Homil?a que pronunci? Benedicto XVI durante la misa de Navidad que celebr? en la Nochebuena de 2006, en la bas?lica de san Pedro del Vaticano.
?Queridos hermanos y hermanas!
Acabamos de escuchar en el Evangelio lo que en la Noche santa los ?ngeles dijeron a los pastores y que ahora la Iglesia nos proclama: ? Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mes?as, el Se?or. Y aqu? ten?is una se?al: encontrar?is un ni?o envuelto en pa?ales y acostado en un pesebre ? (Lc 2,11s.). Nada prodigioso, nada extraordinario, nada espectacular se les da como se?al a los pastores. Ver?n solamente un ni?o envuelto en pa?ales que, como todos los ni?os, necesita los cuidados maternos; un ni?o que ha nacido en un establo y que no est? acostado en una cuna, sino en un pesebre. La se?al de Dios es el ni?o, su necesidad de ayuda y su pobreza. S?lo con el coraz?n los pastores podr?n ver que en este ni?o se ha realizado la promesa del profeta Isa?as que hemos escuchado en la primera lectura: ? un ni?o nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Lleva al hombro el principado> (Is 9,5). Tampoco a nosotros se nos ha dado una se?al diferente. El ?ngel de Dios, a trav?s del mensaje del Evangelio, nos invita tambi?n a encaminarnos con el coraz?n para ver al ni?o acostado en el pesebre.
La se?al de Dios es la sencillez. La se?al de Dios es el ni?o. La se?al de Dios es que ?l se hace peque?o por nosotros. ?ste es su modo de reinar. ?l no viene con poder?o y grandiosidad externos. Viene como ni?o inerme y necesitado de nuestra ayuda. No quiere abrumarnos con la fuerza. Nos evita el temor ante su grandeza. Pide nuestro amor: por eso se hace ni?o. No quiere de nosotros m?s que nuestro amor, a trav?s del cual aprendemos espont?neamente a entrar en sus sentimientos, en su pensamiento y en su voluntad: aprendamos a vivir con ?l y a practicar tambi?n con ?l la humildad de la renuncia que es parte esencial del amor. Dios se ha hecho peque?o para que nosotros pudi?ramos comprenderlo, acogerlo, amarlo. Los Padres de la Iglesia, en su traducci?n griega del antiguo Testamento, usaron unas palabras del profeta Isa?as que tambi?n cita Pablo para mostrar c?mo los nuevos caminos de Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. All? se le?a: ? Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado? (Is 10,23; Rm 9,28). Los Padres lo interpretaron en un doble sentido. El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho peque?a, tan peque?a como para estar en un pesebre. Se ha hecho ni?o para que la Palabra est? a nuestro alcance. Dios nos ense?a as? a amar a los peque?os. A amar a los d?biles. A respetar a los ni?os. El ni?o de Bel?n nos hace poner los ojos en todos los ni?os que sufren y son explotados en el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos. En los ni?os convertidos en soldados y encaminados a un mundo de violencia; en los ni?os que tienen que mendigar; en los ni?os que sufren la miseria y el hambre; en los ni?os carentes de todo amor. En todos ellos, es el ni?o de Bel?n quien nos reclama; nos interpela el Dios que se ha hecho peque?o. En esta noche, oremos para que el resplandor del amor de Dios acaricie a todos estos ni?os, y pidamos a Dios que nos ayude a hacer todo lo que est? en nuestra mano para que se respete la dignidad de los ni?os; que nazca para todos la luz del amor, que el hombre necesita m?s que las cosas materiales necesarias para vivir.
Con eso hemos llegado al segundo significado que los Padres han encontrado en la frase: ? Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado ?. A trav?s de los tiempos, la Palabra que Dios nos comunica en los libros de la Sagrada Escritura se hab?a hecho larga. Larga y complicada no s?lo para la gente sencilla y analfabeta, sino m?s todav?a para los conocedores de la Sagrada Escritura, para los eruditos que, como es notorio, se enredaban con los detalles y sus problemas sin conseguir pr?cticamente llegar a una visi?n de conjunto. Jes?s ha ? hecho breve ? la Palabra, nos ha dejado ver de nuevo su m?s profunda sencillez y unidad. Todo lo que nos ense?an la Ley y los profetas se resume en esto: ? Amar?s al Se?or, tu Dios, con todo tu coraz?n, con toda tu alma y con toda tu mente? Amar?s a tu pr?jimo como a ti mismo ? (Mt 22,37-39). Esto es todo: la fe en su conjunto se reduce a este ?nico acto de amor que incluye a Dios y a los hombres. Pero enseguida vuelven a surgir preguntas: ?C?mo podemos amar a Dios con toda nuestra mente si apenas podemos encontrarlo con nuestra capacidad intelectual? ?C?mo amarlo con todo nuestro coraz?n y nuestra alma si este coraz?n consigue s?lo vislumbrarlo de lejos y siente tantas cosas contradictorias en el mundo que nos oscurecen su rostro? Llegados a este punto, confluyen los dos modos en los cuales Dios ha "hecho breve" su Palabra. ?l ya no est? lejos. No es desconocido. No es inaccesible a nuestro coraz?n. Se ha hecho ni?o por nosotros y as? ha disipado toda ambig?edad. Se ha hecho nuestro pr?jimo, restableciendo tambi?n de este modo la imagen del hombre que a menudo se nos presenta tan poco atrayente. Dios se ha hecho don por nosotros. Se ha dado a s? mismo. Por nosotros asume el tiempo. ?l, el Eterno que est? por encima del tiempo, ha asumido el tiempo, ha tomado consigo nuestro tiempo. Navidad se ha convertido en la fiesta de los regalos para imitar a Dios que se ha dado a s? mismo. ?Dejemos que esto haga mella en nuestro coraz?n, nuestra alma y nuestra mente! Entre tantos regalos que compramos y recibimos no olvidemos el verdadero regalo: darnos mutuamente algo de nosotros mismos. Darnos mutuamente nuestro tiempo. Abrir nuestro tiempo a Dios. As? la agitaci?n se apacigua. As? nace la alegr?a, surge la fiesta. Y en las comidas de estos d?as de fiesta recordemos la palabra del Se?or: ? Cuando des una comida o una cena, no invites a quienes corresponder?n invit?ndote, sino a los que nadie invita ni pueden invitarte (cf. Lc 14,12-14). Precisamente, esto significa tambi?n: Cuando t? haces regalos en Navidad, no has de regalar algo s?lo a quienes, a su vez, te regalan, sino tambi?n a los que nadie hace regalos ni pueden darte nada a cambio. As? ha actuado Dios mismo: ?l nos invita a su banquete de bodas al que no podemos corresponder, sino que s?lo podemos aceptar con alegr?a. ?Imit?moslo! Amemos a Dios y, por ?l, tambi?n al hombre, para redescubrir despu?s de un modo nuevo a Dios a trav?s de los hombres.
Finalmente, se manifiesta un tercer significado de la afirmaci?n sobre la Palabra hecha ? breve ? y ? peque?a?. A los pastores se les dijo que encontrar?an al ni?o en un pesebre para animales, cuyo cobijo normal es el establo. Leyendo a Isa?as (1,3), los Padres han deducido que en el pesebre de Bel?n hab?a un buey y una mula. E interpretaron el texto en el sentido de que estos ser?an un s?mbolo de los jud?os y de los paganos ?por lo tanto, de la humanidad entera?, los cuales precisan de un salvador, cada uno a su modo: del Dios que se ha hecho ni?o. Para vivir, el hombre necesita pan, fruto de la tierra y de su trabajo. Pero no s?lo vive de pan. Necesita sustento para su alma: necesita un sentido que llene su vida. As?, para los Padres, el pesebre de los animales se ha convertido en el s?mbolo del altar sobre el que est? el Pan que es el propio Cristo: la verdadera comida para nuestros corazones. Y vemos una vez m?s c?mo ?l se hizo peque?o: en la humilde apariencia de la hostia, de un pedacito de pan, ?l se da a s? mismo.
De todo eso habla la se?al que les fue dada a los pastores y que se nos da a nosotros: el ni?o que se nos ha dado; el ni?o en el cual Dios se ha hecho peque?o por nosotros. Pidamos al Se?or que nos d? la gracia de mirar esta noche el pesebre con la sencillez de los pastores para recibir as? la alegr?a con la que ellos tornaron a casa (cf. Lc 2,20). Rogu?moslo que nos d? la humildad y la fe con la que san Jos? mir? al ni?o que Mar?a hab?a concebido del Esp?ritu Santo. Pidamos que nos conceda mirarlo con el amor con el cual Mar?a lo contempl?. Y pidamos que la luz que vieron los pastores tambi?n nos ilumine y se cumpla en todo el mundo lo que los ?ngeles cantaron en aquella noche: ?Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Se?or?. ?Am?n!
[Traducci?n del original italiano distribuida por la Santa Sede
? Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]