En presencia de Benedicto XVI ?en la Capilla ?Redemptoris Mater? del Palacio Apost?lico vaticano-, el viernes, 15 de Dciembre de 2006, tuvo lugar la primera meditaci?n de Adviento del P. Raniero Cantalamessa OFMCap.
ZENIT publica el texto ?ntegro.
P. Raniero Cantalamessa
Primera Predicaci?n de Adviento 2006
??BIENAVENTURADOS LOS QUE AHORA LLOR?IS!?
La bienaventuranza de los afligidos
Empezamos, con esta meditaci?n, un ciclo de reflexi?n sobre las bienaventuranzas que, si Dios quiere, proseguiremos en la pr?xima Cuaresma. Las bienaventuranzas han conocido, dentro del propio Nuevo Testamento, un desarrollo y aplicaciones diferentes, seg?n la teolog?a de cada evangelista o las necesidades nuevas de la comunidad. A ellas se aplica lo que San Gregorio Magno dice de toda la Escritura, que ella ?cum legentibus crescit? [1], crece con quienes la leen, revela siempre nuevas implicaciones y contenidos m?s ricos, de acuerdo con las instancias y los interrogantes nuevos con los que se lee.
Mantener la fe en este principio significa que tambi?n hoy nosotros debemos leer las bienaventuranzas a la luz de las situaciones nuevas en las que nos encontramos viviendo, con la diferencia, se entiende, de que las interpretaciones de los evangelistas est?n inspiradas, y por ello normativas para todos y para siempre, mientras que las de hoy no comparten tal prerrogativa.
1. Una nueva relaci?n entre placer y dolor Omitiendo la bienaventuranza de los pobres que hemos meditado en un Adviento precedente, concentr?monos en la segunda bienaventuranza: ?Bienaventurados los afligidos porque ser?n consolados? (Mt 5, 4). En el evangelio de Lucas, donde las bienaventuranzas, que son cuatro, est?n en forma de discurso directo y reforzadas por una advertencia, la misma bienaventuranza suena as?: ?Bienaventurados los que ahora llor?is, porque reir?is?. ??Ay de vosotros, los que ahora re?s, porque gemir?is y llorar?is!? (Lc 6, 21.25).
El mensaje m?s formidable est? contenido precisamente en la estructura de esta bienaventuranza. ?sta se permite recoger la revoluci?n que el evangelio obr? respecto al problema del placer y dolor. El punto de partida ?com?n tanto al pensamiento religioso como al profano- es la constataci?n de que en esta vida placer y dolor son inseparables; se suceden el uno al otro con la misma regularidad con la que a la elevaci?n de una ola en el mar le sigue un hundimiento y un vac?o que succiona al n?ufrago mar adentro.
El hombre busca desesperadamente separar a estos dos hermanos siameses, aislar el placer del dolor. Pero es in?til. Es el mismo placer desordenado el que se vuelve contra ?l y se transforma en sufrimiento, o de improviso y tr?gicamente, o un poco a la vez, en cuanto es por su naturaleza transitorio y genera cansancio y n?usea. Es una lecci?n que nos llega de la cr?nica diaria y que el hombre ha expresado de mil maneras en su arte y en su literatura. ?Un no s? qu? de amargo ?escribi? el poeta pagano Lucrecio- brota de lo ?ntimo de cada placer y nos angustia ya en medio de nuestras delicias? [2].
La Biblia tiene una respuesta que dar a esto, que es el verdadero drama de la existencia humana. Hubo desde el inicio una elecci?n del hombre, hecha posible desde su libertad, que le llev? a orientar exclusivamente hacia las cosas visibles la capacidad de gozo de la que estaba dotado para que aspirara a gozar del Bien infinito que es Dios.
