TERCERA PARTE
EUCARIST?A,
MISTERIO QUE SE HA DE VIVIR
?El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre;
del mismo modo, el que come, vivir? por m?? (Jn 6,57)
Forma eucar?stica de la vida cristiana
El culto espiritual ? logik? latre?a (Rm 12,1) 70. El Se?or Jes?s, que por nosotros se ha hecho alimento de verdad y de amor, hablando del don de su vida nos asegura que ? quien coma de este pan vivir? para siempre ? (Jn 6,51). Pero esta ? vida eterna ? se inicia en nosotros ya en este tiempo por el cambio que el don eucar?stico realiza en nosotros: ? El que come vivir? por m? ? (Jn 6,57). Estas palabras de Jes?s nos permiten comprender c?mo el misterio ? cre?do ? y ? celebrado ? contiene en s? un dinamismo que hace de ?l principio de vida nueva en nosotros y forma de la existencia cristiana. En efecto, comulgando el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo se nos hace part?cipes de la vida divina de un modo cada vez m?s adulto y consciente. An?logamente a lo que san Agust?n dice en las Confesiones sobre el Logos eterno, alimento del alma, poniendo de relieve su car?cter parad?jico, el santo Doctor imagina que se le dice: ? Soy el manjar de los grandes: creces, y me comer?s, sin que por eso me transforme en ti, como el alimento de tu carne; sino que t? te transformar?s en m? ?.[198] En efecto, no es el alimento eucar?stico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a ?l acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uni?ndonos a ?l; ? nos atrae hacia s? ?.[199]
La Celebraci?n eucar?stica aparece aqu? con toda su fuerza como fuente y culmen de la existencia eclesial, ya que expresa, al mismo tiempo, tanto el inicio como el cumplimiento del nuevo y definitivo culto, la logik? latre?a.[200] A este respecto, las palabras de san Pablo a los Romanos son la formulaci?n m?s sint?tica de c?mo la Eucarist?a transforma toda nuestra vida en culto espiritual agradable a Dios: ? Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; ?ste es vuestro culto razonable ? (Rm 12,1). En esta exhortaci?n se ve la imagen del nuevo culto como ofrenda total de la propia persona en comuni?n con toda la Iglesia. La insistencia del Ap?stol sobre la ofrenda de nuestros cuerpos subraya la concreci?n humana de un culto que no es para nada desencarnado. A este prop?sito, el santo de Hipona nos sigue recordando que ? ?ste es el sacrificio de los cristianos: es decir, el llegar a ser muchos en un solo cuerpo en Cristo. La Iglesia celebra este misterio con el sacramento del altar, que los fieles conocen bien, y en el que se les muestra claramente que en lo que se ofrece ella misma es ofrecida ?.[201] En efecto, la doctrina cat?lica afirma que la Eucarist?a, como sacrificio de Cristo, es tambi?n sacrificio de la Iglesia, y por tanto de los fieles.[202] La insistencia sobre el sacrificio ?? hacer sagrado ?? expresa aqu? toda la densidad existencial que se encuentra implicada en la transformaci?n de nuestra realidad humana ganada por Cristo (cf. Flp 3,12).
Eficacia integradora del culto eucar?stico 71. El nuevo culto cristiano abarca todos los aspectos de la vida, transfigur?ndola: ? Cuando com?is o beb?is o hag?is cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios ? (1 Co 10,31). El cristiano est? llamado a expresar en cada acto de su vida el verdadero culto a Dios. De aqu? toma forma la naturaleza intr?nsecamente eucar?stica de la vida cristiana. La Eucarist?a, al implicar la realidad humana concreta del creyente, hace posible, d?a a d?a, la transfiguraci?n progresiva del hombre, llamado a ser por gracia imagen del Hijo de Dios (cf. Rm 8,29 s.). Todo lo que hay de aut?nticamente humano ?pensamientos y afectos, palabras y obras? encuentra en el sacramento de la Eucarist?a la forma adecuada para ser vivido en plenitud. Aparece aqu? todo el valor antropol?gico de la novedad radical tra?da por Cristo con la Eucarist?a: el culto a Dios en la vida humana no puede quedar relegado a un momento particular y privado, sino que, por su naturaleza, tiende a impregnar cualquier aspecto de la realidad del individuo. El culto agradable a Dios se convierte as? en un nuevo modo de vivir todas las circunstancias de la existencia, en la que cada detalle queda exaltado al ser vivido dentro de la relaci?n con Cristo y como ofrenda a Dios. La gloria de Dios es el hombre viviente (cf. 1 Co 10,31). Y la vida del hombre es la visi?n de Dios.[203]
? Iuxta dominicam viventes ? ? Vivir seg?n el domingo 72. Esta novedad radical que la Eucarist?a introduce en la vida del hombre ha estado presente en la conciencia cristiana desde el principio. Los fieles han percibido en seguida el influjo profundo que la Celebraci?n eucar?stica ejerc?a sobre su estilo de vida. San Ignacio de Antioqu?a expresaba esta verdad calificando a los cristianos como ? los que han llegado a la nueva esperanza ?, y los presentaba como los que viven ? seg?n el domingo ? (iuxta dominicam viventes).[204] Esta f?rmula del gran m?rtir antioqueno ilumina claramente la relaci?n entre la realidad eucar?stica y la vida cristiana en su cotidianidad. La costumbre caracter?stica de los cristianos de reunirse el primer d?a despu?s del s?bado para celebrar la resurrecci?n de Cristo ?seg?n el relato de san Justino m?rtir[205]? es el hecho que define tambi?n la forma de la existencia renovada por el encuentro con Cristo. La f?rmula de san Ignacio ?? vivir seg?n el domingo ?? subraya tambi?n el valor paradigm?tico que este d?a santo posee respecto a cualquier otro d?a de la semana. En efecto, su diferencia no est? simplemente en dejar las actividades habituales, como una especie de par?ntesis dentro del ritmo normal de los d?as. Los cristianos siempre han vivido este d?a como el primero de la semana, porque en ?l se hace memoria de la radical novedad tra?da por Cristo. As? pues, el domingo es el d?a en que el cristiano encuentra esa forma eucar?stica de su existencia y a la que est? llamado a vivir constantemente. ? Vivir seg?n el domingo ? quiere decir vivir conscientes de la liberaci?n tra?da por Cristo y desarrollar la propia vida como ofrenda de s? mismos a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos los hombres a trav?s de una conducta renovada ?ntimamente.
