ZENIT publica el discurso que dirigi? Benedicto XVI el s?bado 17 de febrero de 2007 al recibir en audiencia a los nuncios apost?licos en Am?rica Latina, reunidos en el Vaticano para preparar la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que ?l mismo inaugurar? el 13 de mayo en Aparecida (Brasil).
Venerados hermanos:
Me alegra acogeros, al final de vuestra reuni?n como preparaci?n para la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano. Doy a cada uno mi cordial saludo, comenzando por el se?or cardenal Tarcisio Bertone, mi secretario de Estado, al que agradezco las palabras con que se ha hecho int?rprete de los sentimientos comunes. Expreso mi agradecimiento a los se?ores cardenales presidentes de la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano y a los responsables de los dicasterios de la Curia romana, que han dado su contribuci?n a vuestros trabajos.
Aprovecho esta ocasi?n, sobre todo, para renovaros a vosotros, nuncios apost?licos presentes, y a todos los representantes pontificios, la expresi?n de mi aprecio por el importante servicio eclesial que realiz?is, a menudo entre no pocas dificultades debidas a la lejan?a de la patria de origen, a los frecuentes desplazamientos y, a veces, tambi?n a las tensiones sociopol?ticas presentes en los lugares donde actu?is. En el cumplimiento de vuestro delicado oficio, que ciertamente est? animado siempre por un profundo esp?ritu de fe, cada uno de vosotros si?ntase acompa?ado por la estima, por el afecto y por la oraci?n del Papa.
Todo nuncio apost?lico est? llamado a consolidar los v?nculos de comuni?n entre las Iglesias particulares y el Sucesor de Pedro. A ?l se le ha encomendado la responsabilidad de promover, juntamente con los pastores y con todo el pueblo de Dios, el di?logo y la colaboraci?n con la sociedad civil para realizar el bien com?n.
Los representantes pontificios son la presencia del Papa, que mediante ellos est? cerca de las personas con quienes no puede encontrarse personalmente y, en especial, de quienes viven en condiciones de dificultad y sufrimiento. Vuestro ministerio, queridos hermanos, es un ministerio de comuni?n eclesial y un servicio a la paz y a la concordia en la Iglesia y entre los pueblos. Sed siempre conscientes de la importancia, de la grandeza y de la belleza de esta misi?n vuestra, y tended sin cansaros a realizarla con entrega generosa.
La divina Providencia os ha llamado a vosotros, aqu? presentes, a prestar vuestro servicio en Am?rica Latina, definida por el amado Juan Pablo II ?que la visit? en diversas ocasiones? "continente de la esperanza", como ya se ha dicho. Si Dios quiere, tendr? la alegr?a de tomar contacto personalmente con la realidad de esos pa?ses al intervenir, Dios mediante, en la apertura de la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano, en Aparecida, Brasil, el pr?ximo mes de mayo.
En cierto sentido, esa asamblea recapitula y es continuaci?n de las Conferencias generales anteriores, mientras que se enriquece con numerosos dones "posconciliares" del Magisterio pontificio ?pienso de modo particular en la exhortaci?n apost?lica postsinodal Ecclesia in America?, as? como con los frutos del camino sinodal de la Iglesia cat?lica.
Se propone definir las grandes prioridades y dar nuevo impulso a la misi?n de la Iglesia al servicio de los pueblos latinoamericanos en las circunstancias concretas del inicio de este siglo XXI. Esa recapitulaci?n remite a la tradici?n de la catolicidad, la cual, gracias a una extraordinaria epopeya misionera, se ha hecho presente y ha marcado con su huella la estructura cultural que caracteriza hasta hoy la identidad latinoamericana.
Esa es la vocaci?n original ?como dijo mi recordado predecesor Juan Pablo II en Santo Domingo? "de unos pueblos a quienes la misma geograf?a, la fe cristiana, la lengua y la cultura han unido definitivamente en el camino de la historia" (Discurso en la inauguraci?n de la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano, 12 de octubre de 1992, n. 15: L'Osservatore Romano, edici?n en lengua espa?ola, 23 de octubre de 1992, p. 10).
Precisamente partiendo del tema de esa importante reuni?n: "Disc?pulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en ?l tengan vida", tambi?n vosotros, en estos d?as, hab?is puesto de relieve algunos desaf?os que la Iglesia afronta en la vasta ?rea latinoamericana, insertada en las din?micas mundiales y cada vez m?s condicionada por los efectos de la globalizaci?n. Ante este desaf?o, las naciones que la componen tratan de afirmar, de diversas maneras, su identidad y su peso en el camino hist?rico del mundo de hoy; a menudo en medio de muchas dificultades, tratan de consolidar la paz interna de su naci?n. Sinti?ndose como "hermanas" quieren llegar a ser tambi?n una comunidad, unida en la paz y en el desarrollo cultural y econ?mico.
Naturalmente, la Iglesia, signo e instrumento de unidad para todo el g?nero humano (cf. Lumen gentium, 1), se encuentra en sinton?a con toda leg?tima aspiraci?n de los pueblos a una mayor armon?a y cooperaci?n, y aporta su contribuci?n propia, es decir, el Evangelio. Desea que en los pa?ses latinoamericanos, donde las Constituciones se limitan a "conceder" libertad de credo y de culto, pero no "reconocen" a?n la libertad religiosa, se puedan definir cuanto antes las relaciones rec?procas fundadas en los principios de autonom?a y de sana y respetuosa colaboraci?n. Eso permitir? a la comunidad eclesial desarrollar todas sus potencialidades en beneficio de la sociedad y de toda persona humana, creada a imagen de Dios. Una correcta formulaci?n jur?dica de esas relaciones no podr? por menos de tener en cuenta el papel hist?rico, espiritual, cultural y social que ha desempe?ado la Iglesia cat?lica en Am?rica Latina.