Al placer, elegido contra la ley de Dios y simbolizado por Ad?n y Eva que saborean el fruto prohibido, Dios permiti? que le siguieran el dolor y la muerte, m?s como remedio que como castigo. A fin de que no ocurriera que, siguiendo a rienda suelta su ego?smo y su instinto, el hombre se destruyera del todo y destruyera cada uno a su pr?jimo. As?, al placer vemos como se le adhiere, como su sombra, el sufrimiento.
Cristo rompi? por fin esta cadena. ?l, ?a cambio de la gloria que se le propon?a, soport? la cruz? (Hebreos 12, 2). Hizo, en resumen, lo contrario de lo que hizo Ad?n y de lo que hace cada hombre. ?La muerte del Se?or ?escribi? San M?ximo el Confesor-, a diferencia de la de los dem?s hombres, no era una deuda pagada por el placer, sino m?s bien algo que era arrojado contra el placer mismo. Y as?, a trav?s de esta muerte, cambi? el destino merecido por el hombre? [3]. Resucitando de la muerte, ?l inaugur? un nuevo g?nero de placer: el que no precede al dolor, como su causa, sino que le sigue, como su fruto.
Todo esto es maravillosamente proclamado por nuestra bienaventuranza, que a la secuencia risa-llanto le opone la secuencia llanto-risa. No se trata de una sencilla inversi?n de los tiempos. La diferencia, infinita, est? en el hecho de que en el orden propuesto por Jes?s es el placer, no el sufrimiento, el que tiene la ?ltima palabra y, lo que importa m?s, una ?ltima palabra que dura eternamente.
2. ??D?nde est? tu Dios?? Procuremos ahora entender qui?nes son exactamente los afligidos y los que lloran, proclamados bienaventurados por Cristo. Los ex?getas excluyen hoy, casi un?nimemente, que se trate de afligidos s?lo en sentido objetivo y sociol?gico, gente a la que Jes?s proclamar?a bienaventurada por el solo hecho de sufrir y de llorar. El elemento subjetivo, esto es, el motivo del llanto, es determinante.
?Y cu?l es este motivo? La v?a m?s segura para descubrir qu? llanto y qu? aflicci?n son proclamados bienaventurados por Cristo es ver por qu? se llora en la Biblia y por qu? llor? Jes?s. Descubrimos as? que existe un llanto de arrepentimiento, como el de Pedro tras la traici?n, un ?llorar con quien llora? (Rm 12, 15), de compasi?n por el dolor ajeno, como llor? Jes?s con la viuda de Na?m y con las hermanas de L?zaro; el llanto de exiliados que anhelan la patria, como el de los jud?os en los r?os de Babilonia... Y muchos otros.
Desear?a sacar a la luz dos de los motivos por los que se llora en la Biblia y por los que llor? Jes?s que me parece que merecen particular meditaci?n en el momento hist?rico que estamos viviendo.
En el Salmo 41 leemos: ?Mis l?grimas son mi pan de d?a y de noche,
Y a lo largo del d?a me repiten: ??D?nde est? tu Dios??...
Mis huesos se quebrantan,
mis opresores me insultan,
y me repiten a lo largo del d?a: ??D?nde est? tu Dios???.
Nunca esta tristeza del creyente por el rechazo presuntuoso de Dios a su alrededor ha tenido tanta raz?n de ser como hoy. Despu?s del per?odo de relativo silencio posterior al ate?smo marxista, estamos asistiendo a un resurgimiento de un ate?smo militante y agresivo, con marca de origen cient?fico o cientista. Los t?tulos de algunos libros recientes son elocuentes: ?Tratado de ateolog?a?, ?La ilusi?n de Dios?, ?El fin de la fe?, ?Creaci?n sin Dios?, ?Una ?tica sin Dios?... [4].
En uno de estos tratados se lee la siguiente declaraci?n: ?Las sociedades humanas han elaborado varios medios ordinarios de conocimiento, generalmente compartidos, a trav?s de los cuales se puede comprobar algo. Quien afirma la existencia de un ser no cognoscible con esos instrumentos, debe asumir la carga de la prueba. Por esto me parece leg?timo sostener que, mientras no se pruebe lo contrario, Dios no existe? [5].
