Lunes, 19 de marzo de 2007
Algunos textos vocacionales sacados de los materiales de la campa?a del D?A DEL SEMINARIO 2007, "Sacerdotes, testiogos del Amor de Dios".

ALGUNOS TEXTOS VOCACIONALES
DE LA ENC?CLICA "DEUS CARITAS EST"


Toda la enc?clica est? atravesada por el Amor de Dios, por la llamada y respuesta desde el Amor de Dios y para el Amor de Dios, que se expresa, concreta y realiza en el amor a los hermanos. Toda la enc?clica es llamada y respuesta. Toda la enc?clica es vocaci?n.

Quien la lee vocacionalmente descubrir? tantos textos, bien . concretos, vocacionales.

He aqu? algunos:

. Hemos cre?do en el amor de Dios: as? puede expresar el cristiane la opci?n fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiane por una decisi?n ?tica o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientaci?n decisiva. (n. 1)

. Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es s?lo un ?mandamiento?, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro. (n. 1)

. ? El amor de Dios por nosotros es una cuesti?n fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre qui?n es Dios y qui?nes somos nosotros. (n.2)

. El amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido tambi?n el tiempo. No podr?a ser de otra manera, puesto que su promesa apunta a lo definitivo: el amor tiende a la eternidad. Ciertamente, el amor es ??xtasis?, pero no en el sentido de arrebato moment?neo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en s? mismo hacia su liberaci?n en la entrega de s? y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, m?s a?n, hacia el descubrimiento de Dios: ?El que pretenda guardarse su vida, la perder?; y el que la pierda, la recobrar? (Lc 17, 33) (n. 6)

. ? ...el amor se convierte en el criterio para la decisi?n definitiva sobre la valoraci?n positiva o negativa de una vida humana. (n. 15)

. ?l nos ha amado primero y sigue am?ndonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder tambi?n con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. ?l nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este ?antes? de Dios puede nacer tambi?n en nosotros el amor como respuesta. (n. 17).

. Amor a Dios y amor al pr?jimo son inseparables, son un ?nico mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. As?, pues, no se trata ya de un ?mandamiento? externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a trav?s del amor. El amor es ?divino? porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea ?todo para todos? (cf. 1 Co 15, 28). (n. 18)

. El amor al pr?jimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es tambi?n para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. (n. 20)

. Un paso decisivo en la dif?cil b?squeda de soluciones para realizar este principio eclesial fundamental se puede ver en la elecci?n de los siete varones, que fue el principio del ministerio diaconal (cf. Hch 6, 5-6). (n.21)

. La par?bola del buen Samaritano sigue siendo el criterio de comportamiento y muestra la universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado encontrado ?casualmente? (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea. (n. 25)

. Siempre habr? sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habr? soledad. Siempre se dar?n tambi?n situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al pr?jimo. (n. 28)

. El hecho de que ahora se conozcan de manera mucho m?s inmediata las necesidades de los hombres es tambi?n una llamada sobre todo a compartir situaciones y dificultades. Vemos cada d?a lo mucho que se sufre en el mundo a causa de tantas formas de miseria material o espiritual, no obstante los grandes progresos en el campo de la ciencia y de la t?cnica. As? pues, el momento actual requiere una nueva disponibilidad para socorrer al pr?jimo necesitado. (n. 30)

. Un fen?meno importante de nuestro tiempo es el nacimiento y difusi?n de muchas formas de voluntariado que se hacen cargo de m?ltiples servicios."A este prop?sito, quisiera dirigir una palabra especial de aprecio y gratitud a todos los que participan de diversos modos en estas actividades. Esta labor tan difundida es una escuela de vida para los j?venes, que educa a la solidaridad y a estar disponibles para dar no s?lo algo, sino a s? mismos. De este modo, frente a la anti- cultura de la muerte, que se manifiesta por ejemplo en la droga, se contrapone el amor, que no se busca a s? mismo, sino que, precisamente en la disponibilidad a ?perderse a s? mismo? (cf. Lc 17,33 y par.) en favor del otro, se manifiesta como cultura de la vida. (n. 30)

. El imperativo del amor al pr?jimo ha sido grabado por el Creador en la naturaleza misma del hombre. Pero es tambi?n un efecto de la presencia del cristianismo en el mundo, que reaviva continuamente y hace eficaz este imperativo, a menudo tan empa?ado a lo largo de la historia. (n. 31).

