Esta es una práctica que se ha comenzado a extender en parroquias pequeñas sin párroco residente. Evidentemente, la primera motivación ha sido práctica. El sacerdote que debe atender diversas parroquias no puede multiplicar las celebraciones en cada lugar, y facilita mucho las cosas poder celebrar los bautismos dentro de la misa habitual del domingo. Sin embargo, después de haberse comenzado a experimentar, esta práctica ha comportado también otras ventajas de tipo pastoral e incluso litúrgico.
En primer lugar, hay que decir que la celebración de los bautismos dentro de la eucaristía dominical está prevista en el ritual. "Para manifestar la índole pascual del bautismo, se encarece la celebración del sacramento en la Vigilia Pascual o en domingo, día en que la Iglesia conmemora la resurrección del Señor. El domingo puede celebrarse el bautismo dentro de la misa, para que sea posible la asistencia de toda la comunidad y se manifieste más claramente la relación del bautismo con la eucaristía. Esto, sin embargo, no se haga con demasiada frecuencia" (Ritual, orientaciones doctrinales y pastorales, n.46).
Este nexo teológico y litúrgico entre el bautismo, la Pascua y el domingo ha comportado que ya en muchos lugares se celebren bautizos dentro de la Viglia Pascual o de la misa de los domingos de Pascua. De hecho, la práctica que ahora proponemos no es más que una extensión a todos los domingos del año litúrgico (salvando, claro está, las excepciones, como por ejemplo el tiempo de Cuaresma, y quizás también el Adviento, la Navidad, y otras fiestas significativas).
La recomendación de que "esto no se haga con demasiada frecuencia" limita esta práctica, como hemos dicho, a parroquias pequeñas, que tengan pocos bautizos a lo largo del año. Para la comunidad cristiana que participa habitualmente en la eucaristía dominical, la celebración del bautismo dentro de la misa debe ser una cosa puntual, que se pueda dar diversas veces al año, pero tampoco muy a menudo.
Por otro lado, otro argumento es el de la dimensión comunitaria de los sacramentos, y especialmente el bautismo. "La naturaleza de este sacramento y la misma estructura del rito exigen una celebración comunitaria, que no se define solamente por el mayor o menor número de los bautizados, sino, sobre todo, por la participación activa de la comunidad local. Una celebración sin comunidad deberá constituir siempre una excepción" (n.61). En las parroquias grandes, esta dimensión comunitaria queda salvada por las celebraciones colectivas programadas con un calendario (n.45), pero aún así suele faltar "la participación activa de la comunidad local". En cambio, en las parroquias pequeñas donde hay pocos bautizos eso no es posible, y pueden acabar convirtiéndose en celebraciones "particulares", con la asistencia sólo de la familia y a menudo programando el día y la hora "a la carta". La celebración dentro de la misa dominical asegura que la familia que lleva el niño a bautizar capta el sentido de incorporación a la comunidad que comporta este sacramento, así como también la comunidad se siente acogedora, consciente de ese nuevo hijo de Dios, y recuerda y renueva también su propia condición de bautizados.
Y tenemos todavía el argumento del nexo entre bautismo y eucaristía, y el sentido unitario de los sacramentos de la iniciación cristiana. "La celebración del bautismo dentro de la misa no es una manera de dar más solemnidad externa al acto, sino un modo mejor de significar, en medio de la comunidad reunida, el carácter eclesial del bautismo y su relación con la eucaristía" (n.81). Sería, por tanto, inadecuada la práctica que en algún caso se ha dado de celebrar el bautismo el mismo domingo, pero antes o después de la misa dominical, en una celebración a parte.
En definitiva, pues, si se aplica y se prepara correctamente, esta puede ser una solución pastoral con muchas ventajas. Aunque también es cierto que el buen criterio pastoral aconsejará hacer excepciones en algunos casos particulares y por diversos motivos, sobre todo en situaciones familiares especiales en las que el contexto de la comunidad cristiana amplia sería poco adecuado.
Sobre el rito a seguir, es muy sencillo (n.79), y sólo añade la recepción de los niños al inicio de la misa (que sustituye el acto penitencial), y los ritos propios del bautismo después de la homilía (bendición del agua, profesión de fe, bautismo, unción y entrega del cirio). El credo queda suprimido (ya se ha hecho la profesión de fe bautismal), y los demás elementos (lecturas bíblicas, homilía, plegaria universal, padrenuestro...), debidamente adaptados, son ya los de la celebración de la eucaristía dominical.
Xavier Aymerich
Ninguna época es buena para celebrar la muerte de un ser querido, pero, puestos a elegir, estas fechas de Navidad serían las últimas que elegiríamos.
La Navidad es fiesta de encuentros familiares y no de despedidas tristes. Pero la muerte no entiende de fechas y, por eso, nos hemos reunido para dar nuestro adiós de este mundo a N., después de X años de vida.
Como cristianos, su muerte no la podemos considerar como un fracaso, sino como una meta conseguida, como entrada en la vida definitiva, como misión cumplida.
Aunque pueda parecernos extraño, éste es el mensaje de la Navidad cristiana. La fiesta de Navidad nos invita a mirar a un Niño recién nacido, que es lo más opuesto a la muerte que puede haber y, sin embargo, no podemos olvidar que este Niño es para nosotros el que nos ha salvado a través de su Muerte y, Resurrección.
La cueva de Belén y el sepulcro de Jerusalén nos están hablando de dos cunas que acogen el Cuerpo de Cristo en dos diferentes nacimientos: en Belén es nacer para morir y, en el sepulcro, resucitar para vivir sin fin.
