ZENIT publica el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. -predicador de la Casa Pontificia- a la liturgia del 14 de Enero, domingo II del Tiempo Ordinario
Invitaron a Jes?s a las bodas
II Domingo del Tiempo Ordinario
Isa?as 62, 1-5; I Corintios 12, 4-11; Juan 2, 1-11
El Evangelio del II Domingo del Tiempo Ordinario es el episodio de las bodas de Can?. ?Qu? ha querido decirnos Jes?s aceptando participar en una fiesta nupcial? Sobre todo, de esta manera honr?, de hecho, las bodas entre el hombre y la mujer, recalcando, impl?citamente, que es algo bello, querido por el Creador y por ?l bendecido. Pero quiso ense?arnos tambi?n otra cosa. Con su venida, se realizaba en el mundo ese desposorio m?stico entre Dios y la humanidad que hab?a sido prometido a trav?s de los profetas, bajo el nombre de ?nueva y eterna alianza?. En Can?, s?mbolo y realidad se encuentran: las bodas humanas de dos j?venes son la ocasi?n para hablarnos de otro desposorio, aqu?l entre Cristo y la Iglesia que se cumplir? en ?su hora?, en la cruz.
Si deseamos descubrir c?mo deber?an ser, seg?n la Biblia, las relaciones entre el hombre y la mujer en el matrimonio, debemos mirar c?mo son entre Cristo y la Iglesia. Intentemos hacerlo, siguiendo el pensamiento de San Pablo sobre el tema, como est? expresado en Efesios, 5, 25-33. En el origen y centro de todo matrimonio, siguiendo esta perspectiva, debe estar el amor: ?Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo am? a la Iglesia y se entreg? a s? mismo por ella?.
Esta afirmaci?n ?que el matrimonio se funda en el amor- parece hoy darse por descontado. En cambio s?lo desde hace poco m?s de un siglo se lleg? al reconocimiento de ello, y todav?a no en todas partes. Durante siglos y milenios, el matrimonio era una transacci?n entre familias, un modo de proveer a la conservaci?n del patrimonio o a la mano de obra para el trabajo de los jefes, o una obligaci?n social. Los padres y las familias eran los protagonistas, no los esposos, quienes frecuentemente se conoc?an s?lo el d?a de la boda.
Jes?s, sigue diciendo Pablo en el texto de los Efesios, se entreg? ?a fin de presentarse a s? mismo su Iglesia resplandeciente, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida?. ?Es posible, para un marido humano, imitar, tambi?n en este aspecto, al esposo Cristo? ?Puede quitar las arrugas a su propia esposa? ?Claro que puede! Hay arrugas producidas por el desamor, por haber sido dejados en soledad. Quien se siente a?n importante para el c?nyuge no tiene arrugas, o si las tiene son arrugas distintas, que acrecientan, no disminuyen la belleza.
Y las esposas, ?qu? pueden aprender de su modelo, que es la Iglesia? La Iglesia se embellece ?nicamente para su esposo, no por agradar a otros. Est? orgullosa y es entusiasta de su esposo Cristo y no se cansa de tejerle alabanzas. Traducido al plano humano, esto recuerda a las novias y a las esposas que su estima y admiraci?n es algo important?simo para el novio o el marido.
A veces, para ellos es lo que m?s cuenta en el mundo. Ser?a grave que les faltara recibir jam?s una palabra de aprecio por su trabajo, por su capacidad organizativa, por su valor, por la dedicaci?n a la familia; por lo que dice, si es un hombre pol?tico; por lo que escribe, si es un escritor; por lo que crea, si es un artista. El amor se alimenta de estima y muere sin ella.
Pero existe una cosa que el modelo divino recuerda sobre todo a los esposos: la fidelidad. Dios es fiel, siempre, a pesar de todo. Hoy, esto de la fidelidad se ha convertido en un discurso escabroso que ya nadie se atreve a hacer. Sin embargo el factor principal del desmembramiento de muchos matrimonios est? precisamente aqu?, en la infidelidad. Hay quien lo niega, diciendo que el adulterio es el efecto, no la causa, de las crisis matrimoniales. Se traiciona, en otras palabras, porque no existe ya nada con el propio c?nyuge.
A veces esto ser? incluso cierto; pero muy frecuentemente se trata de un c?rculo vicioso. Se traiciona porque el matrimonio est? muerto, pero el matrimonio est? muerto precisamente porque se ha empezado a traicionar, tal vez en un primer tiempo s?lo con el coraz?n. Lo m?s odioso es que a menudo es el que traiciona quien hace recaer en el otro la culpa de todo y se hace la v?ctima.
Pero volvamos al episodio del Evangelio, porque contiene una esperanza para todos los matrimonios humanos, hasta los mejores. Sucede en todo matrimonio lo que ocurri? en las bodas de Can?. Comienza en el entusiasmo y en la alegr?a (de ello es s?mbolo el vino); pero este entusiasmo inicial, como el vino en Can?, con el paso del tempo se consume y llega a faltar. Entonces se hacen las cosas ya no por amor y con alegr?a, sino por costumbre. Cae sobre la familia, si no se presta atenci?n, como una nube de monoton?a y de tedio. Tambi?n de estos esposos se debe decir: ??No les queda vino!?.
El relato del Evangelio indica a los c?nyuges una v?a para no caer en esta situaci?n o salir de ella si ya se est? dentro: ?invitar a Jes?s a las propias bodas! Si ?l est? presente, siempre se le puede pedir que repita el milagro de Can?: transformar el agua en vino. El agua del acostumbramiento, de la rutina, de la frialdad, en el vino de un amor y de una alegr?a mejor que la inicial, como era el vino multiplicado en Can?. ?Invitar a Jes?s a las propias bodas? significa honrar el Evangelio en la propia casa, orar juntos, acercarse a los sacramentos, tomar parte en la vida de la Iglesia.
No siempre los dos c?nyuges est?n, en sentido religioso, en la misma l?nea. Tal vez uno de los dos es creyente y el otro no, o al menos no de la misma forma. En este caso, que invite a Jes?s a las bodas aqu?l de los dos que le conozca, y lo haga de manera ?con su gentileza, el respeto por el otro, el amor y la coherencia de vida- que se convierta pronto en el amigo de ambos. ?Un ?amigo de familia?!
[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit]