Testimonio de la hermana Benedicta Kauffman, sptm, publicado en el Bolet?n "Cuaresma 2007" de los
Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo, Opus Christi Salvatoris Mundi.
?D?jalo todo
y lo hallar?s todo?
(Imitaci?n de Cristo, Libro III, Cap. 32)
Testimonio de la hermana
Bened?cta Kauffman, sptm.
Gui?ndome hasta llegar al Per?, el Se?or me abri? los ojos y me ense?? mucho. Empez? por los ojos de mi alma, reavivando mi fe (entibiecida por una vida bien programada y tal vez un poco f?cil) y haciendo crecer mi amor por ?l. Abri? los ojos de mi coraz?n, ense??ndome a verle y amarle a trav?s de los pobres, ni?os y enfermos; y tambi?n los ojos de mi mente, bien cerrados por las comodidades que yo tenia en Francia. Aqu?, en el Per?, tom? conciencia de la verdadera pobreza, de las verdaderas necesidades de mis hermanos pobres, de c?mo ayudarlos de verdad, sin que se vuelvan m?s pobres. El Se?or despert? para la contemplaci?n estos mis ojos corporales: no me canso de contemplar estos paisajes de los Andes, su fauna y su flora espl?ndida, que son una prueba m?s de la Bondad, Belleza y Amor infinitos de nuestro Padre Celestial. Despu?s de haber terminado mis estudios de enfermer?a y haber trabajado algunos meses como enfermera en el hospital m?s grande de mi regi?n (en Alsacia, Francia), ganando una buena cantidad de dinero..., decid? realizar mi sue?o de cuando era ni?a: ?Ir a atender y curar gratis a los pobres de ?frica.? En un primer momento, la ONG cat?lica con la que iba a prestar servicio como voluntaria me hab?a propuesto una misi?n en Camer?n, pero despu?s me pidi? que aceptara otra misi?n, en otro pa?s de otro continente, con otro idioma, y precisamente en los pueblos j?venes de Arequipa, en la regi?n sur del Per?.
Nunca hab?a pensado en Am?rica Latina, pero para m? esta misi?n venia de Dios. Nunca hab?a estudiado el castellano y nunca hab?a podido aprender un idioma en el colegio, pero seguramente Dios me ayudar?a. No era mi plan, pero era Su Voluntad. Acept?! Pensaba: ?Viajo al Per?, pero s?lo por dos a?os; despu?s regresar? a Francia para trabajar, ya que se necesitan muchas enfermeras en mi pa?s; tendr? mi casa, mi coche, me casar?, tendr? hijos...? Esos eran mis planes.
Llegu? a Arequipa con mucho ?nimo, pensando que iba a sacar a todos mis pobres de su pobreza. En cambio empezaba para m? un tiempo de bendiciones y de purificaciones. Ten?a que des-prenderme de todo: de mi pa?s, de mi comodidad, de mi idioma; pero, en primer lugar, deb?a desprenderme de mis planes. Yo pensaba trabajar de una manera, y me impon?an otra manera. Hab?a venido a curar gratis: pero ten?a que cobrar, un precio simb?lico, s?, pero suficiente para permitir que estos hombres y mujeres no sean ni se sientan mendigos, mellando su autoestima. Pensaba aprender r?pida-mente el castellano y poder hablar con todos, pero me qued? muda durante varios meses, sin decir una palabra, curando y aliviando sin hablar, aunque me gustaba mi profesi?n por su lado relacional y humano.
Yo pensaba tener noches y fines de semana libres, pero los pobres tocaban a la puerta en cualquier momento, pidiendo ayuda de todo tipo. Muchas veces hab?a que acompa?arles al hospital y luchar para que les atendieran; otras veces hab?a que ir a tranquilizar una familia en conflicto por una borrachera u otra raz?n, o tambi?n hab?a que acoger en la casa a una abuelita que se hab?a perdido, hasta encontrar donde viv?a, etc.
Me descubr? impotente y pobre delante de tanta miseria. Sobre todo descubr? al verdadero pobre, que no es perfecto, no es santo como me lo imaginaba, sino necesitado de nuestro amor fraternal y sobre todo necesitado de conocer a Jes?s pobre como ?l, sufriendo como ?l, y que lo ama. Me asombr? experimentando cada d?a estas palabras de Jes?s: ?Dad y recibir?is.? Yo hab?a venido para dar, y suced?a que recib?a mucho m?s de lo que pod?a dar a los pobres.
Jes?s estaba abriendo mi coraz?n a este pa?s que ya ve?a como m?o, a estos pobres en quienes ?l se presentaba a m?, pero yo le dec?a: ??Jes?s! No me quedar? aqu?. T? sabes mis proyectos: yo me quedo aqu? s?lo dos a?os; despu?s quiero regresar a Francia y casarme all?...?
El Se?or segu?a atray?ndome m?s y m?s a este pa?s, present?ndome a ni?os discapacitados escondidos en sus casas por sus familias que se avergonzaban de ellos, creyendo que eran un castigo de Dios, una maldici?n. Estos ni?os iban a provocar en m? lo inesperado. Despu?s de nueve meses en el Per?, sal? de una reuni?n donde se hab?a hablado de ellos, con esta certeza muy fuerte en mi interior: ?Tengo que quedarme en el Per?. ?Mi coraz?n tiene sed de ayudar m?s a mis ni?os discapacitados y a mis pobres ele aqu? u otro sitio, m?s de dos a?os y quiz?s toda mi vida.?
El Se?or hab?a empezado a manifestar su voluntad sobre m? destruyendo todos mis planes, dici?ndome: ?D?jalo todo y lo hallar?s todo.? Me ped?a que pusiera en ?l toda mi con-fianza. Comenz? una lucha terrible. Yo pensaba: ?Quiero casarme, usar este don tan grande que Dios nos ha dado a nosotras, las mujeres, de participar en su obra de la creaci?n dando la vida; quiero ser mam?. Pero, si me caso, ya no podr? entregarme totalmente a mis pobres, porque tendr? que cuidar a mi esposo y a mis hijos. ?Y mis padres, Se?or? Me han dado tanto, empezando por su amor, ?y yo les har? sufrir qued?ndome al otro lado del mundo? ?Qu? ingrata!?
?D?jalo todo y lo hallar?s todo??, me repet?a el Se?or. En estos d?as de terrible lucha me lleg? una circular de los Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo, enviada por mi mam?. Me acord? de la primera circular del mismo Movimiento que me hab?a entregado antes de que yo partiera. mi hermano, monje benedictino, dici?ndome: ?Ll?vatela; parece que es una obra de Dios para los pobres en Cuzco. T? que viajas al Per? tienes que ir a conocerlos.? Nunca la hab?a le?do, pero esta vez le? las dos. Hablaban de pobres, de ni?os abandonados, hu?rfanos, minusv?lidos, y de misiones a pueblos de la cordillera, atendidos por sacerdotes, hermanos, parejas y hermanas, verdaderas madres de todos.
??Deo gratias!? All? me atra?a el Se?or. ?Me sent? llamada a ese Movimiento de los Siervos de los Pobres del Tercer Mundo!
Sin embargo, segu?a luchando: ??He prometido a mi mam? que regresar? a Francia! Le voy a hacer sufrir si me quedo en Per?. ?Quiero casarme y fundar una familia bien cristiana, dar la vida a nuevos hijos de Dios!?
Todav?a estaba en la incertidumbre y ten?a grandes tentaciones. Necesitaba la ayuda de mi Madre del Cielo; despu?s de varios rosarios y fervientes invocaciones a la ?Madre del buen consejo?, la ?Estrella de la ma?ana?, la ?Reina de la paz? y la ?Reina del Santo Rosario?, me vino la fuerza de decir ?SI? a esta llamada del Se?or en la v?spera de la fiesta de nuestra Se?ora del Santo Rosario: me entregar?a totalmente a ?l. De repente una gran paz y una inmensa alegr?a llenaron mi coraz?n y todo mi ser.
Las Hermanas Siervas de los Pobres del Tercer Mundo aceptaron que hiciera un retiro en su casa para conocerlas y descubrir si verdaderamente el Se?or me llamaba a esta comunidad.
Tal como lo dec?an las circulares, encontr? a verdaderas madres de tantos ni?os y pobres haciendo una obra maravillosa, curando heridas f?sicas, ps?quicas y morales; devolvi?ndoles a aquellos peque?os, que ya hab?an sufrido como adultos y m?s que muchos adultos, su ni?ez, su inocencia y su alegr?a, por el amor y la cercan?a de Jes?s Eucarist?a y de su Santa Madre. Vi a verdaderas enamoradas de Cristo, quienes me acog?an como hermana desde los primeros instantes. S?, all? me quer?a Jes?s como Sierva de los Pobres del Tercer Mundo.
Quer?a quedarme, ingresar enseguida en la Comunidad, pero no hab?a terminado mi contrato en Arequipa, pues me faltaba cumplir otro a?o. El Se?or puso a prueba mi paciencia, mi amor y mi confianza en ?l. Terminado ese a?o de gracias en Arequipa, visitando a menudo a mis hermanas y ni?os del Hogar ?Santa Teresa de Jes?s? en Cuzco, tuve que regresar tres meses a mi pa?s.
Finalmente, en enero de 2005, ingres? a la comunidad de las Hermanas Misioneras Siervas de los Pobres del Tercer Mundo con la alegr?a m?s grande de mi vida, purificada por una espera que me hab?a parecido eterna.