El día de Navidad veíamos a los pastores acercarse al pesebre a adorar a aquel Niño y hoy hemos escuchado el relato del mismo Juan, acercándose al sepulcro vacío y dar testimonio de ello. " Lo que hemos visto, oído y tocado con nuestras manos os lo anunciamos, para que vuestra alegría sea completa ".
Nacer y morir son dos grandes experiencias humanas. El nacer es fundamentalmente idéntico para todos, pero el morir puede ser esencialmente distinto, dependiendo de la fe o no fe del que muere.
Es lo que querernos agradecer a toda esa cadena de testigos que han gastado su vida por nosotros. N. se ha ido de vuestro lado, pero sin duda son muchos los recuerdos, los consejos y los ejemplos que os deja.
Es el momento de dar gracias a Dios por su vida y es también el momento de poner en práctica sus aspiraciones más nobles para que no mueran.
Siempre estaremos en deuda con nuestros familiares difuntos, porque siempre tendremos que agradecerles el amor que nos han dado, los trabajos que han realizado por nosotros y el ambiente que construyeron para que nuestra alegría fuera completa.
Ojalá nos convirtamos en testigos de esperanza en medio de este mundo tan herido de esperanza.
La esposa y los hijos de N. quieren agradeceros a todos vuestras muestras de cariño, pero muy especialmente a sus amigos, porque habéis sabido estar cerca de él ( ella) y ser un buen apoyo en medio de su enfermedad.
(Hoy debemos asegurar el ambiente festivo y solemne en toda la celebración: la decoración, los cantos, las lecturas... También la calenda o pregón de Navidad. Y asegurar buenos lectores... Todo esto, tanto en la misa de la noche como en las del día).
Hermanas y hermanos, sed todos bienvenidos a la gozosa celebración de Navidad. Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz; hoy brilla una luz nueva. Nos ha nacido un niño, se nos ha dado un hijo: Jesús, el Mesías, el Señor. Que su paz, su amor, su gracia, estén con todos vosotros!
(A continuación, un lector lee la calenda o pregón de Navidad. Si no hay un lector adecuado, puede leerlo el mismo celebrante).
Gloria: La noche de Navidad, allí en Belén, los ángeles estallaron en un canto de alabanza a Dios, a su gloria, a su amor inmenso hacia la humanidad, manifestado en el nacimiento de aquel niño: Dios hecho hombre, que nos trae la paz, la vida, la espe¬ranza, la salvación. Unámonos también nosotros, con mucha alegría, a ese himno de alabanza.
Antes de las lecturas
Hoy las lecturas de las tres misas previstas en el misal (noche, aurora y día) son intercambiables. También se pueden leer las mismas, escogiéndolas, en todas las misas. Y unir el evangelio de la noche con el de la aurora. La monición siguiente es válida en todos los casos.
Antes de las lecturas: Escuchemos ahora las lecturas de la Palabra de Dios, que de diversos modos nos expo¬nen el gran misterio que hoy celebramos: Dios se ha hecho hombre, uno de los nuestros. En el nacimiento de Jesús se ha revelado el amor y la bondad de Dios, que quiere la salvación para toda la humanidad.
Oración universal: La fiesta de Navidad nos da la cer¬teza de que Dios nos ama, y eso nos da también confianza y esperanza. Por eso, confiados en ese amor tan grande de Dios hacia todos, presentémosle nuestras intenciones.
Responderemos: ESCÚCHANOS, PADRE.
. Por la Iglesia y por todos los que la formamos: por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes y diáconos, por los religiosos y religiosas, por los laicos y laicas... Que experimentemos con mucha alegría el amor de Dios manifestado en Jesucristo. OREMOS:
. Por toda la gente con la que convivimos. Por nuestro (pueblo, barrio, ciudad). Por nuestro país. Que podamos compartir con todos la alegría y la esperanza que nos trae la buena noticia de la Navidad. OREMOS:
. Por todas las personas que sufren, por cualquier motivo, aquí y en cualquier lugar del mundo. Que puedan sentir cerca el consuelo de Dios y la solidaridad de los hermanos. OREMOS:
. Por la paz en el mundo. Que la celebración de la Navidad contagie en todos y en todas partes los valores del respeto, el diálogo, la justicia, el perdón. OREMOS:
. Por nosotros y por todos los que hoy se han reunido en el mundo entero para celebrar el nacimiento del Hijo de Dios. Que vivamos esta fiesta con fe profunda y le sepamos transmitir a nuestro alrededor.
OREMOS:
Escucha, Padre, nuestra oración, derrama tu amor sobre nosotros y sobre el mundo entero. Por...
CPL - MISA DOMICAL 2006
Homilía para funeral en días antes a la Navidad.
Familiares ,y amigos: Cuando todos estamos soñando y esperando las entrañables fiestas , N. se nos ha ido con X navidades encima. A todos nosotros Navidad nos suena a "nacimiento a la vida", a felicitaciones, a fiesta familiar, a regalos.
Miradas estas cosas de tejas abajo (como se suele decir), es decir, con ojos humanos, Navidad y muerte son dos cosas completamente opuestas. Pero si las miramos de tejas para arriba, es decir, con los ojos de la fe, nos encontramos con que los cristianos, especialmente los antiguos, llamaban al día de la muerte "dies natalis" que quiere decir; día del nacimiento a una nueva vida.