Con los mismos argumentos se podr?a demostrar que tampoco existe el amor, dado que no es comprobable con los instrumentos de la ciencia. El hecho es que la prueba de la existencia de Dios no se encuentra en los libros ni en laboratorios de biolog?a, sino en la vida. En la vida de Cristo ante todo, en la de los santos y en la de los innumerables testigos de la fe. Se encuentra tambi?n en la tan despreciada prueba de los signos y milagros que Jes?s mismo daba como prueba de su verdad y que Dios sigue dando, pero que los ateos rechazan a priori, sin tomarse siquiera la molestia de examinarla.
Motivo de tristeza del creyente, como para el salmista, es la impotencia que experimenta frente al desaf?o: ??D?nde est? tu Dios??. Con su misterioso silencio, Dios llama al creyente a compartir su debilidad y derrota, prometiendo s?lo en estas condiciones la victoria: ?La debilidad de Dios es m?s fuerte que los hombres? (1 Co 1, 25).
3. ??Se han llevado a mi Se?or!? No menos doloroso es hoy, para el creyente cristiano, el rechazo sistem?tico de Cristo en nombre de una investigaci?n hist?rica objetiva que, en ciertas formas, se reduce a lo m?s subjetivo que se pueda imaginar: ?fotograf?as de los autores y de sus ideales?, como apunta el Santo Padre en las p?ginas introductorias de su pr?ximo libro sobre Jes?s. Asistimos a una carrera para ver qui?n logra presentar un Cristo m?s a la medida del hombre de hoy, despoj?ndole de toda prerrogativa trascendente. A la pregunta de los ?ngeles: ?Mujer, ?por qu? lloras??, Mar?a de Magdala, la ma?ana de Pascua, respondi?: ?Porque se han llevado a mi Se?or, y no s? d?nde lo han puesto? (Jn 21, 13). Un motivo de llanto que podr?amos hacer nuestro.
Siempre ha existido la tendencia a revestir a Cristo de los ropajes de la propia ?poca o de la propia ideolog?a. En el pasado, en cambio, si bien discutibles, se trataba de causas serias y de gran suspiro: el Cristo idealista, rom?ntico, liberal, socialista, revolucionario... Nuestra ?poca, obsesionada por el sexo, no consigue pensar en ?l m?s que con problemas sentimentales: ?Una vez m?s Jes?s ha sido modernizado, o mejor dicho, postmodernizado? [6].
Es bueno saber de d?nde viene esta corriente reciente que hace de Jes?s de Nazaret el campo de pruebas de los ideales postmodernos de relativismo ?tico e individualismo absolutos (el llamado desconstruccionismo) y que, directa o indirectamente, est? inspirando novelas, pel?culas y espect?culos e influye tambi?n en las investigaciones hist?ricas sobre ?l. Se trata de un movimiento nacido en los Estados Unidos en las ?ltimas d?cadas del siglo pasado, que tiene en el Jesus Seminar -Seminario sobre Jes?s- su punto de agregaci?n m?s activo.
Se le ha definido como ?neoliberalismo?, por su retorno al Jes?s de la teolog?a liberal decimon?nica, sin v?nculos ni con el juda?smo, por un lado, ni con el cristianismo y la Iglesia, por otro; un Jes?s propagador de ideas morales, pero ya no de gran alcance, como en el liberalismo cl?sico (paternidad de Dios, valor infinito del alma humana), sino de sabidur?a sencilla, de alcance sociol?gico m?s que teol?gico. El objetivo de estos estudiosos ya no es simplemente corregir, sino destruir, como dicen ellos, ?ese error llamado cristianismo? .