Vivir el precepto dominical 73. Los Padres sinodales, conscientes de este nuevo principio de vida que la Eucarist?a pone en el cristiano, han reafirmado la importancia del precepto dominical para todos los fieles, como fuente de libertad aut?ntica, para poder vivir cada d?a seg?n lo que han celebrado en el ? d?a del Se?or ?. En efecto, la vida de fe peligra cuando ya no se siente el deseo de participar en la Celebraci?n eucar?stica, en que se hace memoria de la victoria pascual. Participar en la asamblea lit?rgica dominical, junto con todos los hermanos y hermanas con los que se forma un solo cuerpo en Jesucristo, es algo que la conciencia cristiana reclama y que al mismo tiempo la forma. Perder el sentido del domingo, como d?a del Se?or para santificar, es s?ntoma de una p?rdida del sentido aut?ntico de la libertad cristiana, la libertad de los hijos de Dios.[206] A este respecto, son hermosas las observaciones de mi venerado predecesor Juan Pablo II en la Carta apost?lica Dies Domini.[207] a prop?sito de las diversas dimensiones del domingo para los cristianos: es dies Domini, con referencia a la obra de la creaci?n; dies Christi como d?a de la nueva creaci?n y del don del Esp?ritu Santo que hace el Se?or Resucitado; dies Ecclesiae como d?a en que la comunidad cristiana se congrega para la celebraci?n; dies hominis como d?a de alegr?a, descanso y caridad fraterna.
Por tanto, este d?a se muestra como fiesta primordial en la que cada fiel, en el ambiente en que vive, puede ser anunciador y custodio del sentido del tiempo. En efecto, de este d?a brota el sentido cristiano de la existencia y un nuevo modo de vivir el tiempo, las relaciones, el trabajo, la vida y la muerte. Por tanto, es bueno que en el d?a del Se?or los grupos eclesiales organicen en torno a la Celebraci?n eucar?stica dominical manifestaciones propias de la comunidad cristiana: encuentros de amistad, iniciativas para formar la fe de ni?os, j?venes y adultos, peregrinaciones, obras de caridad y diversos momentos de oraci?n. Ante estos valores tan importantes ?a?n cuando el s?bado por la tarde, desde las primeras V?speras, ya pertenezca al domingo y est? permitido cumplir el precepto dominical? es preciso recordar que el domingo merece ser santificado en s? mismo, para que no termine siendo un d?a ? vac?o de Dios ?.[208]
Sentido del descanso y del trabajo 74. Es particularmente urgente en nuestro tiempo recordar que el d?a del Se?or es tambi?n el d?a de descanso del trabajo. Esperamos con gran inter?s que la sociedad civil lo reconozca tambi?n as?, a fin de que sea posible liberarse de las actividades laborales sin sufrir por ello perjuicio alguno. En efecto, los cristianos, en cierta relaci?n con el sentido del s?bado en la tradici?n jud?a, han considerado el d?a del Se?or tambi?n como el d?a del descanso del trabajo cotidiano. Esto tiene un significado propio, al ser una relativizaci?n del trabajo, que debe estar orientado al hombre: el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo. Es f?cil intuir c?mo as? se protege al hombre en cuanto se emancipa de una posible forma de esclavitud. Como he tenido ocasi?n de afirmar, ? el trabajo reviste una importancia primaria para la realizaci?n del hombre y el desarrollo de la sociedad, y por eso es preciso que se organice y desarrolle siempre en el pleno respeto de la dignidad humana y al servicio del bien com?n. Al mismo tiempo, es indispensable que el hombre no se deje dominar por el trabajo, que no lo idolatre, pretendiendo encontrar en ?l el sentido ?ltimo y definitivo de la vida ?.[209] En el d?a consagrado a Dios es donde el hombre comprende el sentido de su vida y tambi?n de la actividad laboral.[210]
Asambleas dominicales en ausencia de sacerdote 75. Al profundizar en el sentido de la Celebraci?n dominical para la vida del cristiano, se plantea espont?neamente el problema de las comunidades cristianas en las que falta el sacerdote y donde, por consiguiente, no es posible celebrar la santa Misa en el d?a del Se?or. A este respecto, se ha de reconocer que nos encontramos ante situaciones bastante diferentes entre s?. El S?nodo, ante todo, ha recomendado a los fieles acercarse a una de las iglesias de la di?cesis en que est? garantizada la presencia del sacerdote, a?n cuando eso requiera un cierto sacrificio.[211] En cambio, all? donde las grandes distancias hacen pr?cticamente imposible la participaci?n en la Eucarist?a dominical, es importante que las comunidades cristianas se re?nan igualmente para alabar al Se?or y hacer memoria del d?a dedicado a ?l. Sin embargo, esto debe realizarse en el contexto de una adecuada instrucci?n acerca de la diferencia entre la santa Misa y las asambleas dominicales en ausencia de sacerdote. La atenci?n pastoral de la Iglesia se expresa en este caso vigilando que la liturgia de la Palabra, organizada bajo la direcci?n de un di?cono o de un responsable de la comunidad, al que se le haya confiado debidamente este ministerio por la autoridad competente, se cumpla seg?n un ritual espec?fico elaborado por las Conferencias episcopales y aprobado por ellas para este fin.[212] Recuerdo que corresponde a los Ordinarios conceder la facultad de distribuir la comuni?n en dichas liturgias, valorando cuidadosamente la conveniencia de la opci?n. Adem?s, se ha de evitar que dichas asambleas provoquen confusi?n sobre el papel central del sacerdote y la dimensi?n sacramental en la vida de la Iglesia. La importancia del papel de los laicos, a los que se ha de agradecer su generosidad al servicio de las comunidades cristianas, nunca ha de ocultar el ministerio insustituible de los sacerdotes para la vida de la Iglesia.[213] As? pues, se ha de vigilar atentamente que las asambleas sin sacerdote no den lugar a puntos de vista eclesiol?gicos en contraste con la verdad del Evangelio y la tradici?n de la Iglesia. Es m?s, deber?an ser ocasiones privilegiadas para pedir a Dios que mande santos sacerdotes seg?n su coraz?n. A este respecto, es conmovedor lo que escrib?a el Papa Juan Pablo II en la Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo de 1979, recordando aquellos lugares en los que la gente, privada del sacerdote por parte del r?gimen dictatorial, se reun?a en una iglesia o santuario, pon?a sobre el altar la estola que conservaba todav?a y recitaba las oraciones de la liturgia eucar?stica, haciendo silencio ? en el momento que corresponde a la transustanciaci?n ?, dando as? testimonio del ardor con que ? desean escuchar las palabras, que s?lo los labios de un sacerdote pueden pronunciar eficazmente ?.[214] Precisamente en esta perspectiva, teniendo en cuenta el bien incomparable que se deriva de la celebraci?n del Sacrificio eucar?stico, pido a todos los sacerdotes una activa y concreta disponibilidad para visitar lo m?s a menudo posible las comunidades confiadas a su atenci?n pastoral, para que no permanezcan demasiado tiempo sin el Sacramento de la caridad.
Una forma eucar?stica de la vida cristiana,
la pertenencia eclesial 76. La importancia del domingo como dies Ecclesiae nos lleva a la relaci?n intr?nseca entre la victoria de Jes?s sobre el mal y sobre la muerte y nuestra pertenencia a su Cuerpo eclesial. En efecto, en el D?a del Se?or todo cristiano descubre tambi?n la dimensi?n comunitaria de la propia existencia redimida. Participar en la acci?n lit?rgica, comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo quiere decir, al mismo tiempo, hacer cada vez m?s ?ntima y profunda la propia pertenencia a ?l, que ha muerto por nosotros (cf. 1 Co 6,19 s.; 7,23). Verdaderamente, qui?n se alimenta de Cristo vive por ?l. El sentido profundo de la communio sanctorum se entiende en relaci?n con el Misterio eucar?stico. La comuni?n tiene siempre y de modo inseparable una connotaci?n vertical y una horizontal: comuni?n con Dios y comuni?n con los hermanos y hermanas. Las dos dimensiones se encuentran misteriosamente en el don eucar?stico. ? Donde se destruye la comuni?n con Dios, que es comuni?n con el Padre, con el Hijo y con el Esp?ritu Santo, se destruye tambi?n la ra?z y el manantial de la comuni?n con nosotros. Y donde no se vive la comuni?n entre nosotros, tampoco es viva y verdadera la comuni?n con el Dios Trinitario ?.[215] As? pues, llamados a ser miembros de Cristo y, por tanto, miembros los unos de los otros (cf. 1 Co 12,27), formamos una realidad fundada ontol?gicamente en el Bautismo y alimentada por la Eucarist?a, una realidad que requiere una respuesta sensible en la vida de nuestras comunidades.
La forma eucar?stica de la vida cristiana es sin duda una forma eclesial y comunitaria. El modo concreto en que cada fiel puede experimentar su pertenencia al Cuerpo de Cristo se realiza a trav?s de la di?cesis y las parroquias, como estructuras fundamentales de la Iglesia en un territorio particular. Asociaciones, movimientos eclesiales y nuevas comunidades ?con la vitalidad de sus carismas concedidos por el Esp?ritu Santo para nuestro tiempo?, as? como tambi?n los Institutos de vida consagrada, tienen el deber de ofrecer su contribuci?n espec?fica para favorecer en los fieles la percepci?n de pertenecer al Se?or (cf. Rm 14,8). El fen?meno de la secularizaci?n, que comporta aspectos marcadamente individualistas, ocasiona sus efectos delet?reos sobre todo en las personas que se a?slan, y por el escaso sentido de pertenencia. El cristianismo, desde sus comienzos, supone siempre una compa??a, una red de relaciones vivificadas continuamente por la escucha de la Palabra, la Celebraci?n eucar?stica y animadas por el Esp?ritu Santo.
Espiritualidad y cultura eucar?stica 77. Es significativo que los Padres sinodales hayan afirmado que ? los fieles cristianos necesitan una comprensi?n m?s profunda de las relaciones entre la Eucarist?a y la vida cotidiana. La espiritualidad eucar?stica no es solamente participaci?n en la Misa y devoci?n al Sant?simo Sacramento. Abarca la vida entera ?.[216] Esta consideraci?n tiene hoy un particular significado para todos nosotros. Se ha de reconocer que uno de los efectos m?s graves de la secularizaci?n, mencionada antes, consiste en haber relegado la fe cristiana al margen de la existencia, como si fuera algo in?til respecto al desarrollo concreto de la vida de los hombres. El fracaso de este modo de vivir ? como si Dios no existiera ? est? ahora a la vista de todos. Hoy se necesita redescubrir que Jesucristo no es una simple convicci?n privada o una doctrina abstracta, sino una persona real cuya entrada en la historia es capaz de renovar la vida de todos. Por eso la Eucarist?a, como fuente y culmen de la vida y de la misi?n de la Iglesia, se tiene que traducir en espiritualidad, en vida ? seg?n el Esp?ritu ? (cf. Rm 8,4 s.;. Ga 5,16.25). Resulta significativo que san Pablo, en el pasaje de la Carta a los Romanos en que invita a vivir el nuevo culto espiritual, menciona al mismo tiempo la necesidad de cambiar el propio modo de vivir y pensar: ? Y no os ajust?is a este mundo, sino transformaos por la renovaci?n de la mente, para que sep?is discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto ? (12,2). De esta manera, el Ap?stol de las gentes subraya la relaci?n entre el verdadero culto espiritual y la necesidad de entender de un modo nuevo la vida y vivirla. La renovaci?n de la mentalidad es parte integrante de la forma eucar?stica de la vida cristiana, ? para que ya no seamos ni?os sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina ? (Ef 4,14).