Este papel sigue siendo primario, tambi?n gracias a la feliz fusi?n entre la antigua y rica sensibilidad de los pueblos ind?genas con el cristianismo y con la cultura moderna. Como sabemos, algunos ambientes afirman un contraste entre la riqueza y profundidad de las culturas precolombinas y la fe cristiana presentada como una imposici?n exterior o una alienaci?n para los pueblos de Am?rica Latina. En verdad, el encuentro entre estas culturas y la fe en Cristo fue una respuesta interiormente esperada por esas culturas. Por tanto, no hay que renegar de ese encuentro, sino que se ha de profundizar: ha creado la verdadera identidad de los pueblos de Am?rica Latina.
En efecto, la Iglesia cat?lica es la instituci?n que goza de mayor prestigio entre las poblaciones latinoamericanas. Est? activa en la vida de la gente; es estimada por la labor que realiza en los ?mbitos de la educaci?n, la salud y la solidaridad con los necesitados. La ayuda a los pobres y la lucha contra la pobreza son y siguen siendo una prioridad fundamental en la vida de las Iglesias en Am?rica Latina. La Iglesia tambi?n est? activa por las intervenciones de mediaci?n que no raramente se le solicita con ocasi?n de conflictos internos.
Con todo, hoy, una presencia tan consolidada debe tener en cuenta, entre otras cosas, el proselitismo de las sectas y el influjo creciente del secularismo hedonista posmoderno. Sobre las causas de la atracci?n de las sectas debemos reflexionar seriamente para encontrar las respuestas adecuadas. Ante los desaf?os del actual momento hist?rico, nuestras comunidades est?n llamadas a fortalecer su adhesi?n a Cristo para testimoniar una fe madura y llena de alegr?a y, verdaderamente, a pesar de todos los problemas, son enormes las potencialidades.
Realmente son enormes las potencialidades espirituales que tiene Am?rica Latina, donde los misterios de la fe se celebran con ferviente devoci?n, y el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas alimenta la confianza en el futuro. Naturalmente, es necesario acompa?ar con gran atenci?n a los j?venes en el camino de la vocaci?n, y ayudar a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, a perseverar en su vocaci?n.
Asimismo, los j?venes, que constituyen m?s de dos tercios de la poblaci?n, representan un inmenso potencial misionero y evangelizador; y la familia sigue siendo "una caracter?stica primordial de la cultura latinoamericana", como dijo mi venerado predecesor Juan Pablo II en el encuentro de Puebla, en M?xico, en enero de 1979.
Precisamente la familia merece una atenci?n prioritaria, pues muestra s?ntomas de debilitamiento bajo las presiones de lobbies capaces de influir negativamente en los procesos legislativos. Los divorcios y las uniones libres est?n aumentando, mientras que el adulterio se contempla con injustificable tolerancia. Es necesario reafirmar que el matrimonio y la familia tienen su fundamento en el n?cleo m?s ?ntimo de la verdad sobre el hombre y sobre su destino; una comunidad digna del ser humano s?lo se puede edificar sobre la roca del amor conyugal, fiel y estable, entre un hombre y una mujer.
Quisiera destacar otros temas religiosos y sociales sobre los que hab?is reflexionado. Me limito a citar el fen?meno de la emigraci?n, ?ntimamente relacionado con la familia; la importancia de la escuela y la atenci?n a los valores y a la conciencia, para formar laicos maduros que sean capaces de dar una contribuci?n cualificada en la vida social y civil; la educaci?n de los j?venes con proyectos vocacionales apropiados que acompa?en, de modo especial, a los seminaristas y a los aspirantes a la vida consagrada en su camino de formaci?n; el compromiso de informar adecuadamente a la opini?n p?blica sobre las grandes cuestiones ?ticas seg?n los principios del magisterio de la Iglesia y una presencia eficaz en el campo de los medios de comunicaci?n social, tambi?n para responder a los desaf?os de las sectas.
Ciertamente, los movimientos eclesiales constituyen un recurso v?lido para el apostolado, pero es necesario ayudarles a mantenerse siempre fieles al Evangelio y a la ense?anza de la Iglesia, tambi?n cuando act?an en el campo social y pol?tico. En particular, siento el deber de reafirmar que no compete a los eclesi?sticos encabezar grupos sociales o pol?ticos, sino a los laicos maduros y profesionalmente preparados.
Queridos hermanos, en estos d?as hab?is pensado y dialogado juntos; y sobre todo hab?is orado juntos. Pidamos al Se?or, por intercesi?n de Mar?a, que los frutos de esta reuni?n vuestra y de la pr?xima Conferencia general del Episcopado latinoamericano redunden en beneficio de toda la Iglesia.
A vosotros os doy una vez m?s las gracias por el trabajo que hab?is realizado. Al volver a vuestros pa?ses, haceos int?rpretes de mis sentimientos cordiales ante los pastores y las comunidades cristianas, los Gobiernos y las poblaciones. Asegurad la cercan?a espiritual del Papa de modo especial a vuestros colaboradores, a las religiosas y a todos los que cooperan para el buen funcionamiento de las sedes de vuestras nunciaturas.
A todos y cada uno imparto de coraz?n una bendici?n apost?lica especial.
[Traducci?n distribuida por la Santa Sede