Es muy significativo el discurso program?tico realizado por el fundador del movimiento en 1985: ?Estamos a punto de embarcarnos en una empresa de gran alcance. Queremos sencilla y vigorosamente ponernos en busca de la voz de Jes?s, de lo que ?l dijo verdaderamente. En este proceso, plantearemos interrogantes en el l?mite de lo sagrado y hasta de la blasfemia para los o?dos de muchos en nuestra sociedad. Como consecuencia, el camino que seguiremos podr?a revelarse arriesgado. Podr?a nacer hostilidad, pero avanzaremos a despecho de los peligros porque el problema de Jes?s es lo que nos desaf?a, como el Everest desaf?a la cordada de escaladores? [7].
Jes?s es liberado ya no s?lo de los dogmas de la Iglesia, sino tambi?n de las Escrituras y de los Evangelios. ?Qu? fuentes quedan, en este punto, para hablar de ?l, que no sea la pura y simple fantas?a? Naturalmente, los ap?crifos, y en primer lugar el Evangelio de Tom?s, fechado incluso, seg?n ellos, en los a?os 30-60 despu?s de Cristo, antes que los Evangelios can?nicos y que el propio Pablo; despu?s, el an?lisis sociol?gico de las condiciones de vida en Galilea en tiempos de Cristo.
?Qu? imagen de Jes?s se saca de ah?? Cito algunas de las definiciones que se han dado, no todas, naturalmente, compartidas por todos: ?un exc?ntrico galileo?, ?el proverbial fiestero?, ?un sabio vagabundo o subversivo?, el ?maestro de una sabidur?a afor?stica?, ?un campesino jud?o empapado de filosof?a c?nica? [8].
Queda por explicar el misterio de c?mo es que un ser tan inocuo haya acabado en la cruz y haya podido convertirse en ?el hombre que cambi? el mundo?. Lo que es verdaderamente para llorar no es que se escriban estas cosas (tambi?n hay que inventar algo nuevo si se quieren seguir escribiendo libros); sino que, una vez publicados, estos libros se vendan a centenares de miles, si no millones, de copias.
La incapacidad de la investigaci?n hist?rico-filol?gica de empalmar el Jes?s de la realidad con el Jes?s de las fuentes evang?licas y de la Iglesia depende, a mi entender, del hecho de que aquella ignora y no se molesta en estudiar la din?mica de los fen?menos espirituales y sobrenaturales. Ser?a como querer o?r un sonido con los ojos o ver un color con los o?dos.
El estudio y la experiencia de los fen?menos m?sticos (?tambi?n estos son una realidad!) muestra c?mo todo un desarrollo posterior, en la vida de la propia persona o del movimiento nacido de ella, puede estar contenido en un evento, a veces en un instante (cuando se trata de un encuentro con lo divino), del cual s?lo despu?s, por los frutos, se revelan las potencialidades escondidas. Los soci?logos se acercan a esta verdad con el concepto del statu nascenti [9].
El ni?o o el hombre adulto se ven de una manera distinta al embri?n del comienzo; sin embargo en ?ste todo estaba contenido. De igual manera el reino es al principio ?la m?s peque?a de las semillas?, pero est? destinado a crecer y a convertirse en un gran ?rbol (Mt 13, 32).
El nacimiento del movimiento franciscano se presta para una comparaci?n, naturalmente en un plano cualitativamente diferente. Las fuentes franciscanas presentan divergencias y contradicciones casi sobre cada punto de vista del Pobrecillo: sobre la vis?n y la palabra del crucificado de San Dami?n, sobre el episodio de los estigmas... De ninguna palabra del santo, excepto de los pocos escritos de su pu?o, se tiene la seguridad de que haya salido de su boca. Las Florecillas parecen toda una idealizaci?n de la historia.
Sin embargo, todo lo que floreci? en torno y despu?s de Francisco ?el movimiento franciscano con sus reflejos en la espiritualidad, en el arte, en la literatura- depende de ?l; no es sino una manifestaci?n ?e incluso empobrecida- de las energ?as espirituales puestas en movimiento por su persona y por su vida; mejor, por lo que Dios hab?a hecho en su vida.
