer mejor y as? la gente sacar? mayor provecho?

Pero precisamente esta es la visi?n puramente funcional. En cambio, hay que tener en cuenta el hecho de que la homil?a no es una interrupci?n de la liturgia para hacer un discurso, sino que pertenece al acontecimiento sacramental, actualizando la palabra de Dios en el presente de esta comunidad. Es el momento en que esta comunidad, como sujeto, quiere verdaderamente verse comprometida en la escucha y la acogida de la Palabra. Esto significa que la homil?a misma forma parte del misterio, de la celebraci?n del misterio y, por consiguiente, no se puede separar de ?l.

Sin embargo, creo que tambi?n es importante sobre todo que el sacerdote no se limite al sacramento y a la jurisdicci?n ―con la convicci?n de que todas las dem?s funciones podr?an realizarlas tambi?n otras personas―, sino que se conserve la integridad de su ministerio. El sacerdocio s?lo es una vocaci?n hermosa cuando se tiene una misi?n integral que cumplir, de la que no se pueden quitar algunas funciones. Y desde siempre, incluso en el culto del Antiguo Testamento, forma parte de esta misi?n el deber del sacerdote de unir al sacrificio la Palabra, la cual es parte integrante del conjunto.

Desde el punto de vista meramente pr?ctico, ciertamente debemos tratar de proporcionar a los sacerdotes la ayuda necesaria para que puedan desempe?ar de modo correcto tambi?n el ministerio de la Palabra. En principio, es muy importante esta unidad interior tanto de la esencia de la celebraci?n eucar?stica como de la esencia del ministerio sacerdotal.

El segundo tema que quisiera tocar en este contexto se refiere al sacramento de la Penitencia, cuya pr?ctica en estos ?ltimos cincuenta a?os ha disminuido progresivamente. Gracias a Dios existen claustros, abad?as y santuarios, a los cuales la gente va en peregrinaci?n y donde su coraz?n se abre y est? dispuesto a confesarse.

Realmente es necesario volver a valorar este sacramento. Ya desde un punto de vista meramente antropol?gico, es importante, por una parte, reconocer nuestras culpas y, por otra, practicar el perd?n. La falta generalizada de una conciencia de la culpa es un fen?meno preocupante de nuestro tiempo. Por tanto, el don del sacramento de la Penitencia no s?lo consiste en recibir el perd?n, sino tambi?n en que ante todo nos damos cuenta de nuestra necesidad de perd?n. Ya con esto nos purificamos, nos transformamos interiormente y as? tambi?n podemos comprender mejor a los dem?s y perdonarlos.

Reconocer la propia culpa es algo elemental para el hombre; el que ya no reconoce su culpa, est? enfermo. Igualmente importante para ?l es la experiencia liberadora que implica el recibir el perd?n. El sacramento de la Reconciliaci?n es el lugar decisivo para realizar ambas cosas. Adem?s, en ?l la fe se hace algo plenamente personal; ya no se oculta en la colectividad. Si el hombre afronta el desaf?o y, en su situaci?n de necesidad de perd?n, por decirlo as?, se presenta indefenso ante Dios, entonces realiza la experiencia conmovedora de un encuentro totalmente personal con el amor de Jesucristo.

Por ?ltimo, quisiera referirme al ministerio episcopal. De esto, en el fondo, ya hemos hablado impl?citamente durante todo el tiempo. Me parece importante que los obispos, como sucesores de los Ap?stoles, por una parte lleven verdaderamente la responsabilidad de las Iglesias locales que el Se?or les ha encomendado, haciendo que en ellas la Iglesia crezca y viva como Iglesia de Jesucristo. Por otra parte, deben abrir las Iglesias locales a la Iglesia universal.

Considerando las dificultades que encuentran los ortodoxos con las Iglesias autoc?falas, as? como los problemas de nuestros amigos protestantes ante la disgregaci?n de las Iglesias regionales, caemos en la cuenta del gran valor que tiene la universalidad, de la importancia de que la Iglesia se abra a la totalidad, llegando a ser una ?nica Iglesia en la universalidad. Por otra parte, esto s?lo lo puede realizar una Iglesia que en su propio territorio est? viva.

Esta comuni?n debe ser fomentada por los obispos, juntamente con el Sucesor de Pedro, con el esp?ritu de una consciente sucesi?n en el Colegio de los Ap?stoles. Todos debemos esforzarnos continuamente por encontrar el debido equilibrio en esta relaci?n mutua, de forma que la Iglesia local viva su autenticidad y, a la vez, la Iglesia universal reciba de ello un enriquecimiento, a fin de que ambas den y reciban, y as? crezca la Iglesia del Se?or.

Monse?or Grab habl? ya de la dif?cil cuesti?n del ecumenismo. Es un ?mbito que encomiendo al coraz?n de todos vosotros. En Suiza deb?is afrontar diariamente esta tarea, que, aunque resulte dif?cil, es tambi?n fuente de gozo. Por una parte, creo que son importantes las relaciones personales, en las que nos reconocemos y nos estimamos los unos a los otros de modo inmediato como creyentes, y como personas espirituales nos purificamos y nos ayudamos tambi?n mutuamente. Por otra, como ha dicho tambi?n monse?or Grab, es necesario promover los valores esenciales, fundamentales, de nuestra sociedad, procedentes de Dios. En este campo, todos juntos ―protestantes, cat?licos y ortodoxos― tenemos una gran tarea por realizar. Y me alegra constatar que cada vez se toma mayor conciencia de esto.

En Occidente, la Iglesia que est? en Grecia es la que, aunque de vez en cuando tiene problemas con los latinos, dice cada vez m?s claramente: en Europa s?lo podemos realizar nuestra tarea si nos comprometemos todos juntos por la gran herencia cristiana. Tambi?n la Iglesia que est? en Rusia lo ve cada vez con mayor claridad. Asimismo, nuestros amigos protestantes son cada vez m?s conscientes de este hecho. Yo creo que, si aprendemos a actuar juntos en este campo, podemos realizar una buena parte de unidad, incluso donde la plena unidad teol?gica y sacramental a?n no es posible.

Para concluir, quisiera manifestaros una vez m?s mi alegr?a por vuestra visita, dese?ndoos muchas conversaciones fructuosas durante estos d?as.

[Traducci?n distribuida por la Santa Sede
? Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
Publicado por verdenaranja @ 18:53  | Habla el Papa
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