Eucarist?a y evangelizaci?n de las culturas 78. De todo lo expuesto se desprende que el Misterio eucar?stico nos hace entrar en di?logo con las diferentes culturas, aunque en cierto sentido tambi?n las desaf?a.[217] Se ha de reconocer el car?cter intercultural de este nuevo culto, de esta logik? latre?a. La presencia de Jesucristo y la efusi?n del Esp?ritu Santo son acontecimientos que pueden confrontarse siempre con cada realidad cultural, para fermentarla evang?licamente. Por consiguiente, esto comporta el compromiso de promover con convicci?n la evangelizaci?n de las culturas, con la conciencia de que el mismo Cristo es la verdad de todo hombre y de toda la historia humana. La Eucarist?a se convierte en criterio de valorizaci?n de todo lo que el cristiano encuentra en las diferentes expresiones culturales. En este importante proceso podemos escuchar las muy significativas palabras de san Pablo que, en su primera Carta a los Tesalonicenses, exhorta: ? examinadlo todo, qued?ndoos con lo bueno ? (5,21).
Eucarist?a y fieles laicos 79. En Cristo, Cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo, todos los cristianos forman ? una raza elegida, un sacerdocio real, una naci?n consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las haza?as del que nos llam? a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa ? (1 P 2,9). La Eucarist?a, como misterio que se ha de vivir, se ofrece a cada persona en la condici?n en que se encuentra, haciendo que viva cotidianamente la novedad cristiana en su situaci?n existencial. Puesto que el Sacrificio eucar?stico alimenta y acrecienta en nosotros lo que ya se nos ha dado en el Bautismo, por el cual todos estamos llamados a la santidad,[218] esto deber?a aflorar y manifestarse tambi?n en las situaciones o estados de vida en que se encuentra cada cristiano. ?ste, viviendo la propia vida como vocaci?n, se convierte d?a tras d?a en culto agradable a Dios. Ya desde la reuni?n lit?rgica, el Sacramento de la Eucarist?a nos compromete en la realidad cotidiana para que todo se haga para gloria de Dios.
Puesto que el mundo es ? el campo ? (Mt 13,38) en el que Dios pone a sus hijos como buena semilla, los laicos cristianos, en virtud del Bautismo y de la Confirmaci?n, y fortalecidos por la Eucarist?a, est?n llamados a vivir la novedad radical tra?da por Cristo precisamente en las condiciones comunes de la vida.[219] Han de cultivar el deseo de que la Eucarist?a influya cada vez m?s profundamente en su vida cotidiana, convirti?ndolos en testigos visibles en su propio ambiente de trabajo y en toda la sociedad.[220] Animo de modo particular a las familias para que este Sacramento sea fuente de fuerza e inspiraci?n. El amor entre el hombre y la mujer, la acogida de la vida y la tarea educativa se revelan como ?mbitos privilegiados en los que la Eucarist?a puede mostrar su capacidad de transformar la existencia y llenarla de sentido.[221] Los Pastores siempre han de apoyar, educar y animar a los fieles laicos a vivir plenamente su propia vocaci?n a la santidad en el mundo, al que Dios ha amado tanto que le ha entregado a su Hijo para que se salve por ?l (cf. Jn 3,16).
Eucarist?a y espiritualidad sacerdotal 80. La forma eucar?stica de la existencia cristiana se manifiesta de modo particular en el estado de vida sacerdotal. La espiritualidad sacerdotal es intr?nsecamente eucar?stica. La semilla de esta espiritualidad se puede encontrar ya en las palabras que el Obispo pronuncia en la liturgia de la Ordenaci?n: ? Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Se?or ?.[222] El sacerdote, para dar a su vida una forma eucar?stica cada vez m?s plena, ya en el per?odo de formaci?n y luego en los a?os sucesivos, ha de dedicar tiempo a la vida espiritual.[223] ?l est? llamado a ser siempre un aut?ntico buscador de Dios, permaneciendo al mismo tiempo cercano a las preocupaciones de los hombres. Una vida espiritual intensa le permitir? entrar m?s profundamente en comuni?n con el Se?or y le ayudar? a dejarse ganar por el amor de Dios, siendo su testigo en todas las circunstancias, aunque sean dif?ciles y sombr?as. Por esto, junto con los Padres del S?nodo, recomiendo a los sacerdotes ? la celebraci?n cotidiana de la santa Misa, aun cuando no hubiera participaci?n de fieles ?.[224] Esta recomendaci?n est? en consonancia ante todo con el valor objetivamente infinito de cada Celebraci?n eucar?stica; y, adem?s, est? motivado por su singular eficacia espiritual, porque si la santa Misa se vive con atenci?n y con fe, es formativa en el sentido m?s profundo de la palabra, pues promueve la conformaci?n con Cristo y consolida al sacerdote en su vocaci?n.
Eucarist?a y vida consagrada 81. En el contexto de la relaci?n entre la Eucarist?a y las diversas vocaciones eclesiales resplandece de modo particular ? el testimonio prof?tico de las consagradas y de los consagrados, que encuentran en la Celebraci?n eucar?stica y en la adoraci?n la fuerza para el seguimiento radical de Cristo obediente, pobre y casto ?.[225] Los consagrados y las consagradas, incluso desempe?ando muchos servicios en el campo de la formaci?n humana y en la atenci?n a los pobres, en la ense?anza o en la asistencia a los enfermos, saben que el objetivo principal de su vida es ? la contemplaci?n de las cosas divinas y la uni?n asidua con Dios ?.[226] La contribuci?n esencial que la Iglesia espera de la vida consagrada es m?s en el orden del ser que en el del hacer. En este contexto, quisiera subrayar la importancia del testimonio virginal precisamente en relaci?n con el misterio de la Eucarist?a. En efecto, adem?s de la relaci?n con el celibato sacerdotal, el Misterio eucar?stico manifiesta una relaci?n intr?nseca con la virginidad consagrada, ya que es expresi?n de la consagraci?n exclusiva de la Iglesia a Cristo, que ella con fidelidad radical y fecunda acoge como a su Esposo.[227] La virginidad consagrada encuentra en la Eucarist?a inspiraci?n y alimento para su entrega total a Cristo. Adem?s, en la Eucarist?a obtiene consuelo e impulso para ser, tambi?n en nuestro tiempo, signo del amor gratuito y fecundo de Dios para con la humanidad. A trav?s de su testimonio espec?fico, la vida consagrada se convierte objetivamente en referencia y anticipaci?n de aquellas ? bodas del Cordero ? (Ap 19,7-9), meta de toda la historia de la salvaci?n. En este sentido, es una llamada eficaz al horizonte escatol?gico que todo hombre necesita para poder orientar sus propias opciones y decisiones de vida.
Eucarist?a y transformaci?n moral 82. Descubrir la belleza de la forma eucar?stica de la vida cristiana nos lleva a reflexionar tambi?n sobre la fuerza moral que dicha forma produce para defender la aut?ntica libertad de los hijos de Dios. Con esto deseo recordar una tem?tica surgida en el S?nodo sobre la relaci?n entre forma eucar?stica de la vida y transformaci?n moral. El Papa Juan Pablo II afirmaba que la vida moral ? posee el valor de un ??culto espiritual'' (Rm 12,1; cf. Flp 3,3) que nace y se alimenta de aquella inagotable fuente de santidad y glorificaci?n de Dios que son los sacramentos, especialmente la Eucarist?a; en efecto, participando en el sacrificio de la Cruz, el cristiano comulga con el amor de donaci?n de Cristo y se capacita y compromete a vivir esta misma caridad en todas sus actitudes y comportamientos de vida ?.[228] En definitiva, ? en el ??culto'' mismo, en la comuni?n eucar?stica, est? incluido a la vez el ser amado y el amar a los otros. Una Eucarist?a que no comporte un ejercicio pr?ctico del amor es fragmentaria en s? misma ?.[229]
Esta referencia al valor moral del culto espiritual no se ha de interpretar en clave moralista. Es ante todo el gozoso descubrimiento del dinamismo del amor en el coraz?n que acoge el don del Se?or, se abandona a ?l y encuentra la verdadera libertad. La transformaci?n moral que comporta el nuevo culto instituido por Cristo, es una tensi?n y un deseo cordial de corresponder al amor del Se?or con todo el propio ser, no obstante la conciencia de la propia fragilidad. Todo esto est? bien reflejado en el relato evang?lico de Zaqueo (cf. Lc 19,1-10). Despu?s de haber hospedado a Jes?s en su casa, el publicano se ve completamente transformado: decide dar la mitad de sus bienes a los pobres y devuelve cuatro veces m?s a quienes hab?a robado. El impulso moral, que nace de acoger a Jes?s en nuestra vida, brota de la gratitud por haber experimentado la inmerecida cercan?a del Se?or.
Coherencia eucar?stica 83. Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucar?stica, a la cual est? llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio p?blico de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posici?n social o pol?tica que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepci?n hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educaci?n de los hijos y la promoci?n del bien com?n en todas sus formas.[230] Estos valores no son negociables. As? pues, los pol?ticos y los legisladores cat?licos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana.[231] Esto tiene adem?s una relaci?n objetiva con la Eucarist?a (cf. 1 Co 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atenci?n sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado.[232]
Eucarist?a, misterio que se ha de anunciar
Eucarist?a y misi?n 84. En la homil?a durante la Celebraci?n eucar?stica con la que he iniciado solemnemente mi ministerio en la C?tedra de Pedro, dec?a: ? Nada hay m?s hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada m?s bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con ?l ?.[233] Esta afirmaci?n asume una mayor intensidad si pensamos en el Misterio eucar?stico. En efecto, no podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento. ?ste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en ?l. Por eso la Eucarist?a no es s?lo fuente y culmen de la vida de la Iglesia; lo es tambi?n de su misi?n: ? Una Iglesia aut?nticamente eucar?stica es una Iglesia misionera ?.[234] Tambi?n nosotros podemos decir a nuestros hermanos con convicci?n: ? Eso que hemos visto y o?do os lo anunciamos para que est?is unidos con nosotros ? (1 Jn 1,3). Verdaderamente, nada hay m?s hermoso que encontrar a Cristo y comunicarlo a los dem?s. Adem?s, la instituci?n misma de la Eucarist?a anticipa lo que es el coraz?n de la misi?n de Jes?s: ?l es el enviado del Padre para la redenci?n del mundo (cf. Jn 3,16-17; Rm 8,32). En la ?ltima Cena Jes?s conf?a a sus disc?pulos el Sacramento que actualiza el sacrificio que ?l ha hecho de s? mismo en obediencia al Padre para la salvaci?n de todos nosotros. No podemos acercarnos a la Mesa eucar?stica sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misi?n que, partiendo del coraz?n mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres. As? pues, el impulso misionero es parte constitutiva de la forma eucar?stica de la vida cristiana.
Eucarist?a y testimonio 85. La misi?n primera y fundamental que recibimos de los santos Misterios que celebramos es la de dar testimonio con nuestra vida. El asombro por el don que Dios nos ha hecho en Cristo imprime en nuestra vida un dinamismo nuevo, comprometi?ndonos a ser testigos de su amor. Nos convertimos en testigos cuando, por nuestras acciones, palabras y modo de ser, aparece Otro y se comunica. Se puede decir que el testimonio es el medio con el que la verdad del amor de Dios llega al hombre en la historia, invit?ndolo a acoger libremente esta novedad radical. En el testimonio Dios, por as? decir, se expone al riesgo de la libertad del hombre. Jes?s mismo es el testigo fiel y veraz (cf. Ap 1,5; 3,14); ha venido para dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18,37). Con estas reflexiones deseo recordar un concepto muy querido por los primeros cristianos, pero que tambi?n nos afecta a nosotros, cristianos de hoy: el testimonio hasta el don de s? mismos, hasta el martirio, ha sido considerado siempre en la historia de la Iglesia como la cumbre del nuevo culto espiritual: ? Presentar vuestros cuerpos ? (Rm 12,1). Se puede recordar, por ejemplo, el relato del martirio de san Policarpo de Esmirna, disc?pulo de san Juan: todo el acontecimiento dram?tico es descrito como una liturgia, m?s a?n como si el m?rtir mismo se convirtiera en Eucarist?a.[235] Pensemos tambi?n en la conciencia eucar?stica que Ignacio de Antioqu?a expresa ante su martirio: ?l se considera ? trigo de Dios ? y desea llegar a ser en el martirio ? pan puro de Cristo ?.[236] El cristiano que ofrece su vida en el martirio entra en plena comuni?n con la Pascua de Jesucristo y as? se convierte con ?l en Eucarist?a. Tampoco faltan hoy en la Iglesia m?rtires en los que se manifiesta de modo supremo el amor de Dios. Sin embargo, aun cuando no se requiera la prueba del martirio, sabemos que el culto agradable a Dios implica tambi?n interiormente esta disponibilidad,[237] y se manifiesta en el testimonio alegre y convencido ante el mundo de una vida cristiana coherente all? donde el Se?or nos llama a anunciarlo.
Jesucristo, ?nico Salvador 86. Subrayar la relaci?n intr?nseca entre Eucarist?a y misi?n nos ayuda a redescubrir tambi?n el contenido ?ltimo de nuestro anuncio. Cuanto m?s vivo sea el amor por la Eucarist?a en el coraz?n del pueblo cristiano, tanto m?s clara tendr? la tarea de la misi?n: llevar a Cristo. No es s?lo una idea o una ?tica inspirada en ?l, sino el don de su misma Persona. Quien no comunica la verdad del Amor al hermano no ha dado todav?a bastante. La Eucarist?a, como sacramento de nuestra salvaci?n, nos lleva a considerar de modo ineludible la unicidad de Cristo y de la salvaci?n realizada por ?l a precio de su sangre. Por tanto, la exigencia de educar constantemente a todos al trabajo misionero, cuyo centro es el anuncio de Jes?s, ?nico Salvador, surge del Misterio eucar?stico, cre?do y celebrado.[238] As? se evitar? que se reduzca a una interpretaci?n meramente sociol?gica la decisiva obra de promoci?n humana que comporta siempre todo aut?ntico proceso de evangelizaci?n.
Libertad de culto 87. En este contexto, deseo hablar de lo que los Padres han afirmado durante la asamblea sinodal sobre las graves dificultades que afectan a la misi?n de aquellas comunidades cristianas que viven en condiciones de minor?a o incluso privadas de la libertad religiosa.[239] Realmente debemos dar gracias al Se?or por todos los Obispos, sacerdotes, personas consagradas y laicos, que se esfuerzan por anunciar el Evangelio y viven su fe arriesgando la propia vida. En muchas regiones del mundo el mero hecho de ir a la Iglesia es un testimonio heroico que expone a las personas a la marginaci?n y a la violencia. En esta ocasi?n, deseo confirmar tambi?n la solidaridad de toda la Iglesia con los que sufren por la falta de libertad de culto. All? d?nde falta la libertad religiosa, lo sabemos, falta en definitiva la libertad m?s significativa, ya que en la fe el hombre expresa su ?ntima convicci?n sobre el sentido ?ltimo de su propia vida. Pidamos, pues, que aumenten los espacios de libertad religiosa en todos los Estados, para que los cristianos, as? como tambi?n los miembros de otras religiones, puedan vivir personal y comunitariamente sus convicciones libremente.
Eucarist?a,
misterio que se ha de ofrecer al mundo
Eucarist?a: pan partido para la vida del mundo 88. ? El pan que yo dar? es mi carne para la vida del mundo ? (Jn 6,51). Con estas palabras el Se?or revela el verdadero sentido del don de la propia vida por todos los hombres y nos muestran tambi?n la ?ntima compasi?n que ?l tiene por cada persona. En efecto, los Evangelios nos narran muchas veces los sentimientos de Jes?s por los hombres, de modo especial por los que sufren y los pecadores (cf. Mt 20,34; Mc 6,54; Lc 9,41). Mediante un sentimiento profundamente humano, ?l expresa la intenci?n salvadora de Dios para todos los hombres, a fin de que lleguen a la vida verdadera. Cada celebraci?n eucar?stica actualiza sacramentalmente el don de la propia vida que Jes?s ha hecho en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo, en la Eucarist?a Jes?s nos hace testigos de la compasi?n de Dios por cada hermano y hermana. Nace as?, en torno al Misterio eucar?stico, el servicio de la caridad para con el pr?jimo, que ? consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo tambi?n a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto s?lo puede llevarse a cabo a partir del encuentro ?ntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comuni?n de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya s?lo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo ?.[240] De ese modo, en las personas que encuentro reconozco a hermanos y hermanas por los que el Se?or ha dado su vida am?ndolos ? hasta el extremo ? (Jn 13,1). Por consiguiente, nuestras comunidades, cuando celebran la Eucarist?a, han de ser cada vez m?s conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucarist?a impulsa a todo el que cree en ?l a hacerse ? pan partido ? para los dem?s y, por tanto, a trabajar por un mundo m?s justo y fraterno. Pensando en la multiplicaci?n de los panes y los peces, hemos de reconocer que Cristo sigue exhortando tambi?n hoy a sus disc?pulos a comprometerse en primera persona: ? dadles vosotros de comer ? (Mt 14,16). En verdad, la vocaci?n de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jes?s, pan partido para la vida del mundo.
Implicaciones sociales del Misterio eucar?stico 89. La uni?n con Cristo que se realiza en el Sacramento nos capacita tambi?n para nuevos tipos de relaciones sociales: ? la ??m?stica'' del Sacramento tiene un car?cter social ?. En efecto, ? la uni?n con Cristo es al mismo tiempo uni?n con todos los dem?s a los que ?l se entrega. No puedo tener a Cristo s?lo para m?; ?nicamente puedo pertenecerle en uni?n con todos los que son suyos o lo ser?n ?[241] A este respecto, hay que explicitar la relaci?n entre Misterio eucar?stico y compromiso social. La Eucarist?a es sacramento de comuni?n entre hermanos y hermanas que aceptan reconciliarse en Cristo, el cual ha hecho de jud?os y paganos un pueblo solo, derribando el muro de enemistad que los separaba (cf. Ef 2,14). S?lo esta constante tensi?n hacia la reconciliaci?n permite comulgar dignamente con el Cuerpo y la Sangre de Cristo (cf. Mt 5,23- 24).[242] Cristo, por el memorial de su sacrificio, refuerza la comuni?n entre los hermanos y, de modo particular, apremia a los que est?n enfrentados para que aceleren su reconciliaci?n abri?ndose al di?logo y al compromiso por la justicia. No hay duda de que las condiciones para establecer una paz verdadera son la restauraci?n de la justicia, la reconciliaci?n y el perd?n.[243] De esta toma de conciencia nace la voluntad de transformar tambi?n las estructuras injustas para restablecer el respeto de la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. La Eucarist?a, a trav?s de la puesta en pr?ctica de este compromiso, transforma en vida lo que ella significa en la celebraci?n. Como he tenido ocasi?n de afirmar, la Iglesia no tiene como tarea propia emprender una batalla pol?tica para realizar la sociedad m?s justa posible; sin embargo, tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia. La Iglesia ? debe insertarse en ella a trav?s de la argumentaci?n racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige tambi?n renuncias, no puede afirmarse ni prosperar ?.[244]
En la perspectiva de la responsabilidad social de todos los cristianos, los Padres sinodales han recordado que el sacrificio de Cristo es misterio de liberaci?n que nos interpela y provoca continuamente. Dirijo por tanto una llamada a todos los fieles para que sean realmente operadores de paz y de justicia: ? En efecto, quien participa en la Eucarist?a ha de empe?arse en construir la paz en nuestro mundo marcado por tantas violencias y guerras, y de modo particular hoy, por el terrorismo, la corrupci?n econ?mica y la explotaci?n sexual ?.[245] Todos estos problemas, que a su vez engendran otros fen?menos degradantes, son los que despiertan viva preocupaci?n. Sabemos que estas situaciones no se pueden afrontar de un manera superficial. Precisamente, gracias al Misterio que celebramos, deben denunciarse las circunstancias que van contra la dignidad del hombre, por el cual Cristo ha derramado su sangre, afirmando as? el valor tan alto de cada persona.
El alimento de la verdad y la indigencia del hombre 90. No podemos permanecer pasivos ante ciertos procesos de globalizaci?n que con frecuencia hacen crecer desmesuradamente en todo el mundo la diferencia entre ricos y pobres. Debemos denunciar a quien derrocha las riquezas de la tierra, provocando desigualdades que claman al cielo (cf. St 5,4). Por ejemplo, es imposible permanecer callados ante ? las im?genes sobrecogedoras de los grandes campos de pr?fugos o de refugiados ?en muchas partes del mundo? acogidos en precarias condiciones para librarse de una suerte peor, pero necesitados de todo. Estos seres humanos, ?no son nuestros hermanos y hermanas? ?Acaso sus hijos no vienen al mundo con las mismas esperanzas leg?timas de felicidad que los dem?s? ?.[246] El Se?or Jes?s, Pan de vida eterna, nos apremia y nos hace estar atentos a las situaciones de pobreza en que se halla todav?a gran parte de la humanidad: son situaciones cuya causa implica a menudo un clara e inquietante responsabilidad por parte de los hombres. En efecto, ? se puede afirmar, sobre la base de datos estad?sticos disponibles, que menos de la mitad de las ingentes sumas destinadas globalmente a armamento ser?a m?s que suficiente para sacar de manera estable de la indigencia al inmenso ej?rcito de los pobres. Esto interpela a la conciencia humana. Nuestro com?n compromiso por la verdad puede y tiene que dar nueva esperanza a estas poblaciones que viven bajo el umbral de la pobreza, mucho m?s a causa de situaciones que dependen de las relaciones internacionales pol?ticas, comerciales y culturales, que por circunstancias incontroladas ?.[247]
El alimento de la verdad nos impulsa a denunciar las situaciones indignas del hombre, en las que a causa de la injusticia y la explotaci?n se muere por falta de comida, y nos da nueva fuerza y ?nimo para trabajar sin descanso en la construcci?n de la civilizaci?n del amor. Los cristianos han procurado desde el principio compartir sus bienes (cf. Hch 4,32) y ayudar a los pobres (cf. Rm 15,26). La colecta en las asambleas lit?rgicas no s?lo nos lo recuerda expresamente, sino que es tambi?n una necesidad muy actual. Las instituciones eclesiales de beneficencia, en particular Caritas en sus diversos ?mbitos, desarrollan el precioso servicio de ayudar a las personas necesitadas, sobre todo a los m?s pobres. Estas instituciones, inspir?ndose en la Eucarist?a, que es el sacramento de la caridad, se convierten en su expresi?n concreta; por ello merecen todo encomio y est?mulo por su compromiso solidario en el mundo.