Hemos leído y escuchado las lecturas relacionadas con la fiesta de Navidad. Los cristianos, vamos a recordar, vamos a celebrar, que hace algo más de dos mil años en Belén, nació un Niño de la Virgen María, en un lugar muy pobre.
Pero ese niño no era un niño cualquiera. A ese Niño, según hemos leído en el Evangelio, le pusieron dos nombres, los dos profundamente significativos: Uno es el de Jesús, según lo que el mismo Dios sugirió a José... "María dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de los pecados.
Otro es el de Emmanuel. Según lo que había dicho el profeta: "La Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros". Y es que a Dios, a fuerza de mirarnos con tanto amor a los hombres, se le puso cara de niño, rostro de niño, cuerpo de niño. Y así ha podido compartir nuestras risas, nuestras penas, nuestras preocupaciones, y hasta, nuestra misma muerte.
A partir del Nacimiento de Jesús, ha cambiado toda nuestra manera de entender la vida y la muerte. Ya todo está iluminado. El trabajo tiene sentido, y el amor y el dolor, y hasta la misma muerte.
A partir del Nacimiento de Jesús nuestra vida y nuestra muerte deben tener un nuevo sentido, un nuevo enfoque.
Nuestra vida puede y debe tener la seguridad de que el Jesús de Belén es el Salvador de todos. El se puso a la cabeza de la caravana humana y nos ha llevado a todos a la "otra orilla", a la orilla del amor de Dios. El nos ha enseñado cosas importantes para darle sentido y orientación a nuestras vidas.
Por ello la muerte ya no es entrar en un callejón sin salida, sin horizontes, oscuro, sino que es llegar al país de la vida, de la luz infinita, de la salvación plena. Es el nacimiento a una vida nueva, completamente distinta de la actual, infinitamente mejor, donde vamos a saber lo que es vivir de verdad.
De ahí que la muerte de un ser querido hay que vivirla con ojos nuevos, con el corazón cargado de esperanza. En este sentido la muerte es la auténtica y definitiva Navidad del cristiano. Se pasa de esta vida que tenemos aquí, que es una vida débil, incompleta, llena de limitaciones, a una vida distinta que recibimos de Dios a la que llamamos " Vida Eterna".
Y termino con esta frase de un teólogo alemán: Navidad es la fiesta en que se celebra, no un acontecimiento pasado que ocurrió una vez y pasó, sino algo presente, que es al mismo tiempo comienzo de un futuro eterno que se nos acerca. Es la fiesta del nacimiento de la eterna juventud.
Para N. ya es Navidad y en ella ha quedado injertada la eterna juventud de Dios, la vida plena, la felicidad completa, en el seno, en la Casa de Dios nuestro Padre.
Artículo de Víctor Renes Ayala, responsable del Servicio de Estudios de Caritas Española, publicado en el boletín número 163, abril-Junio 2006 de MANOS UNIDAS, en el capítulo de "COLABORACIÓN".
Víctor Renes Ayala
Sociólogo.
Responsable del Servicio de Estudios de Caritas Española.
Miembro del Instituto Social "León XIII"
¿Nos cuesta cuidar la vida?
Me pregunto expresamente si 'nos cuesta' cuidar la vida, porque es una palabra polisémica que nos lleva en múltiples direcciones, todas ellas imprescindibles para hacernos cargo de la realidad. Se nos cuestiona nuestra 'pereza' en cuidar la vida, porque tendemos a ahorrarnos los compromisos que nos molestan y nos pueden causar preocupación, y 'nos cuesta' emplearnos en ello. Se nos cuestiona los recursos que debemos aplicar en cuidar la vida, y 'nos cuesta' invertirlos en lo que la vida necesita para ser vida. Se nos cuestiona el 'esfuerzo' sostenido y mantenido en el tiempo, y 'nos cuesta' el sudor que debemos emplear para regar la planta de la vida.
¿Con qué cultura social estamos afrontando estas 'cuestas arriba'? Esta es la pregunta que subyace, lo digo sin esperar a más, a la falta de cuidados de la vida en el mundo en que vivimos. Vivimos en un mundo en que funcionan algunos axiomas inconscientemente naturalizados, o sea, tomados ya como buenos y no sólo como evidentes. Y entre ellos, uno que demuestra una gravísima inconsciencia, el que identifica 'valor y precio'. Así cuando preguntamos 'cuánto vale algo', se nos responde por una cantidad monetaria; o sea, a la pregunta del valor, nos contestan con el precio. ¿Valdría mantener la pregunta por el valor como distinta del precio? Por-que en ese caso nos podríamos encontrar con cosas que tienen mucho valor, como el cariño, pero no pueden tener precio. En ese caso, esas cosas que no cuestan, medidas en precio, ¿valdrán para algo?
Eso parece que le esté ocurriendo a la vida, al menos a la vida humana. Estamos viviendo en un mundo de muertos -por hambre, guerras, enfermedades-; muertos en proporciones escalofriantes, que 'no valen', porque está claro que hemos echado cuentas de lo que 'nos cuestan' y no tenemos recursos para ello, pues su 'precio' ¡en el mercado! no hay quien lo pague.