Muchos, hasta entre los estudiosos creyentes, dan por descontado que el Jes?s real fue, y pretendi? ser, mucho menos de lo que est? escrito de ?l en los evangelios, que no se atribuy? tal o cual t?tulo. ?La verdad es que ?l es inmensamente m?s, no menos, que lo que est? escrito de ?l! Qui?n es el Hijo, s?lo lo sabe el Padre y lo saben, en peque?a medida, tambi?n aquellos a quienes el Padre lo quiera revelar, en general no los doctos y los cient?ficos, a menos que tambi?n ellos se hagan peque?os...
Pablo dec?a que experimentaba en el coraz?n ?tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor? por el rechazo de Cristo por parte de sus compatriotas (Rm 9, 1s.); ?c?mo no experimentar el mismo dolor por el rechazo de ?l por parte de muchos contempor?neos nuestros, en los pa?ses de antigua fe cristiana? Por un motivo similar, por no haber reconocido en ?l al propio amigo y salvador, Jes?s llor? en Jerusal?n...
Afortunadamente parece precisamente que se est? cerrando ya un ciclo y se est? pasando p?gina en las investigaciones sobre Jes?s. En una obra de tres vol?menes ?de un millar de p?ginas cada uno- titulada ?Los albores del cristianismo? (?Christianity in the Making?), destinada a crear ?poca como otros estudios suyos precedentes, uno de los m?ximos estudiosos vivos del Nuevo Testamento, James Dunn, tras un meticuloso an?lisis de los resultados de los ?ltimos tres siglos de investigaciones, lleg? a la conclusi?n de que no ha habido ninguna interrupci?n entre el Jes?s que predica y el Jes?s predicado, y por lo tanto, entre el Jes?s de la historia y el de la fe. ?sta no naci? despu?s de la Pascua, sino con los primeros encuentros de los disc?pulos, quienes se hicieron disc?pulos justamente porque creyeron en ?l, si bien al inicio con una fe fr?gil y a?n ignorante de sus implicaciones.
El contraste entre el Cristo de la fe y el Jes?s de la historia es el resultado de una ?fuga de la historia?, antes que de una ?fuga de la fe?, debidas, la una y la otra, al hecho de haber proyectado sobre Jes?s intereses e ideales del momento. Se liberaba, s?, a Jes?s de los ropajes de la dogm?tica eclesi?stica, pero para ponerle encima vestidos de moda que cambiaban en cada estaci?n. El inmenso esfuerzo de investigaci?n en torno a la persona de Cristo no ha sido en cambio en vano, porque es precisamente gracias a ?l que ahora, exploradas todas las soluciones alternativas, estamos en grado de llegar cr?ticamente a esta conclusi?n [10].
4. ?Lloren los sacerdotes, ministros del Se?or?
Existe tambi?n un segundo llanto en la Biblia sobre el que debemos reflexionar. Hablan de ?l los profetas. Ezequiel refiere la visi?n que tuvo un d?a. La voz poderosa de Dios grita a un misterioso personaje ?vestido de lino, que llevaba a la cintura la cartera de escribir?: ?Pasa por la ciudad, recorre Jerusal?n y marca una tau en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las nefastas acciones que se cometen dentro de ella? (Ez 9, 4).
Esta visi?n tuvo resonancias profundas en la continuaci?n de la revelaci?n y de la Iglesia. Aquel signo, tau, ?ltima letra del alfabeto hebreo, por su forma de cruz se convierte en el Apocalipsis en el ?sello del Dios vivo? impreso en la frente de los salvados (Ap 7, 2 s.).
