Mensaje que ha escrito monse?or Ricardo Bl?zquez, obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal Espa?ola, con el t?tulo ?Navidad, fiesta cristiana y cuna de humanidad?.
Navidad, fiesta cristiana y cuna de humanidad
Una buena noticia: Llega Navidad que es una fiesta entra?able. Quiz? muchos la han olvidado o nunca la han conocido; quiz? algunos han cambiado el contenido de la fiesta; quiz? a unos se les ha desvanecido su significaci?n; quiz? otros la ven muy distante, perdida en el pasado de su infancia. A todos anunciamos, en medio de muchas noticias preocupantes, la alegre noticia de Navidad. Merece la pena celebrar gozosamente el nacimiento de Jes?s, el Salvador del mundo. Escuchar mensaje
La Iglesia desde muy pronto, al menos desde la primera mitad del siglo IV, hizo coincidir el d?a del nacimiento de Jes?s y el solsticio de invierno. Cuando las tinieblas alcanzan la mayor densidad, comienza a levantarse el ?sol invicto?; cuando la noche domina sobre el mundo nace Jes?s como luz indeficiente. ?El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande? (Is 9,2). A media noche celebramos el nacimiento de Jes?s que viene a iluminar las tinieblas del mundo. No s?lo el universo se oscurece en la noche; tambi?n el coraz?n del hombre y la humanidad tienen sus tinieblas. ?No carcomen como termitas el odio, el resentimiento y la venganza, que adem?s impiden al hombre mirar con limpieza y compasi?n? Navidad es una fiesta de la luz. ?No necesita nuestra sociedad y la humanidad entera que la luz de la verdad y del amor ilumine nuestro camino? Hay muchas cosas que nos hacen pensar con preocupaci?n, que nos desconciertan y nos entristecen. ?Ojal? sea Navidad como una r?faga de luz sobre nuestro mundo! Desde hace algunos a?os, por iniciativa de la animaci?n misionera, cuando se acerca la fiesta de Navidad, muchos ni?os con un simp?tico gesto se convierten en ?sembradores de estrellas? en su entorno. ?Que Jes?s nacido como Sol del mundo haga que todos pasemos de ser portadores de amenazas e inquietudes a ser sembradores de luz, de esperanza y de paz!
Los cristianos celebramos la Navidad de Jes?s como el nacimiento de la Vida. Dios mismo pronuncia sobre cada ni?o esta entra?able declaraci?n: T? eres mi hijo, envolviendo su fragilidad con el manto protector de una sublime dignidad; Navidad es el asombro permanente ante el misterio de la vida que nace, y el fortalecimiento de la repulsa del aborto que mata silenciosamente miles de vidas humanas en el seno materno. El ser humano no es producto de laboratorio, sino don sagrado. A cada hombre y mujer el mismo Dios nos dice: Recobra el gusto por la vida; no te sumerjas en el hundimiento de la tristeza; el Ni?o de Bel?n viene a comunicarte el sentido de la vida que recibimos como don y entregamos como donaci?n generosa.
En torno al pesebre donde Jes?s fue acostado los ?ngeles anunciaron la paz venida de lo alto. ?No necesitamos escuchar aquel canto de Bel?n cada persona, cada familia, nuestra sociedad? ??Qu? hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz!? (Is 52,7). Cuando constatamos la dificultad para hallar los caminos que conducen a la paz, ?c?mo no vamos a saludar a Jes?s, el Rey de la paz, que viene a animar nuestra esperanza y a hacernos pacificadores? De la cuna del establo de Bel?n, donde descansa Jes?s, mana una fuerza invencible para trabajar por la paz. Realmente necesitamos celebrar la fiesta de Navidad en nuestro mundo donde la miseria y las guerras siembran desolaci?n.
Jes?s recostado en el pesebre y acompa?ado de Mar?a y de Jos? nos invita a mirarlo en silencio, a contemplarlo con esp?ritu sosegado y sin las prisas que agitan nuestra vida. Tres lecciones podemos aprender contemplando a Jes?s en los nacimientos de nuestras casas y templos; la primera lecci?n, fundamental lecci?n, consiste en descubrir en Jes?s reci?n nacido al Salvador de la humanidad e Hijo de Dios, es decir, que se iluminen los ojos de nuestro coraz?n para penetrar en el misterio de este Ni?o singular. Una segunda lecci?n: Descubrir el encanto de la sencillez y de la sobriedad; Jes?s nos ense?a a vivir liberados de la esclavitud del dinero para poder convivir con los necesitados, ya que si las riquezas acaparan el coraz?n se cierran las manos a la generosidad. En Bel?n se escucha el clamor de los pobres, de los desamparados y de los excluidos. Y todav?a otra lecci?n, en que insisten mucho los pasajes evang?licos de la infancia de Jes?s: La alegr?a y el gozo; la felicidad verdadera no equivale a ponerse alegres provocando artificialmente ese estado placentero, sino en poder recibir el testimonio laudatorio de la buena conciencia.
Si nuestros ojos se purifican con la contemplaci?n de Jes?s, podemos mirar a nuestro entorno compasivamente. Desde la adoraci?n de Jes?s nos acordamos de los matrimonios cuya convivencia es dif?cil, de las familias rotas, de las mujeres maltratadas y humilladas, de los ni?os que crecen sin amor. Bel?n es una medicina eficaz para la convivencia. En los ?ltimos a?os hemos recibido muchos inmigrantes; me alegro de que los cristianos que viven entre nosotros hallen no s?lo el apoyo en sus necesidades econ?micas y sociales, sino tambi?n la acogida pastoral en las comunidades cristianas y parroquias. Todos, ellos y nosotros, formamos la misma familia de la fe.
La fiesta de Navidad ha creado en nuestros pueblos de hondas ra?ces cristianas muchas manifestaciones culturales y sociales que nos resultan familiares. ?ltimamente un goteo constante de noticias sobre eliminaci?n de s?mbolos religiosos nos llena de preocupaci?n. ?Por qu? excluimos y rechazamos este patrimonio tan entra?able, recibido de quienes nos han precedido en la vida, en la fe y en la orientaci?n de la existencia? La justificaci?n que a veces se aporta para eliminar, por ejemplo, crucifijos o nacimientos es poco convincente: Para que quienes profesan otra religi?n o son increyentes no se sientan molestos en el Estado aconfesional. Pero el Estado, tambi?n el aconfesional como es nuestro caso, no puede excluir lo religioso de los ?mbitos sociales perdiendo referencias y s?mbolos de la religi?n, ya que ser?a una forma de imponer el laicismo en la sociedad. Una sociedad como la nuestra, cuyos cimientos son profundamente cristianos, si renuncia a cultivar sus ra?ces, vivir? desarraigada y perder? vitalidad. Nuestras sociedades son en medida creciente pluriculturales y plurirreligiosas, dado que las migraciones caracterizan a nuestra ?poca; pues bien, esta pluralidad no es respetada sumergi?ndola en la invisibilidad, ocult?ndola en la privacidad y releg?ndola a la interioridad de cada uno, sino reconociendo abiertamente la diversidad tanto de personas como de grupos, en la intimidad del coraz?n y en las manifestaciones sociales, y conviviendo respetuosamente unos y otros en el marco del bien com?n. Ser?a un recorte indebido pretender conformar la vida social y ?tica sin los valores espec?ficos de cada pueblo y cultura con el pretexto de que debemos ocultar lo m?s genuino para que nadie se ofenda. Si despoj?ramos a nuestros pueblos y ciudades de los testimonios que caracterizan su historia y cultura nos quedar?amos no con una sociedad m?s convivente sino una sociedad despojada y empobrecida. A nuestras sociedades les urge reflexionar sobre las bases de la convivencia entre ciudadanos creyentes e increyentes, de una religi?n y otra. La soluci?n no puede ser recortar el derecho a la libertad religiosa, reduci?ndola a la conciencia personal, a la sacrist?a o a la privacidad, sino reconocer la pluralidad como una oportunidad y ayudarle a que se armonice el derecho a la libertad religiosa con los dem?s derechos fundamentales del hombre que forman una especie de cosmos variado y libre. Nos interesa a todos que meditemos acerca del lugar de la religi?n en las sociedades democr?ticas, sin eliminar irrespetuosamente manifestaciones religiosas que no se imponen a nadie sino que recuerdan la historia propia y la profundidad de las tradiciones leg?timas de la sociedad donde se vive y convive. ?S?lo podemos ofrecer a los inmigrantes un trabajo para ganar m?s euros que en su tierra de origen? ?D?nde quedar?an sus valores culturales y religiosos? En estas condiciones ser?a obviamente impensable un di?logo interreligioso y un enriquecimiento mutuo de las diversas tradiciones cat?licas. A quienes llegan de otras latitudes no podemos decirles: ?modern?zate?, es decir, ?entra en la cultura de la secularizaci?n?, dejando tus tradiciones, sino aporta tu leg?tima diversidad a la vida com?n. ?Qu? comunicamos los cristianos a los que llegan hasta nosotros el fr?o religioso que congela sus sentimientos o el calor humano y cristiano que los anima y calienta?
Navidad es una fiesta de la Iglesia que tiene un mensaje precioso y capaz de hablar tambi?n a los hombres y mujeres de nuestro tiempo; es, dem?s, una fiesta con m?ltiples manifestaciones en la sociedad y en la cultura de nuestro pueblo, que a nadie podemos imponer, pero debemos defender contra los asaltos que padece.
Bilbao, 23 de diciembre de 2006
Monse?or Ricardo Bl?zquez
Obispo de Bilbao y
Presidente de la conferencia Episcopal