Doctrina social de la Iglesia 91. El misterio de la Eucarist?a nos capacita e impulsa a un trabajo audaz en las estructuras de este mundo para llevarles aquel tipo de relaciones nuevas, que tiene su fuente inagotable en el don de Dios. La oraci?n que repetimos en cada santa Misa: ? Danos hoy nuestro pan de cada d?a ?, nos obliga a hacer todo lo posible, en colaboraci?n con las instituciones internacionales, estatales o privadas, para que cese o al menos disminuya en el mundo el esc?ndalo del hambre y de la desnutrici?n que sufren tantos millones de personas, especialmente en los pa?ses en v?as de desarrollo. El cristiano laico en particular, formado en la escuela de la Eucarist?a, est? llamado a asumir directamente la propia responsabilidad pol?tica y social. Para que pueda desempe?ar adecuadamente sus cometidos hay que prepararlo mediante una educaci?n concreta a la caridad y a la justicia. Por eso, como ha pedido el S?nodo, es necesario promover la doctrina social de la Iglesia y darla a conocer en las di?cesis y en las comunidades cristianas.[248] En este precioso patrimonio, procedente de la m?s antigua tradici?n eclesial, encontramos los elementos que orientan con profunda sabidur?a el comportamiento de los cristianos ante las cuestiones sociales candentes. Esta doctrina, madurada durante toda la historia de la Iglesia, se caracteriza por el realismo y el equilibrio, ayudando as? a evitar compromisos equ?vocos o utop?as ilusorias.
Santificaci?n del mundo y salvaguardia de la creaci?n 92. Para desarrollar una profunda espiritualidad eucar?stica que pueda incidir tambi?n de manera significativa en el campo social, se requiere que el pueblo cristiano tenga conciencia de que, al dar gracias por medio de la Eucarist?a, lo hace en nombre de toda la creaci?n, aspirando as? a la santificaci?n del mundo y trabajando intensamente para tal fin.[249] La Eucarist?a misma proyecta una luz intensa sobre la historia humana y sobre todo el cosmos. En esta perspectiva sacramental aprendemos, d?a a d?a, que todo acontecimiento eclesial tiene car?cter de signo, mediante el cual Dios se comunica a s? mismo y nos interpela. De esta manera, la forma eucar?stica de la vida puede favorecer verdaderamente un aut?ntico cambio de mentalidad en el modo de ver la historia y el mundo. La liturgia misma nos educa a todo esto cuando, durante la presentaci?n de las ofrendas, el sacerdote dirige a Dios una oraci?n de bendici?n y de petici?n sobre el pan y el vino, ? fruto de la tierra ?, ? de la vid ? y del ? trabajo del hombre ?. Con estas palabras, adem?s de incluir en la ofrenda a Dios toda la actividad y el esfuerzo humano, el rito nos lleva a considerar la tierra como creaci?n de Dios, que produce todo lo necesario para nuestro sustento. La creaci?n no es una realidad neutral, mera materia que se puede utilizar indiferentemente siguiendo el instinto humano. M?s bien forma parte del plan bondadoso de Dios, por el que todos nosotros estamos llamados a ser hijos e hijas en el Unig?nito de Dios, Jesucristo (cf. Ef 1,4-12). La fundada preocupaci?n por las condiciones ecol?gicas en que se encuentra la creaci?n en muchas partes del mundo encuentra motivos de tranquilidad en la perspectiva de la esperanza cristiana, que nos compromete a actuar responsablemente en defensa de la creaci?n.[250] En efecto, en la relaci?n entre la Eucarist?a y el universo descubrimos la unidad del plan de Dios y se nos invita a descubrir la relaci?n profunda entre la creaci?n y la ? nueva creaci?n ?, inaugurada con la resurrecci?n de Cristo, nuevo Ad?n. En ella participamos ya desde ahora en virtud del Bautismo (cf. Col 2,12 s.), y as? se le abre a nuestra vida cristiana, alimentada por la Eucarist?a, la perspectiva del mundo nuevo, del nuevo cielo y de la nueva tierra, donde la nueva Jerusal?n baja del cielo, desde Dios, ? ataviada como una novia que se adorna para su esposo ? (Ap 21,2).
Utilidad de un Compendio eucar?stico 93. Al final de estas reflexiones, en las que he querido fijarme en las orientaciones surgidas en el S?nodo, deseo acoger tambi?n una petici?n que hicieron los Padres para ayudar al pueblo cristiano a creer, celebrar y vivir cada vez mejor el Misterio eucar?stico. Preparado por los Dicasterios competentes se publicar? un Compendio que recoger? textos del Catecismo de la Iglesia Cat?lica, oraciones y explicaciones de las Plegarias Eucar?sticas del Misal, as? como todo lo que pueda ser ?til para la correcta comprensi?n, celebraci?n y adoraci?n del Sacramento del altar.[251] Espero que este instrumento ayude a que el memorial de la Pascua del Se?or se convierta cada vez m?s en fuente y culmen de la vida y de la misi?n de la Iglesia. Esto impulsar? a cada fiel a hacer de su propia vida un verdadero culto espiritual.