La Iglesia ha ?llorado y suspirado? en tiempos recientes por las abominaciones cometidas en su seno por algunos de sus propios ministros y pastores. Ha pagado un precio elevad?simo por esto. Ha corrido a poner remedio, se ha dado reglas f?rreas para impedir que los abusos se repitan. Ha llegado el momento, tras la emergencia, de hacer lo m?s importante de todo: llorar ante Dios, afligirse como se aflige Dios; por la ofensa al cuerpo de Cristo y el esc?ndalo ?a los m?s peque?os de sus hermanos?, m?s que por el perjuicio y deshonor ocasionado a nosotros.
Es la condici?n para que de todo este mal pueda verdaderamente llegar el bien y se obre una reconciliaci?n del pueblo con Dios y con los propios sacerdotes.
?Tocad la trompeta en Si?n,
proclamad un ayuno sagrado,
convocar una asamblea...
Que entre el vest?bulo y el altar
lloren los sacerdotes, ministros del Se?or, y digan:
?Perdona a tu pueblo, Se?or,
y no entregues a tu heredad al oprobio,
a la burla de las gentes??. (Jl 2, 15-17).
Estas palabras del profeta Joel contienen un llamamiento para nosotros. ?No se podr?a hacer lo mismo tambi?n hoy: convocar un d?a de ayuno y de penitencia, al menos a nivel local y nacional, donde el problema haya sido m?s fuerte, para expresar p?blicamente arrepentimiento ante Dios y solidaridad con las v?ctimas, obrar, en resumen, una reconciliaci?n de los ?nimos y reanudar un camino de Iglesia, renovados en el coraz?n y en la memoria?
Me dan el valor de decir esto las palabras pronunciadas por el Santo Padre al episcopado de una naci?n cat?lica en una reciente visita ad limina: ?Las heridas causadas por estos actos son profundas, y es urgente la tarea de restablecer la esperanza y la confianza cuando ?stas han quedado da?adas... De este modo la Iglesia se reforzar? y ser? cada vez m?s capaz de dar testimonio de la fuerza redentora de la Cruz de Cristo? [11].
Pero no debemos dejar sin una palabra de esperanza tambi?n a los desventurados hermanos que han sido la causa del mal. Sobre el caso de incesto ocurrido en la comunidad de Corinto, el Ap?stol sentenci?: ?Que este individuo sea entregado a Satan?s, con el fin de que, aunque quede corporalmente destrozado, pueda salvarse en el d?a del Se?or? (1 Co 5,5). (Hoy dir?amos: que sea entregado a la justicia humana, para que su alma obtenga la salvaci?n). La salvaci?n del pecador, no su castigo, es lo que le importaba al Ap?stol.
Un d?a que predicaba al clero de una di?cesis que hab?a sufrido mucho por esta raz?n, me impact? un pensamiento. Estos hermanos nuestros han sido despojados de todo, ministerio, honra, libertad, y s?lo Dios sabe con cu?nta responsabilidad moral efectiva, en cada caso; han pasado a ser los ?ltimos, los rechazados... Si en esta situaci?n, tocados por la gracia, se afligen por el mal causado, unen su llanto al de la Iglesia, la bienaventuranza de los afligidos y de los que lloran pasa a ser de golpe su bienaventuranza. Podr?an estar cerca de Cristo, que es el amigo de los ?ltimos, m?s que muchos otros ?incluido yo-, ricos de la propia respetabilidad y tal vez llevados, como los fariseos, a juzgar a quien yerra.
Pero hay una cosa que estos hermanos deber?an absolutamente evitar hacer y que alguno, lamentablemente, est? intentando en cambio realizar: aprovechar el clamor para sacar beneficios hasta de la propia culpa, concediendo entrevistas, escribiendo memorias, en la tentativa de hacer recaer la culpa sobre los superiores y sobre la comunidad eclesial. Esto revelar?a una dureza de coraz?n verdaderamente peligrosa.
