S?bado, 20 de enero de 2007
Comentario al Evangelio del III Domingo del Tiempo Ordinario - C, 21 de Enero, publicado por NOVEDADES FLUVIUM.

Para que el mundo se salve



Es importante que cuantos hemos aceptado el ideal de Jesucristo, le sigamos firmemente persuadidos de que es el Salvador del mundo. Y hablar de un Salvador para el mundo, supone aceptar que los hombres no se bastan por s? mismos en su paso por la vida. Se trata, desde luego, de una afirmaci?n tan sorprendente hoy para muchos, como lo fueron aquellas palabras que hoy nos recuerda la Liturgia, pronunciadas por Jes?s en la sinagoga de Nazaret: El Esp?ritu del Se?or est? sobre m?, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redenci?n a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para promulgar el a?o de gracia del Se?or.
Dios ha enviado a Jesucristo en favor de los hombres. Habla Jes?s de unos pobres, que han de ser evangelizados; de unos cautivos, que han de ser redimidos; de unas ciegos, que pueden recuperar la vista; de otros, que padecen opresiones de diverso g?nero, que deben ser librados de toda atadura hasta ser y sentirse libres de verdad. Habla por fin Jes?s, de un tiempo de Gracia divina que ?l a venido a establecer.

Aquellas palabras del Se?or fueron posiblemente unas de las primeras que pronunciaba en p?blico. Por entonces, aunque ya se extend?a su fama por Galilea, a?n se sorprend?a la gente admirada de que el hijo de Jos?, el hijo del artesano, de uno de sus paisanos que todos hab?an conocido, fuera capaz de hablar con semejante sabidur?a y autoridad. Bastantes, con el paso del tiempo, cuando tuvieron noticias o incluso la personal experiencia de sus milagros, cuando conocieron mejor su doctrina, acabar?an diciendo: todo lo ha hecho bien; y, ?ste habla con autoridad, no como los escribas. Algunos ?no todos? le llegaron a reconocer expresamente como el Cristo, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo. As? lo confesar?a, de modo expreso, Marta, hermana de L?zaro, antes de que resucitara al que llevaba ya cuatro d?as enterrado.

La veracidad, la autoridad, la bondad, el poder, eran incontestables en Jes?s de Nazaret. ?l no pod?a sino afirmar la verdad sobre s? mismo: que sobre ?l descansaba el Esp?ritu de Dios para llevar a cabo la Redenci?n. Una y otra vez, de diversos modos, adapt?ndose a las inteligencias de quienes le o?an, ense?aba a vivir rectamente, pero no s?lo seg?n la justicia, que no ser?a bastante; con insistencia recuerda que s?lo con ?l era posible la Salvaci?n a la que estamos llamados los hombres. Sin M? no pod?is hacer nada, advierte a sus Ap?stoles. Porque toda su presencia en este mundo, fue para hacer realidad de modo pleno las palabras del profeta Isa?as, seg?n las cuales, por el Esp?ritu del Se?or, todos los males de los hombres quedar?an sanados. No tiene, pues, otro sentido su venida al mundo que la salvaci?n del g?nero humano. Por eso, era preciso que estuviera permanentemente con nosotros, y quiso quedarse para siempre en la Eucarist?a, y nos se envi? adem?s el Esp?ritu Santo ?que procede del Padre y del Hijo? para que la Gracia y el Amor de Dios pueda llegar a todos los hombres de todos los tiempo, aunque nosotros no sepamos c?mo.

La Trinidad Beat?sima ?Padre, Hijo y Esp?ritu Santo? ha dispuesto sabia y providencialmente que todos los hombres podamos alcanzar el eterno destino en su intimidad para el que fuimos creados. As?, afirma san Pablo, que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Y ha querido contar Dios Nuestro Se?or, haci?ndonos participar de su misi?n redentora, con los hombres y, de modo muy particular, con los cristianos. San Lucas, que nos transmite en esta ocasi?n las palabras de Jes?s que hoy meditamos, nos da buen ejemplo de c?mo se colaborara con Dios en la salvaci?n de otros hombres.

Dirige el Evangelista este Evangelio, as? como lo que podr?amos llamar su segunda parte, "Los Hechos de los Ap?stoles", a su amigo Te?filo: para que conozcas la indudable certeza de las ense?anzas que has recibido, le advierte. Tras la lectura y oportuna meditaci?n de los escritos de Lucas, Te?filo ten?a ya s?lidos argumentos para su inteligencia y abundantes est?mulos, que animar?an su libertad para dirigir la propia vida hacia Dios con decisi?n, de acuerdo con las ense?anzas y la virtud de Jesucristo. Dos libros escribi? san Lucas pensando en un amigo. En realidad no parecen excesivos el esfuerzo y el inter?s, por facilitarle la salvaci?n a un hombre. No olvidemos que a Jes?s, Hijo de Dios, no le pareci? excesivo dar la vida por nuestras salvaci?n, siendo nuestra eterna felicidad.

?Qu? haremos t? y yo para querer de verdad ?deseando seriamente lo mejor que es posible desear? a quienes decimos amar? Con la intercesi?n de Santa Mar?a, nuestra Madre del Cielo, sabremos querer a todos con ese amor de Jesucristo, que es salvador y reparte felicidad sin medida.


Publicado por verdenaranja @ 23:39  | Espiritualidad
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