La vida "a precio de mercado"
O podríamos llegar al absurdo de medir lo que vale la vida humana por lo que 'nos cuesta' hacerla desaparecer. Por ejemplo, lo que nos cuesta una guerra en función de los muertos nos daría lo que cuestan 'a precio de mercado'. Sí, ya sé que decir esto es quedar a los pies de los leones de los que tienen la patente de declarar demagogia a todo lo que pone la realidad encima de la mesa. O sea, de declarar demagoga a la realidad y, de paso, a todo aquél que, al hacerse cargo de la realidad, quiera encargar-se de la misma. Porque el propio Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a finales de los noventa del pasado siglo, nos echó unas cuentas, y nos decía que con lo que los países 'bien y de bien`, o sea, los ricos y desarrollados, nos gastamos en cosméticos, o en loterías, o en comidas para animales, y así más cosas ¡absolutamente necesarias!, podríamos hacer frente a la falta de educación primaria en el mundo, o del agua potable, o de la sanidad básica, etc. ¿Demagogia? Pues es lo mismo, sólo que a precios de mercado.
Y si hablamos de la deuda externa, el escándalo podría ser mayor. Porque pagar la deuda cuesta mucho a los países pobres y tiene un alto precio para los países ricos; por eso la vida que no puede ser, que no puede llegar a ser en los países pobres, no vale nada. Eso sí, en su anverso con-tamos lo que nos cuesta en precio el descenso de la mortalidad infantil en los países desarrollados y consideramos un escándalo cuando aumenta incluso en unas décimas. ¡Vale! Pero no cuánto es una masacre en los no desarrollados. Y, peor aún, contamos el precio de la deuda que deben, pero no contamos lo que 'vale' el que el balance de intercambios entre países sea favorable a los ya desarrollados. De no ser así, el PIB, que pretende ser 'la humanidad' reducida a una balanza de precios, no funcionaría, la economía se hundiría, y no habría ni para mandar 'ayudas a los pobres'. ¿No es esto un axioma bárbaro? Mientras no rehagamos las balanzas de precios, y todas las demás, según el valor y no según el precio, cuidar la vida cuesta lo que los precios de mercado prohíben.
Cuidar y cultivar la vida
Porque, además, no lo olvidemos, se trata de 'cuidar' la vida, o sea, de defenderla, cultivarla y promoverla. Y eso es algo más que simplemente comer. Lo que anda en juego son personas, plenas de dignidad aun negada y no reconocida. Y por ello libertad, creatividad, entendimiento, igualdad, afecto, participación; o sea, todas las necesidades que humanizan, sin las cuales nunca hemos pensado ni siquiera en que los humanos somos tales. Eso es cuidar la vida, ser plenamente humanos, aunque en muchas situaciones hoy tendremos que empezar por mantenerla para que sobreviva, pues ni a eso llega.
¿Cuidar y cultivar? Como cuando el labrador cultiva y cuida la tierra, que lo hace de modo que pueda seguir siendo 'nuestra' tierra y tierra que dé frutos. O sea, que la cultiva, o lo que es lo mismo 'le da el ser', pues al cuidarla le da el nombre de tierra, hace posible que lo 'sea'. ¿No sería esto, al menos, lo que habría que hacer con la vida humana, con la vida, en general? También con el medio ambiente, que no con el ambiente 'medio o mediocre' en que vivimos. Pues en nuestro cuerpo natural estaremos enterrando nuestro cuerpo personal y nuestra persona. De ahí que lo que nos 'cuesta' nos 'vale', me decían no hace tanto. Y esto vale no porque me lo decían sino que me lo decían porque vale. Es decir, no se trata del sudor por el sudor, ni de la vida que sufre cuando no es plenamente vida, en todas las condiciones de plena humanización y de plena personalización. Y, está claro, nos cuesta desprendernos de las cosas, para atender las necesidades. ¿Necesitamos tantas cosas para ser felices?, o ¿podemos llevar una 'vida buena', como decían Aristóteles y los clásicos, con muchas me-nos cosas? Si declaramos que ser felices es igual a poseer muchas cosas, olvidamos que en esa posesión las cosas se apropian de nosotros, y en su carencia nos hacen infelices.
En el desarrollo de las necesidades humanas, en todas ellas y más en las más plenamente humanas, tenemos el reto. Así, sí que los recursos se invierten y dan frutos. Esta es la cuestión: cuidar la vida nos cuesta descender de la posesión de cosas a la valoración de lo plenamente humano. Así, sí que, a precios de mercado, habría recursos en el mundo para todos. ¿Hasta dónde daremos los pasos de este cambio? ¿O el precio es el deterioro humano, y hasta qué limite?'
1. Llena de gracia
La solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, el 8 de diciembre, es una fiesta de la Santísima Virgen, y de todo el Pueblo de Dios. El día de precepto con el que la Iglesia quiere significar su importancia, también nos permite descubrir lo arraigada que esta fiesta estuvo siempre en el corazón de los fieles.
Si bien la declaración solemne de esta verdad la hizo el Papa Pío IX en el año 1854, una época relativamente reciente; tenemos constancia histórica de que desde muchos siglos antes, se celebraba con devoción primero en oriente y después en occidente.
María, la Madre de Jesús, ha gozado de la plenitud de la gracia desde el primer instante de su concepción y de su existencia. Dios la eligió anticipadamente, y en previsión de los méritos de la vida y de la muerte de su Hijo, fue liberada de todo pecado desde antes de ser concebida. Ella fue enriquecida por Dios con toda clase de dones y carismas, sobre todos los ángeles y los santos.
Convenía al plan de Dios que Ella brillara con el esplendor de la santidad más perfecta, la que Dios Padre dio a su Hijo único, a quien ama como a sí mismo, engendrado en su seno virginal, de tal manera que fuera Hijo de Dios y de la Virgen. Por esto «En ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención, y contempla con gozo, como en una purísima imagen, lo que ella, toda entera ansía y espera ser» (Sacrosanctum Concilium, 103).
Por ello, la primera en beneficiarse de la obra de la salvación fue María, elegida para ser la Madre de Dios, que con su sí cambió el rumbo de la historia. Su fiesta nos permite celebrar también, la preparación más profunda a la venida del Redentor y el feliz preámbulo de la Iglesia sin mancha ni arruga (cfr. Prefacio de la Misa).
2. Su existencia se contrapone a todo mal
Juan Pablo II nos decía que desde el comienzo de la historia, el Maligno trata de poner a Dios «en estado de sospecha e incluso en estado de acusación, en la conciencia de la criatura» (Dominum et vivificantem nº. 37). Buscando a quien devorar, procura presentar a Dios como quien nos limita en nuestra libertad, a la que es tan sensible nuestro tiempo, y a la vez como quien nos expropia nuestra dignidad. Esta forma de seducirnos, quiere alejarnos de su plan de amor y de verdad, en el que fuimos creados y redimidos.
El verdadero mal del mundo es el pecado. La Inmaculada nos permite anhelar un mundo nuevo sin pecado, y sin mal. Un mundo donde cada hombre y mujer sean inmaculados como María. Un mundo que no esté guiado por intereses egoístas, ni por deseos desordenados, ni por la mentira, ni por la soberbia, ni por la sexualidad desenfrenada.
Ver a María sin mancha ni rastro alguno de pecado, nos mueve a imitarla y hace más profundo el deseo de seguir a su Hijo. Precisamente su existencia se contrapone a todo mal; el mal que padecemos, y está presente en el mundo.
Aunque todo el bien no lo alcanzaremos en esta vida, y siempre esperamos “un cielo nuevo y una tierra nueva”, Dios sale en busca de cada uno para indicarle el camino del bien y de su felicidad. Tener ante nosotros la figura tierna de la Inmaculada, que brilla con la luz de Jesucristo, nos ayuda a buscarlo y colocarlo en el centro de nuestra vida. Sólo así, podremos recuperar el sentido profundo de la dignidad de la persona humana, que es la dignidad de los hijos de Dios.
Ella nos muestra, gracias a la acción redentora de su Hijo, la belleza de ser de Dios. Ella también es guía para ofrecer un consentimiento confiado, y nos acerca al sol de Justicia y de verdad, que es Jesucristo.
3. Una meta a alcanzar
La santidad de María brilla de un modo extraordinario y para nosotros es una meta a alcanzar con la ayuda de la gracia; y nos compromete a crecer en los valores fundamentales, no solo en el ámbito de lo personal, sino también en la vida pública y social. Aquí precisamente percibimos que la ruptura entre el Evangelio y la cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo…
Tenemos que procurar a la luz de estas enseñanzas el bien común, y a la vez cooperar en forma solidaria en la edificación de una sociedad cada vez más justa, más libre del mal, que ame y defienda la vida desde el seno materno, que se deje guiar por el conocimiento y respeto de los valores inscritos naturalmente en cada ser humano, y los heredados en nuestra cultura.
En esta tarea es necesaria también una constante mirada a los valores últimos y a la verdad que orienten la acción pública, y que a la vez sostengan las leyes. De lo contrario, como nos enseñaba el Papa Juan Pablo II: “Las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia” (Centesimus annus, nº 46).
Pidamos a Mría, que en este nuevo milenio, podamos asumir el desafío de reconstruir la nación desde el conjunto de valores en los que nuestra cultura hunde sus cimientos (cfr. NMA,nº24).
4. Súplica
Virgen María, te saludamos en este día, repitiendo con el Arcángel Gabriel: Ave María, llena de gracia.
"Tu has dado al mundo la verdadera luz, Jesús tu Hijo, el Hijo de Dios. Te has entregado por completo a la llamada de Dios, y te has convertido en fuente de bondad, que brota de Él” (Benedicto XVI, Dios es amor, nº 42), enséñanos a vivir fieles a la voluntad del Padre y protégenos de todo mal y de todo pecado.
Nos presentamos ante Ti, guiados por el Espíritu, porque Tu eres la gloria, la alegría, y el honor de nuestro pueblo.
Monseñor José Luis Mollaghan
Arzobispo de Rosario
MONICIÓN DE ENTRADA
Hace muchos siglos, casi dos mil años, apareció en tierras de Palestina un personaje que removía las conciencias y llamaba a un cambio en el corazón y en el modo de vivir. Un personaje que se llamaba Juan y que bautizaba junto al río Jordán: Juan el Bautista.
Hoy, al cabo de tantos siglos, recordamos de nuevo a ese personaje y escuchamos su llamada en este tiempo de Adviento. En el evangelio, él nos invitará a preparar el camino del Señor. Y nosotros responderemos a esa llamada.
Corona de Adviento: Ahora encenderemos dos cirios de la corona de Adviento, en la segunda semana de nuestro camino hacia la Navidad. Jesús , con su luz, nos ilumina.
Dos miembros de la asamblea, o el propio celebrante, encienden dos cirios de la corona de Adviento. Entretanto, se puede cantar otra estrofa del canto de entrada, o bien decir las siguientes invocaciones, o lo que sea costumbre en el lugar.
. Luz del mundo, que vienes a iluminar a los que viven en las tinieblas. SEÑOR, TEN PIEDAD.