5. Las l?grimas m?s bellas Concluyo aludiendo a un tipo de l?grimas distintas. Se puede llorar de dolor, pero tambi?n de conmoci?n y de alegr?a. Las l?grimas m?s bellas son las que nos llenan los ojos cuando, iluminados por el Esp?ritu Santo, ?gustamos y vemos cu?n bueno es el Se?or? (Sal 34, 9).
Cuando se est? en este estado de gracia, sorprende que el mundo y nosotros mismos no caigamos de rodillas y no lloremos todo el tiempo de estupor y de conmoci?n. L?grimas de este tipo deb?an correr por el rostro de Agust?n cuando escrib?a en las Confesiones: ?Cu?nto nos has amado, oh Padre bueno, que no te has reservado a tu ?nico Hijo, sino que lo has dado por todos nosotros. ?Cu?nto nos has amado!? [12].
L?grimas como ?stas verti? Pascal la noche en que tuvo la revelaci?n del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob que se revela por las v?as del evangelio, y en una hojita de papel (hallada cosida en el interior de su chaqueta tras su muerte) escribi?: ??Alegr?a, alegr?a, l?grimas de alegr?a!?. Pienso que tambi?n las l?grimas con las que la pecadora empap? los pies de Jes?s no eran l?grimas s?lo de arrepentimiento, sino tambi?n de gratitud y de gozo.
Si en el cielo se puede llorar, es de este llanto del que est? lleno el para?so. En Estambul, la antigua Constantinopla, donde el Santo Padre viaj? d?as atr?s, vivi? en torno al a?o 1.000 San Sime?n el Nuevo Te?logo, el santo de las l?grimas. Es el ejemplo m?s brillante en la historia de la espiritualidad cristiana de las l?grimas de arrepentimiento que se transforman en l?grimas de estupor y de silencio. ?Lloraba ?cuenta en una obra suya- y estaba en un gozo inexpresable? [13]. Parafraseando la bienaventuranza de los afligidos, dice: ?Bienaventurados los que siempre lloran amargamente sus pecados, porque les asir? la luz y transformar? las l?grimas amargas en dulces? [14].
Que Dios nos conceda gustar, al menos una vez en la vida, estas l?grimas de conmoci?n y de alegr?a.
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[1] Gregorio Magno, Commento morale a Giobbe, 20,1 (CC 143 A, p. 1003).
[2] Lucrecio, De rerum natura, IV, 1129 s.
[3] M?ximo el Confesor, Capitoli vari, IV cent. 39; en Filocalia, II, Torino 1983, p. 249.
[4] Respectivamente de Michel Onfray, de Richard Dawkins, Sam Harris, Telmo Pievani, Eugenio Lecaldano.
[5] Carlo Augusto Viano, Laici in ginocchio, Laterza, Bari.
[6] J. D.G. Dunn, Gli albori del cristianesimo, I,1, Brescia, Paideia 2006, p. 81.
[7] Robert Funk, Discurso inaugural de marzo de 1985 en Berkeley, California.
[8] Cfr. J. D.G. Dunn, Gli albori del cristianesimo, I, 1, Brescia 2006, pp. 75-82.
[9] Cf. F. Alberoni, Innamoramento e amore, Garzanti, Mil?n 1981.
[10] Cfr. Dunn, Christianity in the Making, Grand Rapids, Michigan 2003. Se han publicado en italiano los primeros dos vol?menes del primer tomo con el t?tulo Gli albori del cristianesimo, I, La memoria di Ges?, vol. 1: Fede e Ges? storico; I, 2: La missione di Ges?, Paideia, Brescia 2006.
[11] Benedicto XVI, Discurso a los obispos de la Conferencia Episcopal de Irlanda, s?bado, 28 de octubre de 2006.
[12] Agust?n, Confessioni, X, 43.
[13] Sime?n, el Nuevo Te?logo, Ringraziamenti, 2 (SCh 113, p. 350).
[14] Sime?n, el Nuevo Te?logo, Trattati etici, 10 (SCh 129, p. 318).
[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit]