Con motivo del "D?a del Seminario"
19 de marzo de 2007
Carta Pastoral del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo
D. Antonio Mar?a Rouco Varela
Mis queridos hermanos y hermanas:
Est? ya pr?xima la solemnidad del glorioso Patriarca San Jos?, y como es habitual en la mayor?a de las di?cesis espa?olas, la celebraci?n del "D?a del Seminario". La Exhortaci?n Apost?lica de Juan Pablo II "Pastores dabo vobis" insiste en el hecho de que "es la Iglesia como tal el sujeto comunitario que tiene la gracia y la responsabilidad de acompa?ar a cuantos el Se?or llama a ser sus ministros en el sacerdocio" (n? 65). Gracia y responsabilidad que, en la comuni?n de nuestra Iglesia diocesana, tiene principalmente encomendada nuestro Seminario como comunidad educativa promovida por el Obispo para la formaci?n de los candidatos al sacerdocio ministerial. Sin descartar otras posibilidades, el "D?a del Seminario" ofrece, sin embargo, una oportunidad singular a todos los fieles cristianos -cada uno seg?n su vocaci?n y misi?n- para poder manifestar su atenci?n, su afecto y su solidaridad hacia los futuros sacerdotes que les servir?n en el futuro los dones de la salvaci?n.
En el curso que transcurre, esta conmemoraci?n se reviste de una especial tonalidad. El Seminario est? celebrando el I Centenario de la bendici?n e inauguraci?n de su sede actual en la calle de San Buenaventura. Es verdad que, como tal instituci?n educativa, ya ven?a realizando su misi?n en las buhardillas del antiguo palacio episcopal -ciertamente en precaria situaci?n- desde la erecci?n de la di?cesis, una vez segregada de la Archidi?cesis de Toledo. El 21 de Octubre de 1906 con la solemne liturgia presidida por el entonces Obispo de Madrid-A1cal?, Mons. Salvador y Barrera, se culminaban toda una serie de laboriosas gestiones destinadas a dotar a la reci?n erigida di?cesis de una instalaci?n id?nea y suficiente para la formaci?n de los sacerdotes de la capital de Espa?a.
Si el acercamiento a la realidad del Seminario constituye siempre un motivo para dar las gracias a Dios y renovar la esperanza de que el Se?or no dejar? de enviar a su pueblo pastores seg?n su coraz?n (Cf. Jer 3,15), la historia de este primer centenario nos impulsa a la gratitud de una manera especial. Son cien a?os luminosos de providencia y de gracia que resplandecen en el rostro de los casi mil ochocientos sacerdotes ordenados a lo largo de este tiempo. Cien a?os luminosos en santidad sacerdotal, cuyas primicias, si Dios lo quiere -D. Jos? M? Garc?a Lahiguera, D. Manuel Aparici, D Abundio Garc?a Rom?n...- embellecer?n un d?a los altares de la Iglesia diocesana. Cien a?os luminosos en frutos de vida apost?lica, regados unos con la sangre de los m?rtires, sacerdotes y seminaristas, sacrificados en la guerra civil; otros cultivados con la entrega sacerdotal del d?a a d?a en la ciudad, en los barrios, en los pueblos, en definitiva, all? donde las buenas gentes de Madrid necesitaban la palabra del consuelo y el gesto sacramental de la caridad de Cristo.
Contemplando la historia de gracia sacerdotal engendrada en los claustros y aulas de nuestro Seminario, cabe exclamar con las palabras del salmista: "El Se?or ha estado grande con nosotros y estamos alegres" (Sal 125,3), haciendo de las celebraciones del I Centenario un gran canto de alabanza a nuestro Se?or Jesucristo. Alabanza ciertamente agradecida y activa, que disponga los corazones de todos los diocesanos para manifestar al Seminario su solidaridad espiritual con la oraci?n, su responsabilidad con la promoci?n vocacional, y su generosidad y afecto con la ayuda econ?mica. La campa?a del "D?a del Seminario" nos brinda una estupenda ocasi?n para ello.
Este recuerdo agradecido del pasado no debe ser obst?culo para mirar el presente y el futuro con la mirada y el coraz?n de quien se siente urgido por la caridad de Cristo (Cf. 2Cor 5,14) ante las necesidades ingentes de la misi?n. Como ense?a Benedicto XVI, "La conciencia de que, en Cristo, Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte tiene que llevarnos a vivir no ya para nosotros mismos, sino para ?l y, con ?l, para los dem?s" (DCE, 33). El reciente III S?nodo Diocesano ha supuesto, en este sentido, un nuevo impulso para renovar y profundizar la fe que profesamos en la comuni?n de la Iglesia, para proclamarla, ofrecerla y testificarla con las palabras y las obras. Como en los tiempos pasados, como siempre, la Iglesia necesita, tambi?n hoy, del don del sacerdocio apost?lico. El "programa" salvador de Cristo debe continuar hasta el fin de los tiempos y alcanzar a todos los hombres: anunciar a los pobres el Evangelio, proclamar a los cautivos la liberaci?n, dar la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos, y proclamar el a?o de gracia del Se?or (Cf. Lc 4,18-19). S?, necesitamos sacerdotes que prolonguen hoy la unci?n del Esp?ritu del Se?or que les env?a a sus hermanos. S?, necesitamos sacerdotes "testigos del amor de Dios" -lema del "D?a del Seminario"- para acudir all? donde se sufre la indigencia de caridad, en las calles o en los pueblos, en los hospitales o en las c?rceles, en el ?mbito familiar, en la vida pol?tica, en la sociedad injusta... "Siempre habr? sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habr? soledad. Siempre se dar?n tambi?n situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al pr?jimo" (Benedicto XVI, DCE, 28 b).