. ? Seg?n el modelo expuesto en la par?bola del buen Samaritano, la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situaci?n: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. (n. 31)

. Quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer lo m?s apropiado y de la manera m?s adecuada, asumiendo el compromiso de que se contin?e despu?s las atenciones necesarias. (n. 31)

. Cuantos trabajan en las instituciones caritativas de la iglesia deben distinguirse por no limitarse a realizar con destreza lo m?s conveniente en cada momento, sino por su dedicaci?n al otro con una atenci?n que sale del coraz?n, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Por eso, dichos agentes, adem?s de la preparaci?n profesional, necesitan tambi?n y sobre todo una ?formaci?n del coraz?n?: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su esp?ritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al pr?jimo ya no sea un mandamiento por as? decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual act?a por la caridad (cf. Ga 5, 6). (n. 31)

. El programa del cristiano ?el programa del buen Samaritano, el programa de Jes?s? es un ?coraz?n que ve?. Este coraz?n ve d?nde se necesita amor y act?a en consecuencia. (n. 31)

. Han de ser, pues, personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo coraz?n ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al pr?jimo. El criterio inspirador de su actuaci?n deber?a ser lo que se dice en la Segunda carta a los Corintios: ?Nos apremia el amor de Cristo? (5, 14). La conciencia de que, en ?l, Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte, tiene que llevarnos a vivir no ya para nosotros mismos, sino para ?l y, con ?l, para los dem?s.n. 33)

. Por su participaci?n en el servicio de amor de la Iglesia, desea ser testigo de Dios y de Cristo y, precisamente por eso, hacer el bien a los hombres gratuitamente. (n. 33)

. ? La ?ntima participaci?n personal en las necesidades y sufrimientos del otro se convierte as? en un darme a m? mismo: para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo m?o, sino a m? mismo; he de ser parte del don como persona. (n. 34)

. Quien es capaz de ayudar reconoce que, precisamente de este modo, tambi?n ?l es ayudado; el poder ayudar no es m?rito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia. Cuanto m?s se esfuerza uno por los dem?s, mejor comprender? y har? suya la palabra de Cristo: ?Somos unos pobres siervos? (Lc 17, 10). (n. 35)

. Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio s?lo en lo que podernos y hasta que ?l nos d? fuerzas. Sin embargo, hacer todo lo que est? en nuestras manos con las capacidades que tenemos, es la tarea que mantiene siempre activo al siervo bueno de Jesucristo: ?Nos apremia el amor de Cristo? (2 Co 5, 14). (n. 35)

. El amor es una luz ?en el fondo la ?nica? que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en pr?ctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, as?, llevar la luz de Dios al mundo (n. 39)

. Al confrontarse ?cara a cara? con ese Dios que es Amor, el monje percibe la exigencia apremiante de transformar toda su vida en un servicio al pr?jimo, adem?s de servir a Dios. As? se explican las grandes estructuras de acogida, hospitalidad y asistencia surgidas junto a los monasterios. Se explican tambi?n las innumerables iniciativas de promoci?n humana y de formaci?n cristiana destinadas especialmente a los m?s pobres de las que se han hecho cargo las ?rdenes mon?sticas y Mendicantes primero, y despu?s los diversos institutos religiosos masculinos y femeninos a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Figuras de Santos como Francisco de As?s, Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Pa?l, Luisa de Marillac, /os? B. Cottolengo, Juan Bosco, Luis Orione, Teresa de Calcuta ?por citar s?lo algunos nombres? siguen siendo modelos insignes de caridad social para todos los hombres de buena voluntad. Los Santos son los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y amor. (n. 40)

. ? Mar?a, la Virgen, la Madre, nos ense?a qu? es el amor y d?nde tiene su origen, su fuerza siempre nueva. A ella confiamos la Iglesia, su misi?n al servicio del amor:

Santa Mar?a, Madre de Dios,
t? has dado al mundo la verdadera luz,
Jes?s, tu Hijo, el Hijo de Dios.
Te has entregado por completo
a la llamada de Dios
y te has convertido as? en fuente
de la bondad que mana de ?l.
Mu?stranos a Jes?s.
Gu?anos hacia ?l.
Ens??anos a conocerlo y amarlo,
para que tambi?n nosotros
podamos llegar a ser capaces
de un verdadero amor
y ser fuentes de agua viva
en medio de un mundo sediento.
Publicado por verdenaranja @ 23:02  | Espiritualidad
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