. Guía de los hombres, que vienes a conducir a tu pueblo por las sendas de la verdad y de la justicia. CRISTO, TEN PIEDAD.
. Fuente de vida, que vienes a curar las heridas de nuestra debilidad. SEÑOR, TEN PIEDAD.
1 lectura (Baruc 5,1-9): El pueblo de Israel, que vivía des-terrado en Babilonia, sintió muy de cerca la salvación de Dios cuando pudo salir de aquella tierra extranjera y regresar a Jerusalén, su ciudad, su país. El canto de gozo del profeta por este retorno es también, hoy, nuestro canto de gozo de pueblo liberado por Jesucristo.
Salmo (125): El salmo canta el retorno del exilio de Babilonia. También nosotros podemos unirnos a la alegría de aquel pueblo liberado.
2 lectura (Filipenses 1,4-6.8.11): Escuchemos ahora atentamente las palabras de san Pablo sobre nuestra vida cristiana.
Oración universal: Oremos ahora unidos en la fe y en la esperanza, diciendo: VEN, SEÑOR JESÚS.
• Para que las Iglesias cristianas caminemos sincera-mente hacia la unidad. OREMOS:
• Para que los gobernantes de los países ricos trabajen por una justa distribución de la riqueza entre todos los pueblos. OREMOS:
• Para que se acabe en todas partes la práctica inhumana de la tortura: que ningún detenido, sea por el motivo que sea, se vea sometido a tratos denigrantes e indignos. OREMOS:
• Para que todos los que nos hemos reunido en esta iglesia crezcamos siempre en la generosidad, en la confianza, en las ganas de hacernos mutuamente felices. OREMOS:
Escucha, Señor, esta oración de tu pueblo reunido y ven a salvar a todos los hombres y mujeres de mundo. Tú, que vives y reinas por los siglos de lo: siglos.
Padrenuestro: Mientras esperamos la venida de su Hijo Jesucristo y la venida definitiva del Reino que él mismo nos anunció, nos dirigimos al Padre del cielo diciendo:
CPL
MONICIÓN DE ENTRADA
Sed todos bienvenidos. Hoy celebramos la Inmaculada Concepción de María, la que desde el primer instante de su vida existe sin pecar.
María, en el evangelio, habla poco. Calla mucho. Sigue su camino, sin seguridades humanas, con la perplejidad de los que viven sólo de Dios. Pero concentra en su seno la vitalidad de amor y de esperanza de los creyentes de todos los tiempos. Y será nuestra Madre, y nos ayudará a entender algo más la maternidad de la Iglesia , de nuestra propia comunidad, llamada a engendrar nuevos hijos de Dios cuanto más entregada esté a su Señor.
Alegrémonos con nuestro Dios, porque, por María, ha hecho maravillas en nosotros.
A. penitencial: María se entregó completamente a la acción del Espíritu Santo. Y nos indica que debemos hacer lo que el Señor nos diga. Pero somos rebeldes y no sabemos darnos completamente ni a Dios ni a los demás. Reconozcámonos pecadores.
• Hijo de Dios, que, nacido de María, te hiciste nuestro hermano. SEÑOR, TEN PIEDAD.
• Tú que viniste a visitar a tu pueblo con la paz. CRISTO, TEN PIEDAD.
• Tú que viniste al mundo para salvarnos. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Antes de las lecturas:
María es mucho más que las entrañas fecundas en las que Dios se hace hombre entre los hombres: es la bienaventurada que escucha la palabra de Dios y la guarda. Nosotros, ahora, estamos llamados a dejarnos penetrar por la palabra que da vida. Los relatos que escucharemos (del Génesis, de la carta a los Efesios y del evangelio de Lucas) son conocidos. Pero por ello vale la pena que los escuchemos con toda la atención.
Oración universal: Con el coraje que nos da la fe de la Virgen Madre , oremos confiados los unos por los otros. Unámonos a las intenciones, diciendo: ESCÚCHANOS, SEÑOR.
• Por la Iglesia. Que , como María, espere con gozo y confianza la llegada del Hijo de Dios. OREMOS.
• Por el papa, por nuestro obispo, por todos los pasto-res de la Iglesia. Que nos enseñen a ver en María un camino de fe, de amor a Dios y de perseverancia en la oración. OREMOS.
• Por los gobernantes de las naciones. Que eviten los conflictos bélicos y busquen sin cansancio los medios para encontrar la paz y la solidaridad. OREMOS.
4. Por los más necesitados. Por quienes ven cómo sus vidas transcurren en la miseria. Que encuentren en los cristianos la acogida que necesitan. OREMOS.
5. Por todos nosotros. Que seamos fieles a la voluntad del Padre, para que sean palpables en nuestro mundo los signos visibles del Reino de los cielos. OREMOS.
Mira, Señor, a quienes nos acogemos bajo la protección de la Madre de tu Hijo y, gracias a su oración, acoge nuestras súplicas. Por...
Datos publicados en Carpeta de materiales Caridad 2007
Algunas constataciones que ilustran la situación de la educación en la actualidad
• Entre 40 y 50 millones de niños de los países más desarrollados del mundo crecen en condiciones de pobreza, en familias con ingresos inferiores al 50% de la media nacional.
• En España una cuarta parte de los estudiantes que llegan al final de su educación obligatoria no obtienen el título de graduado en Secundaria. Y tres de cada diez escolares no alcanza el nivel mínimo que se exige en una educación básica (Fundación La Caixa. "Informe 2006").
• En los países más ricos del mundo entre un 10% y un 20% de la población adulta son analfabetos funcionales.
• 121 menores de edad no van a la escuela en el mundo: de ellos, un total de 65 millones son niñas y 56 millones son niños.
• Unos 73 millones de niños y niñas menores de 10 años tienen que trabajar.
• Poco más de la mitad de los niños que comienzan el ciclo de enseñanza primaria lo concluyen. En África subsahariana la proporción es de uno de cada tres.
• 800 millones de adultos en el mundo son analfabetos: dos terceras partes de ellos son mujeres. Un 70% de ellos vive en nueve países pertenecientes en su mayoría a la región de África subsahariana y a la de Asia meridional y occidental.
En Sierra Leona, el país más pobre del mundo, el sueldo medio mensual de un maestro a finales de 2003 ascendía a 38 euros. La mayoría de los maestros deben mantener a una familia de cinco personas con menos de 1,5 euros diarios.
LA creación del Obispado Nivariense y, en consecuencia, la división de la Iglesia de Canarias en dos Diócesis se debió a la exigencia de una mayor eficacia pastoral y de una mejor aten¬ción espiritual que necesitaban las islas occidentales desde finales del siglo XVIII por el rápido crecimiento demográfico y los problemas de comunicación, a los que se había unido la larga enfermedad del obispo verdugo.
Don Tomás de Nava y Grimón y don Fernando de la Guerra y Hoyo concibieron el proyecto de la división del obispado de Canaria. El primer intento de dotar a Tenerife de una colegiata partió del obispo de Canaria, don Antonio Tavira y Almazán, que quiso fusionar los beneficios de las dos parroquias existentes en La Laguna, pero las rivalidades de orden interno de ambas parroquias hicieron fracasar el proyecto.
Reunidas las cortes de Cádiz en 1813, los diputados de las Islas Canarias don Fernando Llarena, don Antonio Ruiz Padrón y don Santiago Key y Muñoz hicieron una proposición pidiendo que se acordase lo conveniente para llevar a efecto la creación de un nuevo obispado en San Cristóbal de La Laguna, capital entonces de la isla de Tenerife, designando por territorio de la nueva diócesis, además de esta isla, las tres de La Palma, Hierro y Gomera. Las cortes admitieron la proposición y la mandaron pasar al Gobierno, que la pasó a su vez al Consejo de Estado. Este, en 7 de octubre de dicho año 1813, opinó por la conveniencia de erigir la nueva Catedral, porque aparecía en efecto la necesidad, y propuso la formación del expediente instructivo con audiencia de todos los interesados. A pesar de la variación del gobierno, en 1814 el expediente siguió su curso, y por Real Orden refrendada por el ministro de Gracia y Justicia pasó a la Cámara, que dio comisión en agosto al Regente nombrado para la Audiencia de Canarias, para que oyendo a todos los interesados, a la misma Audiencia y al fiscal, informase con justificación.
Todos los ayuntamientos de las islas excepto el de Las Palmas convinieron en la creación del obispado: también el Cabildo atedral de Las Palmas por acuerdo de 19 de julio de 1815 (que pretendió después de haberlo revocado por otro de 7 de junio de 1816), y el mismo obispo de la Gran Canaria y demás islas, además de convenir en la separación, consintió en que se nombrase desde luego un auxiliar y residiese en la nueva Catedral, como así se verificó por Real Orden de 30 de septiembre de 1815. El Rey Femando VII debió de tomar esta resolución, no sólo para contentar al ayuntamiento y Cabildo catedral de Las Palmas, sino también por la precaria salud del obispo de Canaria don Manuel Verdugo y Albiturria1.
El nombramiento del obispo auxiliar recayó en Vicente Román de Linares, que llegó a Tenerife en agosto de 1817, después de más de un año de su nombramiento.
En noviembre de 1816 la Audiencia de Canarias envía un informe a la Cámara de Castilla con el fin de impedir la división del obispado por parte del ayuntamiento y Cabildo catedral de Las Palmas, ya que la diócesis de Canaria quedaba gravemente perjudicada con la separación de las cuatro islas occidentales, y le privaría de la mitad de los diezmos que suponían más de un millón y medio de reales para su subsistencia.
La Audiencia de Canarias y su fiscal, y después la Cámara y el suyo, convinieron en que la segregación la fundaba en causas de necesidad y utilidad. La cámara elevó a S.M. una consulta para el establecimiento de una nueva silla, con cuyo dictamen se conformó S.M. en 10 de octubre de 1818, mandando que se dirigiesen las correspondientes preces a S.S. y en 1 de febrero de 1819 expidió la correspondiente bula auto-rizando ampliamente para su ejecución, persona constituida en dignidad episcopal u otra eclesiástica.
Las razones expuestas en el Real
Decreto fueron
Considerando la imposibilidad de que un sólo pastor, por celoso que fuera, pudiese atender debidamente a las necesidades de todas sus ovejas en la diócesis de Canarias, compuesta por siete islas, apartadas entre sí por el mar a cuyos peligros, para transitar de unas a otras, se añaden las dificultades del terreno, por la mayor parte quebrado, áspero, fragoso y a veces sin camino; y deseando remediar los muchos y graves daños, que de aquí resultaban en lo espiritual y temporal a mis ,fieles vasallos de aquel obispado; mando que oyendo a los ayuntamientos de las siete islas, al Obispo y al Cabildo eclesiástico, y dando su parecer también la Audiencia de Canarias, su Regente remitiendo a mi Real Cámara de Castilla un expediente exacto y completo para resolver con pleno conocimiento sobre su división2.
El dictamen del fiscal supremo reflejaba el consentimiento unánime de las autoridades de las islas, a excepción de las de Gran Canaria y su capital Las Palmas, para que se erigiese un nuevo obispado en Tenerife.
El ministro plenipotenciario, don Antonio Vargas y Laguna, acusa recibo de los documentos enviados por el gobierno español el 15 de enero de 1819, y Pío VII expide la bula para la erección del obispado el 1 de febrero, concediendo la Cámara de Castilla el pase regio del documento pontificio el 20 de marzo de 1819.
En su consecuencia se expidió la correspondiente auxiliatoria dando comisión al obispo auxiliar, don Vicente Román Linares, obispo de Dan Sara, para la división, desmembración y separación del obispado de Canarias, erigiendo otro nuevo. En 23 de noviembre de 1819 el comisionado apostólico y regio hizo la división y erección de dicho nuevo obispado, y en 11 de diciembre erigió en catedral la parroquia de Los Remedios, como puede verse por su edicto. En 1820 representó el cabildo catedral de Las Palmas y suponiendo íntegro el nego¬cio pidió que en vez de erigir nuevo obis¬pado se nombrase un obispo auxiliar en Tenerife; y el Ayuntamiento de Las Palmas solicitó a su vez que se declarase nulo todo lo obrado. Ambas representaciones pasaron al consejo de Estado, que después de haber llamado el expediente instructivo, consultó S.M. que debía subsistir y tener cumplido efecto la elección del obispado de Tenerife, y así lo acordó S.M.
La llegada del Trienio Liberal, en 1820, fue aprovechada por los detractores de la segre¬gación para dejar sin efecto la división. Don Graciliano Alfonso, doctoral de la Catedral de Las Palmas y diputado a Cortes bajo pretexto del arreglo general del clero y otras ideas de circunstancias, intentó en la sesión de la noche del 4 de mayo de 1821 inutilizar lo hecho, pero sin fruto, porque el obispado se erigió y se nombró obispo, que funcionó con este carácter en la nueva diócesis.
Sin duda, hubo tensiones propias de toda Institución que se desmiembra y presiones de índole social o política. La Bula de erección del Obispado de La Laguna fue firmada por el Papa Pío VII el 1 de febrero de 1819, pero su crecimiento estuvo rodeado de contratiempos desde el principio. La división del obispado de Canaria y la erección del de Tenerife tuvo lugar el 21 de diciembre de 1819, el 27 del mismo mes el cabildo catedral elige vicario capitular y gobernador del obispado, sede vacante del deán Pedro Bencomo y Rodríguez que ejerció su cargo, salvo un intervalo de dos años (por renuncia en 1822 y fue sustituido por José Hilario Martinón, que renunció en julio de 1824, siendo reelegido por segunda vez Pedro Bencomo), hasta la llegada del primer obispo nivariense.
El Papa3 no pudo nombrar al primer obispo hasta pasados seis años por el desacuerdo entre-el Gobierno Liberal y la Santa Sede. Don Luis Folgueras Sión, primer obispo nivariense, tuvo que sufrir el cierre del recién creado Seminario, las leyes desamortizadoras y la exclaustración de los religiosos, rigió la diócesis durante 24 años, hasta que fue nombrado para presidir la Archidiócesis de Granada4.
En 1837, se trató del arreglo del clero, y la comisión de negocios eclesiásticos leyó en la sesión de 21 de mayo un dictamen proponiendo la supresión del obispado de Tene¬rife, que por último tuvo lugar de una manera inesperada e incidental y sin conocimiento previo de esta providencia, en el concordato con S.S. de 16 de marzo de 1851. El nuevo Concordato entre la Santa Sede y el Gobierno Español` suspendió la nueva Diócesis, pasando a ser gobernada por los obispos de la Diócesis de Canarias como administradores apostólicos. El Concordato en su artículo 5°, apartado "e" decía: La diócesis de Tenerife quedará unida a la de Canaria. De 1851 a 1857, el primer administrador apostólico fue Buenaventura Codina y Augerolas, de 1859 a 1868 fue nombrado Fray Joaquín Lluch` y Garriga de 1868 a 1877, José María Urquinaona y Bidot. En vano se replica que el Concordato de 1851 suprimió este obispado, y que emanando el Concordato de las dos autoridades eclesiásticas y civiles que lo crearon no puede dudarse de la validez de la supresión. Con efecto la supresión, para que no pudiese ser reclamada debía fundarse en que la segregación se hizo mal por vicios en los trámites, o por no haber concurrido las causas de necesidad o utilidad, o porque estas causas desaparecieron después y variaron las circunstancias. Que causas, causas poderosas existieron para la segregación no puede dudarse cuando lo aseguraron todos los ayuntamientos de las islas, la Audien¬cia Territorial, los Cabildos, el Consejo de Estado, la Cámara, el Rey y finalmente el Papa. Que no hubo vicio en la sustanciación del expediente lo prueba esa tramitación repetida y pública. Las razones que se alegaron y tuvieron en consideración para la disgregación de la diócesis de Canarias y formación de una nueva en Tenerife fueron:
1.1 La imposibilidad de que un obispo visitase todos los años lo menos uno sin otro. 97 parroquias establecidas en 92 pueblos, dispersos en 7 islas, que cuentan 697 leguas cuadradas de terreno, distantes entre sí 20, 30 y 45 leguas de un mar proceloso, que no se puede atravesar en