Como futura esposa de Cristo, pronto me sent? madre de tantos hijos espirituales. Yo ten?a este deseo tan gran-de de ser madre y dar a luz. y ahora me siento colmada por esta maternidad espiritual. Vivo verdaderamente lo que me dec?a un sacerdote:
?La vida religiosa es un asumir la vocaci?n de una aut?ntica maternidad.? Nuestros ni?os pobres y. sobre todo, nuestros ni?os discapacitados me ense?an a ver a trav?s de ellos a Jes?s sufriendo en silencio:
?Deus Iesus Patiens.? Se me ha quedado grabado en la mente y el coraz?n el ejemplo de la muerte de John Edmundo, uno de nuestros ni?os minusv?lidos. Yo lo atend?a d?a tras d?a y lo ve?a sufrir tremendamente en su cuerpo y todav?a m?s en su esp?ritu por el aislamiento de sus ?ltimos d?as (ten?a una enfermedad contagiosa). John Edmundo se ha ido como ha vivido: sufriendo en silencio sin molestar y en una paz que ?l adem?s sab?a transmitir. Cada noche, cuando lo dejaba me iba preocupada de que se muriera antes de la ma?ana siguiente, pero ?l se ha ido de d?a, para no despertar a nadie y para que todo fuera m?s f?cil, y se ha ido dej?ndonos un hermoso rostro de ?ngel, sereno y lleno de paz, que parec?a decimos:
?No est?n tristes, he dejado de sufrir, estoy con Jes?s para interceder por ustedes.? Jhon Edmundo con su muerte me ha edificado mucho y se ha quedado a mi lado como compa?ero de mi ?ngel de la guarda.
El contacto permanente con los ni?os inocentes, pobres, sufriendo, ense?a a guardar
?un coraz?n de ni?o, puro y cristalino como una fuente...?, para cumplir las palabras de Jes?s: ?Si no cambi?is y no os hac?is como ni?os, no entrar?is en el Reino de los Cielos? (Mt 18, 3). Mis hermanas, tambi?n en su gran mayor?a peruanas me dan much?simo y me ense?an mucho con su gran amor por el Se?or, su gran capacidad de trabajo, de aguante en el sufrimiento, de humildad, etc?tera; capacidad que yo no tengo por la ni?ez ?dorada? que he tenido, de la cual doy gracias a mis padres, porque ellos sufrieron para que yo no sufriese demasiado y no me faltase nada.
La misi?n en los pueblos de la Alta Cordillera me ha hecho ver una realidad de extrema pobreza que nunca hab?a visto antes. La gente vive sin agua corriente, sin luz el?ctrica, sin servicios higi?nicos comiendo casi exclusivamente papa y ma?z, sin medios de salud (el centro m?s cercano est? a una hora de caminata, y todav?a el personal sanitario se enoja con las parturientas cuando no van a dar a luz all?!). Una familia de 7 a 10 personas tiene un solo cuartito de adobe para vivir, preocupados s?lo en sobrevivir.
Frente a esta situaci?n, nada bueno podr?amos hacer aqu? si no hubiera, en primer lugar, nuestra vida de oraci?n, de comuni?n ?ntima con el Se?or. La Eucarist?a, la Santa Misa y la Adoraci?n Eucar?stica son el centro de nuestro d?a y de nuestra vida. Estos encuentros ?ntimos con el Amo y Se?or de todo y de todos son para m? verdaderas fuentes de alegr?a y de fuerza, el motor y el sol de mis jornadas.
Tambi?n estos brazos siempre abiertos de Jes?s en la Cruz, en cada pasillo y rinc?n de la casa, brazos siempre abiertos para acogemos en las dificultades que tenemos, son un gran refugio y una gran lecci?n de la Misericordia infinita de Nuestro Dios, que nos am? hasta el extremo, hasta morir por nosotros en la Cruz, perdon?ndonos todo: ?Padre, perd?nalos, porque no saben lo que hacen? (Le 23, 34).
No se puede vivir el para?so en la tierra, porque esta vida terrenal es, justamente, para preparar nuestra vida futura en el Cielo.
En este mundo siempre hay la cruz, necesaria para asemejarse m?s a Jes?s y para ser santos, pero haciendo la Voluntad de Dios uno recibe una lluvia de gracias que hacen florecer la alegr?a y la fuerza.
As? todo parece volverse m?s aceptable y m?s f?cil, y se puede tener un poco la sugestiva idea de lo que ser? el Cielo en presencia de Dios. el Esposo.
Como novicia soy ahora una novia feliz, colmada de todo bien por su Novio, que cumple con su promesa:
?D?jalo todo y lo hallar?s todo?; ?da y recibir?s?. ?Cu?ntas veces quiero cantar con mi Madre Sant?sima: ?Proclama mi alma la grandeza del Se?or, se alegra mi esp?ritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillaci?n de su esclava.'? y ??El Se?or hizo en m? maravillas! ;Gloria al Se?or!?.
?D?jalo todo y lo hallar?s todo? dice la Imitaci?n de Cristo, nuestra regla de vida y yo puedo atestiguar que dice la verdad, pues dejando todo he encontrado el Todo: mi Dios, mi Se?or. Con ?l no nos falta de nada, ni de nadie: ?Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos. hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por m? y por el Evangelio quedar? sin recibir el ciento por uno; ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madre, hijos y hacienda, con persecuciones: r en el mundo venidero, vida eterna.? (MC 10,29-31)
Hermana. Benedicta Kauffmann, sptm