Domingo, 24 de diciembre de 2006
Papel, cart?n, madera y pasta son los materiales de un nacimiento original, que muestra el desarrollo escenogr?fico que impuls? el Barroco. Sus figuras se acomodan en el interior de un espacio acotado por el naturalismo de una cueva.


(EL D?A, 24 - XII, Santa Cruz)A lo largo de los siglos, la orden franciscana ha continuado con respecto al belenismo la labor de transmisi?n que nace con San Francisco. Por eso no extra?a que en la iglesia de San Francisco de As?s de Santa Cruz se conserve un original nacimiento.

La escena que narra se emplaza en el interior de un retablo cuyo frente permanece cerrado por un gran cuadro que representa la Porci?ncula, el momento de la aparici?n de Jes?s y la Virgen a San Francisco, que implora de rodillas el gran privilegio. En el exiguo hueco que deja el lienzo al retirarse se descubre un interesante ejemplo de bel?n de car?cter popular cuyas figuras principales, de madera y telas encoladas se agrupan en torno al pesebre. Pastores de pie o arrodillados traen sus presentes o descubren su cabeza frente a la quietud que se respira a su alrededor.

Destaca sobre todo un expresivo San Jos? apoyado en su cayado y una Virgen de mirada serena. Al fondo, en lo alto, una abertura en la cueva donde se desarrolla el misterio permite ver una ciudad a lo lejos y, dominando el espacio, una nube de ?ngeles entonando el Gloria in Excelsis Deo.

Pero de todo este conjunto de piezas, no muy extenso, son la mula y el buey los que ofrecen en un primer plano un car?cter menos solemne a la escena de la Adoraci?n, acaparando la atenci?n primera del visitante.

Papel, cart?n, madera, tela y pasta, materiales trabajados con t?cnicas sencillas, enmascaradas por las coloridas vestimentas de los personajes, es lo que confiere al conjunto un enorme inter?s.

En la noche de la Navidad, el portal de la iglesia de San Francisco de As?s en sus sencillos planteamientos, sin exhibir personajes tallados con t?cnicas m?s esmeradas, ha sido capaz de infundir en el ?nimo de los concurrentes, desde hace m?s de dos siglos, el esp?ritu franciscano nacido en Greccio, en la Toscana italiana.

Antiguamente iluminado por la luz de la cera, el bel?n de la iglesia de San Francisco presenta ya el desarrollo escenogr?fico que impuls? el barroco, que hasta entonces imped?a una perspectiva en redondo, la libertad de las distancias sin l?mite. Sus figuras son exentas y se organizan en el interior de un espacio acotado por el naturalismo de una cueva y la visi?n casi infantil de la propia ciudad, en lo m?s alto. Sin perder su sabor las im?genes principales imitan de forma simple en sus encolados la policrom?a empleada por los m?s afamados escultores isle?os. Para la Virgen, los ?ngeles y el Ni?o Jes?s se ha utilizado un tono p?lido, mientras que San Jos? y los pastores lucen rojo y siena tostado para simular el color bronceado de la piel.
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