Martes, 20 de marzo de 2007
Serie de testimonios ante el D?a del Seminario 2007, publicados en carpeta e campa?a. Colocamos aqu? el testimonio del Cardenal Marc Quellet, Arzobispo de Qu?bet y Primado de Canad?.

TESTIMONIOS


"Conquistado por Jes?s". Testimonio del Card. Marc Ouellet, arzobispo de Qu?bec y Primado do Canad?.

A la edad de 18 a?os me interesaba el deporte y era bastante sordo a la llamada de Dios, pero como para San Ignacio de Loyola, tambi?n para m? una pierna rota cambi? el curso de mi vida. Empec? a reflexionar sobre el "Seguimiento de Cristo" y a meditar en la "Introducci?n a la vida devota" de San Francisco de Sales. Dios me llev? pues a pensar en el sacerdocio, despertando en m? el deseo de ayudar al pr?jimo a descubrir el sentido religioso de la vida.

Fui el tercero de ocho hijos de una familia cristiana. Mis padres y mis abuelos se encontraban entre los pioneros de Abitini, una regi?n minera en el Noroeste de la provincia de Qu?bec. La atm?sfera de fe y libertad que he encontrado en mi familia ha sido para m? un apoyo en mi vocaci?n. Cuando era joven me fascinaba la astronom?a, la historia y la literatura. La caza, la pesca y tambi?n el hockey sobre hielo, deporte nacional de los canadienses, me entusiasmaban.

Debo mucho a un sacerdote ejemplar, que fue durante algunos a?os mi director espiritual y que me llev? al Seminario de Montreal. Gracias a ?l y a mis formadores en el seminario "St. Sulpice" aprend? a amar a Jes?s, que en el evangelio de Juan dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (1n 14,6). Un peque?o libro de Hans Urs von Baltasar, titulado "El coraz?n del mundo", determin? por fin mi espiritualidad y mis estudios teol?gicos.

El d?a de mi ordenaci?n sacerdotal, una palabra de San Pablo me conquist? ya para todo el resto de mi vida: "No que lo tenga ya conseguido o que sea perfecto, sino que contin?o mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jes?s" (Flp 3, 12). Estas palabras me han acompa?ado primero como vice-p?rroco de mi parroquia en mi di?cesis, luego como misionero, despu?s como profesor de filosof?a y teolog?a, m?s tarde en la construcci?n del di?logo ecum?nico y ahora como obispo de la di?cesis de Qu?bec. Desde el punto de vista de mi ministerio, tengo realmente la impresi?n de ser empujado de una tarea a otra y de una cultura a otra. Desde el punto de vista de mi vida espiritual, el juicio me resulta dif?cil, pero s? que Dios me llama de improviso y por caminos a veces dolorosos, a estar cada vez m?s disponible, teniendo presente el "premio que Dios nos llama a recibir en Jes?s" (Flp 3, 14).


Cuando fui ordenado sacerdote en mayo de 1968, comenc? mi servicio sacerdotal en un periodo de protesta general, que hubiera podido distraerme o incluso sacarme de mi camino, como le sucedi? a muchos sacerdotes y religiosos en esa ?poca. Mi experiencia como misionero, la amistad entre los sacerdotes y la cercan?a con los pobres me ayudaron a superar las turbulencia de los a?os despu?s del Concilio.

Despu?s de veinte a?os en el seminario "St. Sulpice", el Santo Padre me llam? a Roma para ense?ar, en el instituto "Juan Pablo II", la doctrina sobre el matrimonio y la familia y para formar parte, m?s tarde, del Consejo Pontificio para la Promoci?n de la Unidad de los Cristianos. La estancia en la Ciudad Eterna despert? en m? la llamada de profundizar a?n m?s en mi seguimiento de Cristo y de vivir seg?n los consejos evang?licos.

Reflexionando sobre mi vocaci?n debo constatar que mis planes se han visto, a menudo, cambiados. La experiencia de la pierna rota se ha repetido de formas diversas en varias ocasiones y he tenido que aprender a obedecer a Dios y a la Iglesia en la fe. Esta sumisi?n afectuosa, que se nutre en la fuente de la oraci?n, me da una gran libertad. Aunque coro frecuencia tengo la sensaci?n de que mis tareas superan mis capacidades, la libertad que proviene de la fe supera mis dudas, mis l?mites y mis errores. El amor de Cristo queme ha conquistado, me conduce siempre de nuevo, en la alegr?a de la fe, a superarme a m? mismo.

Hoy doy gracias a Dios por haberme elegido en su gran misericordia y soy feliz de poder decir a los seminaristas de la Jornada Mundial de la Juventud 2005, que la vocaci?n sacerdotal, incluida la promesa del celibato hecha por amor, es un modo maravilloso de realizarse y de servir al pr?jimo llev?ndoles a Jes?s.

Marc Ouellet Arzobispo de Qu?bec y Primado de Canad?
Publicado por verdenaranja @ 23:38  | Espiritualidad
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