Art?culo semanal del Padre Fernando Lorente o.h., publicado en
EL D?A en la secci?n CRITERIOS bajo el ep?grafe "Luz en el Camino".
Luz en el Camino Fernando Lorente, O.H.*
La venganza y el bien supremo
"La venganza es contraria a la humanidad, por m?s que parezca conforme a la justicia: la venganza no difiere del ultraje sino por el orden del tiempo. El que venga no tiene otra ventaja que la de ser el segundo en obrar mal"
(S?neca)
DIOS NO SE VENGA DE NADIE. "Amad a vuestros enemigos, rogad por los que os persiguen" (Mt. 5,44). Dios es compasivo y misericordioso y "hace salir su sol sobre buenos y malos y llueve sobre justos e injustos". Atribuir a Dios el castigo temporal de los malos y el premio eterno de los buenos ser?a un absurdo el hecho constante de que muchos malvados se mantienen boyantes en la vida, mientras muchas personas honradas -tal vez por su misma honradez- se hunden en la miseria y el fracaso. Por otra parte, es verdad que existe la Providencia de Dios encargada de velar por los suyos y de nivelar la balanza de las injusticias humanas; pero ?l escribe recto con l?neas torcidas, y s?lo con la lupa de la eternidad veremos el porqu? y el para qu? de la trama humana, que aqu? nos desconcierta. S?lo algunos lo dicen, pero son muchos los que lo piensan: "Si Dios ha venido al mundo, ?por qu? todo sigue igual que si no hubiera venido? ?A qu? viene celebrar el nacimiento de Cristo, su vida, su muerte, resurrecci?n y cantar tanta paz y fraternidad, si el mundo sigue y seguir? tan mal como siempre?". Los creyentes deber?amos escuchar con atenci?n estas preguntas que parecen cuestionar y poner en aprieto nuestra fe cristiana. Por eso, vayamos al grano.
Dios ha dado unas leyes y una libertad al ser humano. Y la naturaleza tiene unas limitaciones, que se traducen en deficiencias y cat?strofes, a las cuales se suma la impericia o la mala voluntad de las personas, que, lejos de corregir siempre las tareas naturales, muchas veces las acent?a. No es que Dios est? all? para causar el terremoto o derrumbar un edificio, una pared o declarar un incendio. Y, adem?s, la libertad humana es la causa de una cadena indefinida de males morales, que tiene como traducci?n otra de males f?sicos. Tampoco, ni siquiera podemos decir, ni pensar, que Dios castiga al ser humano con la condenaci?n eterna. Si hay alguien condenado, es el mismo ser humano el que se castiga a s? mismo con el mal uso de su libertad que elige la separaci?n penosa del Bien supremo.
Dios no se venga, lo que s? hace al ser humano responsable de sus actos. "Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva". Y cuando Jes?s sentencia "si no os convert?s, todos perecere?s" lo que quiere decir es que, si no cambiamos, todos hallaremos una muerte inesperada, imprevista, vivamos mucho o poco. La historia est? ah?. Dios es paciente. Incluso deja pasar el tiempo. Dios sigue esperando nuestra conversi?n.
La conversi?n cristiana es una frase que no pocas veces se interpreta mal. Convertirse no es propiamente algo negativo. Convertirse es cambiar de mentalidad y de vida, conforme a las directrices del Evangelio. Ahora bien, la s?ntesis del mensaje cristiano es el amor pr?ctico a Dios y al pr?jimo, a todas las personas. Por tanto, la conversi?n es decidirse y tomarse en serio en el diario quehacer del mandamiento del amor: fructificar en la vi?a del Se?or es dar esos frutos sabrosos del amor fraterno como sarmientos vivos de la cepa divina, Cristo, que derram? hasta la ?ltima gota de su mosto por toda la Humanidad. Por eso, si queremos estar seguros en la vida y en la muerte, sigamos el consejo de san Pablo: "El que est? seguro, mire no caiga". Procuremos que nuestra vida no sea una etapa est?ril e infecunda, sino un ?rbol vivo y vivificante, cargado de buenas obras, fecundo en buenas acciones. As?, el d?a de la tala final caer? a la derecha de la eternidad, del sumo bien.
No pensemos m?s en Dios como en un fantasma tenebroso: el castigador de nuestros fallos morales durante la vida y despu?s de la muerte. Dios nos entrega intacto un tiempo, el tiempo de nuestra existencia y una libertad para que los empleemos en hacer el bien. Nuestro premio o castigo ser? el resultado del buen uso o abuso de nuestra libre libertad. Dej?monos conducir, sin forcejeos, sin dudar, por las manos expertas de Dios Padre. Al respecto, transcribo aqu? una oraci?n que recog? de un anciano, hospitalizado hace a?os en esta cl?nica, que le hac?a vivir con una serenidad admirable en medio del agotamiento que le estaba causando la enfermedad: "Dios m?o, te pido que me concedas lo que quieras. Y si me concedes lo que yo quiero, haz que eso sea en m? una fuerza para lo que T? quieras. Y si me niegas lo que quiero, haz que sea en m? una disponibilidad para lo que T? quieras de m?. Dios m?o y Padre m?o, s?lo quiero hacer tu voluntad y as? quiero morir".
Disposici?n como ?sta es para mostrarnos que el pensamiento de la muerte no nos debe engendrar miedo, sino estimular la acci?n. Juan XXIII dec?a: "El pensamiento de la muerte me impulsa a vivir, a trabajar y a servir". Y mantenerse en este impulso y empe?o es liberarse de toda venganza y vivir totalmente el Sumo bien.
* Capell?n de la Cl?nica
San Juan de Dios