?Gracias a Dios contamos en Madrid con un n?mero significativo de seminaristas! Entre los dos seminarios diocesanos -el Conciliar, y el Misionero "Redemptoris Mater"- son cerca de doscientos los que se preparan con ilusi?n para ser sacerdotes de Jesucristo. Es verdad que la tendencia general en Europa y en no pocas di?cesis espa?olas marca un descenso en el n?mero de las vocaciones sacerdotales: lamentablemente, hay menos j?venes que en ?pocas anteriores y, adem?s, la cultura de la secularizaci?n sigue incidiendo en ellos a la hora de planificar su futuro. Pero no en todos. Nuestros seminaristas son el signo y la prueba de que el Se?or sigue llamando y su voz es escuchada all? donde se cultiva la vida cristiana con profundidad, fidelidad eclesial, y generosidad; all? donde se ense?a y se aprende a amar y a servir como Dios nos ama y nos sirve en Jesucristo. Los futuros sacerdotes, j?venes como otros de este tiempo, han tenido la gracia y la experiencia de sentirse amados por Cristo cuando escucharon que les llamaba por su nombre "para que estuvieran con ?l y enviarlos a predicar con autoridad" (Mc 3, 14). Cada uno de ellos, en el camino original que les ha llevado al Seminario, puede decir con raz?n: "Hemos conocido y hemos cre?do en el amor que Dios nos tiene" (1 Jn 4,16).
"En no pocos ambientes resulta dif?cil manifestarse como cristiano: parece que lo ?nico correcto y a la altura de los tiempos es hacerlo como agn?stico y partidario de un laicismo radical y excluyente", se?al?bamos los Obispos en la ?ltima instrucci?n pastoral ("Orientaciones morales ante la situaci?n actual de Espa?a" n? 18). Este clima social imperante puede generar situaciones en donde la identidad cristiana parece diluirse, y crecer el pesimismo y la desesperanza en la acci?n pastoral, sobre todo con las generaciones m?s j?venes. Frente a pesimismos y frustraciones ante aparentes bregas infructuosas, la fuerza salvadora de Cristo y del Evangelio nos impulsa a seguir echando las redes para pescar. La palabra obediente y confiada de Sim?n Pedro, "Por tu palabra, echar? las redes" (Lc 5,5), ha de ser en estos tiempos la palabra de la misi?n y del testimonio cristianos. Confiada en esta palabra la Iglesia diocesana de Madrid se empe?a en la "Misi?n Joven", de manera que los j?venes reconozcan en Cristo la respuesta verdadera y ?nica a su sed de amor y a su esperanza de futuro. Apoyada en esta palabra, toda la comunidad diocesana -especialmente los sacerdotes, los padres, los maestros, los catequistas- puede y debe seguir orando, anunciando y proponiendo, con claridad y audacia, el Evangelio, que implica la vocaci?n al sacerdocio apost?lico y reclama de los llamados un S? generoso e incondicional, en la espera de una nueva pesca milagrosa por la fuerza de la palabra del Se?or.
En la tarea educativa de propiciar el que la llamada de Cristo pueda ser escuchada, la Iglesia diocesana no puede ignorar c?mo en la historia de tantos sacerdotes, la voz del Se?or fue escuchada siendo ni?os o adolescentes. Nuestro Seminario Menor, acoge, discierne y acompa?a estos brotes de vocaci?n sembrados en su coraz?n, mientras ofrece una educaci?n cristiana integral -a trav?s del Colegio Arzobispal de ESO y Bachillerato- que ilumine el proceso de crecimiento de los alumnos con el amor de Dios, el significado del servicio gratuito a los dem?s, y el sentido de vivir en la entrega generosa de uno mismo. ?Que ninguna inquietud vocacional infantil quede sin cauce y respuesta adecuados por la desidia o la cortedad de miras de los mayores!
Adem?s, para estimular el despertar, el cuidado y la atenci?n de posibles vocaciones en edades tempranas, el S?nodo diocesano pidi? renovar "la costumbre de invitar y preparar a los ni?os para el servicio del altar, que favorece el desarrollo de las vocaciones sacerdotales ", instituyendo para ello la "Escuela Diocesana de Ac?litos" (III S?nodo Diocesano, Decreto General, art. 12). Felizmente inaugurada en este curso y puesta bajo el patronazgo del ap?stol San Juan, la ofrecemos a nuestros j?venes ac?litos para que les ayude a descubrir la persona viva de Cristo, tan presente y tan cercano en su servicio al altar, lo escuchen y lo sigan como su mejor Amigo y su ?nico Se?or. Con la ayuda de Dios y la protecci?n de la Virgen Inmaculada, su Patrona, nuestro Seminario, cruzado el umbral del I Centenario, afronta con esperanza al futuro y prosigue su tarea como una comunidad ec1esial viva que, mirando el rostro del Buen Pastor, ora, estudia y convive en fraternidad, y busca recorrer los caminos de la santidad sacerdotal. En la celebraci?n del "D?a del Seminario" los seminaristas visitar?n muchas de vuestras parroquias y os ofrecer?n el testimonio alegre de sus vidas entregadas. Con la atenci?n y la ayuda econ?mica para paliar las necesidades de su formaci?n, ofrecedles vuestra oraci?n y vuestro afecto. Y no dej?is cada d?a de encomendar al Se?or y a la Virgen de la Almudena el que alguno de vuestros hijos, de vuestros disc?pulos o de vuestros feligreses, sea agraciado con la vocaci?n al sacerdocio ministerial.
Con todo afecto y mi bendici?n,